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M N O P Q R S T U V
Hebreo Bíblico
Madre
<em (µae), «madre; abuela; suegra». Casi todas las
lenguas semíticas tienen este vocablo, incluyendo ugarítica y aramea. En hebreo
bíblico el término aparece 220 veces durante todos los períodos.
El significado básico del vocablo tiene
que ver con la relación física que se tiene con una persona denominada «madre».
La primera vez que aparece el término, en Gn 2.24, hallamos esta acepción: «Por
tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer». A veces <em tiene que ver con «madre» de la
especie animal: «Lo mismo harás con el de tu buey y de tu oveja: siete días
estará con su madre, y al octavo día me lo darás» (Éx 22.30). La frase «padre y
madre» en la Biblia quiere decir «padres»: «Y había criado a Hadasa, es decir,
Ester, hija de su tío, porque era huérfana [de padre y madre] … Cuando su padre
y madre murieron» (Est 2.7). «Hijo de su madre», en Gn 43.29, significa «su
hermano», así como «hija de mi padre» es «mi hermana» (Gn 20.12). Por lo
general, estas frases se refieren únicamente a hermanos consanguíneos, mientras
que los términos <aj («hermano») y <ajoÆt («hermana») pueden significar
tanto hermanastros como hermanos consanguíneos (por ambos padres). Por otro lado,
en Gn 27.29, <em parece referirse a una
descendencia mucho más distante: «Sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti;
sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos
los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren».
<Em puede referirse a parientes sanguíneos menos allegados que una «madre». En 1 R
15.10, el término significa «abuela»: «Y reinó 41 años en Jerusalén. El nombre
de su madre [abuela, cf. 1 R 15.2] era Maaca hija de Absalón» (rva). El vocablo
también puede significar «madrastra». Cuando José contó su sueño a su familia «su
padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos
yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?» (Gn 37.10; cf.
35.16–19 que relata la muerte de Raquel, madre de José). También se usa el
término para indicar una suegra o la madre de la esposa: «El que tomare mujer y
a la madre de ella comete vileza» (Lv 20.14). También se llama «madre» la
antepasada de un pueblo, la primera «madre» tribal: «Así ha dicho Jehová el
Señor sobre Jerusalén: Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu
padre fue amorreo y tu madre hetea» (Ez 16.3). Remontándonos hasta el principio,
Eva es «madre de todos los vivientes» (Gn 3.20).
<Em puede denotar a todas nuestras antepasadas: «Venga en memoria ante Jehová la
maldad de sus padres, y el pecado de su madre no sea borrado» (Sal 109.14 rv
95).
Un grupo de personas o una ciudad,
personificados, reciben el apelativo de «madre». Oseas (tal vez) se refiere a
los sacerdotes como la «madre» de Israel: «Caerás por tanto en el día, y caerá
también contigo el profeta de noche; y a tu madre destruiré» (Os 4.5). Israel,el
reino del norte, según Is 50.1, es la «madre» de Judá: «¿Qué es de la carta de
repudio de vuestra madre, con la cual yo la repudié? ¿O quiénes son mis
acreedores a quienes yo os he vendido? He aquí que por vuestras maldades sois
vendidos, y por vuestras rebeliones fue repudiada vuestra madre» (cf. Os 2.4,
7).
Se considera que una ciudad importante
es «madre» de sus ciudadanos: «Tú procuras destruir una ciudad que es madre en
Israel» (2 S 20.19).
En los tiempos de Débora, «madre de
Israel» era un título de respeto (Jue 5.7).
La «madre de un camino» se refiere al
punto de partida de un camino: «Porque el rey de Babilonia se ha detenido en una
encrucijada, al principio [la «madre»] de los dos caminos, para usar de
adivinación» (Ez 21.21).
Mago
<ashshap (¹V;a'), «mago». Se encuentran cognados de este
término en acádico, siríaco y arameo bíblico (6 veces). El nombre solo aparece
un par de veces en hebreo bíblico y únicamente en el libro de Daniel.
