Bondad

 
 


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Lista de ilustraciones sobre la Bondad:

  1. C�MO HONRAN LOS CHINOS A SUS MADRES

  2. EL BESO DE MI HIJITA

  3. EL NI�O Y EL LIBRO PESADO

  4. EL REY Y EL HUERF�NO CIEGO

  5. HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE

  6. UN ELOGIO A SATAN�S

  7. ESTO TE HAR� SENTIR MEJOR

  8. UN BUEN SAMARITANO

 

C�MO HONRAN LOS CHINOS A SUS MADRES

En China existe una costumbre pagana que nos har�a mucho bien si la practic�ramos en este pa�s llamado cristiano.  Cada A�o Nuevo, todo hombre o ni�o var�n, desde el m�s encumbrado hasta el m�s humilde, visita  a su madre, y le lleva un regalo.  Al mismo tiempo le agradece todo lo que ella ha hecho por �l, y pide que ella siga bendici�ndole otro a�o m�s.

D.L. Moody

 

EL BESO DE MI HIJITA

Un d�a me vino a ver en la oficina un caballero que quer�a interesarme en un joven que acababa de salir de la penitenciar�a.  Le dije que lo trajese, y entr�.  Le di la mano, le expres� mi satisfacci�n de conocerlo, y luego lo llev� adentro para que  saludara  a mi familia.  Cuando mi hijita Emma entr� al lugar, le dije: --Emma, �ste es un amigo de tu pap�--. Y entonces la chiquilla fue y lo bes�.  El hombre comenz� a llorar.  Cuano la ni�a sali� del lugar, me dijo:

--Se�or, hace a�os que nadie me besa.  El �ltimo beso que recib� fue el de mi madre, que estaba moribunda.

D.L. Moody

 

EL NI�O Y EL LIBRO PESADO

Me agrada pensar en Jes�s como el que lleva nuestras cargas.  Un pastor estaba un d�a mudando su biblioteca a un cuarto del primer piso de la casa.  Mientras sub�a la escalera con una carga de libros, su hijito entr� y expres� el deseo de ayudar a pap�.  Entonces el hombre le dijo que trajera algunos libros.  Cuando se dio vuelta, vio que el ni�o hab�a podido subir los escalones, y que llevaba en sus brazos el libro m�s voluminoso de la biblioteca.  Pero no pod�a subir m�s.  El libro era demasiado grande.  Y el chico se sent� a llorar.

El padre se inclin�, lo levant� en sus brazos con el libro y todo, lo llev� arriba.  Es lo que har� Crito si t� se lo permites.  Te llevar� a ti, con todas tus cargas.

D.L. Moody

 

EL REY Y EL HUERF�NO CIEGO

Cuenta una leyenda que el Rey estaba cazando en un bosque, cuano se encontr� con un ni�o huerf�no y ciego que estaba viviendo casi como un animal.  El rey sinti� gran compasi�n, y adopt� al muchacho como su hijo, ense��ndole todo lo que se  le puede ense�ar a un ciego.  Cuando el muchacho cumpli� veinti�n a�os, el rey, que era adem�s un m�dico famoso, le devolvi� la vista y le llev� al palacio en donde luego de mostrarle toda la magnificencia de la corte, lo proclam� hijo, ordenando a todos que le sirvieran.

Cristo es el Rey que ha encontrado a nuestras almas en el desierto de este mundo pecaminoso.  Nos encontr� �pobres, ciegos y desnudos.�  Nos lav� de nuestros pecados con su sangre.  Nos ha cubierto con un manto de justicia.

D.L. Moody

 

HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE

Una mujer muy pobre pudo enviar a su hijo a la Universidad.  Cuando estaba  por graduarse, el muchacho le escribi� una carta a la madre pidi�ndole que asistiera a la ceremonia.  Pero ella le dijo que no pod�a ir porque ten�a un solo vestido, bastante viejo.  El hijo le asegur� que lo del vestido viejo no le importaba.  Lo que quer�a era que estuviese ella.

Por fin, la se�ora hizo el viaje.  El d�a de la entrega de diplomas, el joven entr� al sal�n de actos con su madre, y le busc� uno de los mejores asientos.  Mucho se sorprendi� la anciana cuando supo que el hijo era el mejor alumno de su generaci�n; y cuando el muchacho recibi� el premio, descendi� del escenario y delante de todo el p�blico reunido, bes� a su madre y le dijo:

--Toma, mam�; este premio es tuyo.  Si no hubiese sido por ti, jam�s lo hubiera sacado.

Gracias a Dios por hombres de esta clase.

D.L. Moody

 

UN ELOGIO A SATAN�S

Un ni�o le dijo una vez a su madre:

--Mam�, t� nunca hablas mal de nadie.  Hasta ser�as capaz de hablar bien de Satan�s.

--Bueno, hijo, bien podr�amos imitar su perseverancia.

D.L. Moody

ESTO TE HAR� SENTIR MEJOR

Hace unos a�os, en las Olimpiadas Especiales en Seattle, Washington,
hab�a nueve corredores del la carrera de 100 metros en la l�nea de inicio.  Cada uno ten�a una incapacidad f�sica o mental.

Cuando dispararon la pistola, todos empezaron a correr. No todos con
la misma rapidez, pero con ganas de terminar y ganar.

