Hebreo Bíblico
Sacrificar, Matar
Verbo
zabaj (jb'zÉ), «matar, sacrificar».Término semítico que
en genral se refiere a sacrificar, aunque hay varios otros que se emplean en el
Antiguo Testamento para referirse a los sacrificios rituales. No cabe duda de
que es uno de los términos más importantes del Antiguo Testamento. Aparece más
de 130 veces durante todos los períodos del Antiguo Testamento hebraico en sus
formas verbales y más de 500 en sus formas sustantivas. Traducida como
sustantivo, aparece por primera vez en Gn 31.54 (rva): «Entonces Jacob ofreció
un sacrificio en el monte y llamó a sus parientes a comer. Ellos comieron y
pasaron aquella noche en el monte». En Éx 20.24 el vocablo se usa en relación de
los tipos de sacrificios que había que ofrecer.
Si bien la ley Mosaica requería
ofrendas de grano y de incienso (cf. Lv 2), el tipo principal de «sacrificio»
era de sangre, que requería matar un animal (cf. Dt 17.1; 1 Cr 15.26). La sangre
se vertía en el altar porque la sangre contenía la vida: «Porque la vida del
cuerpo se encuentra en la sangre, la cual yo os he dado sobre el altar para
hacer expiación por vuestras personas. Porque es la sangre la que hace expiación
por la persona» (Lv 17.11 rva; cf. Heb 9.22). Puesto que la sangre es el
vehículo de la vida, pertenecía solo a Dios. Como la sangre que es vida, y como
se entragaba a Dios al verterse en altar, constituía el medio de hacer expiación
de pecados, pero como ofrenda por el pecado y no porque tomara el lugar del
pecador.
Zabaj quería decir también «matar para comer». Así se usa en 1 R 19.21 (rva): «Eliseo
dejó de ir tras él. Luego tomó la yunta de bueyes y los mató. Y con el arado de
los bueyes cocinó su carne y la dio a la gente para que comiesen». Este uso esta
muy estrechamente ligado a «matar en sacrificio» porque toda comida de carne
entre los antiguos hebreos tenía un sentido sacrificail.
Nombre
zebaj (jb'z²,), «sacrificio». Este nombre se halla más
de 160 veces en hebreo bíblico. Los «sacrificios» que eran parte de los ritos
del pacto incluían el rosamiento de la sangre sobre el pueblo y alrededor del
altar, para simbolizar que Dios era parte del pacto (véase Éx 24.6–8). Otro gran
«sacrificio» era el «sacrificio de la fiesta de la pascua» (Éx 34.25). En este
caso el sacrificio del cordero brindaba el alimento principal de la comida de la
Pascua y la sangre se rociaba sobre los postes y el dintel de la casa como señal
que el ángel de la muerte notaría (Éx 12.27).
Los «sacrificios» de animales no
pertenecían únicamente al culto israelita; por lo genral formaban parte de todos
los cultos antiguos. A decir verdad, los procedimientos rituales eran semejantes,
sobretodo entre la religión isrelita y los cultos cananeos. Sin embargo, los
significados israelitas varían marcadamente de los significados paganos, ya que
el uno se ofrendaba al único y verdadero Dios que guarda su pacto con Israel y
el otro se ofrecía a los dioses cananeos.
El nombre zebaj se aplica a «sacrificios» al único y verdadero Dios en Gn 46.1
(rva): «Así partió Israel con todo lo que tenía y llegó a Beerseba, donde
ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac» (cf. Éx 10.25; Neh 12.43). El
sustantivo se refiere a «sacrificios» a otras divinidades en Éx 34.15 (rva): «No
sea que hagas alianza con los habitantes de aquella tierra, y cuando ellos se
prostituyan tras sus dioses y les ofrezcan sacrificios, te inviten, y tú comas
de sus sacrificios» (cf. Nm 25.2; 2 R 10.19).
La idea del «sacrificio» pasa
decididamente al Nuevo Testamento, donde Cristo se hace «el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo» (Jn 1.29). El autor de Hebreos enfatiza el hecho de
que con el «sacrificio» de Cristo los «sacrificios» ya no son necesarios (Heb
9).
mizbeaj (j'BezÒmi), «altar». Este vocablo se usa más de
400 veces en el Antiguo Testamento. Su uso frecuente es otra evidencia bien
clara de la importancia del sistema sacrificial en Israel. El primer caso de mizbeaj se encuentra en Gn 8.20, en
donde Noé construyó un «altar» después del diluvio.
Innumerables son los «altares» que se
registran en el Antiguo Testamento en el devenir de la historia de la salvación:
el «altar» de Noé (Gn 8.20); los de Abram en Siquem (Gn 12.7), en Bet-el (Gn
12.8) y en el monte Moriah (Gn 22.9); el de Isaac en Beerseba (Gn 26.25); de
Jacob en Siquem (Gn 33.20); de Moisés en Horeb (Éx 24.4); de Samuel en Ramá (1 S
7.17); del templo de Jerusalén (1 R 6.20; 8.64); y los dos «altares» previstos
por Ezequiel en el templo restaurado (Ez 41.22; 43.13–17).
Sacrificio
zebaj (jb'z²,), «sacrificio». Esta raíz, en el sentido
de «sacrificar» o «inmolar», se encuentra en otras lenguas semíticas: acádico,
ugarítico, fenicio, arameo y arábigo. Zebaj se continuó usando en el hebreo mishnáico y se sigue empleando en hebreo moderno,
aunque mucho menos porque no hay templo. Aparece 162 veces en el Antiguo
Testamento hebreo y en todos los períodos. La primera vez es en Gn 31.54: «Entonces
Jacob ofreció un sacrificio en el monte y llamó a sus parientes a comer. Ellos
comieron y pasaron aquella noche en el monte» (rva).
El significado básico de zebaj es «sacrificio». Después de
inmolar el «sacrificio», el sacerdote lo presentaba a Dios. El propósito no era
solo establecer comunión entre Dios y el hombre; más bien el «sacrificio»
representaba el principio de que sin derramamiento de sangre no había perdón de
pecado (Lv 17.11; cf. Heb 9.22). Al ofrecer su «sacrificio», el israelita fiel
se sometía al sacerdote, quien, siguiendo ciertos reglamentos minuciosos (véase
Levítico), presentaba el sacrificio en conformidad con las expectativas divinas.
Los «sacrificios» eran los «sacrificios»
de la Pascua (Éx 12.27), los «sacrificios» de paz (Lv 3.1ss), los «sacrificios»
de acción de gracias (Lv 7.12) y los «sacrificios» que representaba el sacerdote
(qarban; Lv 7.16). El zebaj no era como el holocausto (>olah)
que se quemaba completamente sobre el altar; y no se parecía a la ofrenda por el
pecado (jatta<t) cuya carne se entregaba
al sacerdote porque la mayor parte de la carne se devolvía al ofrendante. La
grosura se quemaba en el altar (Lv 3.4–5) y la sangre se vertía alrededor del
mismo (3.2). La persona que ofrecía su zebaj compartía la carne con el sacerdote oficiante (Éx 29.28; Lv 7.31–35; Dt 18.3).
En vista de que el pueblo participaba
en comer del zebaj, el «sacrificio» se
convirtió en una comida comunal donde Dios invitaba al pueblo. El mensaje del
juicio de Sofonías se basa en este concepto del «sacrificio»: «Calla en la
presencia de Jehová el Señor, porque el día de Jehová está cercano; porque
Jehová ha preperado sacrificio, y ha dispuesto a sus convidados» (Sof 1.7). El
israelita llegaba al templo con el animal del sacrificio. Este se inmolaba,
hervía y comía dentro de los terrenos del templo (1 S 2.13). Además de rendir
culto en los santuarios, los israelitas festejaban juntos las bondades de Dios
en sus propias aldeas. La historia de Samuel ofrece varias ilustraciones de esta
costumbre (cf. 1 S 9.13; 16.2–3).
Los profetas miraban con ojos
condenatorios los «sacrificios» de un Israel apóstata: «¿Para qué me sirve la
multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustosde carneros y de
sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos
cabríos» (Is 1.11).
Oseas se refiere a la necesidad de que
Israel ame a Dios: «Porque misericordia quiero, y no sacrificios, y conocimiento
de Dios más que holocaustos» (Os 6.6). El profeta Samuel amonesta a Saúl con
palabras bien conocidas: «¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y
víctimas como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el
obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de
los carneros» (1 S 15.22). David supo responder a Dios cuando pecó: «Porque no
quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de
Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, oh Dios» (Sal 51.16–17).
La Septuaginta ofrece la siguiente
traducción del sustantivo: thusia («sacrificio;
ofrenda»).
Sangre
dam (µD;), «sangre». Este es un término semítico
común que tiene cognados en todas las lenguas semíticas. Está constatado unas
360 veces en hebreo bíblico y durante todos los períodos.
Dam se usa para denotar la «sangre» de animales, aves y seres humanos (nunca de
peces). En Gn 9.4 (rva), la «sangre» es sinónimo de vida: «Pero no comeréis
carne con su vida, es decir, su sangre». El alto precio de la vida como don de
Dios lleva a la prohibición de ingerir «sangre»: «Este será un estatuto perpetuo
a través de vuestras generaciones. En cualquier lugar que habitéis, no comeréis
nada de sebo ni nada de sangre» (Lv 3.17 rva). Son contadas las veces en que el
término indica el color «carmesí»: «Cuando se levantaron temprano por la mañana
y el sol resplandeció sobre las aguas, los de Moab vieron desde lejos las aguas
rojas como sangre» (2 R 3.22 rva). En dos pasajes dam es una metáfora para «vino»: «Lava en vino su vestidura y en
sangre de uvas su manto» (Gn 49.11 rva; cf. Dt 32.14).
Dam tiene varios matices. Primero, puede significar «sangre de violencia»: «No
profanaréis la tierra donde estéis, porque la sangre humana profana la tierra.
No se puede hacer expiación por la tierra, debido a la sangre que fue derramada
en ella» (Nm 35.33 rva). Por esta razón, puede significar «muerte»: «Contra
vosotros enviaré hambre y fieras dañinas que te privarán de hijos. Peste y
sangre pasarán por en medio de ti, y traeré contra ti la espada» (Ez 5.17 rva).
Luego, dam puede connotar «quitar la vida» o «derramar sangre»: «Si tienes que juzgar un
caso demasiado difícil para tí, un asunto de sangre» (Dt 17.8 bj; «entre sangre
y sangre» rv; «entre una clase de homicidio y otra» rvr). Derramar sangre quiere
decir «asesinar»: «El que derrame sangre de hombre, su sangre será derramada por
hombre; porque a imagen de Dios Él hizo al hombre» (Gn 9.6 rva). La segunda cita
indicada que el asesino debe sufrir la pena capital. En otros pasajes, la frase
«derramar sangre» tiene que ver con la inmolación no ritual de un animal: «Cualquier
hombre de la casa de Israel que dentro o fuera del campamento degüelle una vaca,
un cordero … y no lo traiga a la entrada del tabernáculo de reunión para
ofrecerlo como sacrificio a Jehovah delante del tabernáculo de Jehovah, ese
hombre será considerado reo de sangre» (Lv 17.3–4 rva).
En términos jurídicos, «ponerse contra
la sangre del prójimo» significa presentarse ante un tribunal en contra del
demandante, como acusador, testigo o juez: «No andarás chismeando entre tu
pueblo. No atentarás contra la vida [«sangre» rv] de tu prójimo» (Lv 19.16). La
frase «su sangre sea sobre él» quiere decir que la culpabilidad y la retribución
por un acto de violencia recae sobre el culpable: «Cuando alguna persona maldiga
a su padre o a su madre, morirá irremisiblemente. Ha maldecido a su padre o a su
madre; su sangre será sobre ella» (Lv 20.9 rva). Indirectamente, y en el
contexto de la legislación judía, esta frase sugiere que quien castiga a un reo
de sangre quitándole la vida no será culpado de homicidio. En este caso, «sangre»
indica responsabilidad por la muerte de otros: «Cualquiera que salga fuera de
las puertas de tu casa, su sangre caerá sobre su propia cabeza, y nosotros
quedaremos libres. Pero si alguien pone su mano sobre cualquiera que esté en la
casa contigo, su sangre caerá sobre nuestra cabeza» (Jos 2.19 rva).
