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CUANDO
EN EL CIELO PASEN LISTA
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Un
soldado que fue herido durante la �ltima guerra estaba moribundo en su catre de
campa�a. De repente el profundo
silencio de la noche fue roto por la exclamaci�n: --�Presente! �Presente!
�de labios del joven moribundo.
Algunos
amigos se acercaron para ver qu� deseaba.
--Escuchen
�dijo--. Est�n pasando lista en el cielo.
Unos minutos m�s tarde, pas� a la presencia del Rey.
D.L. Moody
EL
OTRO LADO DEL R�O
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Un
pastor que hab�a perdido un hijo pidi� a otro pastor que fuese a predicar en
su iglesia. El hombre, sent�a muy
poco inter�s por la gente que viv�a en la otra orilla, hasta que se le cas�
una hija, que fue a vivir en el otro lado. Desde entonces, todas las ma�anas el
pastor iba a su ventana, miraba hacia el pueblo que estaba en la otra orilla, y
sent�a gran inter�s por toda la gente que viv�a all�.
Refiri�ndose
al colega que hab�a perdido un hijo, dijo: �Creo que como el ni�o ha cruzado
el r�o, el padre ha de tener m�s amor al cielo que nunca antes�.
Pongamos
nuestros afectos en la otra orilla del r�o.
No es m�s que un paso. Pronto
estaremos en el cielo.
D.L. Moody
EL
TA�IDO DE LA CAMPANA F�NEBRE
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Bien
recuerdo que en mi pueblo era costumbre, cuando un cortejo f�nebre sal�a de la
iglesia, que la campana sonase tantas veces como a�os hab�a vivido el muerto.
�Con qu� ansiedad contaba yo los ta�idos para ver cu�ntos a�os pod�a
yo seguir viviendo! Cuando sonaba setenta y ochenta veces yo suspiraba aliviado
al pensar que me quedaba mucho tiempo. Pero otras veces los ta�idos eran muy
pocos y entonces el terror se apoderaba de m�, cuando pensaba que yo tambi�n
podr�a, dentro de muy poco, ser
apresado por aquel monstruo tan temido, la Muerte.
La muerte y el juicio eran una fuente constante de espanto hasta que
llegu� a comprender que ninguno de los dos tendr� la menor influencia sobre un
hijo de Dios.
D.L. Moody
LA
CONVERSI�N DE SAMUEL MOODY
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Creo
que nunca he amado a ning�n hombre m�s que a mi hermano Samuel.
Lo amaba mucho, tal vez porque era enfermo, y �oh! �c�mo deseaba
llevarlo a Cristo!
Al
terminar una predicaci�n una noche, ped� a los que desearan tomar la cruz y
seguir a Cristo que se pusieran de pie. Me
llen� de alegr�a ver que se puso de pie mi hermano. Parec�a ser la noche m�s
feliz de mi vida. Despu�s, mi hermano y yo trabajamos juntos un tiempo, y en el
verano sal�amos a caminar y a conversar acerca de nuestro viejo hogar.
Despu�s
de un a�o, fui a Chicago, en donde �l debia encontrarse conmigo m�s tarde.
Pero me lleg� un telegrama que dec�a, �Samuel falleci�.�
Viaj� mil quinientos kil�metros para a sistir a su sepelio, y lo que me
dio m�s consuelo fue el vers�culo: �Y yo le resucitar� en el d�a
postrero.� Y cuando vi el rostro
de mi hermano, me vinieron las palabras del Se�or: �Resucitar� tu
hermano.�
D.L. Moody
LA
MUERTE DE D.L. MOODY
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Si
alguna vez os dicen que D. L. Moody ha muerto, no lo cre�is. Ha subido m�s
arriba, eso es todo. Ha dejado esta
vieja casa de barro, para entrar a una casa inmortal, un cuerpo que no puede ser
afectado por la muerte ni contaminado por el pecado, un cuerpo hecho a la imagen
del glorioso cuerpo del Se�or.
D.L. Moody
LOS
CONOCEREMOS
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Me
contaron acerca de una ni�a que hab�a perdido a la madre en su m�s tierna
infancia. No se acordaba de ella, y ni siquiera conservaba una fotograf�a.
Pero ya grande se enferm� gravemente, y estando moribunda se le ilumin� el
rostro. Parec�a que ve�a a la
madre y exclam�: --�Oh! �Mam�!
Creo
que cuando yo lo vea a mi Maestro, he de conocerle. Tengo idea de que cuando vea
a Mois�s y a los profetas, a los
Patriarcas, a los Ap�stoles, he de conocerlos.
Me pregunt�is c�mo. No s�.
D.L. Moody
NUESTRA
ESPERANZA
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Una
hermosa ni�a de quince a�os se enferm� repentinamente, quedando casi ciega y
paralizada. Un d�a escuch� al m�dico
de cabecera, mientras le dec�a a sus padres: --Pobre ni�a; por cierto que ha
vivido ya sus mejores d�as.
--No,
doctor �exclam� la enferma--, mis mejores d�as est�n todav�a en el futuro.
Son aquellos en los cuales he de contemplar al Rey en su hermosura.
Esa
es nuestra esperanza. No seremos
aniquilados. Cristo resucit� de
entre los muertos como garant�a de que nosotros tambi�n resucitaremos. La resurrecci�n es el gran ant�doto contra el temor de la
muerte. Nada puede reemplazarla.
Las riquezas, el genio, los placeres mundanales, no nos pueden traer
consuelo en la hora de nuestra muerte. El
Cadernal Borgia exclam� al morir: --�En mi vida me he preparado para todo
menos para la muerte y ahora, �Ay, de m�! No me encuentro listo!.
Comparemos
estas palabras con las de uno de los primeros disc�pulos: �Estoy cansado.
Quiero dormir. Buenas noches�.
Estaba seguro de despertar en una tierra mejor.