A B C D E F G H I J L M N O P Q R S T U V
Hebreo Bíblico
Pacto, Alianza
beréÆt (tyriB]), «pacto; alianza; convenio; acuerdo;
confederación». Lo más probable es que este nombre se derive de la raíz acádica
que significa «encadenar, poner grillos»; tiene paralelos en hitita, egipcio,
asirio y arameo. BeréÆt se
encuentra más de 280 veces en todas las secciones del Antiguo Testamento. El
primer caso del vocablo está en Gn 6.18: «Pero estableceré mi pacto contigo [Noé].
Entraréis en el arca tú, tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos contigo».
«Alianza» es la traducción preferida de beréÆt por la rv: «Haced, pues, ahora alianza con nosotros» (Jos 9.6); sobre todo en el
caso de acuerdos políticos internos de Israel (2 S 3.12–13, 21; 5.3) o entre
naciones (1 R 15.19). En estos casos las revisiones subsiguientes (rvr, rva, nrv)
usan «alianza» o «pacto». En Jue 2.2 se traduce: «Con tal que nosotros no hagais
«pacto» con los moradores de esta tierra», («alianza» rva). El mandamiento
también le fue dado a Israel en Éx 23.32; 34.12–16; y en Dt 7.2–6. Otras
versiones se valen de diversos términos: «pacto» (lba, lbp, bla; bpd, sbp), «alianza»
(bj), «tratado de paz» (nbe), etc., según el contexto.
La rvr prefiere el término «pacto» para
traducir beréÆt, en particular para
denotar «acuerdos entre hombres», como entre Abraham y Abimelec (Gn 21.32): «Así
hicieron pacto en Beerseba». David y Jonatán hicieron un «pacto» de protección
mutua que comprometía a David y a sus descendientes en perpetuidad (1 S 18.3;
20.8, 16–18, 42). En todos estos casos había acuerdo mutuo que se confirmaba con
un juramento en nombre del Señor. A veces se entregaban prendas materiales como
testimonios del convenio (Gn 21.28–31).
Acab derrotó a los sirios: «Hizo, pues,
pacto con él [Ben-adad], y le dejó ir» (1 R 20.34). El rey de Babilonia «tomó
también a uno de la descendencia real e hizo pacto [«un trato» nbe] con él [Sedequías],
y le hizo prestar juramento» (Ez 17.13). En «pactos» como estos, los términos
los imponían una potencia militar superior; no eran acuerdos mutuos.
La monarquía en Israel estaba
fundamentada en un «pacto»: «David hizo pacto [«alianza» rv] con ellos [los
ancianos de Israel] en Hebrón, delante de Jehová» (2 S 5.3). Dicho acuerdo se
basaba en su reconocimiento de que Dios lo había nombrado (2 S 5.2), por lo que
se hicieron súbditos de David (cf. 2 R 11.4, 17).
La gran mayoría de los casos de beréÆt tienen que ver con los
«pactos» o «alianzas» de Dios con hombres, como en el caso de Gn 6.18, ya citado.
Son importantes los verbos que se usan: «Estableceré mi pacto contigo» (Gn 6.18), literalmente, «mantendré firme» o «confirmaré» mi «alianza».
«Y pondré mi pacto entre mí y ti» (Gn
17.2; «cumpliré» rva; «confirmaré» bla). «Y Él os anunció su pacto» (Dt 4.13). «Mi pacto que yo les mandé» (Jos 7.11).
«Me he acordado de mi pacto. Por tanto …
os librare de su servidumbre» (Éx 6.5–6). Dios no rechazará a Israel por su
desobediencia ni los desechará «hasta consumirlos, invalidando mi pacto con ellos» (Lv 26.44). «Ni se olvidará del pacto
que les juró a tus padres» (Dt 4.31). El
verbo más común es «cortar» [karat] un
pacto, que siempre se traduce como en Gn 15.18: «Jehová hizo un pacto». Este uso
parece derivarse de la ceremonia descrita en Gn 15.9–17 (cf. Jer 34.18), en la
que Dios se aparece como «una antorcha de fuego que pasaba por entre los
animales divididos» (Gn 15.17). Todos estos verbos aclaran que en todos los
casos la iniciativa es de Dios; es quien establece y cumple los pactos.
«Pacto/alianza» es un término paralelo
o equivalente a los vocablos hebreos dabar («palabra»), joq («estatuto»), piqquÆd («preceptos», Sal 103.18 lba), edah («testimonios» Sal 25.10), toÆrah («ley» Sal 78.10) y jesed («misericordia» Dt 7.9). Estos
términos enfatizan la autoridad y la gracia de Dios en establecer y cumplir con
el «pacto», a la vez que señalan la responsabilidad humana bajo el «pacto». Las
palabras de la «alianza» se escribieron en un libro (Éx 24.4, 7; Dt 31.24–26) y
sobre tablas de piedra (Éx 34.28).
Los seres humanos «entran en» (Dt
29.12) o se «unen» (Jer 50.5 rva; «juntan» rvr) al «pacto». Deben «obedecer» (Gn
12.4) y «poner por obra» todos los mandamientos del «pacto» (Dt 4.6). Pero,
encima de todo, la «alianza» es un llamado a que Israel ame a «Jehová tu Dios de
todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (Dt 6.5). La «alianza»
divina es una relación de amor y lealtad entre el Señor y su pueblo escogido.
«Si de veras escucháis mi voz y
guardáis mi pacto, seréis para mí un pueblo especial entre todos los pueblos … y
vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa» (Éx 19.5–6 rva). «Cuidaréis
de poner por obra todo mandamiento … para que viváis, y seáis multiplicados, y
entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres»
(Dt 8.1). En el «pacto» la respuesta del hombre contribuye a su cumplimiento; no
obstante, su acción no es causativa. La gracia de Dios siempre va delante
produciendo la respuesta humana.
De cuando en cuando, Israel «hizo pacto
delante de Jehová, de andar en pos de Jehová y de guardar sus mandamientos …
para cumplir las palabras de este pacto escritas en este libro» (2 R 23.3 rva).
Se asemeja a su compromiso original: «¡Haremos todo lo que Jehová ha dicho!» (Éx
19.8 rva; 24.7). Israel no propuso los términos de una «alianza» con Dios.
Respondió a su «pacto».
La total clemencia y eficacia del
carácter del «pacto» de Dios se confirma en la Septuaginta con la elección de diatheekee para traducir beréÆt. Diatheekee es el testamento que estipula
la distribución de los bienes de un occiso de acuerdo a su voluntad. Denota una
acción totalmente unilateral. Diatheekee se encuentra 33 veces en el Nuevo Testamento. En su traducción al castellano,
las versiones protestantes prefieren «pacto» y las católicas priorizan el
término «alianza».
El uso de «Nuevo Testamento» y «Antiguo
Testamento» como nombres de las dos secciones de la Biblia indica que el «pacto»
divino está en el centro de todo el libro. La Biblia relata el propósito «testamentario»
de Dios, de modo que el ser humano pueda unirse a Él en servicio amoroso y
conocer la comunión eterna con Él mediante la redención que es en Cristo Jesús.
Padre
<ab (ba;), «padre; abuelo; antepasado; ancestro». Hay
cognados de este vocablo en ugarítico, acádico y fenicio, además de otras
lenguas semíticas. Se constatan unos 1.120 casos en el hebreo de la Biblia y
durante todos los períodos.
Fundamentalmente, <ab se refiere a la relación familiar
que representa el término «padre». Este es su significado en la primera cita en
que aparece el vocablo: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y
se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2.24). En pasajes poéticos, el
vocablo a veces se encuentra paralelamente con <em,
«madre»: «A la fosa digo: Tú eres mi padre, y a los gusanos: Mi madre y mi
hermana» (Job 17.14 rva). También se usa <ab con relación a «madre» para referirse a padres de familia (Lv 19.3). Sin
embargo, a diferencia del término <em,
la palabra <ab jamás se aplica a
animales.
<ab también quiere decir «abuelo» y/o «bisabuelo», como en Gn 28.13: «Y he aquí,
Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de
Abraham tu padre [abuelo], y el Dios de Isaac». Los progenitores del lado
materno se llamaban «padre de la madre» (Gn 28.2). El nombre puede usarse
también para indicar cualquier antepasado varón: «Y él se fue por el desierto un
día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo:
Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres» (1 R
19.4). De acuerdo a este uso, el vocablo puede referirse al primer padre, a un «antepasado»
o a una familia (Jer 35.6), una tribu (Jos 19.47), un grupo con una vocación
especial (1 Cr 24.19), una dinastía (1 R 15.3) o a una nación (Jos 24.3). O sea
que «padre» no necesariamente significa el hombre que nos engendró.
Este nombre a veces describe la
relación adoptiva, sobre todo cuando se usa con relación al «fundador de una
clase o posición social», como por ejemplo un oficio: «Y Ada dio a luz a Jabal,
el cual fue padre de los que habitan en tiendas, y crían ganados» (Gn 4.20).