La sangre de algún animal puede
sustituir a la sangre de algún pecador en calidad de propiciación (cobertura)
por su pecado: «Porque es la sangre la que hace expiación por la persona» (Lv
17.11 rva). El pecado de Adán ameritaba su muerte y acarreó la muerte sobre toda
su descendencia (Ro 5.12); por eso, el ofrecimiento de la sangre de un animal no
solo tipifica la cancelación de la pena, sino también la ofrenda perfecta que
dio vida a Adán y a todos los representados por este sacrificio (Heb 10.4). El
sacificio animal prefigura o tipológicamente representa la sangre de Cristo,
quien realizó el gran y único sacrificio sustitutivo y eficaz; su ofrenda es la
única que da vida a quienes están en Él representados. El derramamiento de su «sangre»
sella el pacto de vida entre Dios y la humanidad (Mt 26.28).
Santificar
Verbo
qadash (vd'q;), «santificar, ser santo». Este verbo
también aparece en fenicio, arameo bíblico y etiópico. En ugarítico q-d-sh significa «santuario», y en
babilónico antiguo qadashu quiere decir
«brillar». Qadash se encuentra unas 170
veces durante todos los períodos del hebreo bíblico.
La raíz principal de este verbo denota
un acto o estado por el cual personas o cosas se apartan para el culto a Dios:
se consagran o se «hacen sagradas». para el culto a Dios. Esta acción o
condición significa que el objeto o la persona «consagrada». Debido a este acto
y en ese estado la cosa o persona consagrada no debe emplearse en trabajos
ordinarios (o de uso profano) y deben tratarse con especial cuidado porque son
propiedad de Dios. El primer uso de «qadash»
en esta raíz apunta a la acción: «Luego tomarás parte de la sangre que está
sobre el altar y del aceite de la unción, y los rociarás sobre Aarón y sus
vestiduras, y sobre sus hijos y sus vestiduras. Así serán consagrados Aarón y
sus vestiduras, y con él sus hijos y sus vestiduras» (Éx 29.21 rva). Hay aquí
también matices de santidad ética - moral (espiritual) puesto que la sangre
propiciatoria se rociaba también sobre el pueblo que estaba presente. En Éx
29.37 (rva) el énfasis parece recaer sobre la condición de «consagrado o
santificado»: «Durante siete días expiarás el altar y lo santificarás; así será
un altar santísimo. Todo lo que toque al altar será santificado». Entonces, todo
lo que entre en contacto con el altar pasa a un estado o condición diferente, es
«santo». Ahora le pertenece a Dios y está únicamente a su servicio según a Él le
plazca. En algunos casos esto implica destrucción (2 S 6.6ss), mientras que en
otros significa que los objetos solo lo podrán usar quienes son ritualmente
puros (Nm 4.15; 1 S 21.6). En ciertos casos, esto significa que los objetos se
pueden usar únicamente dentro del propio santuario (Nm 16.37ss).
En algunos pasajes qadash pareciera indicar lo contrario de
«santo», profanado con el fin de que Israel (pueblo santo de Dios) no lo pudiera
usar: «No sembrarás en tu viña ninguna otra semilla, porque de hacerlo, tanto
los productos de esta siembra como las uvas de tu viña quedarán prohibidos» (Dt
22.9 bla; «inservibles» lba; «no sea que se haga sagrada la cosecha» bj; cf. Ez
44.19; 46.20, etc.).
En voz pasiva el verbo quiere decir «manifestar
santidad». Es en este sentido que Moisés escribe: «Estas son las Aguas de Meriba,
porque allí contendieron los hijos de Israel contra Jehová y Él manifestó su
santidad entre ellos» (Nm 20.13 rva). Esta demostración no indica alguna acción
de juicio en contra del pecado (una santidad ética - moral), sino más bien un
acto milagroso de liberación. Algunos eruditos perciben aquí un énfasis sobre el
poder divino, argumentando que en esta etapa de su historia el concepto que
tenía Israel de santidad era semejante al de los paganos, o sea que «santo», en
la mentalidad semita, indica la presencia de algún poder extraordinario. Un uso
similar se halla en la promesa del profeta de una futura restauración para
Israel: «Cuando yo los haya hecho volver de los pueblos … y haya mostrado mi
santidad en ellos a vista de muchas naciones» (Ez 39.27).
Otro énfasis de esta raíz aparece en Lv
10.3 (rva: primer caso bíblico del término) con la idea de «ser tratado como
santo»: «Me he de mostrar como santo en los que se acercan a mí [en el culto], y
he de ser glorificado en presencia de todo el pueblo». Una vez más, el énfasis
parece recaer sobre el poder divino; Dios quiere un pueblo obediente que le vea
como un Dios poderoso (santo). Hay, por supuesto, en esto un matiz ético-moral,
porque Dios también desea que su pueblo le obedezca, que deteste el pecado y que
ame la justicia (cf. Is 5.16). La raíz de la relación de Israel con su Dios es
amor en lugar de temor (Dt 6.3, 5ss).
Por último,esta raíz puede usarse como
la voz pasiva de la raíz principal del verbo con el sentido de «ser consagrado o
separado para el uso de Dios»: «También me encontraré allí con los hijos de
Israel, y el lugar será santificado por mi gloria» (Éx 29.43 rva).
Qadash tiene varios énfasis en la raíz intensiva. Primero, puede tener la connotación
de «declarar santo» o sea declarar que el objeto o la persona sirve
exclusivamente para celebrar la gloria de Dios. En Gn 2.3 (rva: primera mención
del término en la Biblia) «Dios bendijo y santificó el séptimo día, porque en él
reposó de toda su obra de creación que Dios había hecho». Un significado similar
del vocablo se encuentra en los Diez Mandamientos: «Acuérdate del día del sábado
para santificarlo» (Éx 20.8 rva). Israel debe recordar el sábado manteniéndolo
santo, alabando la persona de Dios y adorándole en la forma en que Él lo indica.
Con un matiz un tanto diferente, «santificar» un día especial significa
proclamar que es «santo» y que todo el pueblo se compromete a guardarlo
debidamente. El mismo sentido puede aplicarse también a los días sagrados
paganos: «Santificad un día solemne a Baal. Y ellos convocaron» (2 R 10.20). En
Jl 1.14 el verbo indica los días sagrados en Israel: «Proclamad ayuno, convocad
a asamblea». El verbo, en este contexto, pasa a significar «declarar» y «prepararse».
A veces, con este mismo sentido, el verbo se refiere a la guerra: «Anunciad [«preparad»
lba] guerra contra ella» (Jer 6.4; cf. Miq 3.5). Aún los paganos declaran guerra
santa: «Alzad bandera en la tierra, tocad trompeta en las naciones, preparad pueblos contra ella» (Jer
51.27).
Esta raíz puede indicar que personas u
objetos han sido consagrados exclusivamente a Dios: «Conságrame todo primogénito;
todo el que abre la matriz entre los hijos de Israel, tanto de los hombres como
de los animales, es mío» (Éx 13.2 rva). El primogénito de toda bestia debía
ofrecerse a Dios como ofrenda al templo o en sacrificio (Éx 13.12–13). Un hijo
primogénito podía redimirse [rescatarse o comprarse] del Señor (Nm 18.15–16) o
bien donarse al templo (1 S 1.24).
Qadash puede también usarse en el sentido de hacer algo o alguien cúlticamente puro y
reunir todos los requerimientos de Dios en cuanto a pureza en las personas o
cosas usadas en el culto formal a Dios. Esta acción aparece en Éx 19.10 (rva),
donde Dios dice a Moisés: «Vé al pueblo y santifícalos hoy y mañana, y que laven
sus vestidos». Una vez consagrado, el pueblo podía entrar en la presencia de
Dios. En un sentido similar el verbo significa «apartar a una persona para el
servicio divino». Aunque en estos casos el énfasis principal es cúltico, también
hay matices ético-morales. Por eso Dios ordena a Moisés que los artesanos hagan
una vestimenta especial para Aarón: «Harán las vestiduras sagradas para tu
hermano Aarón y para sus hijos, a fin de que me sirvan como sacerdotes» (Éx 28.4
rva). Cuando se hacía la consagración, rociaban a Aarón y sus hijos con la
sangre de la expiación. Tal ofrenda requería la confesión de pecados y el
sometimiento a un sacrificio sustitutivo (aunque tipológico. O sea que el
vocablo, con este sentido, describe el paso necesario que antecede a la
ordenación del oficio sacerdotal.
Qadash también tiene que ver con la consagración de objetos para ubicarlos en una
condición de pureza ritual y cúltica, dedicados al servicio único de Dios en el
culto (Éx 29.36; Lv 16.19). En algunos casos, la consagración de objetos a Dios
no requiere ninguna acción, solamente aislarse de ellos. Este es el caso con el
monte de la Ley. Moisés reconoce ante Dios que «el pueblo no podrá subir al
monte Sinaí, porque tú nos has ordenado diciendo: Señala límites al monte y
santifícalo» (Éx 19.23). En Is 29.23–24 (rva) el verbo significa «reconocer que
Dios es santo», la única y verdadera fuente de verdad, y vivir de acuerdo a sus
leyes: «Porque sus descendientes [de Jacob], al ver en medio suyo la obra de mis
manos, santificarán mi nombre. Santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios
de Israel. Los extraviados de espíritu conocerán el entendimiento, y los
murmuradores aprenderán la lección». En Ez 36.23 qadash indica «demostrar que uno es santo», o «demostrar y defender
su santidad».
En la raíz causativa el vocablo se
refiere a «ofrendar para uso divino»: «Estará sobre la frente de Aarón, y Aarón
cargará con la culpa relacionada con las cosas sagradas que los hijos de Israel
hayan consagrado» (Éx 28.38 rva). Entregar algo a Dios también se indica por
medio de qadash. Los sacerdotes
celebraban una ceremonia de consagración cuando alguna persona decidía ofrendar
algo suyo a Dios: «David también consagró [los vasos] a Jehová» (2 S 8.11). En
Lv 27.14ss hay una lista de varios objetos que se podían ofrendar a Dios y luego
redimirlos con pagos sustitutivos. En Nm 8.17 (rva) Dios equipara «consagrar»
con matar a los primogénitos de Egipto: «El día en que yo hice morir a todos los
primogénitos en la tierra de Egipto, los consagré para mí».
Cuando Dios consagra algún objeto o
persona puede significar que Él los acepta para su servicio: «He santificado
esta casa que has edificado para que yo ponga allí mi nombre para siempre» (1 R
9.3 rva). Con un matiz más enfático, el término es un correlativo de elección lo
cual indica que Dios designa a alguien para su servicio: «Antes que salieses de
la matriz, te consagré y te di por profeta a las naciones» (Jer 1.5 rva; cf.
12.3). El verbo también significa «preparar para acercarse a Dios: Jehovah ha
preparado un sacrificio y ha escogido a sus invitados» (Sof 1.7 rva). Puesto que
en este versículo «preparar» y «escoger» conforman un paralelismo, «escoger o
consagrar» indica también «preparar». En Nm 20.12, «creer» y «santificar»
también son correlativos; Moisés no acató la exigencia divina de perfecta
obediencia al no cumplir con las órdenes de Dios (cf. Is 8.13).
Nombre
qodesh (vdeqo), «cosa santa». Este sustantivo, que se
encuentra unas 470 veces en hebreo bíblico, también aparece en ugarítico.