La vocación de un ashipu se conocía desde muy temprano en
la antigua sociedad acádica (babilónica). No se sabe si los ashipu eran asistentes de una orden
particular de sacerdotes babilónicos (los mashmashu)
o una orden paralela a este sacerdocio. Sea como fuere, los ashipu hacían conjuros para librar a las
personas de las fuerzas malignas. A menudo se intervenían quirúrgicamente a los
enfermos mientras se pronunciaban palabras mágicas.
En la Biblia, el término <ashshap se encuentra por primera vez en
Dn 1.20: «En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó,
los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo
su reino».
Maldecir
Verbo
qalal (ll'q;), «ser insignificante, liviano, ligero,
veloz; maldecir». Este vocablo de gran amplitud se encuentra tanto en hebreo
antiguo como moderno, en antiguo acádico y (según algunos expertos) en antiguo
ugarítico. El término aparece unas 82 veces en el Antiguo Testamento hebraico.
Como se podrá percibir, sus diversos matices surgen de la idea básica de ser «insignificante
o ligero», con connotaciones un tanto negativas.
Qalal se encuentra por primera vez en Gn 8.8: «Para ver si las aguas se habían
retirado» (rvr, rv 95; «disminuido» rva, lba; «bajado» lvp; «menguado» bj; «secado»
bpd, sbp). Todos estos términos indican la disminución (o aligeramiento) de una
condición anterior.
La idea de «ser veloz» se usa en la
forma comparativa del hebreo. Por lo que Saúl y Jonatán eran «más veloces que
las águilas» (2 S 1.23 rva: literalmente, «más ligeros eran que águilas» rvr,
lba). Una idea parecida se expresa en 1 S 18.23: «¿Os parece poca cosa ser yerno
del rey … ?» (rva, lba).
A menudo qalal adquiere la idea de «maldecir», tratar como «insignificante» o
despreciable (o sea «mal-decir»): «Igualmente el que maldijere [«trate sin
respeto» bj; cf. bla] a su padre o a su madre, morirá» (Éx 21.17 rvr). «Maldecir»
significa «jurar» cuando se trata de alguna divinidad: «El filisteo maldijo a
David por sus dioses» (1 S 17.43). El aspecto negativo de «bendición» se expresa
en el modo pasivo: «El más joven morirá a los cien años, y el [«pecador» rvr]
que no llegue a los cien años [por lo tanto] será considerado maldito» (Is 65.20
rva). Un uso semejante se puede ver en: «Su porción es maldita en la tierra»
(Job 24.18).
La forma causativa del verbo a veces
expresaba la idea de «aligerar, quitar una carga»: «Quizás aligere el peso de su
mano sobre vosotros» (1 S 6.5 rva); «Así aliviarás la carga que hay sobre ti» (Éx
18.22 rva).
<arar (rr'a;), «maldecir». Esta raíz se encuentra en
sudarábigo, etiópico y acádico. El vocablo aparece 60 veces en el Antiguo
Testamento.
Se encuentra por primera vez en Gn 3.14
y 17 (rva): «Serás maldita entre todos los animales domésticos … Sea maldita la
tierra por tu causa». Más de la mitad de todos los casos se encuentran en esta
modalidad. Es una declaración de juicio sobre los que quebrantan el pacto, como
por ejemplo en Dt 27.15–26, donde se repite doce veces: «Maldito el hombre».
«Maldecir» a menudo aparece en paralelo
con «bendecir». Las dos «maldiciones» en Gn 3 están en marcado contraste con las
dos bendiciones en Gn 1 («Y Dios los bendijo»). El pacto abrahámico incluye: «Bendeciré
a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré [son dos raíces
diferentes]» (Gn 12.3 rva). Comparar en Jer 17: «Maldito el varón que confía en
el hombre» (v. 5) con «Bendito el varón que confía en Jehová» (v. 7).
Los paganos se valían del poder de la «maldición»
para deshacerse de sus enemigos, como cuando Balac procuró a Balaam: «Ven y
maldíceme a este pueblo» (Nm 22.6 rva). Israel usaba en sus ceremoniales «el
agua amarga que acarrea maldición» (Nm 5.18ss rva).
Solo Dios puede efectivamente «maldecir».
