toÆ>ebah (hb;[e/T),
«abominación; asqueroso, cosa detestable». Aparecen cognados de este vocablo
únicamente en fenicio y en el arameo del tárgum. La palabra aparece 117 veces en
todos los períodos.
Primero, toÆ>ebah define a las personas y los objetos como esencialmente únicos en el sentido de
ser «peligrosos», «siniestros», «repulsivos» y «abominables» desde la
perspectiva de otros. Este significado lo vemos por primera vez en Gn 43.32:
«Los egipcios no pueden comer pan con los hebreos, lo cual es abominación a los
egipcios». Debido a sus diferencias culturales o sociales, a los egipcios les
repugnaba comer pan con extranjeros (cf. Gn 46.34; Sal 88.8). Otra ilustración
clara de este choque fundamental de voluntades aparece en Pr 29.27: «Abominación
es a los justos el hombre inicuo; y abominación es al impío el de caminos
rectos». Al referirse a Dios, el término adquiere un matiz particular: describe
a personas, cosas, hechos, relaciones y características que le son «detestables»
o «abominables» porque son contrarias a su naturaleza. Dios abomina lo que tiene
que ver con muerte e idolatría: «Nada abominable comerás» (Dt 14.3). Los que
tienen hábitos que Dios aborrece también le son detestables: «La mujer no
llevará ropa de hombre, ni el hombre se pondrá vestidos de mujer, porque el que
hace esto es una abominación para Yahveh tu Dios» (Dt 22.5 bj). Lo contrario de toÆ>ebah son reacciones como «deleite» y
«amor» (Pr 15.8, 9 lba).
En segundo lugar, toÆ>ebah se usa en algunos contextos para describir prácticas y
objetos paganos: «Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego; no
codiciarás plata ni oro de ellas para tomarlo para ti, para que no tropieces en
ello, pues es abominación a Jehová tu Dios; y no traerás cosa abominable a tu
casa» (Dt 7.25, 26). En otros contextos, toÆ>ebah describe repetidos fracasos en la observación de los reglamentos divinos: «Porque
vuestro tumulto es mayor que el de las naciones que os rodean, porque no os
habéis conducido según mis decretos ni habéis observado mis normas, y ni
siquiera os habéis ajustado a las normas de las naciones que os rodean … a causa
de todas tus abominaciones» (Ez 5.7, 9 bj). ToÆ>ebah puede representar los propios cultos paganos, como en Dt 12.31, o el pueblo que
los practica: «Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para
Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas
naciones delante de ti» (Dt 18.12 bj). Por otro lado, si los israelitas son
culpables de tales idolatrías, su fin será peor que el cautiverio: ser
apedreados hasta la muerte (Dt 17.2–5).
En tercer lugar, toÆ>ebah se usa en la esfera de la jurisprudencia y de las relaciones
familiares y tribales. Ciertos actos o características destruyen la armonía
social y familiar; a estos actos y a las personas que los practican se les
aplica el término toÆ>ebah: «Seis cosas
hay que aborrece Jahveh, y siete son abominación para su alma: ojos altaneros,
lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, corazón que fragua planes
perversos … y el que siembra pleitos entre los hermanos» (Pr 6.16–19 bj). Dios
dice: «Abominación a los hombres [es] el escarnecedor» (Pr 24.9), porque siembra
su amargura entre el pueblo de Dios, quebrantando la unidad y la armonía.
Verbo en manera abominable». Este verbo aparece 21 veces, comenzando con Dt
7.26: «No traerás cosa abominable a tu casa».
Aceite (de Oliva)
shemen (
÷m,v,,),
«aceite (de oliva); aceituna; perfume; madera de olivo». Este vocablo tiene
cognados en ugarítico, acádico, fenicio, siríaco, arábigo y arameo. La palabra
aparece unas 190 veces y durante todos los períodos del hebreo bíblico.
Shemen significa «aceite» de oliva: «Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que
había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella»
(Gn 28.18). El «aceite» de oliva se usaba también para ungir a un futuro líder (Éx
25.6; 2 R 9.6); se ungían personas en la cabeza como señal de luto (2 S 14.2) o
en señal de regocijo (Sal 23.5). También se ungía el lóbulo de la oreja y los
pulgares de la mano y del pie como una purificación ritual (Lv 14.17). El shemen se usaba para preservar el cuero
de un escudo (2 S 1.21), en el proceso de hacer pan (Éx 29.2) y como un
medicamento (Ez 16.9). Por sus múltiples usos, el aceite fue un producto de alto
valor comercial (Ez 27.17).
En muchos contextos shemen tal vez puede referirse a la propia oliva o aceituna: «Vosotros
tomad el vino, los frutos del verano y el aceite, y ponedlos en vuestros
almacenes» (Jer 40.10).
Hay una ocasión en que el término aparece como
«manjares suculentos» o platos mezclados con mucho aceite: «Y Jehová de los
ejércitos hará en este monte a todos los pueblos banquete de manjares suculentos»
(Is 25.6).
Shemen es
también «una clase de perfume», o aceite de oliva mezclado con ciertas
fragancias para hacer perfume, en pasajes como Cnt 1.3: «A más del olor de tus
suaves ungüentos, tu nombre es como ungüento derramado».
Verbo
El verbo shaman,
que aparece 5 veces, tiene cognados en arameo, siríaco y arábigo. El vocablo
significa «crecer o engordar» (Neh 9.25 bj, lba, bla; Jer 5.28).
Adjetivo
El adjetivo shamen, el cual aparece 10 veces, con cognados ugaríticos, significa
«gordo» (Ez 34.16); «sustancioso» (Gn 49.20: la primera vez que aparece); «fértil»
(Nm 13.20); «robusto o musculoso» (Jue 3.29 lba); y «abundante» (Hab 1.16 BL,
lba).
Acercar, Aproximar
nagash (
vgÉn:),
«aproximarse, acercarse, traer, presentar». El término se encuentra mayormente
en el hebreo de la Biblia y también se puede encontrar en ugarítico antiguo. Nagash aparece 125 veces en el texto del
Antiguo Testamento y por primera vez en Gn 18.23, donde se dice que Abraham se «acerca»
a Dios para interceder por Sodoma.