Durante todos los períodos del hebreo bíblico refleja varios de los significados
verbales que hemos visto. Primero, qodesh se aplica a objetos y personas que pertenecen a Dios. Todo Israel es «santo»,
apartado para el servicio de Dios, con el deber de demostrar esta separación
manteniendo la distinción entre lo que es santo (permitido por Dios) y lo que es
impuro (Lv 10.10).
El vocablo también indica la condición
de lo que se ha dedicado al uso especial del pueblo de Dios (Is 35.8). En un
sentido estrecho se usa para referirse a lo «sagrado» o algo separado para el
uso en el templo (uso cúltico). Así, el término describe las vestimentas
sacerdotales (sagradas; Éx 28.2). Puede referirse a objetos sagrados que se han
ofrendado al señor (para usarse en el santuario y/o por los sacerdotes y levitas;
Éx 28.38), así como a objetos sagrados que solo sacerdotes y levitas podían usar
(Éx 29.32–33). En algunos casos las ofrendas dedicadas (sagradas) pueden ser
para otros según la orientación de Dios (Dt 26.13). Con sentido similar qodesh describe los objetos sagrados que
se han designado para sacrificio y culto ritual (Éx 30.25; Lv 27.10). Israel
debe apartar ciertos días sagrados (los sábados) exclusivamente para el culto
divino, descanso del trabajo (Éx 20.10), descanso en el Señor (Dt 5.14) y
convocatorias santas (Éx 12.16).
Qodesh puede ser el resultado de una acción divina. Designa una persona, lugar o cosa
como suyo (Éx 3.5: primera mensión del término), o sea, separado y único. Es más,
Dios designa a su santuario como un Lugar Santo. La parte exterior del santuario
es el Lugar Santo y la interior el Lugar Santísimo (Éx 26.33), y el altar es un
lugar muy santo. Todo esto indica que en diversos grados estos lugares se
identifican con el Dios santo (2 S 6.10–11). Aquel que odia y se mantiene aparte
de todo lo que sea muerte o que se asocia con la muerte e idolatría (Ez 39.25).
Este vocablo también se usa pocas veces para describir la santidad majestuaosa
de Dios, que Él no tiene igual e imperfección alguna (Éx 15.11). En al menos un
pasaje se enfatiza la santidad de Dios en términos de poder (Jer 23.9).
El nombre miqdash, aparece en hebreo bíblico unas 74 veces, se encuentra
también en arameo y en hebreo posbíblico. El término significa «lugar sagrado» o
«santuario», un espacio dedicado por los hombres bajo la dirección de Dios y con
su aprobación como el lugar en que Él se encuentra con ellos y recibe su
adoración (Éx 15.17: primer uso del término).
El sustantivo qadesh, se encuentra 11 veces en el hebreo bíblico, se refiere a
una «prostituta o prostituto» sagrado (Gn 38.21: primer caso bíblico). La
prostitución cúltica masculina era sinónima de homosexualidad (1 R 22.46). Este
sustantivo se encuentra en el Pentateuco en todos los períodos de la literatura
histórica y en Oseas y Job.
Santo
Adjetivo
qadoÆsh (v/dq;), «santo». Las lenguas semíticas tienen
dos formas originales de la raíz que son distintas. Una significa «puro» y «consagrado»
como en el acádico qadistu y el hebreo qadesh («santo»). La palabra describe
algo o alguien. La otra quiere decir «santidad» como una circunstancia o como un
abstracto, de la misma manera que en arábigo al-qaddus («lo más santo o puro»). En hebreo el verbo qadash y la palabra qadesh combinan ambos
elementos: descriptivo y estático. La comprensión tradicional de «separado» es
solo un significado derivado y no el principal.
QadoÆsh es importante en el Pentateuco, en los escritos poéticos y proféticos, y se
encuentra poco en la literatura histórica. El primero de 116 casos se encuentra
en Éx 19.6 (rva): «Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación
santa».
En el Antiguo Testamento qadoÆsh tiene una fuerte connotación
religiosa. En uno de sus sentidos el vocablo describe un objeto, lugar o día
como «santo», en el sentido de «dedicado» a un propósito especial: «Luego tomará
el sacerdote del agua santa en un vaso de barro» (Nm 5.17).
En particular, el sábado se ha «dedicado»
como un día de descanso: «Si apartas tu pie por respeto al sábado, para no hacer
tu capricho en mi día santo; si al sábado llamas delicia, consagrado a Jehovah y
glorioso; y si lo honras, no haciendo según tus propios caminos ni buscando tu
propia conveniencia ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en
Jehovah» (Is 58.13–14 rva). Esta prescripción se basa en Gn 2.3, donde el Señor
«santificó» o «dedicó» el sábado.
Dios dedicó a Israel para que fuera su
pueblo. Son «santos» por su relación con el Dios «santo».
En cierto sentido, todo el pueblo es «santo»
por ser miembros de la comunidad del pacto, independientemente de su fe y
obediencia: «Y se juntaron contra Moisés y contra Aarón y les dijeron: ¡Basta ya
de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de
ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación
de Jehová?» (Nm 16.3). Dios se propuso que esta nación «santa» fuera un
sacerdocio real «santo» entre las naciones (Éx 19.6). Sobre la base de una
íntima relación, Dios esperaba que su pueblo cumpliera con sus elevadas
expectativas para ellos, demostrando que era una una nación «santa»: «Me seréis
santos, porque yo, Jehovah, soy santo y os he separado de los pueblos para que
seáis mios» (Lv 20.26 rva).
Los sacerdotes fueron escogidos para
servir en el Lugar Santo del tabernáculo o templo. Por su función de mediadores
entre Dios e Israel y por su cercanía al templo, Dios los dedicó al oficio
sacerdotal: «Serán santos para su Dios y no profanarán el nombre de su Dios;
porque ellos presentarán las ofrendas quemadas, el pan de su Dios; por tanto,
serán santos. El sacerdote no tomará mujer prostituta o privada de su virginidad.
Tampoco tomará mujer divorciada de su marido, porque él está consagrado a su
Dios. Por tanto, lo tendrás por santo, pues él ofrece el pan de tu Dios. Será
santo para ti, porque santo soy yo, Jehovah, que os santificó» (Lv 21.6–8 rva).
Aarón, el sumo sacerdote, era «el santo del Señor» (Sal 106.16 lba).
El Antiguo Testamento clara y
enfáticamente enseña que Dios es «santo» moralmente (Lv 11.44) y en poder (1 S
6.20). Es el «santo de Israel» (Is 1.4), «Dios santo» (Is 5.16) y «el Santo» (Is
40.25). Su nombre es «Santo»: «Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita
la eternidad, y cuyo nombre es Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y
con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los
humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados» (Is 57.15). La
declaración negativa: «No hay santo como Jehová, porque no hay ninguno aparte de
ti; no hay roca como nuestro Dios» (1 S 2.2 rva), señala que Él es «santísimo» y
que nadie es tan «santo» como Él. Algunas pocas veces qadoÆsh se aplica a seres no humanos, alejados de este mundo y
dotados de gran poder (Job 5.1; Dn 8.13). Los ángeles del séquito celestial son
«santos»: «Y el valle de los montes será rellenado, porque el valle de los
montes llegará hasta Azal. Y huiréis como huisteis a causa del terremoto que
hubo en los días de Uzías, rey de Judá. Así vendrá Jehová mi Dios, y todos sus
santos con Él» (Zac 14.5 rva). Los serafines proclamaban el uno al otro la «santidad»
de Dios: «Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de
los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria» (Is 6.3).
En la Septuaginta el término hagios («santo») representa el vocablo
hebreo qadoÆsh.
Satanás
satan (÷f;c;), «adversario; Satanás». Este vocablo
aparece 24 veces en el Antiguo Testamento. La mayoría de ellas se refiere a la
lucha cósmica en el mundo invisible entre Dios y las fuerzas de las tinieblas.
En Sal 38.20, David clama que sirve de
blanco de los ataques de sus «adversarios». Posiblemente sufria por sus errores;
y dentro de su voluntad permisiva, Dios usa a los enemigos de David para
disciplinar a su siervo. Otro salmo expresa la angustia de un hombre santo y su
profunda fe en el Señor. El autor ora por los «adversarios» de su alma: «Sean
avergonzados y desfallezcan los adversarios de mi alma. Sean cubiertos de
vergüenza y de confusión los que buscan mi mal» (Sal 71.13 rva). El texto habla
de la realidad de los poderes de las tinieblas que se oponen a una persona que
quiere vivir para Dios.
Los salmos imprecatorios claman por
juicio contra los enemigos, reflejando la batalla en el mundo invisible entre
las tinieblas y la luz. Aunque los enemigos de David pasaron a ser sus
«adversarios», siguió orando por ellos (Sal 109.4). Puesto que sus enemigos le
pagaron mal por bien y odio por amor, el rey ora: «Levanta contra él a un impío,
y un acusador [satan] esté a su mano
derecha» (Sal 109.6 rva). Cuando hablaron mal en contra de su alma, David
reclama la retribución del Señor para sus «adversarios» (Sal 109.20) y,
finalmente, debido a que los acusadores de David tramaban tanto mal en su
contra, pide que sus acusadores sean vestidos de ignominia y confusión (Sal
109.29). En todos estos pasajes, Dios actúa indirectamente al permitir que se
levanten «adversarios» de su pueblo.
En otro caso, David mostró misericordia
con los miembros de la casa de Saúl que le maldijeron y desearon mala suerte
cuando huyó de Absalón (2 S 16.5ss). David impidió que los jefes de su ejército
matasen a los de la familia de Saúl que se arrepintieron de sus delitos. El rey
no quiso que sus jefes se convirtieran en sus «adversarios» en un día de
victoria y regocijo (2 S 19.22).
Dios también puede ser «adversario».
Cuando Balam fue a maldecir a los hijos de Israel, Dios le advirtió que no lo
hiciera. Cuando el profeta se empeñó en hacerlo, Dios lo disciplinó: «Pero el
furor de Dios se encendió cuando él iba, y el ángel de Jehová se presentó en el
camino como un adversario suyo» (Nm 22.22 rva). Dios se colocó como un
«adversario» porque ninguna maldición podría deshacer los pactos y acuerdos ya
hechos con Israel.
Dios entabló una controversia en contra
de Salomón. Cuando este añadió cada vez más mujeres paganas a su harén, Dios se
sintió sumamente molesto (Dt 17.17). Sin embargo, cuando el rey construyó
santuarios paganos para sus mujeres, Dios levantó «adversarios» contra él (1 R
11.14). Esta oposición directa fue la causante de la insurrección de los
edomitas y sirios contra Israel.
Otro caso de intervención especial fue
cuando «Satanás [lit. «un adversario»] se levantó contra Israel e incitó a David
a que hiciese un censo de Israel» (1 Cr 21.1 rva). (Puesto que en hebreo no se
encuentra en este caso un artículo definido, se trata literalmente de «un
adversario».) En un pasaje paralelo, fue Dios el que motivó a David a censar a
Israel y Judá (2 S 24.1). Como en los casos en que Dios levanta un «adversario»
en contra de Salomón, aquí también Dios actúa directamente para probar a David
con el fin de enseñarle una lección importante. Dios pone a prueba a creyentes
para que puedan tomar decisiones justas y no depender de sus propias fuerzas.
En el libro de Job, la palabra Satan siempre va precedida del artículo
definido (Job 1.6–12; 2.1–7), por lo que el término aquí enfatiza el papel de
Satanás como «el adversario». Dios permitió que Satanás probara la fe de Job y
el adversario impuso muchos males y dolores sobre el patriarca. Satanás no era
todopoderoso puesto que admitió su incapacidad de sobreponerse a la protección
de Dios para con Job (Job 1.10). Penetró la «cerca» solamente con la
autorización divina y únicamente en instancias específicas que demostrarían la
justicia de Dios. Job fue el campo de batalla entre las fuerzas de las tinieblas
y de la luz. Aprendió que a Satanás podía derrotar si tomaba buenas decisiones y
que Dios se glorifica en cada circunstancia.