Es una revelación de su justicia en apoyo a su derecho a la obediencia absoluta.
Los seres humanos pueden hacer suyas las «maldiciones» de Dios encomendándoles
sus agravios y confiando en sus juicios justos (cf. Sal 109.26–31).
La Septuaginta traduce <arar con epikatarasthai, sus compuestos y derivados; por esta vía llega al
Nuevo Testamento. «Maldición» en el Antiguo Testamento se resume en la siguiente
declaración: «Maldito el varón que no obedeciere las palabras de este pacto» (Jer
11.3). El Nuevo Testamento responde: «Cristo nos redimió de la maldición de la
ley, hecho por nosotros maldición; (porque está escrito: Maldito todo el que es
colgado en un madero)» (Gl 3.13).
Nombre
<alah (hl;a;), «maldición; juramento». Hay cognados de
este vocablo en fenicio y arábigo. Los 36 casos veterotestamentarios del nombre
se encuentran en todos los períodos de la literatura bíblica.
A diferencia de <arar («maldecir o anatemizar») y qalal («maldecir abusando o
empequeñeciendo»), <alah se refiere
fundamentalmente a «la ejecución del juramento requerido para validar un pacto o
acuerdo». Como nombre, <alah se refiere
propiamente al «juramento»: «Entonces, cuando hayas llegado a mi familia,
quedarás libre de mi juramento; y aunque no te la den, también quedarás libre de
mi juramento» (Gn 24.41 rva: primer caso). El «juramento» consistía de una «maldición»
sobre la cabeza del que quebrantara el acuerdo. Este mismo sentido aparece en Lv
5.1 con referencia a una «maldición» general contra cualquiera que testificara
falsamente en un caso jurídico.
Por tanto, <alah denota una «maldición» que sirve para dar validez a un
compromiso o nombramiento y que puede servir de conclusión a cualquier acuerdo o
pacto. Por otro lado, el vocablo expresa una «maldición» en contra de otro, se
conozca o no su identidad.
Mandamiento
mitswah (hw:x]mi), «mandamiento». Este nombre aparece 181
veces en el Antiguo Testamento. Se encuentra por primera vez en Gn 26.5 (rva),
donde mitswah es sinónimo de joq («estatuto») y de toÆrah («ley»): «Porque Abraham obedeció
mi voz y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis
instrucciones».
En el Pentateuco, Dios es siempre el
Dador del mitswah: «Cuidaréis de poner
por obra todo mandamiento que yo os mando hoy, para que viváis y seáis
multiplicados, y para que entréis y toméis posesión de la tierra que Jehová juró
dar a vuestros padres. Acuérdate de todo el camino por donde te ha conducido
Jehová tu Dios estos cuarenta años por el desierto, con el fin de humillarte y
probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, y si guardarías sus
mandamientos, o no» (Dt 8.1–2 rva). El «mandamiento» puede ser una prescripción
(«haréis») o una proscripción («no haréis»). Los mandamientos se dieron al
alcance del oído de los israelitas (Éx 15.26; Dt 11.13), quienes los debían «hacer»
(Lv 4.2ss) y «guardar» (Dt 4.2; Sal 78.7). Cualquier incumplimiento significaría
un rompimiento del pacto (Nm 15.31), transgresión (2 Cr 24.20) y apostasía (1 R
18.18).
El plural de mitswah a menudo denota una recopilación de leyes impartidas por
revelación divina. Son la «palabra» de Dios: «¿Con qué limpiará el joven su
camino? Con guardar tu palabra» (Sal 119.9). También se les llama «mandamientos
de Dios».
Fuera del Pentateuco hay «mandamientos»
emitidos por reyes (1 R 2.43), padres (Jer 35.14), gente (Is 29.13) y maestros
de sabiduría (Pr 6.20; cf. 5.13). Solo un diez por ciento de todos los casos del
término en el Antiguo Testamento pertenecen a esta categoría.
Las traducciones en la Septuaginta son: entole («mandamiento; orden») y prostagma («orden; mandamiento; mandato;
requerimiento»).