<ab puede ser un título de respeto que por lo general se usa con varones mayores de
edad, como cuando David dijo a Saúl: «Y mira, padre mío, mira la orilla de tu
manto en mi mano» (1 S 24.11). El término también se usa para maestros: «Eliseo,
al verlo, gritó: ¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel, y sus jinetes!» (2 R
2.12). En 2 R 6.21, la palabra se aplica al profeta Eliseo y en Jue 17.10, con
relación a un sacerdote. El vocablo es también una forma respetuosa de dirigirse
al «marido»: «¿Acaso no me llamas ahora: «Padre mío», o «Tú eres el amigo de mi
juventud»?» (Jer 3.4 rva). En Gn 45.8 el nombre se aplica a un «consejero»: «Así,
pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de
Faraón, y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de
Egipto». En cada caso, el sujeto que se denomina «padre» ocupa una posición de
privilegio y recibe la honra que le corresponde a un «padre».
Junto con bayit («casa»), el vocablo <ab puede significar familia: «Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En
el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres
[«casas paternas» rva, lba], un cordero por familia» (Éx 12.3). Otras veces «familia»
se indica con el plural de «padre»: «Y estas son las cabezas de los padres [«casas
paternas» rva, lba] de los levitas por sus familias [«clanes» rva]» (Éx 6.25 rvr).
Dios es el «padre» de Israel (Dt 32.6).
Él los engendró y los protege, el único al que deben reverenciar y obedecer. En
Mal 2.10 se nos dice que Dios es el «padre» de todos los pueblos. Es el
«protector» o «padre» particular de los que no tienen padre: «Padre de los
huérfanos y defensor de las viudas es Dios en su santa morada» (Sal 68.5 lba).
En su calidad de «padre» de un rey, Dios se solidariza en particular con él y
con su reino: «Yo seré para él, padre; y él será para mí, hijo. Cuando haga mal,
yo le corregiré con vara de hombres y con azotes de hijos de hombre» (2 S 7.14
rva). No todo monarca era hijo de Dios, solo los que Él adoptaba. En un sentido
especial, el rey perfecto fue el Hijo adoptivo de Dios: «Yo publicaré el decreto;
Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy» (Sal 2.7). La extensión,
el poder y la duración de su reino se garantizan con la soberanía del Padre (cf.
Sal 2.8–9). Por otro lado, uno de los nombres de entronización del Mesías es
«Padre Eterno»: «Y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre
eterno, Príncipe de paz» (Is 9.6).
Pastorear
Verbo
ra>ah (h[;r;), «pastar, pacer; pastorear, apacentar».
Esta raíz semítica común se encuentra en acádico, fenicio, ugarítico, arameo y
arábigo. En la Biblia hay unos 170 casos en todos los períodos del hebreo. (Debe
distinguirse este término de su homónimo ra>ah,
«asociarse».)
Ra>ah tiene que ver con la manera en que los animales domésticos se alimentan a campo
abierto bajo el cuidado de un pastor. La primera vez que se usa, Jacob dice a
los pastores: «He aquí que todavía es temprano; todavía no es tiempo de reunir
todo el rebaño. Dad de beber a las ovejas e id a apacentarlas» (Gn 29.7 rva). Ra>ah puede referirse a toda la
actividad de un pastor, como en el caso de José «cuando tenía diecisiete años,
apacentaba el rebaño con sus hermanos» (Gn 37.2 lba). Cuando se usa
metafóricamente, el verbo indica la relación de un líder con su pueblo. En
Hebrón, el pueblo dijo a David: «En tiempos pasados, cuando Saúl aún reinaba
sobre nosotros, tú eras quien sacaba y hacía volver a Israel. Y Jehová te dijo:
Tú pastorearás a mi pueblo Israel, y tú serás el soberano de Israel» (2 S 5.2
rva). El verbo se usa en sentido figurado con la acepción de «alimentar» o «animar»:
«Los labios del justo apacientan a muchos, pero los insensatos mueren por falta
de entendimiento» (Pr 10.21 rva).
Ra>ah,
en su modalidad intransitiva, describe la actividad del ganado cuando se
alimenta en el campo. El faraón soñó que «del Nilo subían siete vacas de hermoso
aspecto y gordas de carne, y pacían entre los juncos» (Gn 41.2 rva). Este mismo
uso se aplica metafóricamente a seres humanos en Is 14.30: «Y los primogénitos
de los pobres serán apacentados, y los menesterosos se acostarán confiados». El
término también puede usarse figurativamente para indicar destrucción: «Aun los
hijos de Menfis y de Tafnes te quebrantaron [lit. «consumieron como un animal
doméstico deja pelado el pasto»] la coronilla» (Jer 2.16).
Nombre
ro>eh (h[ero), «pastor». El nombre se halla unas 62
veces en el Antiguo Testamento. Se usa con referencia a Dios, el Gran Pastor,
quien apacienta o alimenta sus ovejas (Sal 23.1–4; cf. Jn 10.11). Este concepto
de Dios el Gran Pastor es muy antiguo; en la Biblia Jacob es el que lo usa por
primera vez en Gn 49.24: «Por el nombre del Pastor, la Roca de Israel».
Cuando se aplica a seres humanos, ro>eh nos remite a los pueblos no
israelitas. El rey es el que encabeza el culto oficial y público y el mediador
entre el dios (o dioses) y el pueblo. Detrás de este uso está la idea de que el
rey es el centro de unidad de una nación, su supremo protector y líder, el que
otorga toda bendición material y administra justicia. Es interesante que ningún
rey de Israel se adjudicó el título de ro>eh (cf. 2 S 5.2). Posteriormente, «pastores» aun se aplica a líderes que no eran
reyes (cf. Is 44.28; Ez 34.2).
Son poco frecuentes otros nombres
derivados de ra>ah. Mir>eh, que se encuentra 12 veces quiere
decir «pasto o pastizal», el lugar en que los animales «pastan» y el alimento
que comen (Gn 47.4). Mar>it se encuentra
10 veces y se refiere a «pastizal» (Sal 74.1). Lo mismo quiere decir re>éÆt, que aparece solo una
vez (1 R 4.23).
Paz
Nombre
shaloÆm (µ/lv;), «paz, integridad, bienestar, salud».
Esta es una raíz semítica muy común cuyo significado es «paz» en acádico,
ugarítico, fenicio, arameo, siríaco, arábigo y etiópico.
ShaloÆm es un término muy importante en el Antiguo Testamento que se ha conservado en
hebreo mishnáico, rabínico y moderno. Hoy en Israel la gente saluda a un
visitante con las palabras mah shlomka (¿cuál es su paz, cómo está?) y le preguntan acerca de la «paz» («bienestar») de
su familia.
El uso de shaloÆm es frecuente (237 veces) y su gama semántica variada. Desde
las dos primeras ocasiones en que se usa el término en Génesis, se puede
constatar este hecho: «Pero tú irás a tus padres en paz [shaloÆm en el sentido de «tranquilo», «a gusto», «despreocupado»] y serás sepultado en
buena vejez» (Gn 15.15 rva). O bien, «de que no nos harás daño, como nosotros no
te hemos tocado y como solo te hemos hecho bien y te despedimos en paz [shaloÆm con el significado de «incólume», «ileso»]» (Gn 26.29 rva). No obstante, ambos
usos son en esencia los mismos, puesto que expresan el significado raíz de «integridad»,
«bienestar». Iïsh sheloméÆ («hombre de mi paz») indica un estado de ánimo que le permite a uno sentirse a
sus anchas, cómodo, con otra persona: «Aun mi amigo íntimo [«hombre de mi paz»
rvr, nrv], en quien yo confiaba y quien comía de mi pan, ha levantado contra mí
el talón» (Sal 41.9 rva, lba; cf. Jer 20.10). Es una relación de armonía y
bienestar, todo lo contrario a un estado de conflicto o guerra: «Yo amo la paz,
pero si hablo de paz, ellos hablan de guerra» (Sal 120.7 nvi). ShaloÆm es una condición del alma y de
la mente que incentiva el desarrollo de facultades y capacidades. Este estado de
bienestar se experimenta tanto en el interior como en el exterior del ser. En
hebreo, esta condición se expresa con la frase beshaloÆm («en paz»): «En paz [beshaloÆm]
me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado»
(Sal 4.8).
En estrecha relación con lo anterior se
encuentra el significado de «bienestar», sobre todo el «bienestar» o la «salud»
personal. Esta acepción se puede encontrar en la pregunta de Joab a Amasa: «¿Te
va bien, hermano mío? Y tomó con la mano derecha la barba de Amasa para besarlo»
(2 S 20.9 rva). O en la frase preposicional leshaloÆm junto con el verbo preguntar: «Entonces les preguntó José cómo estaban, y dijo:
¿Vuestro padre, el anciano que me dijisteis, lo pasa bien? ¿vive todavía?» (Gn
43.27).