Zacarías narra una visión en que
«Josué, el sumo sacerdote … estaba delante del ángel de Jehová y Satanás estaba
a su mano derecha para acusarle [lit. «en calidad de adversario»] (Zac 3.1 rva).
El Señor reprende al «adversario» (Zac 3.2). Una vez más, Satanás entra en
conflicto con los propósitos de Dios y de sus ángeles, sin embargo el
«adversario» no es todopoderoso y está sujeto a la reprensión de Dios mismo.
Un uso más genérico de satan («adversario») se encuentra en 1 R
5.4 (rva): «Pero ahora, Jehová mi Dios me ha dado reposo por todas partes; no
existe adversario ni calamidad». En otro caso, David se pasó al lado de los
filisteos; al intentar pelear con ellos en contra de Israel, algunos de los
líderes de los filisteos dudaron de la sinceridad de David, creyendo que sería
un «adversario» en cualquier batalla entre los dos ejércitos (1 S 29.4).
Señor
'adoÆn (÷/da;), o <adonay (yn"doa}), «señor; amo; Señor». Aparecen cognados
de este vocablo en ugarítico y fenicio. La modalidad 'adoÆn se encuentra 334 veces y la forma <adonay (usado exclusivamente como un nombre divino) 439 veces.
Básicamente, 'adoÆn quiere decir «señor» o «amo». Se distingue del término hebreo ba>al que significa «dueño» o
«poseedor». En lo fundamental, 'adoÆn describe al que ocupa la posición de «amo» o «señor» de un esclavo o siervo:
«Entonces el criado puso su mano debajo del muslo» (Gn 24.9). Se aplica a reyes
y a sus asociados más poderosos. José dijo a sus hermanos: «Así, pues, no me
enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de [consejero]
Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de
Egipto» (Gn 45.8; cf. 42.30). Solo una vez se usa la palabra con el sentido de
«dueño» o «poseedor» (1 R 16.24).
<AdoÆn a menudo se usa como un título de respeto. En algunos casos, la persona así
destacada ocupa de veras una posición de autoridad. En Gn 18.12 (primer caso),
Sara llama a Abraham su «señor». Por otro lado, el término se usa como un título
honorífico para indicar sumisión a la persona interpelada de parte del locutor.
Jacob instruye a sus esclavos cómo deben dirigirse a «mi señor Esaú» (Gn 32.18);
o sea que Jacob llama «señor» a su hermano. En estos casos cuando se llama a una
persona «señor» es como llamarle «usted».
Cuando se relaciona con Dios, 'adoÆn se usa con varias acepciones. Indica su posición (es amo) sobre su pueblo; tiene
autoridad para recompensar a quienes le son obedientes y castigar a quienes le
desobedecen: «Efraín ha provocado a Dios con amarguras; por tanto, hará recaer
sobre él la sangre que ha derramado, y su Señor le pagará su oprobio» (Os
12.14). En tales contextos se concibe a Dios como un ser que es Rey soberano y
todopoderoso amo. El vocablo a menudo se usa como título de respeto, una manera
directa de dirigirse a Dios como parte de una relación de señor-vasallo o
amo-siervo (Sal 8.1). En algunos casos el vocablo parece ser un título que
sugiere la relacioón de Dios con Israel y la posición que ocupa sobre él: «Tres
veces al año se presentarán todos tus hombres delante de Jehová el Señor» (Éx
23.17). En estos casos 'adoÆn es un
nombre formal de la divinidad y su transliteración debe hacerse como es debido a
fin de mantener el debido énfasis. En la modalidad de <adonay, el vocablo significa claramente «Señor» por
excelencia o «Señor de todos», así como es a veces en la forma de 'adoÆn (cf. Dt 10.17, donde se dice que Dios «es Dios de dioses y Señor de señores»;
Jos 3.11, en el cual lleva el apelativo de «Señor de toda la tierra»).
La palabra <adonay se encuentra en Gn 15.2: «Y respondió Abram:
Señor Jehová ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo … ?». El término
aparece a menudo en los Salmos (68.17; 86.3) y en Isaías (29.13; 40.10).
yehwah (hw:hyÒ), «Señor». El Tetragrámaton YHWH aparece sin vocales y por eso se
debate su pronunciación exacta (Jehová, Yehovah, Jahweh, Yaweh, en castellano
Yahveh). El texto hebraico introduce las vocales de <adonay, y los estudiosos judíos lo pronuncian <Adonay cada vez que encuentran el
tetragrámaton. Este uso de la palabra se encuentra 6,828 veces, en todos los
períodos del hebreo bíblico.
El nombre divino se encuentra
únicamente en la Biblia y se debate su significado exacto. Dios lo escogió como
su nombre personal a través del cual se relacionaba específicamente con su
pueblo escogido (del pacto). Se encuentra por primera vez en Gn 2.4: «Estos son
los orígenes de los cielos y de la tierra, cuando fueron creados, el día que
Jehová Dios hizo la tierra y los cielos». Tal parece que Adán conocía a Dios por
su nombre personal (o del pacto) desde el principio, puesto que Set puso a su
hijo el nombre de Enós (es a saber, un ser débil y dependiente) y empezó (junto
con otras personas piadosas) a «invocar [cultuar] el nombre de Jehová [YHWH]»
(Gn 4.26). Con el pacto el nombre adquirió una expresión y aplicación más
completa cuando Dios se reveló a Abraham (Gn 12.8), prometiéndole redención, es
decir, identidad como nación. Esta promesa se hizo realidad a través de Moisés,
a quien Dios explicó que Él no era únicamente «el Dios que existe», sino también
«el Dios que cumple su voluntad»: «Así dirás a los hijos de Israel: El Señor [YHWH],
el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, y con él se
hará memoria de mí de generación en generación. Ve y reúne a los ancianos de
Israel, y diles: El Señor [YHWH], el
Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me ha
aparecido, diciendo: Ciertamente os he visitado y he visto lo que se os ha hecho
en Egipto. Y he dicho: Os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del
cananeo» (Éx 3.15–17 lba). En esta ocasión, Dios explica el significado del
nombre, «Yo soy el que soy [o «seré»]» (Éx 3.14). Habló a los patriarcas en
calidad de YHWH, prometiéndoles
liberación. Sin embargo, todavía desconocían la plenitud del significado y de la
experiencia del nombre (Éx 6.2–8).
Seol
she<oÆl (l/av]), «Seol». Los 65 casos de este vocablo
están distribuidos en todos los períodos del hebreo bíblico.
Primero, el vocablo se refiere a un
estado de muerte: «Porque en la muerte no hay memoria de ti; en el Seol, ¿quién
te alabará?» (Sal 6.5; cf. 18.5). Es el lugar de descanso final de todos los
seres humanos: «Pasan sus días en prosperidad, y en paz descienden al Seol» (Job
21.13). Ana confesó que es el Dios omnipotente que traduce a las personas al she<oÆl (muerte); los mata (1
S 2.6). «Sheol» se usa paralelamente con los términos hebreos «abismo» o
«infierno» (Job 26.6), «corrupción» o «putrefacción» (Sal 16.10) y «destrucción»
(Pr 15.11).
Segundo, «Sheol» indica un lugar de
existencia consciente después de la muerte. La primera vez que se usa el término
Jacob dice: «¡Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol!» (Gn 37.35). Todos
los seres humanos van después de la muerte a un lugar «Seol» en el que estarán
conscientes (Sal 16.10). Es allí donde los malvados reciben el castigo (Nm
16.30; Dt 32.22; Sal 9.17). En el «Sheol» serán avergonzados y silenciados (Sal
31.17). Jesús menciona un pasaje en Isaías (14.13–15) que habla de she<oÆl al pronunciar juicio
contra Capernaum (Mt 11.23); traduce a «Sheol» como «Hades» o «Infierno»,
refiriéndose al lugar de existencia consciente y de juicio. Es un lugar
indeseable para los malvados (Job 24.19) y un refugio para los justos (Job
14.13). Por tanto, «Seol» es también un lugar de recompensa para los justos (Os
13.14; cf. 1 Co 15.55). La enseñanza de Jesús (Lc 16.19–31) parece reflejar
exactamente el concepto veterotestamentario de she<oÆl;
es un lugar en el que hay existencia consciente después de la muerte; a un lado
están los muertos injustos con su sufrimiento y al otro lado de un abismo moran
los muertos justos que gozan de su recompensa.
Sepultar, Enterrar
Verbo
qabar (rb'q;), «sepultar, enterrar». Este verbo se
encuentra en la mayoría de las lenguas semíticas, incluyendo ugarítico, acádico,
arábigo, arameo, fenicio, así como en el arameo posbíblico. En el hebreo bíblico
hay unos 130 casos del vocablo en todos los períodos.
Esta raíz se usa casi exclusivamente en
relación con seres humanos. (La única excepción es Jer 22.19; véase a
continuación). Por lo general, este verbo representa el acto de colocar un
cadáver en una sepultura o tumba. Este es el significado la primera vez que
encontramos qabar: «Y tú vendrás a tus
padres en paz y serás sepultado en buena vejez» (Gn 15.15). Un entierro digno
era señal de bondad especial y de bendición divina. Como tal, era la obligación
de los sobrevivientes responsables. Abraham compró la cueva de Macpela para
enterrar a sus muertos. David agradeció a los hombres de Jabes de Galaad por la
forma atrevida en que rescataron los cuerpos de Saúl y de Jonatán (1 S
31.11–13), y por proporcionarles una digna «sepultura». Les dijo: «Benditos
seáis vosotros de Jehovah, que habéis hecho esta misericordia con vuestro señor,
con Saúl, dándole sepultura» (2 S 2.5). Más tarde, David tomó los huesos de Saúl
y de Jonatán y los sepultó en la tumba de la familia (2 S 21.14); aquí el verbo
significa tanto «enterrar» como «volver a enterrar». Una sepultura digna no era
una simple consideración, sino una necesidad. Para que la tierra se mantuviera
pura delante de Dios, los cuerpos tenían que sepultarse antes del anochecer: «Su
cuerpo no colgará del árbol toda la noche, sino que ciertamente lo enterrarás el
mismo día (pues el colgado es maldito de Dios), para que no contamines la tierra
que el Señor tu Dios te da en heredad» (Dt 21.23 lba). O sea que, si no se
enterraba el cuerpo, la bendición de Dios era quitada.
No ser enterrado era señal de
desaprobación divina sobre los sobrevivientes y la nación. Ahías el profeta dijo
a Jeroboam: «Todo Israel hará duelo por él [el hijo de Jeroboam] y le sepultará;
pues este es el único de los de Jeroboam que será sepultado, porque de la casa
de Jeroboam solo en él se ha hallado algo bueno delante de Jehová Dios de
Israel» (1 R 14.13 rva); y el resto de la familia sería comida por los perros y
las aves de rapiña (v. 11; cf. Jer 8.2). Jeremías profetizó que Joacim «será
enterrado con un entierro de asno, arrastrado y echado más allá de las puertas
de Jerusalén» (Jer 22.19 rva). En general, los cuerpos se «sepultaban» en cuevas
(Gn 25.9) y sepulcros, sepulturas o tumbas (Gn 50.5; Jue 8.32). En algunos
casos, qabar se usa de manera elíptica
para referirse a todo el proceso de muerte. En Job 27.15 (lba) leemos: «Sus
sobrevivientes serán sepultados a causa de la plaga [en muerte] y sus viudas no
podrán llorar».