Mano
yad (dy:), «mano; lado; borde; al lado de; mano (medida),
porción; soporte; monumento; virilidad (órgano sexual); poder; dominio». Este
vocablo tiene cognados en la mayoría de las demás lenguas semíticas. En hebreo
bíblico se constatan 1.618 casos del término durante todos los períodos.
El significado básico del término es
«ma- no»: «Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros,
sabiendo el bien y el mal: ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también
del árbol de la vida» (Gn 3.22: primera mención del vocablo). La palabra a veces
se usa junto a un objeto que puede asirse con una «mano»: «Si lo hiere con una
piedra en la mano [literalmente «piedra de mano»]» (Nm 35.17 rva). En un uso
similar, el término quiere decir «humano»: «Con su sagacidad hará prosperar el
engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a
muchos; y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será
quebrantado, aunque no por mano humana» (Dn 8.25 rvr; literalmente «sin mano
será quebrantado» rv; cf. Job 34.20).
En Is 49.2, «mano» se refiere a Dios
que le dice a Moisés que pondrá su «mano» sobre la entrada de la cueva para
protegerle. Esta es una figura retórica, un antropomorfismo, mediante el cual
Dios promete su protección. La «mano» de Dios es otra manera de decir su «poder»
(cf. Jer 16.21). La frase «entre tus manos» puede significar «sobre tu pecho»:
«Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos [lit. «entre tus manos»
bj]? Y Él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos» (Zac 13.6 rvr;
«en tu cuerpo» bla, cf. LBP).
Yad se usa retóricamente en otras frases que merecen mencionarse. «Levantar la mano»
puede tener relación con «juramentar» (Gn 14.22). «Sacudir» (literalmente, «dar
la mano») es otro gesto relacionado con «juramentos» (cf. Pr 11.21). «Poner la
mano sobre alguien» (Gn 37.27; Éx 7.4) quiere decir hacerle daño. «Tomarse de
las manos con alguien» significa «hacer causa común» con él: «No te concertarás
[lit. «juntarás las manos»] con el impío para ser testigo falso» (Éx 23.1). Si
la mano de una persona no «alcanza» un objeto, quiere decir que «no puede pagar»
por ello (Lv 5.7). Cuando un compatriota «no puede extender su mano hacia ti»,
es porque «no puede mantenerse» (Lv 25.35; cf. nbe).
«Taparse la boca con la mano» es un
gesto de silencio (Pr 30.32). «Poner la mano debajo de alguien» es señal de
sumisión (1 Cr 29.24). «Poner algo en la mano de otro» es confiar en él (Gn
42.37).
Un segundo grupo importante de pasajes
usa yad para indicar la ubicación y los
usos de la mano. Primero, el término puede significar el «lado» en que está la
mano: «Y Absalón se levantaba temprano y se situaba junto al camino de la puerta» (2 S 15.2 lba). En 2 Cr 21.16 el
vocablo quiere decir «borde, orilla»: «Jehová despertó contra Joram el espíritu
de los filisteos y de los árabes que estaban al lado [lit. «a la mano»] de los
etíopes» (rva). En Éx 2.5 (rva) hay un uso similar que tiene que ver con el río
Nilo: «Entonces la hija del faraón descendió al Nilo para bañarse. Y mientras
sus doncellas se paseaban por la ribera [«a la mano»] del Nilo». También con un
sentido de ubicación, yad puede indicar
«longitud y anchura». En Gn 34.21(rva) leemos que la tierra era (literalmente) «amplia
de manos»: «Estos hombres son pacíficos para con nosotros. Que habiten ellos en
la tierra y que negocien en ella, pues he aquí la tierra es amplia para ellos
también».
Segundo, el vocablo puede significar «parte»
o «fracción» ya que esto es todo lo que la mano puede recibir: «Él tomó
porciones de delante de sí para ellos, e hizo que la porción de Benjamín fuese
cinco veces mayor que la de los demás» (Gn 43.34 rva).
Tercero, yad adquiere el significado de sostener, como por ejemplo el «soporte»
de un mueble (1 R 7.35ss rva); o «soporte para los brazos» (1 R 10.19 rva).