ShaloÆm también quiere decir «paz» en el sentido de una relación próspera entre dos o
más personas. En esta acepción, shaloÆm no pasa de ser palabrería: «Saeta mortífera es su lengua, engaño habla; con su
boca habla cada uno de paz a su prójimo, pero dentro de sí le tiende emboscada»
(Jer 9.8 lba); diplomacia: «Sísara huyó a pie a la tienda de Jael, mujer de
Heber el queneo, porque había paz entre Jabín, rey de Hazor, y la casa de Heber
el queneo» (Jue 4.17 rva); o estrategia bélica: «Si te responde con paz y te
abre sus puertas, toda la gente que se halla en ella te rendirá tributo laboral,
y ellos te servirán» (Dt 20.11 rva).
Isaías profetizó acerca del «Príncipe
de paz» (Is 9.6), cuyo reino introduciría un gobierno de «paz» (Is 9.7).
Ezequiel habló en cuanto al nuevo pacto de «paz»: «Haré con ellos un pacto de
paz; será un pacto eterno con ellos. Los multiplicaré y pondré mi santuario
entre ellos para siempre» (Ez 37.26 rva). El salmo 122 es uno de los grandes
salmos de celebración y oración por la «paz de Jerusalem»:«Pedid por la paz de
Jerusalem» (Sal 122.6). En las bendiciones israelitas se comunicaba la paz de
Dios a su pueblo: «¡Sea la paz sobre Israel!» (Sal 125.5 rva).
En la Septuaginta se encuentran las
siguientes traducciones: eirene («paz;
bienestar; salud»), eirenikos («apacible;
pacífico»); soteria («liberación;
preservación; salvación») y hugiainein («estar en buena salud; sano»).
Otro nombre hebreo relacionado es shelem, que se encuentra 87 veces y que
significa «ofrenda de paz»: «Y envió jóvenes de los hijos de Israel, que
ofrecieron holocaustos y sacrificaron novillos como ofrendas [«sacrificios» rvr]
de paz al Señor» (Éx 24.5 lba).
Verbo
shalem (µlev;), «estar completo, sano». El verbo, que
aparece 103 veces, significa «estar completo» en 1 R 9.25 (lba): «Después que
terminó la casa».
Otro verbo, shalam, quiere decir «hacer las paces»: «Cuando los caminos del
hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él» (Pr
16.7).
Adjetivo
shalem (µlev;), «completo; perfecto». Este vocablo se
encuentra en Gn 15.16 con el significado de «no del todo completo»: «En la
cuarta generación volverán acá, pues hasta ahora no ha llegado al colmo [«aun no
está cumplida» rv] la maldad de los amorreos» (rva). En Dt 25.15 el vocablo
significa «perfecto».
Pecado
Nombre
<awen (÷w<,a;), «iniquidad; vanidad; dolor». Este
término tiene dos cognados arábigos, <ana («estar fatigado, cansado») y <aynun («debilidad;
dolor; pena»); además, está emparentado con el vocablo hebraico <ayin («nada»). La relación entre estos
cognados, según algunos estudiosos, sugeriría que <awen significa la ausencia de todo lo que tiene verdadero valor. Por tanto, denotaría
«sin valor moral alguno», lo cual es el caso donde hay maldad, designios
malvados y maledicencia.
Otros eruditos aseveran que el término
indica una «carga o dificultad penosa», es decir, que el pecado es un peso arduo
y agotador de «penas y dolores», que el culpable acarrea sobre sí mismo o sobre
otros. Esta acepción se encuentra en Sal 90.10: «Los días de nuestra edad son
setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza
es molestia y trabajo, pronto pasan, y volamos». Un significado similar aparece
en Pr 22.8: «El que siembra maldad cosecha desgracias; el Señor lo destruirá con
el cetro de su ira» (nvi).
<awen puede servir de término general para denotar crimen u ofensa, como en Miq 2.1 (rva):
«¡Ay de los que en sus camas planean iniquidad … !» (cf. Is 1.13). En algunos
pasajes, el vocablo se refiere a falsedad o engaño: «Las palabras de su boca son
iniquidad y fraude; ha dejado de ser cuerdo y de hacer el bien» (Sal 36.3). «Porque
las imágenes han hablado vanidad» (Zac 10.2 rv; «iniquidad» lba). En Is 41.29 (rva)
se dice que los ídolos engañan a sus seguidores: «He aquí que todos son iniquidad, y la obra de ellos nada es.
Viento y vanidad son sus imágenes de fundición».
<asham (µv;a;), «pecado; culpa; ofrenda por el pecado;
transgresión; ofrenda por una transgresión». Se encuentran cognados en arábigo: <ithmun («pecado; ofensa; delito; crimen»), <athima («pecar, errar, resbalar») y <athimun («pecaminoso; criminal; malvado;
perverso»). Sin embargo, los términos arábigos no incluyen la idea de
restitución. En los textos ugaríticos de Ras Shamra, el vocablo atm se encuentra en varios pasajes.
Aunque no se puede constatar, los estudiosos creen que este término ugarítico
podría significar «ofensa» u «ofrenda por el pecado».
<asham implica la condición de «culpa» debido a una ofensa, como en Gn 26.10: «Abimelec
le dijo … Por poco pudiera haber dormido alguno del pueblo con tu mujer, y
hubieras traído sobre nosotros culpabilidad». La palabra puede referirse a la
propia ofensa que acarrea culpa: «Porque no ha sido abandonado … aunque su
tierra está llena de culpa delante del Santo de Israel» (Jer 51.5 lba). Una
acepción semejante del término se encuentra en Sal 68.21: «Ciertamente Dios
herirá la cabeza de sus enemigos, la testa cabelluda del que anda en sus pecados»
(rvr; «delitos» lba; «crímenes» bj; «maldad» bla).
En la mayoría de los casos, <asham se refieren a la compensación que
se paga para satisfacer al damnificado o bien a la «ofrenda por culpa u ofensa»
que el culpable arrepentido presentaba después de pagar una compensación
equivalente a las seis quintas partes del daño ocasionado (Nm 5.7–8). Esta «ofrenda
por culpa» consistía del sacrificio de la sangre de un carnero: «Él traerá al
sacerdote como sacrificio por la culpa un carnero del rebaño, sin defecto,
evaluado según tú lo estimes. El sacerdote hará expiación por él, por su pecado
cometido por inadvertencia, y le será perdonado» (Lv 5.18 rva; cf. Lv 7.5, 7;
14.12–13). La declaración teológica más significativa que contiene el vocablo <asham está en Is 53.10, que dice que el
siervo de Yahveh se declaró <asham en
favor de una humanidad pecaminosa. Esto sugiere que su muerte brindó una
compensación de 120% por la ley quebrantada de Dios.
>amal (lm;[;), «mal; pena; infortunio; daño; queja;
maldad; trabajo». Este nombre está relacionado con el verbo hebreo >amal («trabajar»). El cognado arábigo >amila significa «cansarse de arduo
trabajo». El vocablo arameo >amal quiere
decir «hacer», pero sin que esto necesariamente involucre ardua labor. El uso
fenicio y cananeo del término se aproxima más al arábigo; el libro de
Eclesiastés (que demuestra una considerable influencia fenicia) es un claro
ejemplo de este uso: «Asimismo, aborrecí todo el duro trabajo con que me había
afanado debajo del sol» (Ec 2.18 rva). «Y también, que es un don de Dios que
todo hombre coma y beba y goce del fruto de todo su duro trabajo» (Ec 3.13 rva).
Un ejemplo relacionado aparece en Sal 107.12 (rva): «Por eso sometió sus
corazones con dura labor; cayeron, y no hubo quien les ayudase».
En general, >amal se refiere a los problemas y sufrimientos que el pecado
causa al pecador o bien a los problemas que esto provoca para otros. En Jer
20.18 se describe el dolor que recae sobre el pecador: «¿Para qué salí del
vientre? ¿Para ver trabajo [`amal] y
dolor [yagoÆn], y que mis días se
gastasen en afrenta? Otro caso se encuentra en Dt 26.7: «Y clamamos a Jehová el
Dios de nuestros padres; y Jehová oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción [>onéÆ],
nuestro trabajo [`amal] y nuestra
opresión [lahas]».
Job 4.8 (rva) ilustra el significado de
problema como malicia contra otros: «Como he visto, los que aran iniquidad [<awen]
y siembran sufrimiento [`amal] cosechan
lo mismo». El vocablo se encuentra en Sal 140.9 (rva): «En cuanto a los que me
rodean, la maldad de sus propios labios cubrirá sus cabezas». En Hab 1.3 (rva)
también se hace referencia a las aflicciones que infligimos a otros: «¿Por qué
me muestras la iniquidad [<awen] y me
haces ver la aflicción [>amal]? He aquí
que surgen pleitos y contiendas; la destrucción y la violencia están delante de
mí».
