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ALEJANDRO FLEMING |
Su nombre era Fleming, y era un granjero escoc�s pobre. Un d�a, mientras intentaba ganarse la vida para su familia, oy� un lamento pidiendo ayuda que proven�a de un pantano cercano. Dejo caer sus herramientas y corri� al pantano. All�, entro hasta la cintura en el esti�rcol h�medo negro. Se trataba de un muchacho aterrado, gritando y esforz�ndose por liberarse.
El granjero Fleming salvo al muchacho de lo que podr�a ser una lenta y espantosa muerte. Al d�a siguiente, lleg� un carruaje elegante a la granja. Un noble elegantemente vestido sali� y se presento como el padre del muchacho que el granjero Fleming hab�a ayudado. "Yo quiero recompensarlo", dijo el noble. "Usted salvo la vida de mi hijo."
"No, yo no puedo aceptar un pago por lo que hice," el granjero escoc�s contesto. En ese momento, el hijo del granjero vino a la puerta de la familia la caba�a. "? Es su hijo?" El noble pregunto. "Si," el granjero contesta orgullosamente.
"Le propongo hacer un trato. Perm�tame proporcionarle a su hijo el mismo nivel de educaci�n que mi hijo disfrutara. Si el muchacho s eparece a su padre, no dudo que crecer� hasta convertirse en el hombre del que nosotros dos estaremos orgullosos". Y el granjero acept�.
El
hijo del granjero Fleming asisti� a las mejores escuelas y al tiempo,
s� gradu� en la Escuela Medica del St. Mary's Hospital en Londres, y sigui�
hasta darse a conocer en el mundo como el renombrado Dr. Alexander Fleming, el
descubridor de la Penicilina.
A�os
despu�s, el hijo del mismo noble que fue salvado del pantano estaba enfermo de
pulmon�a. �Qu� salv� su vida esta vez? La penicilina.
�El nombre del noble? Sir Randolph Churchill.
�El nombre de su hijo? Sir Winston Churchill.
ENEMIGOS DESTRUIDOS |
Se cuenta que cierto emperador chino, cuando le avisaron que en una de las provincias de su imperio hab�a una insurrecci�n, dijo a los ministros de su gobierno y a los jefes militares que lo rodeaban: "Vamos. Seguidme. Pronto destruir� a mis enemigos." Cuando el emperador y sus tropas llegaron a donde estaba los rebeldes, �l trat� afablemente a �stos, quienes, por gratitud, se sometieron a �l de nuevo. Todos los que formaban el s�quito del emperador pensaron que �l ordenar�a la inmediata ejecuci�n de todos aquellos que se hab�an sublevado contra �l; pero se sorprendieron en gran manera al ver que el emperador trataba humanitariamente y hasta con cari�o a quienes hab�an sido rebeldes. Entonces el primer ministro pregunt� con enojo al emperador:
"�De esta manera cumple vuestra Excelencia su promesa? Dijisteis que ven�amos a destruir a nuestros enemigos, los hab�is perdonados a todos y a muchos hasta con cari�o los hab�is tratado.
Entonces el emperador, con actitud generosa, dijo:
-os promet� destruir a mis enemigos; y todos vosotros veis que ya nadie es enemigo m�o: a todos los e hecho mis amigos."
EXPOSITOR B�BLICO
HACIENDO AMIGOS DE LOS ENEMIGOS |
Algunos cortesanos reprocharon al emperador Segismundo, por que en lugar de destruir a sus enemigos conquistados, los favorec�a. "�no destruyo efectivamente a mis enemigos ", contest� el ilustre monarca, "cuando los hago mis amigos?"
Cuando se le pregunt� a Alejandro el Grande c�mo hab�a podido en tan poco tiempo conquistar tan vastas regiones y ganar un hombre tan grande, contest�: "Us� tan bien a mis enemigos que los obligue a ser mis enemigos con una consideraci�n tan constante que est�n unidos para siempre a m�." -Gray
UN AMIGO QUE DURA |
Una Se�orita ten�a un perro al que quer�a mucho; pero un d�a el animal enferm� y al poco tiempo muri�.
La muchacha se puso muy triste ; se sent�a muy sola sin su perro, pero en eso llego una amiga a quien ella amaba con todo su coraz�n, y en su compa��a se sinti� contenta;, se consol� de la perdida del perro que hab�a sido su fiel guardi�n; pero la amiga contrajo una grave enfermedad que le costo la vida, y la aflicci�n de la muchacha fue tan grande que ni hallaba consuelo.
Para distraerse un poco sal�a a su jard�n donde tenia un rosal muy hermoso, para colmo de su tristeza noto que su planta estaba marchita y seca.
Entonces, casi con desesperaci�n lloraba y se quejaba de su triste suerte diciendo: "Nada me dura; se muri� mi perro fiel, mi amada amiga se fue al viaje de donde no se vuelve, y ahora mi bello rosal se ha secado."
En una de tantas veces un Se�or que la oy� quejarse de su mala suerte le dijo: "Se�orita, usted no conoce a JesuCristo, un amigo que nunca muere; en su compa��a hay placeres que nunca se acaban.
Es verdad que todas las cosas de esta vida se acaban; pero las cosas del Se�or Jes�s duran para siempre."
AMIGOS EN LA ADVERSIDAD Y EN LA VICTORIA |
Es c�lebre la amistad que ligaba a los dos guerreros griegos Pel�pidas y Epaminondas. Tanto era que en la batalla de Mantinea unieron sus escudos para poder pelear juntos y ayudarse mutuamente. Lucharon as� durante alg�n tiempo y estuvieron derrotando a sus enemigos, hasta que Pel�pidas cayo herido y, derramando mucha sangre por las heridas, estaba a punto de morir. Entonces Epaminondas decidi� seguir peleando a lado del cuerpo de Pel�pidas, aunque el mismo tuviera que morir junto a su amigo, de quien crey� que morir�a en ese lugar. Epaminondas, tambi�n herido gravemente, permaneci� luchando ah� hasta que llegaron otros compatriotas que rescataron a los dos amigos moribundos. Desde aquel d�a esa amistad llego a ser proverbial. Despu�s fueron ascendidos a jefes del ejercito Tebano, con igual autoridad, y nunca existi� rivalidad ni envidia entre ellos.
UNA JUSTA DEMANDA |
Lo que demanda Jes�s de todos los que somos sus seguidores, no es una arbitrariedad ni menso una injusticia o capricho. Jes�s no requiere ning�n sacrificio para s�, sino para nuestro desarrollo y para traer el reino de Dios entre los hombres. Los m�s felices no son los ego�stas, sino aquellos que se olvidan de s� mismos; no los ambiciosos, sino los piadosos de coraz�n; no los avaros, sino los generosos; no los que poseen m�s, si no los que aman m�s. Aqu� se provee un incre�ble medio para amistar a los hombres unos con otros, clases con clases y naciones con naciones, sobre bases sanas de amistad sincera y amor mutuo. Exp. B�bl.