Cuarto, puesto que una mano se puede
levantar para «señalar», yad puede
significar un «monumento» o «estela»: «Saúl se fue a Carmel, y he aquí que se
erigió un monumento» (1 S 15.12 rva).
Quinto, yad a veces representa el «órgano sexual masculino»: «Has subido y
ensanchado tu cama; de ellos has logrado pacto a tu favor, has amado su cama,
has contemplado su virilidad» (Is 57.8 lba; cf. v. 10; 6.2; 7.20: «hallaste
mucha vitalidad» rva o «hallaste nuevo vigor en tu mano» rvr, nrv).
En varios pasajes, yad se usa con el sentido de «poder» o «dominio»:
«También derrotó David a Hadad-ezer, rey de Soba, en Hamat, cuando este iba a
establecer su dominio hasta el río Éufrates» (1 Cr 18.3 rva). «Ser entregado en
la mano» de alguien quiere decir «entregarlo a su poder»: «Dios lo ha entregado
en mi mano, pues él se ha encerrado a sí mismo al entrar en una ciudad con
puertas y cerrojos» (1 S 23.7 rva; cf. Pr 18.21).
«Llenar la mano» de alguien puede
servir como una frase técnica que significa «instalarle» en un puesto: «Con
ellos vestirás a tu hermano Aarón, y con él a sus hijos. Los ungirás, los
investirás y los consagrarás para que me sirvan como sacerdotes» (Éx 28.41 rva).
Yad se encuentra a menudo ligado a la preposición be y a otras preposiciones como una extensión; el significado no cambia, solo es
más extensa la forma: «¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho?
¿Qué maldad hay en mi mano?» (1 S 26.18 rva).
Meditar
hagah (hgÉh;), «meditar; gemir; llorar, rugir;
pronunciar; hablar». El vocablo es común tanto en hebreo antiguo como moderno.
Propio únicamente al Antiguo Testamento hebreo, parece ser un término
onomatopéyico que refleja los suspiros y murmullos que los antiguos hacían
cuando meditaban. Este es el significado que se encuentra en el primer caso del
verbo: «Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él
día y noche» (Jos 1.8 lba). Tal vez la cita más famosa sobre «meditar» sobre la
Ley de día y de noche sea Sal 1.2.
Hagah también expresa el «rugido» de leones (Is 31.4) y el «lamento» de palomas (Is
38.14). Cuando el vocablo se usa con el significado de «lamentar» o «llorar», al
parecer tiene que ver con los sonidos quejumbrosos del antiguo lamento semítico,
como se puede ver en el siguiente paralelismo: «Por tanto, yo aullaré sobre
Moab; sobre todo Moab haré clamor, y sobre los hombres de Kir-hares gemiré» (Jer
48.31). Proverbios 24.1–2 parece referirse a «mascullar», hablar entre dientes
al hacer ejercicio mental o planificar,: «No tengas envidia de los hombres malos
… porque su corazón piensa en robar, e iniquidad hablan [mascullan] sus labios».
Mesías
Nombre
mashéÆaj (j'yvim;), «ungido; Mesías». De los 39 casos de mashéÆaj, ninguno se encuentra en la
literatura sapiencial. Aparecen diseminados en la literatura bíblica restante en
todos los períodos.
Primero, mashéÆaj se refiere a alguien que han ungido con aceite, simbolizando
la unción del Espíritu Santo para tareas específicas. Se ungían a reyes (1 S
24.6), sumo sacerdotes y algunos profetas (1 R 19.16). «Si el sacerdote ungido
pecare según el pecado del pueblo» (Lv 4.3: primer ejemplo bíblico). En el caso
de Ciro, el Espíritu de Dios lo ungió con la comisión especial de ser libertador
de Israel (Is 45.1). A los patriarcas también se les llama «ungidos»: «¡No
toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas!» (Sal 105.15).