El vocablo se usa a menudo para describir el «contacto»
ordinario de una persona con otra (Gn 27.22; 43.19). A veces nagash alude al «contacto» sexual (Éx
19.15). Con mayor frecuencia se usa para hablar de sacerdotes que «se acercarán»
a la presencia de Dios (Ez 44.13) o los sacerdotes que «se aproximan» al altar (Éx
30.20). También los ejércitos en contienda «se acercan» para entablar lucha (Jue
20.23; rv «subir»). Objetos inanimados, tales como las escamas del cocodrilo se
hallan tan «cerca» que «el uno se junta con el otro, que viento no entra entre
ellos» (Job 41.15–16 rv). A veces se usa el término para referirse a «traer» (nbe),
«ofrecer» (rv) o «presentar» (bj, bla) una ofrenda ante el altar (Mal 1.7).
Adivinación, Adivino
qasam (
µs'q;),
«adivinar, practicar la adivinación». Cognados de este vocablo aparecen en
arameo tardío, en cóptico, siríaco, mandeano, etiópico y arábigo, así como la
lengua de Palmira. La raíz hebrea aparece 31 veces en el texto bíblico: 11 veces
como verbo, 9 como participio y 11 como nombre.
La adivinación era un paralelo pagano de la
profecía: «No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el
fuego, ni quien practique adivinación … Porque estas naciones que vas a heredar,
a agoreros y a adivinos oyen; mas a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios.
Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios;
a Él oiréis» (Dt 18.10, 14–15: primer uso del término).
El término qasam se refiere al acto de buscar la voluntad de los dioses a fin de conocer sus
acciones futuras o conseguir su bendición para alguna acción propuesta (Jos
13.22). Es posible que los adivinadores conversaban con demonios (1 Co 10.20).
En ciertos casos, la práctica de adivinación
involucraba ofrendas y sacrificios sobre un altar a la divinidad (Nm 23.1ss). A
través de un hueco en la tierra, el adivinador se comunicaba también con los
muertos (1 S 28.8). O sacudía saetas, consultaba ídolos domésticos y estudiaba
los hígados de animales muertos (Ez 21.21).
La adivinación era uno de los intentos humanos
de conocer y controlar el mundo y el futuro, dejando de lado al Dios verdadero.
Era lo opuesto a la verdadera profecía, la cual es esencialmente sumisión a la
soberanía de Dios (Dt 18.14).
Tal vez el uso más ambiguo y complicado del
término aparece en Nm 22—23 y Pr 16.10, en donde parece ser equivalente a «profecía».
Balaam tenía fama de adivino entre los paganos; al mismo tiempo, reconocía a
Jehová como su Dios (Nm 22.18). Aceptó dinero por sus servicios y probablemente
no tenía problemas con ajustar su mensaje al agrado de sus clientes. Esto
explicaría el porqué Dios se enojó con él y lo confrontó (Nm 22.22ss), aun
cuando ya le había dicho que aceptara la comisión y acompañara a los enviados
del rey (22.20). Según parece, Balaam había resuelto agradar a sus clientes.
Pero, una vez que esa actitud se volvió sumisión, Dios le permitió seguir su
camino (Nm 22.35).
Adorar
shajah (
hj;v;),
«adorar, postrarse, bajarse, inclinarse». Esta palabra se encuentra en el hebreo
moderno con el sentido de «inclinarse o agacharse», pero no en el sentido
general de «adorar». El hecho de encontrarse más de 170 veces en el Antiguo
Testamento demuestra un poco de su significado cultural. Lo encontramos por
primera vez en Gn 18.2 en donde Abraham «se postró en tierra» delante de los
tres mensajeros que le anunciaron que Sara tendría un hijo.
El acto de inclinarse en homenaje o
reconocimiento de autoridad y sumisión se hace generalmente delante de un
superior o un gobernante. Por eso David se «inclinó» ante Saúl (1 S 24.8). A
veces alguien se inclina ante uno que es social o económicamente superior, como
cuando Rut se «inclinó» delante de Booz (Rt 2.10).
José vio en un sueño que las gavillas de sus
hermanos se «inclinaban» ante su gavilla (Gn 37.7–10). Shajah es el término que comúnmente se usa para llegar ante Dios
en adoración (como en 1 S 15.25 y Jer 7.2). A veces se usa otro verbo que
significa inclinarse físicamente, seguido por «adorar», como en Éx 34.8: «Y
entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró». Otros
dioses e ídolos también son objetos de adoración, postrándose delante de ellos
(Is 2.20; 44.15, 17).
Aflicción
tsarah (
hr;x;),
«aflicción, angustia, aprietos». Los 70 casos de tsarah aparecen durante todos los períodos de la literatura bíblica,
aunque la mayoría de los usos son en poesía (literatura poética, profética y
sapiencial). Tsarah significa «aprietos»
o «aflicción» en un sentido sicológico o espiritual, y este es su significado la
primera vez que se usa, en Gn 42.21: «Verdaderamente hemos pecado contra nuestro
hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos».
tsar (
rx'),
«angustia». Este vocablo también aparece mayormente en textos poéticos. En Pr
24.10, tsar significa «escasez» o la «angustia»
que esta ocasiona. El énfasis del nombre a veces recae sobre el sentimiento de «consternación»
que viene de una situación que causa tensión (Job 7.11). De acuerdo a este uso
la palabra tsar se refiere a un estado
sicológico o espiritual. En Is 5.30 el vocablo describe condiciones angustiantes:
«Entonces mirará hacia la tierra, y he aquí tinieblas de tribulación» (cf. Is
30.20). Este matiz parece ser el uso más frecuente de tsar.
Verbo
tsarar (
rr'x;),
«envolver, atar, estrecho, estar afligido, sentir dolores de parto». Este verbo,
que aparece en el Antiguo Testamento 54 veces, tiene cognados en arameo, siríaco,
acádico y arábigo. En Jue 11.7, el vocablo significa «estar en una situación
angustiosa».
Adjetivo
tsar (
rx'),
«estrecho». Tsar describe un espacio
angosto que fácilmente puede obstruirse con una sola persona (Nm 22.26).
Alabar
Verbos
halal (
ll'h;),
«alabar, celebrar, glorificar, cantar, alardear». El sentido de «alabar» es, en
efecto, la acepción de la forma intensiva del verbo hebreo halal, que en su modalidad activa simple
significa «alardear». Este último sentido se encuentra en las formas cognadas
del acádico antiguo, cuyos dialectos son las lenguas de Babilonia y de Asiria.
En ugarítico, el vocablo tiene la acepción de «gritos» y tal vez de «júbilo».
Encontramos halal más de 160 veces en el
Antiguo Testamento y por primera vez en Gn 12.15, en donde se indica que, debido
a la gran belleza de Sara, los príncipes del faraón la «alabaron» («la
ponderaron», bj, nbe) delante de él.