>awon (÷/[;), «iniquidad». Este vocablo derivado de la
raíz >awah, significa «doblado,
doblegado, torcido, pervertido» o bien «torcer y perverso». El cognado arábigo >awa quiere decir «torcer, doblegarse»;
algunos estudiosos consideran que el verdadero cognado es el término arábigo ghara («desviarse del camino»), pero hay
menos justificación para esta interpretación. >Awon presenta el pecado como perversión de la vida («torcerla fuera del camino
correcto»), una perversión de la verdad («torcer hacia el error»),o una
perversion de la voluntad («doblar la rectitud a una desobediencia deliberada»).
El vocablo «iniquidad» es la mejor palabra equivalente, a pesar de que el
significado real de la raíz latina iniquitas es «injusticia; falta de equidad; hostilidad; contrariedad».
>awon aparece a menudo en el Antiguo Testamento en paralelismo con otros vocablos que
expresan pecado, tales como jattat<t («pecado»)
y pesha («transgresión»). Algunos
ejemplos se encuentran en 1 S 20.1: «David … acudió a Jonatán y le dijo: ¿Qué he
hecho yo? ¿Cuál es mi maldad [>awon], o
cuál es mi pecado [jatta<t] contra tu
padre, para que él trate de quitarme la vida?» (rva; cf. Is 43.24; Jer 5.25).
Véase también Job 14.17 (rva): «Mi transgresión [pesha]
tienes sellada en una bolsa y recubres mi iniquidad [>awon]»
(cf. Sal 107.17; Is 50.1).
El malhechor penitente reconoce su «iniquidad»
en Is 59.12 (rva): «Porque nuestras transgresiones se han multiplicado delante
de ti, y nuestro pecado ha testificado contra nosotros. Porque con nosotros
permanecen nuestras transgresiones; reconocemos nuestras iniquidades» (cf.1 S
3.13). La «iniquidad» debe confesarse: «Aarón pondrá sus dos manos sobre la
cabeza del macho cabrío vivo y confesará sobre él todas las iniquidades, las
rebeliones y los pecados de los hijos de Israel» (Lv 16.21 rva). «Los del linaje
de Israel … confesaban sus pecados y la iniquidad de sus padres» (Neh 9.2 rva;
cf. Sal 38.18).
La gracia de Dios puede quitar o
perdonar la «iniquidad»: «Y a él le dijo: Mira, he quitado de ti tu iniquidad y
te vestiré de ropas de gala» (Zac 3.4 rva; cf. 2 S 24.10). La propiciación
divina puede cubrir nuestra «iniquidad»: «Con misericordia y verdad se expía la
falta, y con el temor de Jehová uno se aparta del mal» (Pr 16.6; cf. Sal 78.38).
>awon puede indicar la «culpa de la iniquidad», como en Ez 36.31: «Y os acordaréis de
vuestros malos caminos … y os avergonzaréis de vosotros mismos por vuestras
iniquidades, y por vuestras abominaciones» (cf. Ez 9.9). El vocablo puede
también indicar el «castigo por la iniquidad»: «Entonces Saúl le juró por Jehová,
diciendo: Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto» (1 S 28.10). En Éx
28.38, >awon sirve de complemento a nasha («cargar, llevar, perdonar»), y
señala cargar el castigo por la «iniquidad» de otros. En Is 53.11 leemos que el
siervo de Yahveh carga con las consecuencias de las «iniquidades» de una
humanidad pecaminosa, incluyendo Israel.
rasha> ([v;r;), «malvado; criminal; culpable». Algunos
estudiosos relacionan este vocablo y el término arábigo rash>a («estar flojo, suelto o dislocado»),
si bien ese término es escaso en arábigo literario. El cognado arameo resha> significa «ser malvado»
y el siríaco apel («hacer maldad»).
En general rasha> expresa cierta turbulencia y agitación (desasosiego; cf. Is
57.21) o algo que está dislocado o mal organizado. Por eso, Robert B.
Gilderstone sugiere que el vocablo tiene que ver con la agitación y confusión en
la que los malvados viven y al desasosiego constante que causan en otros.
En algunos casos, rasha> tiene el sentido de «ser culpable
de un crimen»: «No suscitarás rumores falsos, ni te pondrás de acuerdo con el
impío para ser testigo perverso» (Éx 23.1 rva); «Quita de la presencia del rey
al malvado, y el rey afirmará su trono en la justicia» (Pr 25.5 nvi). «El
testigo perverso se burla del juicio, y la boca de los impíos expresa iniquidad» (Pr 19.28 rva; cf. 20.26).
Indultar al «malvado» se considera un crimen abominable: «Absolver al culpable y condenar al inocente son dos
cosas que el Señor aborrece» (Pr 17.15 NBI; cf. Éx 23.7).
El rasha> es culpable de hostilidad hacia Dios y su pueblo: «¡Vamos, Señor, enfréntate a
ellos! ¡Derrótalos! ¡Con tu espada rescátame de los malvados!» (Sal 17.13 nvi);
«Acábese ya la maldad de los impíos, y establece al justo» (Sal 7.9 rva). El
vocablo se refiere al pueblo de Babilonia en Is 13.11 y a los caldeos en Hab
1.13.
jatta<t (taF;j'), «pecado; pecado-culpa;
pecado-purificación; ofrenda por el pecado». El nombre jatta<t aparece unas 293 veces y durante todos los períodos de la
literatura bíblica.
El matiz bíblico de este vocablo es «pecado»:
errar en el camino o no dar en el blanco (155 veces). Jatta<t puede indicar una ofensa en contra del prójimo: «Entonces
Jacob se enojó, y riñó con Labán; y respondió Jacob y dijo a Labán: ¿Qué
transgresión [pesha] es la mía? ¿Cuál es
mi pecado [jatta<t], para que con tanto
ardor hayas venido en mi persecución?» (Gn 31.36). Un pasaje como este comprueba
que jatta<t no es simplemente otro
término general para «pecado»; puesto que Jacob usó dos palabras diferentes es
probable que quisiera resaltar dos matices distintos. Además, un estudio a fondo
de términos muestra que jatta<t tiene
diferencias fundamentales con otras palabras que se traducen «pecado».
En gran parte, el vocablo se refiere a
pecado contra Dios (Lv 4.14). Los seres humanos deben volverse del «pecado», que
es un camino, un estilo de vida o una acción que se aparta de aquello que Dios
ha fijado (1 R 8.35). Por tanto, deben apartarse del «pecado» (2 R 10.31),
preocuparse por ello (Sal 38.18) y confesarlo (Nm 5.7). El nombre se encuentra
por primera vez en Gn 4.7, donde Caín recibe la advertencia de que el «pecado
está a la puerta». Quizás esta cita dé paso a un segundo matiz del término, el «pecado»
en general. Sin lugar a dudas, este énfasis se halla en Sal 25.7 (rva), donde el
nombre se refiere al pecado rebelde (que por lo general se indica con pasha): «No te acuerdes de los pecados
de mi juventud ni de mis rebeliones».
En algunos pasajes el término expresa
la culpa o condición de pecado: «Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se
aumenta mas y mas, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo» (Gn 18.20).
En dos pasajes, el vocablo también
quiere decir «purificación del pecado»: «Así harás con ellos para purificarlos:
Rocía sobre ellos el agua para la purificación»
(Nm 8.7 rva; cf. 19.9).
Jatta<t significa «ofrenda por el pecado» 135 veces. La ley de la «ofrenda por el pecado»
está registrada en Lv 4–5.13; 6.24–30. Esta era una ofrenda por algún pecado
específico que se cometía por ignorancia, sin querer hacerlo y tal vez sin darse
cuenta de ello (Lv 4.2; 5.15).
El nombre jet<, también derivado del verbo jatta<,
se encuentra 33 veces en hebreo bíblico. El vocablo significa «pecado» en el
sentido de no alcanzar el blanco o desviarse del camino. Esto puede consistir de
algún pecado contra el prójimo (Gn 41.9: primer caso del término) o en contra de
Dios (Dt 9.18). Segundo, indica la «culpa» que acompaña un acto como este (Nm
27.3). El salmista confesó que su madre se encontraba en una condición de pecado
y culpa cuando lo concibieron (Sal 51.5; cf. Ro 5.12). Por último, varios
pasajes usan este vocablo para comunicar la idea del «castigo por el pecado» (Lv
20.20).
Además de nombre, jatta<t, a partir de su raíz, se usa
también como adjetivo (enfático) 119 veces. Se habla de los seres humanos como «pecadores»
(1 S 15.18) que están sujetos al castigo por su ofensa (1 R 1.21). La primera
vez que el término se usa como adjetivo es en Gn 13.13 (rva): «Los hombres de
Sodoma eran malos y muy pecadores contra Jehová».