Segundo, el vocablo a veces se
translitera «Mesías». Después de la promesa a David (2 S 7.13), mashéÆaj se refiere inmediatamente a la
dinastía davídica, pero al final apunta hacia el «Mesías», Jesucristo: «Se
presentan los reyes de la tierra, y los gobernantes consultan unidos contra
Jehová y su Ungido» (Sal 2.2 rva). Daniel 9.25 contiene una transliteración del
término: «Conoce, pues, y entiende que desde la salida de la palabra para
restaurar y edificar Jerusalén hasta el Mesías Príncipe». En el Nuevo Testamento
se constata el mismo significado de este vocablo (Jn 1.41). Es más frecuente en
el Nuevo Testamento traducir el vocablo («Cristo») en lugar de transliterarlo («Mesías»).
mishjah (hj;v]mi), «unción». Este nombre aparece 21 veces
y únicamente en Éxodo, Levítico y Números. Siempre sigue al término hebraico «aceite»
u «óleo». La primera vez que se encuentra es en Éx 25.6: «Aceite para la
iluminación, especias aromáticas para el aceite de la unción y para el incienso
aromático».
Verbo
mashaj (jv'm;), «untar con aceite o pintura, ungir».
Este verbo, que aparece 69 veces en hebreo bíblico tiene cognados en ugarítico,
acádico, arameo y arábigo. Los complementos del verbo son personas, animales
para sacrificio y objetos cúlticos. En Éx 30.30 (rva) se ungen a Aarón y sus
hijos: «También ungirás a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás, para que me
sirvan como sacerdotes».
Ministrar, Servir
Verbo
sharat (tr'v;), «ministrar, servir, oficiar». Este
término es de uso corriente en hebreo bíblico y moderno, en diferentes
modalidades verbales y sustantivas. Se encuentra en el antiguo fenicio, y según
algunos, en ugarítico también. Sharat se
halla cerca de 100 veces en el Antiguo Testamento hebreo. La primera vez que se
usa es en la historia de José cuando lo venden a Potifar como esclavo: «Así
halló José gracia ante los ojos de Potifar y le servía» (Gn 39.4 rva; «llegó a
ser su siervo personal» lba).
Sharat a menudo denota «servicio» brindado en relación con la adoración que ofrecía
Israel; en 60 de las 97 veces que aparece tiene este significado. Cuando Samuel
era todavía niño, «ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí» (1 S 2.11), y
el Señor lo llamó mientras «ministraba a Jehová en presencia de Elí» (1 S 3.1).
Este tipo de «servicio» era para honrar solo al Señor, porque Israel no debía
ser «como las naciones, como las demás familias de la tierra, que sirven al palo
y a la piedra» (Ez 20.32). En el templo de la visión de Ezequiel, a los levitas
que «sirvieron delante de sus ídolos» el Señor les prohibió servir como
sacerdotes (Ez 44.12). Además, Jehová separó «la tribu de Leví para que llevase
el arca del pacto de Jehová … para servirle, y para bendecir en su nombre» (Dt
10.8). De la tribu de Leví, Moisés debía ungir a Aarón e hijos y consagrarlos
para que «sirvieran» como sacerdotes (Éx 29.30). Los que no fueran de la familia
de Aarón, aunque habían sido escogidos para ministrar para Él por siempre,
actuarían como ayudantes de sacerdotes, y realizarían tareas físicas como
guardar las puertas, matar el holocausto, cuidar los altares y utensilios del
santuario (1 Cr 15.2; Ez 44.11). Sin embargo, Isaías predice que llegará el día
en que «extranjeros … te servirán» (Is 60.10).
En diferentes circunstancias, la
palabra se usa para denotar el «servicio» que se ha prestado a otro ser humano.
Aunque la persona «servida» suele ser de más alto rango, esta palabra jamás se
refiere al trabajo a que se obligaba a un esclavo. A Moisés se le dijo: «Haz que
se acerque la tribu de Leví, y hazla estar delante del sacerdote Aarón, para que
le sirvan» (Nm 3.6; cf. 8.26). Eliseo «servía» a Elías (1 R 19.21). Se dice que
Abisag «servía» a David (1 R 1.15). Varios tipos de funcionarios «servían» a
David (1 Cr 28.1). Amón el hijo de David tenía un «criado que le servía» (2 S
13.17). Había «siete eunucos que servían delante del rey Asuero» (Est 1.10).