Aunque halal se usa a menudo solo para indicar la «alabanza» que se hace a personas,
incluyendo al rey (2 Cr 23.12) o la belleza de Absalón (2 S 14.25), el término
se usa mayormente para «alabar» a Dios. Es más, a todo ser viviente y todas las
cosas creadas, incluyendo el sol y la luna, se les llaman a «alabar» a Dios (Sal
148.2–5, 13; 150.1). Típicamente, tal «alabanza» se expresa en el santuario,
sobre todo durante las grandes fiestas (Is 62.9).
El nombre hebreo para el libro de Salmos es
sencillamente el equivalente del vocablo «alabanzas». Tiene un sentido más
apropiado que «Salmos», lo cual proviene del griego y tiene que ver con cánticos
acompañados por algún instrumento de cuerda. No es de extrañarse que el libro de
Salmos contiene más de la mitad de los casos de halal en sus varias modalidades. A los Salmos 113—118 se les denomina
tradicionalmente los «Salmos Hallel», pues tienen que ver con la alabanza a Dios
por la liberación de la esclavitud egipcia bajo Moisés. Por esta razón, estos
salmos forman una parte importante del culto tradicional de la Pascua. No cabe
duda que se tratan de los himnos que Jesús y sus discípulos cantaron en la noche
en que instituyó la Cena del Señor (Mt 26.30).
De la palabra halal proviene «Aleluya» (aleluya),
una expresión hebrea de «alabanza» a Dios que se ha incorporado a casi todos los
idiomas del mundo. El término hebreo se traduce más exactamente como «Alabemos a
Jah» (o «Ya»), la forma abreviada de «Yahveh» (Jehová), el nombre particular
israelita de Dios. El término «Jah» se encuentra en la traducción rvr de Sal
68.4, fiel al texto hebreo y la bj lo traduce «Yahveh» (Sal 68.5). [La mayoría
de las versiones siguen la traducción tradicional de «Señor», según la práctica
que comenzó en el judaísmo antes del Nuevo Testamento. El término hebreo «Señor»
se sustituía por «Yahveh» (Jehová), que probablemente significaba «El que hace
ser».] La transliteración de aleluya en
griego se encuentra 4 veces en el Nuevo Testamento en forma de «Alleluia» (Ap
19.1, 3–4, 6). Sin duda, los himnos cristianos quedarían muy empobrecidos si se
quitara de repente el término «Aleluya» de nuestro lenguaje de alabanza.
yadah (
hd;y:),
«dar gracias, loor y alabanza». Este es un vocablo hebreo muy común a todos los
períodos y un término muy importante en el lenguaje de la alabanza. Yadah se encuentra casi 120 veces en la
Biblia hebraica. El primero de estos casos lo encontramos en la historia del
nacimiento de Judá, el hijo de Jacob y Lea: «Concibió otra vez y dio a luz un
hijo, y dijo: Esta vez alabaré a Jehová; por esto llamó su nombre Judá» (Gn
29.35).
Como era de esperarse, esta palabra aparece
con mayor frecuencia en el Libro de Salmos (unas 70 veces). Como expresión de
gratitud o alabanza, es un elemento natural del culto ritual público, así como
de la alabanza personal a Dios (Sal 30.9, 12; 35.18). Muy a menudo las alabanzas
se encaminan en nombre del Señor (Sal 106.47; 122.4).
Cierta variación en las traducciones puede
percibirse en 1 R 8.33: «confesar» (rv, nbe, bla), «alabar» (bj) su nombre.
Nombres
tehillah (
hl;hiT]{), «gloria;
alabanza; canción de loor; acciones loables». Tehillah aparece 57 veces durante todos los períodos de la historia bíblica hebrea.
Primero, el término denota una cualidad o
atributo de alguna persona o cosa; significa «gloria» o «loable» : «Él es el
objeto de tu alabanza, y Él es tu Dios, que ha hecho contigo estas cosas grandes
y terribles que tus ojos han visto» (Dt 10.21). Israel es la «gloria» de Dios
cuando existe en un estado de exaltación y de bendición divina: «Ni le deis
tregua, hasta que restablezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra»
(Is 62.7; cf. Jer 13.11).
Segundo, en algunos casos tehillah representa las
palabras o la canción en la que a Dios se alaba en público, o mediante las
cuales su «gloria» se declara públicamente: «De ti será mi alabanza [es el
Mesías que habla] en la gran congregación» (Sal 22.25). El Sal 22.22 es aun más
claro: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te
alabaré».
Tercero, con un matiz particular, tehillah se usa como término
técnico musical para una canción (sir)
que exalta o alaba a Dios: «Salmo de alabanza de David» (encabezamiento del Sal
145, que en hebreo es el v. 1). Tal vez Neh 11.17 se refiere a un director de
coro o alguien que dirige las canciones de «alabanzas»: «Y Matanías … hijo de
Asaf, el principal, el que empezaba las alabanzas y acción de gracias al tiempo
de la oración [quien al principio dirigía la alabanza a la hora de la oración]».
Por último, tehillah puede representar acciones dignas de «alabanza», o acciones por las que el
responsable merece «alabanza y gloria». Esta acepción se encuentra en la primera
vez que el vocablo aparece en la Biblia: «¿Quién como tú Jehová entre los dioses?
¿Quién como tú magnífico en santidad, temible en maravillosas hazañas [hechos
loables], hacedor de prodigios?» (Éx 15.11).
Dos nombres relacionados son mahaalal e hilluÆléÆm. Mahaalal aparece una vez (Pr 27.21) y se refiere al
grado de intensidad de la «alabanza» o bien su ausencia. HilluÆléÆm, que aparece 2 veces,
significa «jubilación festiva» durante la cosecha del cuarto año (Lv 19.24; Jue
9.27).
toÆda (
hd;/T),
«acción de gracias». Esta importante modalidad sustantiva, que se encuentra unas
30 veces en el Antiguo Testamento, se usa con el sentido de «agradecer». El
término se ha preservado en el hebreo moderno como la palabra usual para «dar
gracias». En el texto hebreo, toÆda se
usa para señalar «acción de gracias» mediante canciones de adoración (Sal 26.7;
42.4). A veces el vocablo se usa para referirse a un coro o procesión de
alabanza (Neh 12.31, 38). Una de las ofrendas del sacrificio de paz se
denominaba la ofrenda «en acción de gracias» (Lv 7.12).