Adjetivo
rasha> ([v;r;), «malvado; culpable». En el ejemplo
típico que encontramos en Dt 25.2, el adjetivo se refiere a una persona que es
«culpable de un crimen»: «Sucederá que si el delincuente [culpable lba] merece
ser azotado, el juez lo hará … azotar en su presencia» (rva, cf. rvr). Una
alusión semejante se halla en Jer 5.26 (rva): «Porque en mi pueblo se encuentran impíos que vigilan como quien ha puesto
una trampa. Ponen objetos de destrucción y atrapan hombres». En 2 S 4.11 (lba), rasha> se refiere específicamente a
asesinos: «¿Cuánto más, cuando hombres malvados han matado a un hombre justo en
su propia casa y sobre su cama?». La expresión «culpable de muerte» (rasha>
lamuÆt) aparece en Nm 35.31 para indicar un asesino. Faraón reconoce
que él y su gente son «impíos», culpables de hostilidad hacia Dios y su pueblo (Éx
9.27).
ra> ([r'), «malo; maligno; malvado; terrible». Los
estudiosos no están de acuerdo en cuanto a la raíz de este término. Algunos
creen que el término acádico raggu («perverso;
malo») puede ser el cognado. Otros derivan el vocablo de la palabra hebrea ra> a> («quebrar, destrozar, aplastar»),
que es un cognado del hebreo ratsats («quebrar,
destrozar»); a su vez ratsats se
relaciona con el arábigo radda («aplastar,
magullar»). Si esta derivación fuera exacta, implicaría que la acepción de ra> es pecado en cuanto a sus daños
destructivos; pero la significación no es apropiada en algunos de los contextos
en que se halla.
Ra> se refiere a lo que es «malo» o «maligno» en una amplia variedad de aplicaciones.
La mayoría de los casos del término significan algo que es moralmente malo o
dañino, a menudo con referencia a seres humanos: «Entonces intervinieron todos
los malos y perversos que había entre los hombres que habían ido con David» (1 S
30.22 rva). Y Ester dijo: «El enemigo y adversario es este malvado Amán» (Est
7.6). «Allí claman, pero él no responde, a causa de la soberbia de los malos»
(Job 35.12 rva; cf. Sal 10.15). Ra> también sirve para denotar palabras (Pr 15.26), pensamientos (Gn 6.5) o acciones
perversas (Dt 17.5; Neh 13.17). Ezequiel en 6.11 (rva) predice consecuencias
nefastas para Israel como resultado de sus acciones: «Así ha dicho el Señor
Jehová: Golpea con tu mano y pisotea con tu pie, y di: ¡Ay de todas las
terribles abominaciones de la casa de Israel! Porque con espada, hambre y peste
caerán».
Ra> puede significar «malo» o desagradable en el sentido de causar dolor o
infelicidad: «Y Jacob respondió a Faraón … pocos y malos han sido los días de
los años de mi vida» (Gn 47.9). «Al oír el pueblo esta mala noticia, ellos
hicieron duelo» (Éx 33.4 rva; cf. Gn 37.2). «La disciplina le parece mal al que
abandona el camino, y el que aborrece la reprensión morirá» (Pr 15.10 rva).
Ra> puede también indicar ferocidad o fiereza: «Envió sobre ellos el furor de su ira,
enojo, indignación y angustia, como delegación de mensajeros destructores [ra>]»
(Sal 78.49 rva). «Alguna mala fiera lo devoró» (Gn 37.20 rva; cf. Gn 37.33; Lv
26.6).
En casos menos frecuentes, ra> sugiere severidad: «Porque así dice
el Señor Dios: ¡Cuánto más cuando yo envíe mis cuatro terribles juicios contra
Jerusalén!» (Ez 14.21 lba, cf. Dt 6.22); molestia: «Y el Señor apartará de ti
toda enfermedad; y no pondrá sobre ti ninguna de las enfermedades malignas de
Egipto» (Dt 7.15 lba; cf. Dt 28.59); muerte: «Cuando yo arroje contra vosotros
las flechas malignas del hambre, que son para destrucción» (Ez 5.16 rva; cf. «maligna
espada», Sal 144.10); o tristeza: «El rey me preguntó: ¿Por qué está triste tu
rostro?» (Neh 2.2 rva).
El vocablo se usa también para denotar
calidad pobre o inferior, como por ejemplo una «mala» tierra (Nm 13.19), «higos
muy malos» (Jer 24.2), vacas «de mal aspecto» (Gn 41.3, 19) o un animal
sacrificial inaceptable (Lv 27.10, 12, 14).
En Is 45.7 (rva), Yahveh describe sus
acciones diciendo: «Yo soy … quien hace la paz y crea la adversidad [ra>]».
En este contexto, el vocablo no se refiere al «mal» en sentido ético; se
entiende más bien lo contrario de shaloÆm («paz; salud; bienestar»). Encontramos en todo el versículo la afirmación de que
un Dios soberano absoluto, el Señor, crea un universo bajo el gobierno de un
orden moral. La calamidad y el infortunio provienen sin lugar a duda de la
maldad de personas sin Dios.
Verbo
>abar (rb'[;), «transgredir, quebrantar, cruzar,
sobrepasar». >Abar a menudo entraña el
sentido de «transgredir» o «infringir» un pacto (acuerdo o mandamiento), o sea,
que el infractor «sobrepasa» los límites establecidos por la Ley de Dios y cae
en transgresión y culpa. Esta acepción se encuentra en Nm 14.41 (rva): «Pero
Moisés dijo: ¿Por qué traspasáis el mandato de Jehová? Esto no os saldrá bien».
Otro ejemplo está en Jue 2.20 (rva): «Entonces el furor de Jehová se encendió
contra Israel, y dijo: Puesto que este pueblo ha quebrantado mi pacto que yo
establecí con sus padres, y no ha obedecido mi voz» (cf. 1 S 15.24; Os 8.1).
Más a menudo, >abar ilustra la acción de «cruzar» o «sobrepasar». (El término
latino transgredidor, del que se deriva
el término transgredir en castellano,
tiene el significado similar de «ir más allá» o «cruzar».) El vocablo tiene que
ver con cruzar un arroyo o límite («pasar», Nm 21.22), invadir un país («cruzar»,
Jue 11.32 lba), cruzar una frontera para atacar a un ejército enemigo («atravesar»,
1 S 14.4 bla), pasar encima («sobrepasar», Is 51.23, cf. lvp), desbordar las
riberas de un río o de alguna otra barrera natural («inundar», Is 23.10 lba),
pasar una navaja sobre la cabeza («cortar», Nm 6.5 nbe) y el pasar del tiempo («sobrevenir»,
1 Cr 29.30 bj).
jatta (aF;j;), «errar, pecar, ser culpable, perder un
derecho, purificar». Hay 238 casos de este verbo en todas las secciones del
Antiguo Testamento. Se halla también en asirio, arameo, etiópico, sabeo y
arábigo.
Jueces 20.16 (rva) ilustra el
significado básico del verbo: había 700 soldados benjamitas zurdos, «todos los
cuales tiraban una piedra con la honda a un cabello, y no fallaban». Este significado se amplía en
Pr 19.2: «Mucho yerra [«comete errores», cf. lvp; «peca» rvr, rva, nrv; «se
extravía» bj, lba; «tropieza» nbe] quien mucho corre» (nvi). En Gn 31.39 (rva)
encontramos la forma intensiva: «Jamás te traje los restos del animal
despedazado; yo pagaba el daño».
De este significado básico surge el uso
principal de jatta en el Antiguo
Testamento: fracaso moral hacia Dios y a los seres humanos e incluso algunas de
sus consecuencias. Encontramos el primer caso del verbo en Gn 20.6, la palabra
de Dios a Abimelec después que tomó a Sara: «Yo sé muy bien que lo hiciste de
buena fe. Por eso no te dejé tocarla, para que no pecaras contra mí» (lvp; cf Gn
39.9).
Encontramos una definición del pecado
contra Dios en Jos 7.11: «Israel ha pecado y también ha transgredido mi pacto
que les ordené» (lba). Véase también Lv 4.27: «Si alguno del pueblo de la tierra
peca por inadvertencia, transgrediendo alguno de los mandamientos de Jehovah
respecto a cosas que no se deben hacer, es culpable» (rva). El mismo verbo puede
referirse a los resultados de hacer el mal, como en Gn 43.9: «Seré ante ti el
culpable para siempre». Después de prohibir las prácticas adúlteras, Dt 24.1–4
concluye: «Es abominación delante de Jehovah, y no has de pervertir la tierra» (rvr);
dice lba: «No traerás pecado sobre la tierra». En forma parecida se dice de los
que pervierten la justicia «que hacen que una persona sea acusada por una
palabra» (Is 29.21 lba). Esto nos lleva al significado en Lv 9.15 (rva): «Tomó
el macho cabrío … lo degolló y lo ofreció por el pecado». El efecto que causan
las ofrendas por el pecado se describe en Sal 51.7: «Purifícame con hisopo, y
seré limpio» (cf. Nm 19.1–13). Otro efecto se halla en la palabra del profeta
para una Babilonia malvada: «Has pecado contra tu vida» (Hab 2.10 rvr; «corrompido»
rva; «malogrado» nbe; «contra ti mismo pecas» bj; «te has echado encima el mal»
bla).