>abad (db;[;), «servir, labrar, esclavizar, trabajar».
Esta raíz se utiliza mucho en las lenguas semíticas y cananeas. Este verbo
aparece como 290 veces por todo el Antiguo Testamento.
Aparece por primera vez en Gn 2.5: «Ni
había hombre para que labrase la tierra». Dios le dio al hombre la tarea de
labrar la tierra (Gn 2.15; 3.23; cf. 1.28). En Gn 14.4 «habían servido a
Quedorlaomer» quiere decir que eran sus vasallos. Dios le dijo a Abraham: «Ten
por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y
será oprimida cuatrocientos años» (Gn 15.13).
>Abad se usa a menudo con referencia a Dios: «Serviréis a Dios sobre este monte» (Éx
3.12), o sea, que lo adoraría allí, como dicen algunas versiones. La palabra se
usa frecuentemente con otros verbos: «A Jehová tu Dios temerás, y a Él solo
servirás» (Dt 6.13), o «Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo
os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro
corazón» (Dt 11.13). A todas las oraciones se les manda «servir» a Dios con
alegría (Sal 100.2). En el reino del Mesías, «todas las naciones le servirán»
(Sal 72.11). El verbo y el nombre pueden usarse juntos como en Nm 8.11: «Y
ofrecerá Aarón los levitas delante de Jehová en ofrenda de los hijos de Israel,
y servirán en el ministerio de Jehová».
Nombre
>abodah (hd;bo[}), «trabajo; labores, servicio». Este
nombre aparece 145 veces en el Antiguo Testamento hebreo, casi todas en Números
y Crónicas. Aparece por primera vez en Gn 29.27: «Se te dará también la otra,
por el servicio que hagas conmigo otros siete años».
El sentido más generalizado de >abodah se acerca bastante a «trabajo».
Se aplica a labores agrícolas (1 Cr 27.26), al trabajo de sol a sol (Sal
104.23), y a las labores en la industria del lino (1 Cr 4.21). A esto hemos de
añadir que >abodah puede referirse
también al trabajo obligado del esclavo (Lv 25.39) o de los israelitas en Egipto:
«Id vosotros y recoged la paja donde la halléis; pero nada se disminuirá de
vuestra tarea»(Éx 5.11). El sentido más limitado de >abodah es «servicio» en relación al servicio a Dios: «Sino para
que sea un testimonio entre nosotros y vosotros, y entre los que vendrán después
de nosotros, de que podemos hacer el servicio de Jehová delante de Él con
nuestros sacrificios y con nuestras ofrendas de paz; y no digan mañana vuestros
hijos a los nuestros: Vosotros no tenéis parte en Jehová» (Jos 22.27). Cuando el
pueblo de Dios no dependía enteramente del Señor, tenía que elegir entre servir
a Jehová Dios o a los reyes humanos con sus exigencias de trabajo obligatorio y
tributos: «Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es servirme a mí, y qué
es servir a los reinos de las naciones» (2 Cr 12.8).
El uso más especializado de esta
palabra tiene que ver con el tabernáculo y el templo. Los sacerdotes se
escogieron para el «servicio» del Señor: «Desempeñen el encargo de Él, y el
encargo de toda la congregación delante del tabernáculo de reunión para servir
en el ministerio del tabernáculo» (Nm 3.7). Los levitas tenían también muchas
funciones importantes en el templo y sus alrededores: cantaban, tocaban
instrumentos musicales, y eran secretarios, escribas y porteros (2 Cr 34.13; cf.
8.14). Todo, lo mismo personas que objetos (1 Cr 28.13), si tenía que ver con el
templo se decían que estaba al «servicio» del Señor. Lo que entendemos por «adoración»,
con todos sus componentes, se acerca bastante al sentido de >abodah como «servicio»; cf. «Así fue
preparado todo el servicio de Jehová en aquel día, para celebrar la pascua y
para sacrificar los holocaustos sobre el altar de Jehová, conforme al
mandamiento del rey Josías» (2 Cr 35.16).
La Septuaginta la traduce así: leitourgia («servicio»); doulia («esclavitud»); ergon («trabajo; obra; ocupación»), y ergasia («empeño; práctica; trabajo,
utilidad, ganancia»).