Alma, Ser, Vida
Nombre
nepesh (
vp,n<,),
«alma; ser; vida; persona; corazón». Este es un término muy corriente tanto en
las lenguas semíticas antiguas como en las de hoy. Aparece más de 780 veces en
el Antiguo Testamento, distribuido equitativamente entre todos los períodos del
texto, aunque con mayor frecuencia en los pasajes poéticos.
El significado fundamental parece tener
relación con la forma verbal poco frecuente: napash.
El nombre se refiere a la esencia de la vida, la respiración, tomar aliento. Sin
embargo, de este concepto concreto se fueron desarrollando una cantidad de
significados más abstractos. El nombre aparece por primera vez, en su acepción
primaria, en Gn 1.20: «seres vivientes» rv («un bullir de vivientes» nbe).
Aparece por segunda vez en Gn 2.7: «ser viviente».
Sin embargo, en más de 400 casos subsiguientes,
el término se ha traducido como «alma». Aunque ayuda a entender la mayoría de
los pasajes, es en realidad una traducción pobre. Desafortunadamente, las
numerosas traducciones no han logrado encontrar un equivalente que les sirva en
todos los casos; ni siquiera existe un pequeño grupo de palabras de uso
frecuente. Por ejemplo, la rv hace uso de varios términos diferentes para
traducir este vocablo hebreo. El problema fundamental es que no existe en
castellano un equivalente exacto en hebreo ni del vocablo ni de la idea de
«alma». El sistema de pensamiento hebreo no conoce la combinación u oposición de
los términos «cuerpo» y «alma» que son de origen griego y latino. Más bien en el
hebreo se contraponen dos conceptos que no se encuentran en la tradición
grecolatina: «el ser interior» y «la apariencia externa», o puesto de otra
manera: «lo que somos para nosotros mismos», en contraposición a «lo que otros
creen ver en nosotros». El ser interior es nepesh,
mientras que el ser externo, la reputación, es sem,
cuya traducción más frecuente es «nombre». En los pasajes narrativos o
históricos del Antiguo Testamento, nepesh puede traducirse como «vida» o «ser» (en el sentido de personalidad o de
identidad), como en Lv 17.11: «Porque la vida de la carne en la sangre está, y
yo os la he dado para hacer expiación por [vosotros mismos]». Sobra decir que el
término «alma» (en la rvr) no tiene sentido en este texto («vidas» bj, nbe, bla).
La situación en los numerosos pasajes poéticos
paralelos en que aparece el término es mucho más complicada. Tanto la
Septuaginta (griego) y la Vulgata (latín) usan los equivalentes de «alma», en
particular en los Salmos. El primer caso, Sal 3.2, la lba traduce: «Muchos son
los que dicen de mi alma: para él no hay salvación en Dios» (también nbe; «dicen
de mi vida» bj, bla). El siguiente caso es Sal 6.3: «Mi alma también está muy
turbada; y tú Jehová, ¿hasta cuándo?» En ambos pasajes, el contraste paralelo es
entre nepesh y algún aspecto del ser,
que en el Salmo 3.2 (rv, bj, nbe) se traduce «mí» y en 6.3 «alma».
No se distingue si el vocablo corresponde a
«A» o «B» en el paralelismo. No obstante, debido a que en la poesía hebrea no se
repite el mismo nombre en las dos partes de un verso, a menudo se usa nepesh como paralelo del sujeto
principal o personal, y aun para Dios, como en Sal 11.5: «Jehová prueba el justo;
pero al malo y al que ama la violencia, su alma [el mismo] los aborrece». Hay
muchos pasajes como estos y una comprensión adecuada del término nepesh ilumina muchos pasajes muy
conocidos, como por ejemplo Sal 119.109: «Mi vida está de continuo en peligro,
mas no me he olvidado de tu ley».
Las lecturas de nepesh en las diversas versiones son muy variadas, particularmente en
las más modernas que procuran una mayor amplitud de acepciones.
Verbo
Napash significa «respirar; tomar aliento; descansar». Este verbo, que parece tener una
relación con nepesh, se encuentra 3
veces en el Antiguo Testamento (Éx 23.12; 31.17). El otro caso es 2 S 16.14: «Y
el rey y todo el pueblo que con él estaba, llegaron fatigados, y descansaron
allí» (rv, cf. nbe; «tomaron aliento» bj; «recuperaron las fuerzas» bla).
Altar
misbeaj (
j'BezÒmi),
«altar». Este nombre tiene cognados en arameo, siríaco y arábigo. En cada una de
estas lenguas la raíz es mdbj. Misbeaj se encuentra unas 396 veces en
el Antiguo Testamento.
El vocablo denota un lugar alto en el que se
hacen sacrificios, como en Gn 8.20 (el primer caso): «Y edificó Noé un altar a
Yahveh, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto
en el altar». Más adelante el término se referirá a una mesa sobre la que se
quema incienso: «Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de
acacia lo harás» (Éx 30.1).
Desde la alborada de la historia humana se
hicieron ofrendas sobre una mesa levantada de piedra o montículo de tierra (Gn
4.3). Al principio, los altares de Israel debían hacerse de tierra, o sea, de un
material hecho directamente por la mano de Dios. Si los judíos querían labrar
piedras para construir altares en el desierto, tendrían forzosamente que usar
herramientas de guerra. (Es más, en Éx 20.25 el término que se usa para «herramienta»
es jereb, «espada».)
En Sinaí, Dios ordenó que los israelitas
tallasen altares de maderas y metales finos. Esto era para enseñarles que el
verdadero culto requiere lo mejor y que debía de estar estrictamente de acuerdo
con las ordenanzas divinas. Dios, y no los seres humanos, origina y controla el
culto. El altar que se encontraba delante del Lugar Santo (Éx 27.1–8) y el altar
de incienso dentro del mismo (Éx 30.1–10) tenían «cuernos». Estos cumplían
funciones vitales en algunas ofrendas (Lv 4.30; 16.18). Por ejemplo, el animal
sacrificial se ataba a estos cuernos de modo que se desangrara completamente
(Sal 118.27).
Mizbeaj se
usa también en relación con altares paganos: «Derribaréis sus altares, y
quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera» (Éx 34.13).
El nombre se deriva del verbo hebreo zabaj, el cual significa literalmente «matar
para comer» o «matar para sacrificar». Zabaj tiene cognados en ugarítico y arábigo (dbj),
acádico (zibu) y fenicio (zbj).
Otro nombre veterotestamentario derivado de zabaj es zebaj (162 veces), que generalmente
se refiere a un sacrificio que establece comunión entre Dios y los que comen del
sacrificio.