El término se aplica a actos cometidos
en prejuicio de personas, como en Gn 42.22 (rva): «¿No os hablé yo, diciendo: No
pequéis contra el muchacho … ?»; y en 1 S 19.4: «No peque el rey contra su
siervo David, porque él no ha cometido ningún pecado contra ti» («daño» bla; «ofender»
nbe; «cometer mal» lvp).
La Septuaginta traduce este grupo de
términos con hamartanoo y nombres
derivados 540 veces. Es así como lo encontramos 265 veces en el Nuevo Testamento.
El hecho de que «todos pecaron» se continúa enfatizando en el Nuevo Testamento
(Ro 3.10–18, 23; cf. 1 R 8.46; Sal 14.1–3; Ec 7.20). La contribución
neotestamentaria es que Cristo, «habiendo ofrecido un solo sacrificio por los
pecados, se sentó para siempre a la diestra de Dios, esperando de allí en
adelante hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Porque
con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los santificados» (Heb
10.12–14 rva).
Perdonar
salaj (hl's;), «perdonar». el verbo se encuentra 46
veces en el Antiguo Testamento. El significado «perdonar» se limita al hebreo
bíblico y rabínico; en acádico, el vocablo quiere decir «rociar», y en arameo y
siríaco significa «verter». No hay consenso sobre lo que salaj significa en ugarítico, es
discutible.
El primer caso bíblico se encuentra en
la oración intercesora de Moisés a favor de los israelitas: «Porque es un pueblo
de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu
heredad» (Éx 34.9). Este significado básico no experimenta ningún cambio
fundamental en todo el Antiguo Testamento. Dios es siempre el sujeto del «perdón».
Ningún otro término veterotestamentario significa «perdonar», aunque varios
verbos incluyen «perdón» entre una gama de significados en contextos
particulares (p. ej., nasa> y >awon en Éx 32.32; kapar en Ez 16.63).
El verbo aparece a lo largo del Antiguo
Testamento. La mayoría de los casos de salaj se encuentran en las leyes de sacrificio en Levítico y Números, sacrificios que
anticiparon la obra realizada por Jesucristo; el creyente del Antiguo Testamento
tenía la seguridad de ser perdonado sobre la base del sacrificio: «El sacerdote
hará expiación por toda la congregación de los hijos de Israel … por la persona
que ha cometido error» (Nm 15.25, 28 lba). «Y será perdonado» (Lv 4.26 rva; cf.
vv. 20, 31, 35; 5.10, 13, 16, 18). Los mediadores de la propiciación eran los
sacerdotes que ofrecían el sacrificio. Dios ordenó el sacrificio como promesa
del «perdón» futuro mediante el sacrificio del propio Hijo de Dios. Asimismo, el
sacrificio estaba siempre ligado a la propiciación ya que no puede haber perdón
sin derramamiento de sangre (Lv 4.20; cf. Heb 9.22).
Por su gracia, solo Dios puede «perdonar»
pecados. Los israelitas experimentaron el «perdón» de Dios en el desierto y en
la tierra prometida. Mientras el templo se mantuviera, el sacrificio
propiciatorio continuaría y los israelitas tendrían la seguridad del «perdón»
divino. Cuando destruyeron el templo y cesaron los sacrificios, Dios envió la
palabra profética de que en su gracia Él restauraría a Israel del cautiverio y «perdonaría»
sus pecados (Jer 31.34).
El salmista apela al gran nombre de
Dios cuando pide «perdón»: «Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdona también mi
iniquidad, porque es grande» (Sal 25.11 rva). David alaba a Dios por la
seguridad del «perdón» de sus pecados: «Bendice, alma mía, a Jehová, y no
olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el
que sana todas tus dolencias» (Sal 103.2–3). Los santos del Antiguo Testamento,
aunque involucrados en ritos sacrificiales, pusieron su confianza en Dios.
En la Septuaginta, la traducción más
frecuente de salaj es hileos einai («ser clemente,
misericordioso»), hilaskethai («propiciar,
expiar») y apienai («perdonar, dejar,
cancelar»). La mayoría de las versiones en castellano traducen el término como «perdonar».
Perfecto
Adjetivo
taméÆm (µymiT;), «perfecto; sin mácula; sincero; entero;
total; completo; cabal; lleno». Los 91 casos del vocablo están esparcidos en
toda la literatura bíblica; 51 de estos se encuentran en pasajes que tienen que
ver con ofrendas cúlticas.
TaméÆm quiere decir «completo», o sea, el estado de estar entero o de ser total: «Y del
sacrificio de las ofrendas de paz, traerá una ofrenda encendida al Señor: el
sebo, la cola entera, que cortará cerca
del espinazo» (Lv 3.9 lba). El sol se detuvo por «un día entero» cuando Josué
peleaba con los gabaonitas (Jos 10.13). En Lv 23.15 Dios ordena siete sábados «completos»
después de la fiesta de las primicias más cincuenta días, entonces se ofrecería
la ofrenda de las primicias del grano. Cuando se vendía una casa ubicada dentro
de una ciudad amurallada, la misma podía ser rescatada en el plazo de un año «completo»,
o de otra manera, esta pasaría a pertenecer en perpetuidad al nuevo dueño y a
sus descendientes (Lv 25.30).
El término puede significar «intacto» o
«íntegro», no cortada en pedazos: «He aquí que cuando [la madera] estaba íntegra
[«intacta» lba; «entera» rvr] no servía para hacer ningún objeto» (Ez 15.5 rva).
TaméÆm puede significar incontestable o libre de objeciones. En Dt 32.4 el vocablo
califica la obra de Dios: «Él es la Roca, cuya obra es perfecta». El pueblo de
Dios debe rehuir las prácticas idolátricas de los cananeos: «Perfecto serás
delante de Jehová tu Dios» (Dt 18.13). Como calificativo de seres humanos, el
término se refiere a quienes cumplen con todos los requisitos de la Ley de Dios
(cf. Sal 18.23). El mismo vocablo califica (51 veces) a la víctima de un
sacrificio ofrecido a Dios. Indica que el sacrificio sería «sin defecto» (Lv
22.18–21), dentro de los términos en que Dios define «defecto»: «Para que os sea
aceptado será un macho sin defecto, ya sea toro, cordero o cabrito» (Lv 22.19
rva).
En varios contextos la palabra tiene un
antecedente más amplio. Sirve para describir actividades humanas externas y
estados de ánimo internos que Dios no condena; «Noé, varón justo, era perfecto
[«cabal» rva] en sus generaciones; con Dios caminó Noé» (Gn 6.9 rvr). Aquí el
vocablo indica la totalidad de una relación con Dios. En Jue 9.16, refiriéndose taméÆm a una relación entre seres
humanos, evidentemente se está hablando de algo más que una simple actividad
externa: «Ahora pues, si con verdad y con integridad habéis procedido en hacer rey a Abimelec». Esta extensión
del matiz se puede percibir al comparar Gn 17.1 con Ro 4 donde Pablo argumenta
que Abraham cumplió con las condiciones divinas, aunque lo hizo por fe.
Otro adjetivo, tam, se encuentra 15 veces. Tiene un
cognado en ugarítico y significa «completo o perfecto» (Cnt 5.2), «sano o
saludable» (Gn 25.27) y «completo, inocente, íntegro» (Job 1.8).
Nombre
tom (µTo), «totalidad». Este nombre, que tiene 25
casos, significa «totalidad» con los siguientes matices: llenura (Job 21.23),
inocencia o simplicidad (2 S 15.11), integridad (Gn 20.5).
Verbo
tamam (µm'T;), «estar completo, terminado, sin mácula;
ser consumado». El verbo, que se encuentra 64 veces, tiene cognados en arameo,
siríaco y arábigo. El término significa «estar terminado o completo» en Gn 47.18
(rva): «Cuando se acabó aquel año, fueron a él».
Postrero, último
Adjetivo
<ajaroÆn (÷/rj}a'), «último; occidental; tardío; postrero;
futuro». Este vocablo aparece unas 51 veces en hebreo bíblico.
<ajaroÆn tiene, en primer lugar, un significado local y espacial. Básicamente significa «detrás»:
«Puso a las siervas y a sus hijos delante, después a Lea y a sus hijos, y al
final a Raquel y a José (Gn 33.2 rva: primera mención). En los demás casos con
esta acepción, el término significa «occidental»: «Todo lugar que pise la planta
de vuestro pie será vuestro. Vuestro territorio será desde el desierto hasta el
Líbano, y desde el río, el río Éufrates, hasta el mar occidental» (Dt 11.24 rva).