Nombre
qeber (rb,q,), «tumba; sepulcro». Qeber aparece 67 veces y, la primera vez
que aparece (Gn 23.4), el término se refiere a una tumba o sepultura. En Jer
5.16, el vocablo tiene el significado de «sepulcro» y, en Sal 88.11, qeber se refiere al «sepulcro» en el
sentido del infierno. En Jue 8.32, el vocablo significa un «sepulcro familiar»;
Jer 26.23 usa el témino indicando «lugar de sepultura» y más concretamente, una
fosa abierta.
Ser
hayah (hy:h;), «ser, acontecer, llegar a ser». Este
verbo solo se encuentra en hebreo y arameo. Se constatan unos 3,560 casos del
término en el Antiguo Testamento,tanto en hebreo como en arameo.
A menudo el verbo indica más que
existencia o identidad (esto se puede hacer aun sin el verbo). Más bien,
enfatiza de manera muy particular la existencia (ser) o la presencia de una
persona u objeto. Sin embargo, en las versiones en castellano se suele usar
simplemente el término «acontecer».
El verbo puede usarse para resaltar la
presencia de una persona (p. ej. el Espíritu divino Jue 3.10), una emoción (p.
ej. temor, Gn 9.2) o una situación (p. ej. maldad, Am 3.6). El verbo destaca la
presencia (u ausencia) de cada uno de estos casos o sea que es determinante.
Por otro lado, hay algunos casos en que hayah sí quiere decir sencillamente
«acontecer, ocurrir». Solo se enfatiza el acontecimiento, como se puede observar
en la siguiente declaración inmediatamente después del primer día de la
creación: «Y fue así» (Gn 1.7). Con este mismo sentido, hayah se traduce con frecuencia
«aconteció».
Las diversas partículas que pueden
acompañar al verbo matizan su significado. Por ejemplo, en pasajes que expresan
maldición o bendición, el verbo no solo se usa para especificar el objeto de la
acción, sino también las fuerzas dinámicas que están por detrás y por dentro de
la acción. Gn 12.2, para citar un ejemplo, se narra que Dios dijo a Abram: «Te
bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás [hayah]
bendición». Abram ya había sido bendecido, así que la declaración divina le
otorga una bendición futura. Cuando hayah se usa en citas como estas indica que el cumplimiento está asegurado por el
poder y autoridad de quien promete. Abram será bendecido porque así lo ha
establecido Dios.
En otro grupo de pasajes, hayah constituye intención en vez de
cumplimiento. O sea, la bendición se hace promesa y la maldición amenaza (cf. Gn
15.5).
Finalmente, en un uso aun menos marcado
de hayah, la bendición o la maldición
indican apenas un querer o desear (cf. Sal 129.6). Con todo, el verbo sigue
siendo un tanto dinámico, puesto que reconoce la presencia de Dios, la fidelidad
del ser humano (o su rebeldía) y la intención de Dios de lograr lo que se ha
propuesto.
En relatos de milagros, hayah con frecuencia aparece en el
clímax de la historia para confirmar la veracidad del acontecimiento. La mujer
de Lot miró hacia atrás y «se convirtió» [hayah]
en estatua de sal (Gn 19.26); el uso de hayah confirma que el hecho en realidad aconteció. Este es también el énfasis del
verbo en Gn 1.3, en donde Dios dice: «Sea la luz». Dios cumplió con su palabra en que «fue la luz».
Los profetas usan hayah para proyectar hacia el futuro las
intervenciones divinas. Lo emplean no tanto para enfatizar las circunstancias y
los hechos anunciados que en verdad ocurrieron, sino más bien para indicar la
fuerza divina subyacente que hace posible que ello acontezca (cf. Is 2.2).
En pasajes jurídicos que describen la
relación divina con el pueblo del pacto se usa hayah para establecer el deseo y la intención de Dios (cf. Éx 12.6).
Los pactos entre dos personas casi siempre incluyen hayah en sus fórmulas legales (Dt 26.17–18; Jer 7.23).
Uno de los usos más discutidos de hayah aparece en Éx 3.14, donde Dios
comunica su nombre a Moisés. Dice: «Yo soy [hayah]
el que soy [hayah]». Puesto que el
nombre divino Jehovã o Yahvé era bien conocido mucho antes (cf.
Gn 4.1); esta revelación quiere, quizás destacar que el Dios que establece el
pacto es el mismo que lo cumple. Por tanto, Éx 3.14 es más que una simple
afirmación de identidad: «Yo soy el que soy»; es una declaración del control
divino sobre todas las cosas (cf. Os 1.9).
Signo
<oÆt (t/a), «signo; marca; señal». Hay cognados de
este vocablo en arameo y arábigo. Aparece 78 veces en todos los períodos del
hebreo bíblico.
El término indica alguna marca que
caracteriza una persona o a un grupo. Este es el énfasis en Gn 4.15: «Y el Señor
marcó a Caín, para que, si alguien tropezaba con él, no lo matara» (nbe). En Éx
8.23 Dios promete hacer una «redención entre mi pueblo y el tuyo. Mañana será
esta señal» (cf. Éx 12.13). En Nm 2.2 se usa <oÆt para indicar un estandarte militar, mientras que en Job 21.29 se aplica el
término a las banderas que identifican a tribus nómadas. Rahab solicitó de sus
huéspedes israelitas una «señal segura» (rva; «promesa» lba) y ellos estipularon
la cuerda escarlata con la cual ella les bajó por su ventana, ayudándoles a
escapar de Jericó (Jos 2.12, 18).
El vocablo significa el «signo» que
recuerda un compromiso. Este es su significado en Gn 9.12: «Esta es la señal del
pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente» (cf. vv. 4–15).
La idea de un memorial se enfatiza en
Éx 13.9: «Esto ha de ser para ti como una señal sobre tu mano y como un memorial
entre tus ojos, para que la ley de Jehovah esté en tu boca» (rva).
<Oït también indica una «señal» («signo») que apunta a una verdad que tiene un
cumplimiento futuro: «Ciertamente yo estaré contigo. Esto te servirá como señal
de que yo te he enviado: Cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a
Dios en este monte» (Éx 3.12 rva).
En pasajes como Éx 4.8 oÆt se refiere a una «señal» milagrosa:
«Si aconteciere, que no te creyeren, ni obedecieren a la voz de la primera
señal, creerán a la voz de la postrera». Los «signos» ponen el sello de
autenticidad sobre el mensaje profético, aunque no son la prueba máxima ni
definitiva de su autoridad; sus palabras deben concordar con la revelación
pasada (cf. Dt 13.1–5).
Varios pasajes usan oÆt en el sentido de portentos o
indicaciones acerca de hechos futuros: «Mas si nos dijeren así: Subid a
nosotros, entonces subiremos, porque Jehová los ha entregado en nuestra mano; y
esto nos será por señal» (1 S 14.10).
<Oït puede tambien ser una «señal de advertencia»: «En lo que respecta a los
incensarios de estos que pecaron a costa de sus vidas, de ellos se harán láminas
para cubrir el altar. Por cuanto han sido presentados delante de Jehovah, están
santificados; y servirán de advertencia a los hijos de Israel» (Nm 16.38 rva).
El primer caso de oÆt se encuentra en Gn 1.14, donde se
refiere a los astros, «signos» de las horas del día y de las estaciones.
Suerte
goÆral (lr;/G), «suerte». Este término está constatado
77 veces en todos los períodos de la lengua (si se acepta el punto de vista
tradicional sobre la formación del canon).
GoÆral indica la «suerte» que se echaba para en ciertas situaciones descubrir la
voluntad de Dios: «Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos, una
suerte por el Señor, y otra suerte para el macho cabrío expiatorio» (Lv 16.8
lba: primer ejemplo bíblico del vocablo). No se sabe exactamente cómo se echaban
«suertes».
Puesto que la tierra de Palestina se
repartió entre las tribus echando «suertes», por «lotería», estas parcelas
llegaron a denominarse «lotes»: «La parte que tocó en suerte a la tribu de los
hijos de Judá, conforme a sus familias, llegaba hasta la frontera de Edom» (Jos
15.1).
Ampliando un poco su significado, goÆral indica también la idea de
«destino»: «Al atardecer he aquí el terror repentino, y antes del amanecer ya no
existirán. Esta es la porción de los que nos despojan, el destino de los que nos
saquean» (Is 17.14 rva). Puesto que Dios es el que gobierna todas las cosas
absolutamente, se considera que el resultado de «echar suertes» está bajo el
control divino: La suerte se echa en el regazo [«sobre la mesa», nvi]; mas de
Jehová es la decisión de ella» (Pr 16.33). A esto se debe la convicción de que
nuestra «suerte» está en manos de la providencia (el control divino de la
historia).
T
Tabernáculo
Nombre
mishkan (÷K;v]mi), «morada; tabernáculo; santuario». El
vocablo se encuentra 139 veces y la primera vez que aparece tiene que ver con el
«tabernáculo»: «Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo,
y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis» (Éx 25.9). Mishkan se encuentra principalmente en
Éxodo y Números, y siempre se refiere al santuario. Con este significado es
sinónimo de la frase «tienda de reunión» (bj, lba; «tienda del encuentro» nbe).
En total, 100 de los 139 casos de mishkan en todo el Antiguo Testamento significan «morada». Dios habitó en medio de su
pueblo en el desierto y su presencia se manifestó simbólicamente en el
tabernáculo de reunión. El vocablo mishkan realza en forma representativa la presencia de Dios: «Y pondré mi morada en
medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y yo seré
vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo. Yo Jehová vuestro Dios, que os saqué
de la tierra de Egipto, para que no fueseis sus siervos, y rompí las coyundas de
vuestro yugo, y os he hecho andar con el rostro erguido» (Lv 26.11–13). De aquí
que el pecado entre los israelitas profanaba la «morada» de Dios (Lv 15.31; cf.
Nm 19.13).
Mientras que el «tabernáculo» era
portátil, el templo se construyó con el culto religioso como su principal
objetivo: «No he habitado en casas desde el día en que saqué a los hijos de
Israel de Egipto hasta hoy, sino que he andado en tienda y en tabernáculo» (2 S
7.6). Salomón construyó el templo y la estructura se conocía como la «casa», el
templo, en lugar de la «morada» (mishkan).
En la literatura tardía mishkan se
convertiría en un sinónimo poético de «templo»: «No daré sueño a mis ojos, ni a
mis párpados adormecimiento, hasta que halle lugar para Jehová, morada para el
Fuerte de Jacob» (Sal 132.4–5). El significado de mishkan también se ampliaría para incluir toda el área circundante al
templo, abarcando aun la ciudad de Jerusalén: «Hay un río cuyas corrientes
alegran la ciudad de Dios, el santuario, morada del Altísimo» (Sal 46.4 rva);
«Ama Jehová las puertas de Sion más que todas las moradas de Jacob» (Sal 87.2).
La profanación de la ciudad y del área
del templo fue causa suficiente para que Dios abandonara el templo (Ez 10),
permitiendo que los brutales babilónicos destruyeran su «morada»: «Han puesto a
fuego tu santuario, han profanado el tabernáculo [«morada» lba; «residencia»
nvi] de tu nombre, echándolo a tierra» (Sal 74.7). En su divina providencia,
Dios se proponía restaurar a su pueblo y al templo como señal de su presencia
continua: «Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y
ellos me serán por pueblo. Y sabrán las naciones que yo Jehová santifico a
Israel, estando mi santuario entre ellos para siempre» (Ez 37.27–28).
Posteriormente, Juan declarará que Jesucristo fue el tabernáculo» de Dios: «Y
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria
como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad» (Jn 1.14); Jesús
mismo haría referencia a sí mismo como el «templo»: «Mas Él hablaba del templo
de su cuerpo» (Jn 2.21).
En términos seculares, mishkan indica la «morada» de alguna
persona (Nm 26.24), de Israel (Nm 24.5) y de extranjeros (Hab 1.6).