ángel
mal<ak (
Ja;l]m'),
«mensajero; ángel»). En ugarítico, arábigo y etiópico, el verbo le<ac significa «enviar». Aun
cuando le<ac no existe en el
Antiguo Testamento hebraico, se puede percibir la relación etimológica con mal<ak. Es más, el Antiguo Testamento
usa el vocablo «mensaje» en Hag 1.13 (rva), término que incorpora el significado
de la raíz le<ac, «enviar».
Otro nombre derivado de la misma raíz es mel<acã,
«trabajo», que aparece 167 veces. El nombre Malaquías (malachi),
literalmente «mi mensajero», se basa en el nombre mal<ak.
El nombre mal<ak se encuentra 213 veces en el Antiguo Testamento hebraico. Es más frecuente en
los libros históricos, donde generalmente tiene la acepción de «mensajero»:
Jueces (31 veces), 2 Reyes (20 veces), 1 Samuel (19 veces) y 2 Samuel (18 veces).
Los libros proféticos se valen de mal<ak con moderación, con la notable excepción de Zacarías, donde el ángel del Señor
comunica su mensaje al profeta. Por ejemplo: «Respondí entonces y dije al ángel
que hablaba conmigo: Señor mío, ¿qué es esto? Y el ángel me respondió y me dijo:
Estos son los cuatro vientos [pl. de mal<ak]
de los cielos, que salen después de presentarse delante del Señor de toda la
tierra» (Zac 6.4–5).
El vocablo mal<ak denota a alguien que ha sido enviado a través de una gran distancia por algún
individuo (Gn 32.3), o por una comunidad (Nm 21.21), con el fin de comunicar un
mensaje. A menudo se envían varios mensajeros juntos: «Y Ocosías cayó por la
ventana de una sala de la casa que tenía en Samaria; y estando enfermo, envió
mensajeros [pl. de mal<ak] y les dijo:
Id y consultad a Baal-zebub dios de Ecrón, si he de sanar de esta enfermedad» (2
R 1.2). La fórmula introductoria del mensaje que porta el mal<ak contiene a menudo la frase «Así
ha dicho», o «Esto es lo que … dice», lo cual avala la autoridad del mensajero
al comunicar el mensaje de su señor: «Jefté ha dicho así: Israel no tomó tierra
de Moab, ni tierra de los hijos de Amón» (Jue 11.15). Como representante del rey,
el mal<ak cumpliría las funciones de un
diplomático. En 1 R 20.1ss leemos que Ben-adad envió mensajeros con los términos
de su rendimiento: «Envió mensajeros a la ciudad a Acab rey de Israel, diciendo:
Así ha dicho Ben-adad» (1 R 20.2–3).
Estos pasajes confirman la posición importante
del mal<ak. Honores para el mensajero
equivale a rendir pleitesía a quien lo envía. Lo contrario también es cierto. El
insulto de Nabal a los siervos de David fue como si lo insultaran a él (1 S
25.14ss); y cuando Hanún, rey de Amón, humilló a los siervos de David (2 S
10.4ss), este no tardó en enviar a su ejército en contra de los amonitas.
Dios también envía mensajeros. En primer
término están los mensajeros proféticos: «Y Jehová el Dios de sus padres envió
constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque Él tenía
misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los
mensajeros de Dios, y menospreciaron sus palabras, burlándose de sus profetas,
hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio» (2 Cr
36.15–16). Hageo se autodenominó el «mensajero del Señor» (mal<ak Yahveh).
También hubo mensajeros ángelicales. El
vocablo castellano ángel está relacionado etimológicamente al término griego angelos, cuya traducción es similar al
hebreo: «mensajero» o «ángel». El ángel es un mensajero sobrenatural del Señor
con un mensaje particular. «Los dos ángeles llegaron a Sodoma al anochecer. Lot
estaba sentado junto a la puerta de Sodoma, y al verlos se levantó Lot para
recibirlos postrándose a tierra» (Gn 19.1 rva). Los ángeles también tienen la
comisión de proteger al pueblo de Dios: «Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
que te guarden en todos tus caminos» (Sal 91.11).
En tercer y más significativo lugar están las
frases mal<ak Yahveh, «el ángel del Señor», y mal<ak elohéÆm, «el ángel de Dios».
Estas siempre se usan en singular y denotan un ángel que sobre todo tiene la
función de salvar y proteger: «Porque mi ángel irá delante de ti, y te llevará a
la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del
jebuseo, a los cuales yo haré destruir» (Éx 23.23). El ángel puede también ser
mensajero de maldición: «Y alzando David sus ojos, vio al ángel de Jehová, que
estaba entre el cielo y la tierra, con una espada desnuda en su mano, extendida
contra Jerusalén. Entonces David y los ancianos se postraron sobre sus rostros,
cubiertos de cilicio» (1 Cr 21.16).
La relación entre el Señor y el «ángel del
Señor» a menudo es tan cercana que es difícil separar a los dos (Gn 16.7ss;
21.17ss; 22.11ss; 31.11ss; Éx 3.2ss; Jue 6.11; 13.21s). Esta identificación ha
contribuido a que algunos intérpretes concluyan que el «ángel del Señor» era el
Cristo preencarnado.
Por lo general, en la Septuaginta el término mal<ak se traduce como angelos y la frase «ángel del Señor» por angelos kuriou. Las versiones en
castellano hacen esta misma distinción al traducir mal<ak simplemente como «ángel» o «mensajero».
Año
shanah (
hn:v;),
«año». Esta palabra tiene cognados en ugarítico, acádico, arábigo, arameo y
fenicio. En el hebreo bíblico aparece unas 887 en todos los períodos. El término
significa «año» en hebreo: «Dijo luego Dios, haya lumbreras en la expansión de
los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las
estaciones, para días y años» (Gn 1.14; el primer caso). Hay varias formas de
determinar lo que significa «año». Primero, puede ser el «año» solar, basado en
la relación entre las estaciones y el sol. Segundo, puede referirse al «año»
lunar o la correlación entre las estaciones y la luna. Tercero, el «año» puede
decidirse en base a la relación entre el movimiento de la tierra y las estrellas
(año estelar). En varios momentos el pueblo del Antiguo Testamento fijó las
estaciones de acuerdo con el clima y con hechos relacionados con la agricultura;
el año concluía con la vendimia y la cosecha de frutas en el mes de Elul: «[Guardarás]
también la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores, que hubieres
sembrado en el campo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año, cuando
hayas recogido los frutos de tus labores del campo» (Éx 23.16).