Todos menos un muchacho que se tropez� en el asfalto, cay� y dio vueltas un par de veces y empez� a llorar. Los otros ocho escucharon el llanto de este j�ven.

De repente los ocho empezaron a reducir su velocidad y todos echaron un vistazo para atr�s. Todos juntos dieron la media vuelta y regrezaron para ayudarle. �Cada uno regresaron!

Una j�ven con el s�ndrome Downs se hinc� y bes� al muchacho y le dijo, "Esto te har� sentirte mejor."

Los nueve agararron el uno al otro con los brazos y caminaron juntos hasta cruzar la meta.

Cada persona en el estadio se pusieron de pie gritando con alegr�a por varios minutos. Esta historia se ha comunicado a trav�s de todo el mundo entero.

�Por qu�? Porque esta historia real es uno de los mejores ejemplos de la "bondad" que el mundo ha escuchado.

 

UN BUEN SAMARITANO

Recuerdo el primer buen Samaritano que conoc�. Yo s�lo hab�a estado en este mundo tres o cuatro a�os, cuando mi padre falleci� en la miseria y los acreedores vinieron y se llevaron todo lo que ten�amos.

Mi madre viuda ten�a una vaca y algunas cositas m�s, y era una terrible lucha evitar que el hambre llamara a nuestra puerta.

Mi hermano fue a Greenfield y se emple� en un negocio, asistiendo de noche al colegio. Se sent�a tan solo que quer�a llevarme a m�, pero yo no quer�a salir de mi casa. Un d�a fr�o de noviembre, me hermano vino y nos dijo que ten�a un empleo para m�. Esa noche era muy larga, pues yo no ten�a ninguna gana de alejarme del hogar materno.

A la ma�ana salimos. Llegamos hasta lo m�s alto del camino, y nos detuvimos para mirar a la vieja casa. Nos sentamos y lloramos. Yo cre�a que iba a ser la �ltima vez que ver�a el viejo hogar. Llor� todo el camino hasta llegar a Greenfield. All� mi hermano me present� a un hombre que era tan viejo que ya no pod�a orde�ar las vacas ni hacer los trabajos de la chacra. Yo deb�a ayudarle e ir a la escuela. El hombre me parec�a de car�cter muy agrio. Mir� a la viejita, que ten�a un aspecto m�s agrio todav�a. Me qued� una hora que me pareci� una semana. Entonces fui a verlo a mi hermano y le dije que me iba de vuelta a casa.

-�Para qu� quieres volver a casa?

-Porque me siento triste y enfermo.

-Te va a pasar dentro de algunos d�as.

-No me va a pasar nunca. Quiero irme a mi casa.

Entonces mi hermano me dijo que ya era de noche y que me perder�a si saliera a esa hora.

Yo me asust� y le dije que dejar�a la partida para el d�a siguiente.

Entonces me llev� a ver la vidriera de un negocio, donde hab�a cortaplumas y otras cosas interesantes, y trat� as� de entretenerme.

Pero �qu� me importaba a m� los cortaplumas? Yo quer�a volver a casa con mi madre y mis hermanos; parec�a que me estallaba el coraz�n.

Por fin me dijo me hermano: -Dwight, all� viene un hombre que te va a dar una moneda.

-�C�mo sabes que me la va a dar?

-Porque a todos los chicos que reci�n llegan al pueblo, les da una.

Me sequ� las l�grimas, pues no quer�a que el viejito me viese llorando, y me puse en medio de la vereda para que me viese bien. Recuerdo c�mo me mir� mientras ven�a caminando dificultosamente. �Qu� rostro alegre ten�a! Cuando lleg� hasta donde yo estaba, me quit� el sombrero, me puso la mano en el hombro, y le dijo a mi hermano: -Es un muchacho reci�n llegado, �verdad?

-S� se�or; lleg� hoy.

Entonces comenc� a observarlo para ver si me daba la moneda. Pero comenz� a hablar, y lo hizo con tal bondad que me olvid� de ella.

Me habl� del �nico Hijo de Dios, enviado al mundo, y de c�mo los hombres malvados lo mataron; me dijo que muri� por m�. S�lo me habl� durante algunos minutos, pero me cautiv� completamente.

Despu�s de este peque�o serm�n, meti� la mano en el bolsillo y sac� una moneda de cobre, nuevecita, una moneda que parec�a de oro. Me la dio, y nunca me he sentido tan rico como en ese instante. No s� qu� suerte corri� esa moneda. Siempre lamento no haberla conservado. Pero hasta el d�a de hoy me parece sentir la mano del viejito sobre mi cabeza. Han pasado cincuenta a�os, y todav�a puedo o�r sus palabras llenas de dulzura.

Esa moneda me ha costado muchos d�lares. Nunca he podido andar por las calles de este pa�s u otro, sin meter la mano en el bolsillo y sacar monedas para todos los chicos pobres que encuentro por el camino. Pienso en la manera en que el anciano me quit� una carga a m�, y quiero ayudar a quitar las cargas de los dem�s.

�Quieres parecerte a Cristo? Ve y busca a alguien que haya ca�do, abr�zalo y lev�ntalo hacia el cielo. El Se�or te ha de bendecir en el mismo instante. Que Dios nos ayude a ser y a hacer como el Buen Samaritano.