En la Septuaginta la traducción usual
de mishkan es skene («morada; enramada»), que también traduce el término <ohel, «tienda». Algunos sugieren que la
pronunciación semejante entre mishkan (hebreo) y skene (griego) ha influido en
la traducción. Otro término griego que se usa es skenoma («tienda; morada; habitación»).
Verbo
shakan (÷k'v;), «morar, habitar». Este verbo, que
aparece unas 129 veces en hebreo bíblico, se halla también en otras lenguas
semíticas. En acádico, sakanu, «poner,
colocar, establecer, situarse», tiene muchas formas, tal como el nombre maskana, «morada». Un caso del verbo
hebreo se encuentra en Sal 37.27: «Apártate del mal y haz el bien, y vivirás
[«tendrás morada» lba] para siempre».
Temer
Verbo
yare< (areiy:), «temer, temor reverente, temor». Este
verbo se encuentra en ugarítico y hebreo (bíblico y posbíblico). Hay alrededor
de 330 casos durante todos los períodos del Antiguo Testamento.
Básicamente, el verbo connota la
reacción sicológica que llamamos «temor». Yare< puede indicar temor de algo o de alguien. Jacob oró: «Líbrame ahora de la mano
de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso, y me hiera la
madre con los hijos» (Gn 32.11).
Cuando se usa con relación a una
persona de alto rango, yare< connota
«temor reverente». Es más que simple temor; es la actitud con que una persona
reconoce el poder y la condición de la persona a la que se reverencia y se le
rinde el debido respeto. Con este significado, la palabra puede implicar
sumisión en una debida relación ética con Dios. El ángel del Señor dijo a
Abraham: «Ya conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste tu hijo, tu
único» (Gn 22.12). El verbo puede usarse absolutamente con el fin de hacer
referencia a los atributos celestiales y santos de alguna persona u objeto:
«¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del
cielo» (Gn 28.17). El pueblo que se liberó de Egipto vio el gran poder de Dios,
«temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo» (Éx 14.31).
Encontramos aquí más que un temor sicológico. El pueblo demostró además la
debida «reverencia» hacia Dios, con temor hacia Él y su siervo, como lo
demuestra el cántico que entonaron (Éx 15). Después de experimentar los truenos
y relámpagos, el sonido de la trompeta y un monte humeante, los israelitas se
«atemorizaron» y retrocedieron; entonces Moisés les dijo que no tuvieran temor:
«No temáis, porque Dios ha venido para probaros, a fin de que su temor esté
delante de vosotros para que no pequéis» (Éx 20.20 rva). En este pasaje, yare< quiere decir «temor» o «pavor» del
Señor. Este mismo sentido se encuentra en los pasajes en que Dios dice «no
temáis» (Gn 15.1).
Yare< puede usarse absolutamente (sin complemento directo), con el significado de
«sentir temor». Adán dijo a Dios: «Tuve miedo, porque estaba desnudo» (Gn 3.10:
primer caso del vocablo). También se puede sentir «temor» de alguna situación,
como cuando Lot «tuvo miedo de quedarse en Zoar» (Gn 19.30).
Nombre
moÆra< (ar;/m), «temor». El nombre moÆra<, que se encuentra 12 veces, se
usa exclusivamente para denotar el «temor» a un ser supremo. Por lo general, se
emplea para describir la reacción que las grandes obras y actos de destrucción
de Dios causan en los seres humanos (Dt 4.24). Por tanto, el término indica un
«temor» muy marcado o «terror». Cuando se encuentra en singular, el vocablo
enfatiza sobre todo las acciones de Dios. También moÆra< puede sugerir una reacción de animales frente a hombres (Gn
9.2) y de las naciones ante las conquistas de Israel (Dt 11.25).
yir<ah (ha;r]]yI), «temor; reverencia». El nombre yir<ah se encuentra 45 veces en el
Antiguo Testamento. Puede significar «temor» a los hombres (Dt 2.25), alguna
cosa (Is 7.25), situaciones (Jn 1.10) y Dios (Jn 1.12); también puede significar
«reverencia» hacia Dios (Gn 20.11).
Templo
heÆkal (lk;yje), «palacio; templo». Esta palabra se
deriva indirectamente del término sumerio égal,
«casa grande, palacio», y de manera más directa al acádico ekallu, «casa grande». La influencia del ekallu acádico se esparció entre el
grupo noroeste de las lenguas semíticas. En hebreo posbíblico el significado
quedó limitado a «templo». El Hekhal Shlomo («Templo de Salomón») en el
Jerusalén moderno, a falta del verdadero templo, se refiere a la sede del
rabinato supremo de Israel. El vocablo se encuentra 78 veces desde 1 S hasta Mal
y con mayor frecuencia en Ez. La primera vez que se usa tiene que ver con el
tabernáculo en Silo (1 S 1.9).
La palabra «palacio» en las versiones
en castellano se traduce quizás de tres palabras hebreas: heÆkal, bayit, o <armoÆn. También se
encuentra en hebreo bíblico la acepción «palacio» del término sumero-acádico heÆkal. Los 15 casos tienen que ver con
los «palacios» de Acab (1 R 21.1), del rey de Babilonia (2 R 20.18) y de Nínive
(Nah 2.6). Los «palacios» estaban lujosamente adornados y los que en ellos
habitaban disfrutaban de cuanto placer se les antojara; cf.: «En sus palacios
aullarán las hienas, y los chacales en las lujosas mansiones. Su tiempo está
cercano para llegar, y sus días no se prolongarán» (Is 13.22 rva). El salmista
compara las jóvenes bellas con las hermosas columnas de un suntuoso «templo»:
«Sean nuestros como plantas crecidas en su juventud, nuestras hijas como
esquinas labradas como las de un palacio» (Sal 144.12). Amós profetiza que «los
cantos del palacio» (Am 8.3 lba; «cantores del templo rvr») se convertirían en
gemidos ante la destrucción del reino del norte.
Por lo general, se puede distinguir la
acepción «templo» al hallarse uno de dos indicadores a continuación de heÆkal. La frase «de Jehová» después del
término es el primer indicador. «Y cuando los albañiles del templo de Jehová
echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con
trompetas, y a levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová,
según ordenanza de David rey de Israel» (Esd 3.10). El segundo indicador es una
forma del vocablo qodesh, «santo»: «Oh
Dios, vinieron las naciones a tu heredad; han profanado tu santo templo;
redujeron a Jerusalén a escombros» (Sal 79.1). En ciertos casos el artículo
definido basta para señalar el «templo de Jerusalén»: «En el año que murió el
rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas
llenaban el templo» (Is 6.1). Es este el caso particular cuando se trata de un
pasaje sobre el «templo» (Ez 41).
El Antiguo Testamento habla también del heÆkal celestial, el heÆkal de Dios. Es difícil saber si se
refiere a «palacio» o «templo». La mayoría de las versiones optan por la idea
del «templo»: «Oíd, pueblos todos; está atenta, tierra, y cuanto hay en ti; y
Jehová el Señor, el Señor desde su santo templo, sea testigo contra vosotros»
(Miq 1.2; cf. Sal 5.7; 11.4; Hab 2.20). «En mi angustia invoqué a Jehová, y
clamé a mi Dios; Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó a sus oídos»
(2 S 22.7). Con todo, puesto que las Escrituras describen al trono real de
juicio en el cielo, no es del todo imposible que los autores originales tuvieron
en mente un «palacio» real. Las imágenes de «palacio» y de juicio parecieran
estar como antecedente del Sal 11.4–5. «Jehová está en su santo templo; Jehová
tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de
los hombres. Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su
alma los aborrece».
La Septuaginta usa los términos naos («templo») y oikos («casa; palacio; morada;
familia»).
Testigo, Testimonio
Nombre
>ed (d[e), «testigo». Los 69 casos de esta palabra
están esparcidos a lo largo de los varios géneros y períodos de la literatura,
aun cuando no se encuentra en los escritos históricos fuera del Pentateuco.
El término se relaciona con el campo
legal o jurídico. Primero, en el campo de asuntos civiles el vocablo puede
referirse a alguien que está presente durante un trámite legal y que puede
atestiguar al respecto en caso de necesidad. Por lo general, se trataba de
escribanos o notarios; por ejemplo, para constatar un acuerdo verbal sobre
traspaso de propiedad: «Y la costumbre en tiempos pasados en Israel tocante a la redención y el intercambio de tierras para confirmar cualquier
asunto … Entonces Booz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: Vosotros sois
testigos hoy de que he comprado de la mano de Noemí todo lo que pertenecía a
Elimelec y todo lo que pertenecía a Quelión y a Mahlón» (Rt 4.7, 9 lba). Más
adelante los «testigos» no solo testificaban en cuanto a la transacción y lo
confirmaban oralmente, sino firmaban un documento o escritura legal. Es así como
el término adquiere un matiz adicional que indica tanto la capacidad como la
disponibilidad del «testigo», lo cual les permite avalar con su firma: «Entregué
el documento de la compra a Baruc hijo de Nerías … en presencia de Hanameel,
hijo de mi tío, en presencia de los testigos que habían firmado el documento de
la compra» (Jer 32.12 rva). Un objeto o un animal podían testificar de la
veracidad de una acción o de un acuerdo. Su existencia o aceptación por las
partes involucradas servía como «testigo» (así como en el caso de los animales
que se entregaron a Abimelec en Gn 21.30): «Ven, pues, ahora, y hagamos pacto tú
y yo, y sea por testimonio entre nosotros dos [que atestigüe sobre nuestra mutua
relación]» (Gn 31.44: primer pasaje con el término). Jacob entonces levantó un
majano o montículo de piedras como «testimonio» adicional (Gn 31.48) y apela a
Dios como «testigo» y juez si el pacto no se cumple.
En el derecho penal mosaico el acusado
tiene la facultad de carearse con su acusador y de aportar evidencia en cuanto a
su inocencia. En el caso de una mujer recién casada acusada por su marido de
adulterio, el testimonio de este es suficiente para comprobar la culpabilidad a
menos que los padres de la mujer tengan, antes del matrimonio, claras evidencias
de su virginidad (Dt 22.14ss). Por lo general, confrontaban al acusado con
alguien que presenció o escuchó su culpabilidad: «Si alguno pecare por haber
sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o supo, y no lo denunciare,
él llevará su pecado» (Lv 5.1). Quien miente en un tribunal de justicia incurre
en severas penalidades. El noveno mandamiento puede tener como referencia
inmediata un contexto concreto como este (Éx 20.16). De ser así, sirve para
sancionar procedimientos jurídicos concretos, salvaguardar a las personas de
acusaciones y condenas secretas y asegurarles su derecho y privilegio de
autodefensa. En el intercambio entre Jacob y Labán antes mencionado, el primero
también llama a Dios como «testigo» (Gn 31.50), entre ellos, aquel que vigilará
las violaciones y, que al mismo tiempo por ser Dios, es Juez. Aunque en la
mayoría de los casos los tribunales procuraban separar las funciones de juez y
«testigos», estos últimos sí tomaban parte en ejecutar las penas contra los
culpables (Dt 17.7), tal como lo hace Dios.
>eduÆt (tWd[e), «testimonio; ordenanza». Los 83 casos de
esta palabra se encuentran a través de todos los tipos de literatura bíblica y
en todos los períodos (desde la Ley sinaítica en adelante).
El vocablo se refiere a los Diez
Mandamientos como mandato o deber de origen divino. En particular se refiere a
los mandamientos escritos sobre tablas de piedra que perduran como memoria y
«testimonio» de la relación de Israel con Dios y su consiguiente
responsabilidad: «Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte
Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios»
(Éx 31.18). En otros pasajes, estas tablas se indican solamente como «el
testimonio» (Éx 25.16). Debido a que se guardaban en el arca, esta se llegó a
conocer como el «arca del testimonio» (Éx 25.22) o simplemente «el testimonio»:
«Y Aarón lo puso delante del Testimonio para guardarlo, como Jehová lo mandó a
Moisés» (Éx 16.34: primera mención del vocablo en la Biblia). A veces, al
tabernáculo, donde se guardaba el arca con las tablas de la Ley, se le
denominaba «tabernáculo del testimonio» (Éx 38.21) o la «tienda del testimonio»
(Nm 9.15).