El calendario de Gezer demuestra que, durante
el período en que se escribió (aproximadamente en el siglo diez a.C.), algunos
pueblos en Palestina usaban el calendario lunar, pues se nota el intento de
correlacionar la agricultura con los sistemas lunares. El calendario lunar
comenzaba en la primavera (el mes de Nisán, marzo-abril) y consistía de doce
lunaciones o períodos entre las lunas nuevas. Periódicamente, era necesario
añadir un mes decimotercero con el fin de sincronizar el calendario lunar con el
número de días en el año solar. Tal parece que el calendario lunar subyace en el
sistema religioso israelita, pues se celebraba cada primer día de un mes lunar
(Nm 28.11–15; Ez 46.6, 7; Is 1.13, 14). Sin embargo, las fiestas mayores se
basarían en el ciclo agrícola y, por ende, la fecha de celebración variaba de
año en año según las labores en el campo (p. ej., Dt 16.9–12). El año solar-agrícola
que se iniciaba en la primavera se parece al calendario babilónico, y tal vez se
derive de él, porque los nombres de los meses proceden de esta lengua. Estos dos
sistemas, por tanto, existieron lado a lado a lo menos desde los tiempos de
Moisés. Es difícil, cuando no imposible, obtener un cuadro exacto del «año» en
el Antiguo Testamento.
Arca
<aroÆn (
÷/ra;),
«arca; ataúd; cofre; caja». El vocablo tiene cognados en fenicio, arameo,
acádico y arábigo. Se encuentra unas 203 veces en el hebreo bíblico durante
todos los períodos.
En Gn 50.26 la palabra representa un ataúd o
sarcófago (tiene el mismo significado en fenicio): «Y murió José a la edad de
ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto». Este
sarcófago fue quizás uno bien trabajado, como los tantos que se han encontrado
en Egipto.
Durante el reinado de Joás, cuando se reparó
el templo, el dinero de los trabajos se depositaron en un «cofre» con un agujero
en la tapa. El sumo sacerdote Joiada lo preparó y colocó en la entrada del
templo (2 R 12.9).
En la mayoría de los casos, <aroÆn se refiere al «arca del
testimonio». Este mueble funcionaba principalmente como un receptáculo. Como tal,
la palabra se modifica a menudo por los nombres o atributos divinos. En 1 S 3.3,
el nombre divino modifica primero a <aroÆn:
«Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios».
El nombre de Dios que se relaciona con el pacto, Jehová (Yahveh),
modifica a <aroÆn por vez primera en Jos
4.5. En Jue 20.27 se encuentra la primera ocasión en que figura la frase el «arca
del pacto de ElohéÆm». Primero de Samuel
5.11 usa la frase «el arca del Dios [<elohéÆm]
de Israel» y 1 Cr 15.12 emplea «el arca de Jehová [Yahveh]
Dios [<elohéÆm] de Israel».
A veces los atributos divinos reemplazan el
nombre divino: «Levántate, oh Jehová, al lugar de tu reposo, tú y el arca de tu
poder» (Sal 132.8). Otro grupo de adjetivos enfocan en la redención divina (cf.
Heb 8.5). Es así como <aroÆn se describe
a menudo como «el arca del pacto» (Jos 3.6) o «el arca del pacto de Jehová» (Nm
10.33). Como tal, el arca contenía las evidencias de los hechos redentores de
Dios: las tablas en las que estaban inscritos los Diez Mandamientos, un gomer
(1, 76 litros) de maná y la vara de Aarón (cf. Éx 25.21; Dt 10.2; Éx 16.33–34;
Nm 17.10). Ya por los tiempos de Salomón solamente las tablas quedaban en el
arca (1 R 8.9). El cofre también se llamaba «el arca del testimonio» (Éx 25.22),
porque contenía las dos tablas que eran evidencia de la redención divina.
Éxodo 25.10–22 nos dice que el arca se
construyó de madera de acacia con una medida de 1,80 m (largo) por 1,35 (ancho)
por 1.35 (alto). Estaba forrado de oro por dentro y por fuera, y con su moldura
de oro. En cada una de sus cuatro patas había una argolla de oro en la parte
superior atravezadas con varas de acacia en oro, que no podían quitarse y que
servían para cargar el arca. La tapa de oro o propiciatorio tenía las mismas
dimensiones que la superficie del arca. Dos querubines de oro estaban sentados
encima del arca frente a frente, en representación de la majestad celestial (Ez
1.10) que rodea al Dios viviente.
Además de contener memoriales de la redención
divina, el arca representaba la presencia de Dios. Estar delante del arca
equivalía a estar en la presencia de Dios (Nm 10.35), aunque su presencia no se
limitaba a la misma (cf. 1 S 4.3–11; 7.2, 6). El arca dejó de tener esta función
sacramental cuando Israel comenzó a considerarlo como una caja mágica con poder
sagrado (palladium).
Dios prometió reunirse con Moisés frente al
arca (Éx 25.22). De esta manera, el arca funcionaba como un lugar donde se
recibía la revelación divina (Lv 1.1; 16.2; Nm 7.89). El arca sirvió de
instrumento mediante el cual Dios guiaba y defendía a Israel durante su
peregrinaje en el desierto (Nm 10.11). En fin, fue sobre esta misma arca que el
más insigne de los sacramentos de Israel, la sangre de propiciación, se
presentaba y recibía cada año (Lv 16.2ss).
Arrepentirse
najam (
µj'n:),
«arrepentirse, consolar». A grosso modo, najam significa «arrepentirse» aproximadamente 40 veces y «consolar» unas 65 veces en
el Antiguo Testamento. Con el objetivo de comprobar el significado de najam, los estudios presentan varias
perspectivas: conectan el vocablo con un cambio de corazón o de disposición, de
mente, de propósito, o enfatizan un cambio de conducta.
La mayoría de los usos del término en el
Antiguo Testamento tienen que ver con el arrepentimiento divino: «Y se
arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra» (Gn 6.6); «Entonces Jehová
se arrepintió [«cambió de parecer»] del mal que dijo que había de hacer a su
pueblo» (Éx 32.14 rv; «renunció» bj, bla, lvp). A veces el Señor «se arrepintió»
de la disciplina que se había propuesto llevar a cabo con las naciones: «Pero si
esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me
arrepentiré del mal que había pensado hacerles» (Jer 18.8). «Pero si hiciere lo
malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había
determinado hacerle» (Jer 18.10). «Rasgad vuestro corazón, y no vuestros
vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y
clemente, tardo para la ira … y que se duele [«se arrepiente» nbe] del castigo»
(Jl 2.13). Se pueden dar otros ejemplos del cambio de parecer del Señor. Sin
embargo, queda claro que Dios cambia cuando el ser humano cambia y toma la
decisión buena, pero no puede cambiar su actitud hacia el mal cuando el ser
humano sigue un camino errado. Aunque las acciones de Dios pueden cambiar, Él
siempre permanece fiel a su propia justicia.