Cuando se usa con sentido temporal, <ajaroÆn tiene varios matices. Primero,
quiere decir «último» en contraposición a la primera de dos cosas: «Y sucederá
que si no te creen ni te escuchan a la primera señal, te creerán a la segunda
señal» (Éx 4.8 rva). Segundo, puede referirse al «último» en una serie de cosas
o personas: «Vosotros sois mis hermanos, hueso mío y carne mía; ¿por qué, pues,
seréis los últimos en hacer volver al rey?» (2 S 19.12 rva). El vocablo también
indica «más tarde» y/o «después»: «Más bien, lo matarás irremisiblemente; tu
mano será la primera sobre él para matarle, y después la mano de todo el pueblo»
(Dt 13.9 rva). Por último, el énfasis puede recaer en la finalidad o las
características concluyentes de algún objeto o persona: «Estas son las últimas
palabras de David» (2 S 23.1 rva).
<ajaroÆn indica «futuro» o algo que vendrá: «La generación venidera, vuestros hijos que
se levanten después de vosotros y el extranjero que venga de tierra lejana,
cuando vean las plagas de la tierra» (Dt 29.22 rva).
La combinación «primero» y «último» es
una expresión idiomática que indica plenitud: «Los demás hechos de Salomón, los
primeros y los últimos, ¿no están escritos en las palabras del profeta Natán, en
la profecía de Ajías de Silo y en las visiones del vidente Ido acerca de
Jeroboam hijo de Nabat?» (2 Cr 9.29 rva). La frase expresa además la suficiencia
del Señor cuando dice que Él encierra dentro de su persona lo «primero» y lo «postrero»:
«Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy
el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios» (Is 44.6; cf.
48.12). Estas citas afirman que no hay otro Dios porque todo en Él existe.
Verbo
<ajar (rj'a;), «demorar, quedarse atrás,
atrasar,retardar». Otros términos derivados del mismo verbo son : «otro», «después»,
«hacia atrás». <ajar se encuentra en Éx
22.29 (rva) con el significado siguiente: «No demorarás en presentar las
primicias de tu cosecha ni de tu lagar. Me darás el primogénito de tus hijos».
Primogénito, Primicias
bekoÆr (r/kB]), «primogénito». BekoÆr se encuentra 122 veces en hebreo bíblico y
durante todos los períodos. El vocablo se refiere al «primogénito» de una
familia (Gn 25.13); el término puede además referirse, en forma colectiva, al «primogénito»
de una nación (Nm 3.46). En ocasiones se encuentra el plural de la palabra (Neh
10.36), aunque en este caso, el término se refiere a animales. En otros pasajes,
la forma singular de bekoÆr indica un solo «primogénito» animal (Lv 27.26; «primerizo rva) o en forma
colectiva al «primogénito» de un rebaño (Éx 11.5).
El hijo mayor o «primogénito» (Éx 6.14)
tenía privilegios especiales dentro de una familia. Recibía la bendición
familiar especial, que denotaba liderazgo espiritual y social y una doble
porción de las posesiones del padre, o sea, el doble de lo que recibían sus
hermanos (Dt 21.17). Esta bendición la podía perder como resultado de sus malas
acciones (Gn 35.22) o si decidía venderla (Gn 25.29–34). Dios reclamó como suyos
a todo Israel y sus posesiones. Como prenda, todo Israel debía dedicarle su «primogénito»
(Éx 13.1–16). Los animales primogénitos debían sacrificarse, redimirse o matarse,
mientras que los «primogénitos» varones se redimían, ya fuera con la sustitución
de un levita o con el pago de un precio de rescate (Nm 3.40ss).
Israel, como «primogénito» de Dios,
gozaba de una posición privilegiada y bendecida por sobre las demás naciones (Éx
4.22; Jer 31.9).
El «primogénito de la muerte» es un
modismo que significa una enfermedad mortal (Job 18.13); «primogénitos de los
pobres» habla de la clase social paupérrima (Is 14.30).
bikkuÆréÆm (µyriWKBi), «primicias». Este nombre se encuentra
16 veces. Las «primicias» de la cosecha de granos y las frutas se ofrecían a
Dios (Nm 28.26) en reconocimiento a que Él era dueño de la tierra y a su
soberanía sobre la naturaleza. El «pan de las primicias» se amasaba con los
primeros granos de la cosecha y se presentaba a Dios en la fiesta de Pentecostés
(Lv 23.20). El «día de las primicias» era Pentecostés (Nm 28.26).
Procrear, Engendrar
Verbo
yalad (dl'y:), «procrear, dar a luz, engendrar, generar».
Este verbo se halla en todas las lenguas semíticas y en casi todas las formas
verbales. La excepción más notable es en arameo bíblico. Si embargo, el verbo
arameo se encuentra ampliamente fuera de la Biblia. El verbo yalad está unas 490 veces en la Biblia.
En esencia, el vocablo se refiere a la
acción de «dar a luz» y a su resultado, «procrear, engendrar» hijos. Dios
maldijo a la mujer multiplicando su dolor en el parto (cf. Gn 3.16: primer caso
de yalad). La segunda acepción tiene un
ejemplo en Gn 4.18, donde se registra que Irad «engendró» a Mehujael. Este verbo
también puede usarse en relación a animales; en Gn 30.39, los fuertes entre el
ganado de Labán «engendraron» crías listadas, pintadas y salpicadas.
Un tema que a menudo aparece en la
historia bíblica tiene como tipo a Abraham y Sara. No teniendo herederos, Dios
les hizo una promesa y les dio un hijo (Gn 16.1, 16). Esto comprueba que Dios
controla el proceso generativo (Gn 20.17–18) y concede hijos como señal de su
bendición. Los profetas se valen de imágenes de la procreación para ilustrar el
terror que sobrecogerá a los hombres en el día del Señor (Is 13.8). Oseas usa
imágenes de matrimonio y procreación para describir la relación de Dios con
Israel (Os 1.3, 6, 8). Uno de los pasajes que se debate acaloradamente es Is
7.14, donde yalad se usa para profetizar
el «nacimiento» de Emanuel. Por último, los profetas a veces llegan a lamentar
el día en que «nacieron» (Jer 15.10).
Yalad describe la relación entre Dios e Israel también en otros pasajes. Esta relación
tiene particular relevancia para el rey que tipifica el Mesías, el Hijo que Dios
«engendró» (Sal 2.7). Dios también dice que «engendró» a Israel como pueblo (Dt
32.18). Esta declaración contrasta marcadamente con la aclaración de Moisés de
que no fue él quien los engendró (Nm 11.12) y por tanto no quiere tener nada más
que ver con ellos.
Jeremías también se vale del mismo
motivo: la «generación» de Israel por Dios. En Jer 31.20, Dios dice que sus
entrañas se conmueven por su hijo Efraín (yeled).
Ezequiel desarrolla el mismo tema alegóricamente cuando denomina a Samaria y a
Jerusalén las hijas que Dios «engendró», Ahola y Aholiba (Ez 23.4, 37).
La Septuaginta traduce yalad con términos que expresan «dar a
luz» (tinknein) o «engendrar» (gennaoo).
Nombre
yeled (dl,y<,), «muchacho; niño». El nombre yeled difiere de ben («hijo») porque especifica con mayor
claridad la relación paternal. Por ejemplo, la criatura que Noemí crió fue un «niño»
(Rt 4.16).
Yeled,
que aparece 89 veces en la Biblia, se traduce con varios vocablos en la
Septuaginta. Otros nombres que se construyen a base de yalad incluyen yaldah («niña»;
3 veces), yaléÆd («hijo» o «esclavo»: 3
veces), yilloÆd («recién nacido»; 5
veces), walad («criatura»; una vez), ledah («dar a luz» o «alumbramiento»; 4
veces), moÆledet («progenie, parentesco,
linaje»; 22 veces) y toÆledoÆt («descendientes,
contemporáneos, generación, genealogía, registro familiar»; 39 veces).
Profanar, Contaminar
jalal (ll'j;), «contaminar, manchar, profanar, comenzar».
Este vocablo se usa más de 225 veces en el Antiguo Testamento. Como verbo, jalal aparentemente se usa en dos formas
muy diferentes. Por un lado tiene el sentido de «profanar» o «contaminar», por
el otro quiere decir «comenzar».
El uso más frecuente de la raíz hebrea
tiene la acepción de «profanar, contaminar». Puede ser una contaminación ritual,
como cuando se entra en contacto físico con un cadáver (Lv 21.4) o la
profanación cúltica del altar sagrado cuando una piedra se talló con
herramientas de metal (Éx 20.25). Los lugares santos (Ez 7.24), el nombre de
Dios (Ez 20.9) y Dios mismo (Ez 22.26) pueden profanarse. A menudo se usa jalal para describir la contaminación
resultante de actos sexuales ilícitos como la prostitución (Lv 21.9) o, en la
primera mención del vocablo, la violación del lecho paterno (Gn 49.4).