El término a veces se refiere a toda la
Ley de Dios: «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma: El testimonio
de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo» (Sal 19.7). En este caso, >eduÆt es un paralelismo sinónimo de
«ley», por lo que «testimonio» llega a ser paralelo al concepto más amplio de
«ley». Las leyes especiales o particulares a veces se denominan «testimonios»:
«Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando
sus estatutos y mandamientos» (1 R 2.3). En Sal 122.4, los peregrinajes festivos
anuales se llaman «el testimonio dado a Israel».
Verbo
>uÆd (dW[), «aceptar como testigo, testificar,
repetir, amonestar, advertir, prometer protección, aliviar o mitigar». El verbo,
que aparece 42 veces en la Biblia hebrea, tiene cognados en ugarítico (tal vez),
arábigo, arameo, siríaco, fenicio y etiópico.
En 1 R 21.10, >uÆd quiere decir «testificar»: «Y poned a dos hombres perversos
delante de él, que atestigüen contra él». En Jer 6.10, el vocablo significa
«amonestar»: «¿A quién hablaré y amonestaré, para que oigan?».
Tiempo
Nombre
>et (t[e), «tiempo; período; tiempo determinado,
propicio o apropiado; estación». El vocablo también se encuentra en fenicio,
hebreo posbíblico, arábigo (los mismos radicales constituyen un verbo cuyo
significado es «aparecer») y acádico (cuyos radicales conforman un adverbio que
significa «el tiempo en que»). >Et aparece unas 290 veces en todos los períodos de la Biblia.
Básicamente el nombre connota el
«tiempo», como oportunidad o estación. Primero, el término significa un tiempo o
período designado, fijo o determinado. Esto es lo que los astrólogos decían
poder discernir: «Entonces el rey … preguntó a los sabios conocedores de los
tiempos» (Est 1.13 rva). Sin embargo, solo Dios conoce y revela estos «tiempos
determinados»: «En el tiempo de su castigo tropezarán, ha dicho Jehová» (Jer
8.12 rva).
El nombre se usa además para indicar el
concepto de un tiempo «propicio o apropiado». Este matiz se aplica al «tiempo»
que Dios designó para que muramos: «No hagas mucho mal, ni seas insensato. ¿Por
qué habrás de morir antes de tu tiempo?» (Ec 7.17). Se usa respecto al «tiempo
apropiado o adecuado» para alguna acción en la vida: «Todo lo hizo hermoso en su
tiempo» (Ec 3.11; cf. Sal 104.27). Por último, >et señala el «tiempo determinado» para el juicio divino: «Señor, ya es tiempo de
que actúes, pues tu ley está siendo quebrantada» (Sal 119.126 nvi).
Un tercer uso connota «estación», un
período fijo como la primavera: «Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según
el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo» (Gn 18.10). De
manera similar se usa el término en relación a la «estación» lluviosa (Esd
10.13), el «tiempo» de la siega (Jer 50.16), la «temporada» en que las aves
emigran (Jer 8.7) y el «período» de apareamiento de los animales (Gn 31.10).
El nombre también se aplica a otras
«extensiones de tiempo». La primera vez que se encuentra en la Biblia, por
ejemplo, >et indica el «tiempo» (u hora
del día) de la puesta del sol: «La paloma volvió a él a la hora (o tiempo) de la
tarde» (Gn 8.11). Se usa el vocablo para indicar ocasiones especiales como el
alumbramiento de un niño (Miq 5.3) o para señalar períodos en que ciertas
condiciones persisten (Éx 18.22; Dn 12.11).
Verbo
>anah significa «ejercitarse, preocuparse». Puede que el nombre >et se derive de este verbo que solo
aparece 3 veces en la literatura poética bíblica (cf. Ec 1.13). También, puede
tener relación con una raíz arábiga que significa «estar inquieto o perturbado»,
o bien con una raíz etiópica y también del temprano arábigo meridional que
significa «preocuparse o inquietarse». En hebreo tardío el término significa
«estar preocupado».
Tienda
<ohel (lh,ao), «tienda; hogar; morada; habitación». Hay
cognados de este vocablo en ugarítico, fenicio y arábigo. Se halla unas 343
veces en todos los períodos del hebreo bíblico.
Primero, el término se refiere a la
estructura portátil que llamamos «tienda». Este es su significado en Gn 4.20:
«Ada dio a luz a Jabal, el cual fue padre de los que habitan en tiendas y crían
ganados». En su carácter de nómadas, los beduinos generalmente moran en
«tiendas». Las «tiendas» también pueden usarse para resguardar a los animales:
«Asimismo, atacaron las cabañas de los que tenían ganado, y se llevaron muchas
ovejas y camellos» (2 Cr 14.15). Durante sus campañas militares los soldados
vivían en «tiendas» (1 S 17.54). Una «tienda» se armó en la azotea de una casa
para que todos vieran cuando Absalón «se llegó» a las concubinas de su padre (2
S 16.22). Esta acción constituyó un rechazo abierto al dominio de David y una
declaración de que él (Absalón) estaba tomando el trono.
Segundo, el vocablo es un sinónimo de
«hogar, morada» y de «habitación». Este énfasis es muy marcado en Jue 19.9
(rva): «He aquí que el día se acaba, y está anocheciendo. Por favor, pasad aquí
la noche, porque el día ya ha declinado. Pasa aquí la noche y alégrese tu
corazón. Mañana os levantaréis temprano para vuestro viaje, y te irás a tu
morada». Este significado está presente en la frase «cada uno a su tienda»: «No
tenemos nosotros parte en David, ni heredad con el hijo de Isaí.¡Cada uno a su
tienda, Israel!» (2 S 20.1; «morada» rva). El «tabernáculo» («tienda») de David
es, por tanto, su morada o palacio (Is 16.5). De manera similar, el
«tabernáculo» («tienda») de la hija de Sion es su capital, Jerusalén, la
«habitación» de Israel (Lm 2.4).
Tercero, <ohel puede referirse a los que habitan en las moradas de una región
dada o que integran un conjunto de personas. Por tanto, las «tiendas» de Judá
son sus habitantes: «Y librará Jehová las tiendas de Judá primero, para que la
gloria de la casa de David y del habitante de Jerusalén no se engrandezca sobre
Judá» (Zac 12.7; cf. Sal 83.6).
Hoy, al igual que en el pasado, las
tiendas de los beduinos se hacen de una tela negra muy fuerte tejida con pelos
de cabra. Tienen varias formas. Las mujeres las arman extendiendo la tela sobre
palos y amarrándola con cuerdas de pelo de cabra o de cáñamo. Se usan mazos de
madera para clavar las estacas en el suelo (Jue 4.21). A veces la estructura se
divide en secciones para acomodar a diferentes familias o separar los animales
de las personas (2 Cr 14.15). La «tienda» al fondo se mantiene cerrada y los
pliegues del frente, en la unión de las dos telas, sirven de entrada (Gn 18.1).
La «tienda» y todo su mobiliario se transporta a lomo de una sola bestia. La
gente más pudiente tapiza el suelo con alfombras de diversos materiales. Un
jeque podría tener varias «tiendas» para sí mismo, para sus mujeres, su familia
más allegada y para los animales (Gn 31.33).
Antes de que se construyera el
«tabernáculo», Moisés armó una «tienda» afuera del campamento (Éx 33.7). Allí se
encontraba con Dios. Esta «tienda» fuera del campamento se mantuvo como una
institución viable por muy poco tiempo, una vez construido el tabernáculo y
hasta la partida del Sinaí (Nm 11.16ss; 12.4ss). Finalmente el arca del pacto se
trasladó al tabernáculo (Éx 40.21) donde el Señor se reunía con Moisés y hablaba
a Israel (Éx 29.42). Esta tienda se denominó tabernáculo de reunión puesto que
contenía el arca del pacto y las tablas del testimonio (Nm 9.15). En su calidad
de tienda de reunión, fue allí donde Dios se reunía con su pueblo a través de
Moisés (o el sumo sacerdote) y les revelaba su voluntad (1 S 2.22).
Tierra
<adamah (hm;d;a}), «suelo; tierra». Este nombre también
se encuentra en arábigo. Los casos en hebreo son alrededor de 224, abarcando
todos los períodos de la Biblia hebraica.
Para comenzar, este nombre se refiere a
«tierra» cultivable (quizás de color rojizo). Tiene agua y plantas: «Sino que
subía de la tierra un vapor el cual regaba toda la faz de la tierra» (Gn 2.6).
Este mismo significado se encuentra en la primera cita que contiene el término
(Gn 1.25): «Todo animal que se arrastra sobre la tierra». El vocablo se
contrasta con «erial, yermo» (suelo improductivo); es el término genérico que
indica la superficie del planeta «tierra» y que, juntos o por separado,
significa «suelo, tierra». El cuerpo del primer hombre, Adán, se formó solo de <adamah (cf. Gn 2.9): «Entonces Jehová
Dios formó al hombre del polvo de la tierra [<adamah]»
(Gn 2.7).
<Adamah puede usarse específicamente para describir una «tierra» que un grupo particular
de personas cultiva o que recibe para culivarla: «Mira desde tu morada santa,
desde el cielo, y bendice a tu pueblo Israel y la tierra que nos has dado, como
juraste a nuestros padres: una tierra que fluye leche y miel» (Dt 26.15). Una
variante adicional de este matiz tiene que ver con el propio suelo: «Te ruego,
pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas [para
erigir un altar al Señor]?» (2 R 5.17).
En Éx 3.5 <adamah se usa más en el sentido del «suelo» que pisamos, sin tener
en cuenta su productividad: «Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar
donde tú estás tierra santa es».
El matiz «propiedad» o «posesión» se
destaca con más claridad en pasajes como Zac 2.12: «Jehovah poseerá a Judá como
su heredad en la tierra santa» (rva; cf. Sal 49.11). Aunque <adamah nunca tiene una referencia
política, a veces se usa con el significado de «propiedad» o «patria» (cf. Is
14.2; 19.17; y en particular Ez 7.2). Otro ejemplo es Is 15.9 (rva): «Pero yo
aún traeré sobre Dibón otras cosas: leones contra los fugitivos de Moab, y
contra los sobrevivientes de la tierra».
En todo el Antiguo Testamento existe
una relación entre <adam («hombre») y <adamah («tierra»). Tienen una afinidad
etimológica puesto que ambos parecen derivarse del verbo <adom («ser rojo»). Mientras que Adán
obedeciera a Dios, la «tierra» rendiría su fruto. Por consiguiente, la «tierra»
pertenece a Dios y estando bajo su autoridad corresponde a los esfuerzos de su
siervo (Gn 2.6). Con el pecado se rompe la armonía entre el hombre y la
«tierra», y esta ya no responde a su cuidado. Su vida se mueve hacia adentro y
hacia la muerte en lugar de hacia arriba y hacia la vida. A medida que crece la
rebelión humana disminuye la fertilidad del «suelo» (Gn 4.12, 14; cf. 8.21). En
Abraham la redención prometida (Gn 3.15) se manifiesta mediante una debida
relación entre Dios y el hombre y entre este y la «tierra» (Gn 28.14–15). Bajo
Moisés la productividad del «suelo» dependía de la obediencia del pueblo de Dios
(cf. Dt 11.17).