En algunas situaciones, Dios está cansado de «arrepentirse»
(Jer 15.6), lo cual sugiere que puede haber un punto más allá del cual Dios no
tiene otro recurso más que implementar su disciplina. Un ejemplo de esto se ve
en las palabras de Samuel a Saúl, que Dios había quitado el reino del primer rey
de Israel y se proponía entregarlo a otro. Samuel declara: «Además, el que es la
Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se
arrepienta» (1 S 15.29).
A menudo Dios cambia de parecer y «se
arrepiente» de sus acciones debido a la intercesión y arrepentimiento de las
malas acciones humanas. Moisés suplicó a Dios en favor de su pueblo: «Vuélvete
del ardor de tu ira, y arrepiéntete de ese mal contra tu pueblo» (Éx 32.12). El
Señor hizo esto cuando «se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su
pueblo» (Éx 32.14). Como el profeta de Dios predicó al pueblo de Nínive: «Vio
Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del
mal que había dicho que les haría, y no lo hizo» (Jon 3.10). En estos casos,
Dios «se arrepintió», cambió de parecer y de planes, sin embargo se mantuvo fiel
a lo absoluto de su justicia en relación con el ser humano.
Otros pasajes tienen que ver con un cambio de
actitud (o la ausencia de ello) en el ser humano. Cuando este no «se arrepiente»
de su maldad, opta por rebelarse (Jer 8.6). En un sentido escatológico, el día
en que Efraín (como representante de la fracción norteña de Israel) «se
arrepienta», Dios tendrá misericordia (Jer 31.19–20).
Los seres humanos también se arrepienten en
relación con sus prójimos. La tribu de Benjamín sufrió grandemente por el crimen
de inmoralidad (Jue 19–20): «Y los hijos de Israel se arrepintieron a causa de
Benjamín su hermano, y dijeron: Cortada es hoy de Israel una tribu» (Jue 21.6;
cf. v. 15).
Najam puede
también tener la acepción de «consolar». Los refugiados en Babilonia serían «consolados»
cuando los sobrevivientes de Jerusalén llegaran (Ez 14.23); aquí, el vínculo
entre «consolar» y «arrepentirse» es el resultado de la calamidad que Dios trajo
sobre Jerusalén como testimonio de la veracidad de su Palabra. David «consoló» a
Betsabé después de la muerte de su hijo, fruto del pecado (2 S 12.24); es quizás
un indicio de su arrepentimiento por lo acontecido.
Además, el vocablo significa «consolar» dentro
de las relaciones interpersonales. Job pregunta a sus tres compañeros: «¿Cómo,
pues, me consoláis en vano, viniendo a parar vuestras respuestas en falacia?»
(Job 21.34). O sea, que la actitud de ellos era cruel e insensible. El salmista
se volvió a Dios en busca de «consuelo»: «Aumentarás mi grandeza, y volverás a
consolarme» (Sal 71.21). Con sentido escatológico, Dios indicó a su pueblo que «consolaría»
a Jerusalén cuando restaurara a Israel, como una madre consuela a sus polluelos
(Is 66.13).
Asamblea
Nombre
qahal (
lh;q;),
«asamblea; congregación». Cognados que se derivan de este nombre se encuentran
en arameo y siríaco. Qahal aparece 123
veces en todos los períodos del hebreo de la Biblia.
En muchos contextos, el vocablo significa una
asamblea que se congrega para planificar o llevar a cabo un consejo de guerra.
Uno de los primeros ejemplos se encuentra en Gn 49.6. En 1 R 12.3, «toda la
congregación de Israel» pidió que Roboam aligerase la carga de impuestos que les
había dejado Salomón. Cuando Roboam rehusó, se apartaron de él y rechazaron su
alianza feudal (militar) con él. Qahal tiene la acepción de «ejército» en Ez 17.17: «Y ni con gran ejército ni con
mucha compañía hará Faraón nada por él en la batalla».
A menudo, qahal sirve para denotar una reunión para juzgar o deliberar. Este énfasis aparece
primero en Ez 23.45–47, donde la «tropa» (rv) o «asamblea» (bj) juzga y ejecuta
el juicio. En muchos pasajes el vocablo significa una asamblea que representa a
un grupo mayor: «Entonces David tomó consejo con los capitanes de millares y de
centenas, y con todos los jefes. Y dijo David a toda la asamblea de Israel» (1
Cr 13.1–2). Aquí «toda la asamblea» se refiere a los líderes reunidos (cf. 2 Cr
1.2). Es así como en Lv 4.13 encontramos que el pecado de toda la congregación
de Israel puede pasar inadvertido por la «asamblea» (los jueces o ancianos que
representan a la congregación).
A veces qahal representa todos los varones de Israel con derecho a ofrecer sacrificios al
Señor: «No entrará a la congregación de Jehová el que tenga magullado los
testículos, o amputado su miembro viril» (Dt 23.1). Los únicos con derecho a
pertenecer a la asamblea eran varones que estaban ligados ritualmente bajo el
pacto, que no eran ni extranjeros (residentes no permanentes), ni residentes
permanentes no hebreos (Nm 15.15). En Nm 16.3, 33 se pone de manifiesto que la «asamblea»
consistía de una comunidad adorante y votante (cf. 18.4). En otros pasajes, el
término qahal significa todo el pueblo
de Israel. Toda la congregación de los hijos de Israel se quejaron de que Moisés
los había llevado al desierto para matar de hambre a toda la asamblea (Éx 16.3;
«multitud» rv). La primera vez que se usa el vocablo tiene también un
significado de un grupo grande: «Y el Dios omnipotente te bendiga, y te haga
fructificar y te multiplique, hasta llegar a ser multitud [qahal]
de pueblos» (Gn 28.3).
Verbo
qahal (
lh;q'),
«congregar». El verbo qahal, que aparece
39 veces, se deriva del nombre qahal. Al
igual que el nombre, el término se usa en todos los períodos del hebreo bíblico.
Significa «congregarse» como un qahal en
situaciones de conflicto o guerra, con fines religiosos y para juicios: «Entonces
Salomón reunió ante sí en Jerusalén los ancianos [qahal]
de Israel» (1 R 8.1).