Hay más de 50 ejemplos de jalal con el significado de «comenzar».
Tal vez el caso más importante se encuentra en Gn 4.26. Allí se dice que después
del nacimiento de Set, engendrado por Adán y Eva después del homicidio de Abel a
manos de Caín, «los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová». La
Septuaginta lo traduce más o menos así: «Esperaba [confiaba] invocar el nombre
del Yahveh». La bj dice: «Este fue el primero en invocar el nombre de Yahveh».
Debemos preguntar si tal vez el autor quiso decir que no fue sino hasta que
nació Enoc el hijo de Set que la gente «comenzó» a clamar juntos al nombre del
Señor; o por otro lado, sí quiso decir que esta fue la primera vez que se usó el
nombre Yahveh. En vista del relato en Gn 1–3, ninguna de las dos
interpretaciones parece probable. Quizás el autor simplemente dice que, a
diferencia de la aparente actitud de falta de temor a Dios de Caín, la
generación que comenzó con Set y su hijo Enoc se reconoció por un estilo de vida
temerosa hacia Dios. De ser cierto, y en vista de la forma pasiva intensiva del
verbo en este caso, la cita se puede traducir así: «Entonces comenzaron de nuevo
a invocar el nombre del Señor».
Profetizar
Verbo
naba< (ab;n:), «profetizar». Este vocablo se encuentra
en todos los períodos de la lengua hebrea. Parece estar relacionado con la
antigua palabra acádica nabuÆ, que en su
forma pasiva significa «ser llamado». El término se encuentra en el texto hebreo
de la Biblia unas 115 veces. El primer caso se halla en 1 S 10.6, donde Samuel
informa a Saúl que cuando al encontrarse con cierto grupo de profetas, «profetizarás
con ellos; y serás cambiado en otro hombre» (rva). Este incidente señala el
hecho que hay cierta ambigüedad en la Biblia sobre el uso de este término, tanto
verbo como nombre, como lo hay en los vocablos «profetizar» y «profeta» en
castellano. Por lo que el término veterotestamentario implica una amplia gama de
significados.
Con mayor frecuencia, naba< sirve para describir la función
del verdadero profeta cuando comunica el mensaje de Dios al pueblo, bajo la
influencia del Espíritu divino (1 R 22.8; Jer 29.27; Ez 37.10). «Profetizar» era
una tarea que un profeta no podía evitar: «Si habla el Señor Jehovah, ¿quién no
profetizará?» (Am 3.8 rva; cf. Jer 20.7, donde Jeremías confiesa que se siente
al mismo tiempo atraído y forzado a ser profeta). Pese a que la fórmula «la
palabra del Señor vino [al profeta]» se usa literalmente centenares de veces en
el Antiguo Testamento, en realidad no hay indicación alguna de cómo esto
acontecía mediante el intelecto, una visión o alguna otra vía. Algunas veces,
sobre todo en los primeros profetas, habría tal vez una experiencia extática de
por medio, como en 1 S 10.6, 11; 19.20. En algunos casos se menciona la música
como un medio de profetizar, como en 1 Cr 25.1–3.
Los falsos profetas también
profetizaban, aunque no por el Espíritu divino: «No envié yo aquellos profetas,
pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban» (Jer 23.21). Se
condena rotundamente a los falsos profetas porque no hablan la palabra auténtica:
«Profetiza contra los profetas de Israel que profetizan. Di a los que solo
profetizan lo que hay en sus propios corazones: Escuchad la palabra de Jehová …
¡Ay de los profetas insensatos que andan tras su propio espíritu, y que nada han
visto!» (Ez 13.2–3 rva). Particularmente los falsos profetas eran dados a
estados de frenesí que les impulsaba a profetizar, aun cuando no se especifica
con claridad cuál era el contenido de dicha actividad (1 R 22.10). Lo que es
importante recordar es que, en el contexto bíblico, «profetizar» puede referirse
a cualquier cosa desde el éxtasis frenético de un falso profeta hasta la
proclamación sobria y mesurada del juicio de Dios a través de un Amós o un
Isaías.
«Profetizar» implica mucho más que
predecir hechos futuros. A decir verdad, la primera preocupación del profeta es
hablar la Palabra de Dios a la gente de su tiempo, llamándoles a fidelidad al
pacto. El mensaje del profeta estaba condicionado a la respuesta del pueblo. O
sea que por su respuesta a esta palabra el pueblo determinaba en gran medida lo
que sería el futuro, como lo ilustra la respuesta de los ninivitas a la
predicación de Jonás. Con todo, en algunos momentos hay un elemento de
predicción, como cuando Nahum predice la caída de Nínive (Nah 2.13) y en los
varios pasajes mesiánicos (Is 9.1–6; 11.1–9; 52.13–53.12).
Nombre
nabéÆ< (aybin:), «profeta». El vocablo tiene un posible
cognado en acádico. Se encuentra unas 309 veces en hebreo bíblico, en todos los
períodos.
NabéÆ< quiere decir «profeta», ya sea verdadero o falso (cf. Dt 13.1–5). Los verdaderos
profetas eran portavoces del Dios verdadero. En 1 Cr 29.29 se encuentran tres
vocablos que significan «profeta»: «Los hechos del rey David, primeros y
postreros, están escritos en el libro de las crónicas de Samuel vidente [ro<eh],
en las crónicas del profeta [nabéÆ<]
Natán, y en las crónicas de Gad vidente [jozeh]».
Los términos que se traducen «vidente» subrayan el medio por el que el «profeta»
se comunicaba con Dios, pero no nos explican en qué se diferenciaban a otros
profetas (cf. 1 S 9.9). El primer caso de nabéÆ< tampoco contribuye a aclarar este punto: «Ahora pues, devuelve la mujer a su
marido [Abraham], porque él es profeta y orará por ti, y tú vivirás» (Gn 20.7
rva).
El segundo caso de nabéÆ< sí aclara el significado del
término: «Entonces Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para
Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta» (Éx 7.1). El antecedente de esta
declaración se encuentra en Éx 4.10–16, donde Moisés alega su incapacidad de
hablar claramente, por lo que no estaba en condición de entrar en la presencia
del faraón como portavoz de Dios. El Señor prometió designar a Aarón (hermano de
Moisés) como portavoz suyo: «Él hablará por ti al pueblo y será para ti como
boca, y tú serás para él como Dios» (Éx 4.16 rva). En Éx 7.1 encontramos la
misma idea con palabras diferentes. Queda bien claro que un «profeta» equivale a
uno que habla en nombre de otro, que actúa como su «boca».
Este significado básico de nabéÆ< encuentra apoyo en otras citas.
En el pasaje clásico de Dt 18.14–22, Dios promete levantar otro «profeta» como
Moisés para ser portavoz de Dios (v. 18). El pueblo debía obedecer y rendiría
cuentas por lo que Él les dijera (v. 19). Sin embargo, si las palabras del «profeta»
resultaban falsas, este debía morir (v. 20). En primer lugar, estas palabras
constituyen una promesa y definición de la larga sucesión de profetas de Israel.
Al fin y al cabo es una promesa acerca del Gran Profeta, Jesucristo (cf. Hch
3.22–23). Por último, aunque el «profeta» o vidente hiciera milagros en
demostración de ser hombre de Dios, el pueblo, sin embargo, debía prestar
atención primero al mensaje y después fijarse en el milagro, en lugar de lo
contrario (Dt 13.1–5).
En su forma plural nabéÆ< se usa con referencia a personas
que no fungían precisamente como portavoces de Dios. Samuel tuvo en sus tiempos
su grupo de seguidores. Alababan a Dios (a menudo con canciones) e intentaban
instar al pueblo a volver a Dios (1 S 10.5, 10; 19.20). Los seguidores de Elías
y Eliseo se organizaron en grupos a fin de ayudar a estos maestros y aprender de
ellos. Se les llamaba «hijos de los profetas» (1 R 20.35). Cuando se usa de esta
manera, nabéÆ< significa un compañero
y/o seguidor de un profeta.
También se usa el término en cuanto a «profetas
paganos»: «Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo, y
los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de
Asera, que comen de la mesa de Jezabel» (1 R 18.19).
Finalmente, el término tiene su forma
femenina, «profetisa» (nebéÆ<ah),
que aparece 6 veces. En Éx 15.20 se denomina «profetisa» a María (hermana de
Moisés y Aarón). Lo mismo se dice de la mujer de Isaías (Is 8.3). No está claro
si fungían propiamente como «profetizas» o si este uso tiene alguna relación con
la acepción «compañero o seguidor» de un profeta.
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