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Un joven que se hab�a criado ateo,
estaba tratando de convertirse en un clavadista olimpico. La �nica influencia
religiosa en su vida ven�a de un amigo cristiano que siempre le estaba
predicando. El joven clavadista nunca realmente le prestaba atenci�n a los
sermones de su amigo, pero los escuchaba seguido. Una noche el clavadista entr�
a la alberca que estaba dentro del colegio donde asist�a. Todas las luces
estaban apagadas, pero el edificio ten�a grandes ventanas en el techo y la luna
estaba brillando, hab�a suficiente luz para poder practicar. El joven se subi�
al trampol�n m�s alta y al voltearse de espaldas hacia la alberca, en la
orilla de la tabla, y extendiendo sus brazos hacia afuera, observ� su sombra en
la pared, la sombrea de su cuerpo, estaba en forma de cruz, en vez de echarse el
clavado se arrodill� y finalmente le pidi� a Dios que entrara en su vida.
Mientras este joven estaba all�, una persona de mantenimiento entr� y
encendi� las luces. El agua de la alberca hab�a sido drenada para hacer
algunas reparaciones.
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Alguna vez has sentido la imperiosa
necesidad de orar por alguien pero has decidido ponerlo en tu lista de
"cosas por hacer" y te has dicho: "Orar� mas tarde". O te
ha llamado alguien alguna vez y te ha dicho "Necesito que ores por m�,
tengo esta necesidad ". Lee la siguiente historia que me fue enviada hace
poco, la cual podr�a cambiar tu forma de pensar con respecto a las oraciones y
la forma de orar.
Un misionero en vacaciones cont� la siguiente historia cuando visitaba su
Iglesia local en Michigan, EU.: " Mientras serv�a como misionero en un
peque�o hospital en el �rea rural de Africa, cada dos semanas viajaba a la
ciudad en bicicleta para comprar provisiones y medicamentos. El viaje era de dos
d�as y deber�a de atravesar la jungla. Debido a lo largo del viaje, deb�a de
acampar en el punto medio, pasar la noche y reanudar mi viaje temprano al siguiente d�a. En uno de estos viajes, llegue a la ciudad donde planeaba
retirar dinero del banco, comprar las medicinas y los v�veres y reanudar mi
viaje de dos d�as de regreso al hospital.
Cuando llegu� a la ciudad, observ� a
dos hombres peleando, uno de los cuales estaba bastante herido. Le cur� sus
heridas y al mismo tiempo le habl� de Nuestro Se�or Jesucristo. Despu�s de
esto, reanude mi viaje de regreso al hospital. Esa noche acamp� en el punto
medio y a la ma�ana siguiente reanude mi viaje y llegu� al hospital sin
ning�n incidente.
Dos semanas m�s tarde repet� mi viaje. Cuando llegu� a la ciudad, se me
acerco el hombre al cual yo hab�a atendido en mi viaje anterior y me dijo que
la vez pasada, cuando lo curaba, el se dio cuenta que yo tra�a dinero y
medicinas. �l agreg�: " Unos amigos y yo te seguimos en tu viaje mientras
te adentrabas en la jungla, pues sab�amos que habr�as de acampar.
Plane�bamos matarte y tomar tu dinero y medicinas. Pero en el momento que nos
acercamos a tu campamento, pudimos ver que estabas protegido por 26 guardias
bien armados".
Ante esto no pude mas que re�r a
carcajadas, y le asegur� que yo siempre viajaba solo. El hombre insisti� y
agrego: "No se�or, yo no fui la �nica persona que vio a los guardias
armados, todos mis amigos tambi�n los vieron, y no solo eso sino que entre
todos los contamos".
En ese momento, uno de los hombres en la Iglesia se puso de pie, interrumpi� al
misionero y le pidi� que por favor le dijera la fecha exacta cuando sucedi�
ese hecho. El misionero les dijo la fecha y el mismo hombre le dijo la siguiente
historia. "En la noche de tu incidente en Africa, era de ma�ana en esta
parte del mundo, y yo me encontraba con unos amigos prepar�ndome para jugar
golf. Est�bamos a punto de comenzar, cuando sent� una imperiosa necesidad de
orar por ti, de hecho, el llamado que el Se�or hac�a era tan fuerte, que les
llam� a algunas personas de nuestra congregaci�n que se reunieran conmigo en
este santuario lo m�s pronto posible."
Entonces, dirigi�ndose a la
congregaci�n le dijo: "todos los hombres que vinieron en esa ocasi�n a
orar, �podr�an por favor ponerse de pie?" Todos los hombres que hab�an
acudido a orar por �l se pusieron de pie, el misionero no estaba tan preocupado
por saber quienes eran ellos, mas bien se dedico a contarlos a todos. . .. . . .
. en total 26 hombres.
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