Asera
<asherah (
hr;vea}),
«Asera; Aserim (pl.)». Este nombre, que tiene un cognado ugarítico, aparece
primero en la Biblia en pasajes que anteceden el asentamiento en Palestina. Sin
embargo, el término es más frecuente, por lo general, en la literatura histórica.
De los 40 casos, 4 están en el código legal de Israel, 4 en Jueces, 4 en los
libros proféticos y el resto en 1 Reyes y 2 Crónicas.
El <asherah era un objeto cúltico que representaba la presencia de la diosa cananea Asera.
Cuando el pueblo de Israel entró a Palestina, debían guardarse totalmente de las
religiones idolátricas de sus habitantes. Es más, Dios les ordenó: «Derribaréis
sus altares y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera [<asherim]»
(Éx 34.13). Su objeto cúltico estaba hecho de madera (Jue 6.26; 1 R 14.15) y
debía quemarse (Dt 12.3). Algunos estudiosos opinan que este era un palo o poste
sagrado que se levantaba cerca de los altares a Baal. Puesto que solo había una
diosa con el nombre de <asherah, su
forma plural (<asherim) probablemente se
refiera a varios palos.
La diosa se llama <Asherah: «Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el
monte Carmelo, y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los
cuatrocientos profetas de Asera (los <asherim),
que comen a la mesa de Jezabel» (1 R 18.19). Los cananeos creían que Asera
gobernaba el mar, era la madre de todos los dioses, incluyendo a Baal, de quien
a veces era enemigo mortal. Aparentemente, la mitología de Canaán colocó a Asera
como consorte de Baal, quien desplazó al supremo dios El. Por lo tanto, sus objetos sagrados (palos) se encontraban
junto a los altares de Baal y ella se adoraba junto con él.
Atardecer, Anochecer
>ereb (
br,[,),
«atardecer, anochecer, noche». El nombre >ereb se encuentra unas 130 veces y en todos los períodos. El término se refiere a la
etapa del día inmediatamente antes y después de la puesta del sol. Durante este
tiempo, la paloma regresó al arca de Noé (Gn 8.11). Las mujeres iban a los pozos
a buscar agua al «atardecer» (rva), cuando estaba más fresco (Gn 24.11). Fue «al
caer la tarde» que David anduvo en la azotea de su palacio para refrescarse y
observó a Betsabé que se bañaba (2 S 11.2). La primera vez que aparece en la
Biblia, >ereb indica el «inicio de un
día»: «Y fue la tarde y la mañana un día» (Gn 1.5). La frase «entre las dos
tardes» significa el período entre la caída y la puesta del sol, el «crepúsculo»
(Éx 12.6; «atardecer» rva, nbe; «anochecer» bla).
Segundo, según uso poético tardío, el vocablo
puede significar «noche»: «Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré?
Mas la noche es larga y estoy lleno de inquietudes hasta el alba» (Job 7.4).
Atrio, Campamento
jatser (
rxej;),
«atrio; recinto». Este vocablo está relacionado con un verbo semítico común que
tiene dos significados: «estar presente», en el sentido de morar en un lugar
determinado (campamento, asentamiento, residencia), y «encerrar, rodear, apretar».
En el hebreo veterotestamentario, jatser aparece unas 190 veces bien distribuidas por todo el texto, excepto en los
profetas menores. En algunos diccionarios hebreos el uso de jatser como «morada permanente», «poblado»
o «aldea» se trata aparte de «atrio». Sin embargo, la mayoría de los
diccionarios modernos identifican solo una raíz con dos significados
relacionados.
Jatser aparece por primera vez en la Biblia en Gn 25.16: «Estos fueron los hijos de
Ismael y sus nombres según sus aldeas y campamentos: doce jefes según sus
naciones». Aquí jatser se refiere al
primer significado del radical hebreo, que aparece con menor frecuencia que «atrio».
El jatser («asentamiento») era un lugar
en el que moraba el pueblo sin un recinto que le protegiera. En Lv 25.31 se
explica el término: «Mas las casas de las aldeas que no tienen muro alrededor,
serán consideradas como campo abierto;
tienen derechos de redención, y son recuperadas en el jubileo» (lba).
Jatser significa «asentamientos» de pueblos seminómadas: ismaelitas (Gn 25.15), aveos
(Dt 2.23) y Cedar (Is 42.11). Jatser también denota un «asentamiento» extramuros. Las ciudades de Canaán eran
relativamente pequeñas y no tenían capacidad para toda la población. En tiempos
de paz, los residentes de la ciudad podían construir sus casas y talleres
formando un sector aparte. Si la población aumentaba, el rey o gobernador a
menudo decidía encerrar el nuevo barrio con un muro y así lo incorporaba a la
ciudad existente a fin de proteger la población de bandidos y guerreros.
Jerusalén fue creciendo paulatinamente hacia el oeste; en tiempos de Ezequías
llegó a ser una ciudad grande. Hulda la profetiza moraba en un asentamiento como
este, conocido en hebreo como misneh:
«En el Segundo Barrio de Jerusalén» (2 R 22.14 rva; «segundo sector», lba).
El libro de Josué incluye las victorias de
Israel sobre las ciudades principales de Canaán, con sus suburbios: «Ayin,
Rimón, Eter y Asán; cuatro ciudades con sus aldeas» (19.7 lba; 15.45, 47;
21.12).
La acepción principal de jatser es «atrio», ya sea de una casa,
un palacio o un templo. Por lo general, cada casa tenía un «atrio» o patio
rodeado por un muro o varias casas compartían uno: «Pero un muchacho los vio e
informó a Absalón. Por tanto, los dos se dieron prisa y llegaron a la casa de un
hombre en Bajurim, quien tenía un pozo en su patio, y se metieron dentro de él»
(2 S 17.18 rva). El palacio de Salomón tenía varios «atrios»: un «atrio»
exterior, un «atrio» que rodeaba el palacio y un «atrio interior» en medio del
palacio. En forma similar, el templo tenía varios atrios. El salmista expresa su
gozo por estar en los «atrios» del templo, donde las aves construían sus nidos
(Sal 84.3); «Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos:
Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las
moradas de maldad» (Sal 84.10). El pueblo de Dios anhelaba la reunión de todo el
pueblo en los «atrios» de Dios: «En los atrios de la casa de Jehová, en medio de
ti, oh Jerusalén. ¡Aleluya!» (Sal 116.19).
Las traducciones en la Septuaginta son: aule («patio; granja; casa; atrio
exterior; palacio»), epaulis («granja;
estancia; residencia») y kome («aldea;
pueblo pequeño»). En la rv encontramos «atrio; aldea; pueblo».