<erets (År,a,), «tierra (todo el mundo); tierra firme;
suelo; entidad política; subsuelo». El término tiene cognados en ugarítico,
fenicio-púnico, moabita, acádico, arameo (donde los radicales son <rq o <r>);
y arábigo (<rd). <erets aparece en la Biblia hebrea
alrededor de 2.504 veces (22 en arameo bíblico) y en todos los períodos. Expresa
una cosmovisión que contradice los mitos antiguos así como las teorías modernas
que intentan explicar el origen del universo y de las fuerzas que los sostienen.
La palabra a menudo representa toda la
superficie de este planeta y, junto con el mundo «celestial», describe la
creación física total y cada cosa en ella. Esto es lo que significa la primera
vez que se menciona en la Biblia: «En el principio creó Dios los cielos y la
tierra» (Gn 1.1).
En primer lugar, <erets significa «tierra» la escena
temporal de la actividad, experiencia e historia humana. El mundo material
comenzó cuando Dios «hizo la tierra con su poder», la «formó» y «extendió» (Is
40.28; 42.5; 45.12, 18; Jer 27.5; 51.15). Por consiguiente, «de Jehová es la
tierra» (Sal 24.1; Dt 10.1; Éx 9.29; Neh 9.6). Ninguna parte de la «tierra» es
independiente de Él porque «los confines de la tierra son suyos», incluyendo
«los montes», «los mares», «la tierra firme», «las profundidades de la tierra»
(Sal 2.8; 95.4–5; Am 4.13; Jn 1.9).
<erets a veces significa «tierra» a diferencia de mar o agua. Este uso se encuentra,
por ejemplo, en Éx 20.11: «Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la
tierra, el mar, y todas las cosas que hay en ellos hay, y reposó en el séptimo
día». El significado más restringido aparece por primera vez en Gn 1.10, donde
«llamó Dios a lo seco Tierra». En este contexto, «tierra» incluye desiertos,
suelo de cultivo, valles y montañas, todo lo que hoy conocemos como islas y
continentes.
Dios creó la tierra para que se
habitara (Is 45.18). Puesto que «tenía autoridad sobre la tierra», por ser el
Creador, decretó: «Produzca la tierra hierba verde … según su género» (Job
34.13; Gn 1.11). La «tierra» nunca debía dejar de producir porque «mientras
exista la tierra, no cesarán la siembra y la siega, el frío y el calor, el
verano y el invierno, el día y la noche» (Gn 8.22 rva). «La tierra está llena de
los beneficios de Dios» y el género humano debía «multiplicarse y llenar la
tierra» (Sal 104.24; Gn 1.28; 9.1). Que nadie se imagine que la tierra es un
mecanismo autónomo porque «Jehová reina» y «Él está sentado sobre el círculo de
la tierra», desde donde hace «llover sobre la faz de la tierra» (Sal 97.1; Is
40.22; 1 R 17.14).
Puesto que «los ojos de Jehovah
recorren toda la tierra» (2 Cr 16.9 rva; cf. Zac 4.10), Él observa que «no hay
hombre justo en la tierra» (Ec 7.20). En un principio, Dios se propuso raer «de
sobre la faz de la tierra a los hombres» (Gn 6.5–7). Aunque su ira se aplacó y
prometió no volver «más a maldecir la tierra … ni … a destruir todo ser
viviente» (Gn 8.21), podemos estar seguros de que Él viene «a juzgar la tierra»
(Gn 7.16s; Sal 96.13). En aquel momento, a la ira del Señor «tiembla la tierra»,
la «vacía» y la «beberán todos los impíos de la tierra» (Jer 10.10; Jl 2.10; Is
24.1; Sal 75.8). Con todo, Dios brinda una alternativa para todos los que
responden a su promesa: «Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la
tierra» (Is 45.22).
Lo que el Creador formó «en el
principio» también tendrá su fin, porque Él creará «nuevos cielos y nueva
tierra» (Is 65.17; 66.22).
El vocablo hebraico <erets se encuentra también a menudo en
la frase «cielo y tierra» o «tierra y cielo». En otros términos, las Escrituras
enseñan que nuestro planeta terráqueo forma parte de una estructura global
cosmológica a la que llamamos universo. Esto no es un accidente ni el resultado
de procesos internos; los insondables confines e innumerables componentes del
universo deben su origen a Dios, «quien hizo los cielos y la tierra» (Sal 121.2;
124.8; 134.3).
Puesto que Dios es el «creador y dueño
del cielo y de la tierra», todo el universo debe retumbar con las alabanzas de
su gloria que «es sobre tierra y cielos» (Gn 14.19, 22; Sal 148.13). «Cantad
loores, oh cielos … gritad con júbilo profundidades de la tierra» (Is 44.23);
«Alégrense los cielos, y gócese la tierra» (Sal 96.11). Así rinde culto a Dios
toda la creación porque «todo lo que quiso Jehová, ha hecho; en los cielos y en
la tierra, en los mares y en todos los abismos» (Sal 135.6).
<erets no solo denota todo el planeta tierra, sino también algunas de las partes que lo
constituyen. Términos como tierra, campo, suelo, terreno y patria comunican el significado de <erets a nuestra lengua castellana. <Erets es el «suelo» que pisan los seres
humanos y animales; por ejemplo: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar … y
en todo animal que se arrastra sobre la tierra» (Gn 1.26). Sobre el <erets hay polvo (Éx 8.16) y caen la
lluvia y el rocío (Gn 2.5).
Con cierta frecuencia <erets se refiere a un territorio
nacional o bien al pueblo que lo habita (una nación o una tribu): «Ya no había
alimentos en toda la tierra; y el hambre se había agravado, por lo que
desfallecía de hambre tanto la tierra de Egipto como la tierra de Canaán» (Gn
47.13 rva). Además de Egipto, encontramos «tierra de los filisteos», «tierra de
Israel»; «tierra de Benjamín»; «tierra de su nacimiento» (Gn 47.13; Zac 2.5; 2 R
5.2, 4; Jue 21.21; Gn 11.28). Véase también Nm 32.1 (rva) : «Los hijos de Rubén
y los hijos de Gad tenían muchísimo ganado. Y al ver la tierra de Jazer y la
tierra de Galaad, el lugar les pareció apropiado para el ganado».
Se dice que Israel vive en la «tierra
de Jehová» (Os 9.3; cf. Lv 25.33ss). Cuando el pueblo llega a sus fronteras,
Moisés les recuerda que la tierra les pertenecía únicamente porque Dios expulsó
a otras naciones para «darles su tierra por heredad» (Dt 4.38). Moisés promete
que Dios haría producir la tierra, porque Él dará «la lluvia de vuestra tierra»
para que sea una «buena tierra», «tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y
granados; tierra de olivos, de aceite y de miel» y «tierra de abundancia» (Dt
11.13–15; 8.7–9; Jer 2.7).
El nombre hebreo también se puede
traducir como «suelo» (Am 3.5; Gn 24.52; Ez 43.14). Cuando Dios ejecuta su
juicio, «a los impíos humilla hasta el suelo» (Sal 147.6 rva; «polvo» nvi).
Por último, encontramos un matiz de <erets poco usado, aunque significativo,
que se refiere al «subsuelo o submundo»: «Los que buscan mi alma para destruirla
caerán en las profundidades de la tierra» (Sal 63.9 rva). A veces el término sin
calificativos se usa para hablar del «submundo»: «Descendí a la base de las
montañas. La tierra echó sus cerrojos tras de mí para siempre» (Jn 2.6 rva). Los
cognados acádicos a veces tienen el mismo significado. Algunos estudiosos
encuentran esta acepción también en Éx 15.12; Sal 71.20 y Jer 17.13.
Torre
migdal (lD;gÒmi), «torre; fortín; atalaya; púlpito». Hay
cognados de este vocablo en ugarítico, arameo, siríaco y acádico. El término se
encuentra unas 50 veces en hebreo bíblico.
Migdal significa «torre», comenzando con la primera vez que aparece en la Biblia (Gn
11.4): «Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide
llegue al cielo».
El vocablo a menudo se refiere a un
«fortín»: «Y de allí subió a Peniel, y les dijo las mismas palabras. Y los de
Peniel le respondieron como habían respondido los de Sucot. Y él habló también a
los de Peniel, diciendo: Cuando yo vuelva en paz, derribaré esta torre» (Jue
8.8–9).
A veces migdal se refiere a una «atalaya», una torre bien fortificada como
las que protegían los pórticos y las murallas de las ciudades: «Uzías también
edificó torres en Jerusalén, junto a la puerta de la Esquina, junto a la puerta
del Valle y junto al ángulo, y las fortificó» (2 Cr 26.9 rva).
En Neh 8.4 el vocablo indica un
«púlpito» o una plataforma de madera: «El escriba Esdras estaba sobre un púlpito
de madera que habían hecho para ello».
Trono
kisse< (aSeKi), «trono; asiento». Esta palabra, cuyo
significado básico es «asiento de honor», aparece en muchas lenguas semíticas
(ugarítico, fenicio, arameo, siríaco, arábigo), así como en antiguo egipcio.
Kisse< aparece 130 veces en el Antiguo Testamento hebraico y, como era de esperarse, es
más frecuente en los libros históricos que en los proféticos. Pocas veces se
halla en el Pentateuco. El primer caso de kisse' es en Gn 41.40: «Tú estarás
sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el
trono seré yo mayor que tú». En hebreo moderno el significado básico es
«asiento» y un trono se denomina un «asiento real».
En el Antiguo Testamento kisse< quiere decir básicamente
«asiento» o «silla». Se ofrece un «asiento» a visitantes (1 R 2.19), a huéspedes
(2 R 4.10) y a hombres de mayor edad (1 S 1.9). Cuando un rey o los ancianos se
reunían para administrar justicia, se sentaban sobre un trono de justicia (Pr
20.8; cf. Sal 9.4). En todos estos contexto kisse< se asocia con honor. Por otro lado, como en el caso de la prostituta (Pr 9.14) o
de los soldados que ponen sus sillas (se asientan, acampan) en la entrada de una
ciudad, kisse< significa un lugar y nada
más (Jer 1.15: algunas versiones sí lo traducen «trono» o «asiento»; cf. rva,
lba, nbe).
El uso más común de kisse< es «trono» o «asiento de honor»,
que también se conoce como el «asiento real»: «Y cuando se siente sobre el trono
de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del
original que está al cuidado de los sacerdotes levitas» (Dt 17.18; cf. 1 R
1.46). Puesto que la dinastía davídica recibió la bendición de Dios, hay varias
menciones en el Antiguo Testamento al «trono de David» (2 S 3.10; Jer 22.2, 30;
36.30): «Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de
David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia
desde ahora y para siempre» (Is 9.7). Un sinónimo de «trono de David» es «trono
de Israel» (1 R 2.4; cf. 8.20, 25; 9.5; 10.9; 2 R 10.30; 15.12, etc.).
La apariencia física de un «trono»
reflejaba la gloria del rey. El «trono» de Salomón fue una obra de arte con
incrustaciones de marfil en madera enchapada de oro fino (1 R 10.18).
El vocablo kisse< también puede representar «realeza» y sucesión al trono.
David juró a Salomón que se sentaría sobre su «trono» (1 R 1.13; cf. 2 R 10.3).
Por encima de todos los reyes y
«tronos» humanos se encontraba el Dios de Israel: «¡Dios reina sobre las
naciones! ¡Dios se ha sentado sobre su santo trono!» (Sal 47.8 rva). Los
israelitas percibían a Dios como un monarca sentado sobre un gran «trono». En
presencia de Acab y de Josafat, el profeta Micaías dijo: «Oye, pues, palabra de
Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos
estaba junto a Él, a su derecha y a su izquierda» (1 R 22.19). Isaías recibió
una visión de la gloria de Dios estando en el templo (Is 6.1). La presencia del
Señor en Jerusalén también dio lugar al concepto de que Jerusalén era el trono
de Dios (Jer 3.17).
La Septuaginta traduce el término como thronos («trono; dominio; soberanía»).
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