>ebed (db,[,), «siervo». Este nombre aparece más de 750
veces en el Antiguo Testamento. La primera vez es en Gn 9.25: «Siervo de siervos
será [Canaán] a sus hermanos», o sea, el más bajo de los esclavos. Un siervo
podía comprarse con dinero (Éx 12.44) o contratarse (1 R 5.6). La muy repetida
declaración de la redención divina de un Israel sometido a servidumbre es: «Habéis
salido de Egipto de la casa de servidumbre, pues Jehová os ha sacado de aquí con
mano fuerte» (Éx 13.3; Heb 2.15). >Ebed se usaba en expresiones de humildad y cortesía, como en Gn 18.3: «Señor, si
ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo» (cf. Gn
42.10). Moisés le dijo al Señor: «¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil
palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el
habla y torpe de lengua» (Éx 4.10). Es la marca de las personas que Dios llama,
como en Éx 14.31: «Y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo». «Porque mis
siervos son los hijos de Israel» (Lv 25.55; cf. Is 49.3). «Habló, pues, Jehová
por medio de sus siervos los profetas» (2 R 21.10). El salmista dijo: «Yo soy tu
siervo» (Sal 116.16), con lo que indicaba que era un título apropiado para todos
los creyentes.
De suprema importancia es el uso de «mi
siervo» para referirse al Mesías en Isaías (42.1–7; 49.1–7; 50.4–10;
52.13–53.12). Israel era un siervo ciego y sordo (Is 42.18–22). Entonces el
Señor llamó a su «siervo justo» (Is 53.11; cf. 42.6) para que llevara el pecado
de muchos y (Is 53.12), para que fuera «mi salvación hasta lo postrero de la
tierra» (Is 49.6).
El «siervo» no era libre. Estaba sujeto
a la voluntad y a las órdenes de su amo. Pero uno podía someterse voluntaria y
amorosamente a su amo (Éx 21.5), y permanecer en su servicio aunque no estuviera
obligado a hacerlo. Esta es una perfecta descripción de la relación entre el
hombre y Dios.
La Septuaginta traduce >abad y sus nombres con 7 diferentes
raíces griegas que dan un sentido más definido al término. A través de estas
llegan al Nuevo Testamento los usos básicos de `abad. Es notable cómo cumple
Jesús lo del siervo del Señor de Isaías: «Que muchos milagros y maravillas se
realicen en el nombre de tu santo siervo Jesucristo» (Hechos 4.30, lbd). Otro
uso importante es cuando Pablo se autotitula «siervo de Jesucristo» (Ro 1.1; «esclavo
de Jesucristo», lbd).
Participio
sharat (tr'v;), «servidor; ministro». Esta palabra por
lo general se traduce «servidor» o «ministro»; por ejemplo, Jos 1.1 dice: «Aconteció
después de la muerte de Moisés … que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor
de Moisés». Ezequiel 46.24 se refiere a un lugar en el templo que estaba
reservado para «los servidores de la casa».
El privilegio de servir al Señor no se
limita a los seres humanos: «Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos,
ministros suyos que hacéis su voluntad» (Sal 103.21). El fuego y el viento,
concebidos poéticamente como personas, son también «ministros» de Dios (Sal
104.3–4).
Josué era el «siervo»de Moisés (Éx
24.13), y Elías tenía un «sirviente» (2 R 4.43); «criado»(rva).
Misericordia, Bondad
Nombre
jesed (ds,j,), «bondad; amor constante; gracia;
misericordia; fidelidad; devoción». Este vocablo se usa 240 veces en el Antiguo
Testamento, con particular frecuencia en los salmos. El término es uno de los
más importantes en el vocabulario teológico y ético del Antiguo Testamento.
La Septuaginta casi siempre traduce jesed con eleos («misericordia»), uso que se refleja en el Nuevo Testamento y
en la rv (y sus recientes revisiones). Las traducciones modernas, por otro lado,
generalmente prefieren acepciones más próximas a «gracia». Las versiones
católicas más recientes usan «amor» o «clemencia».
En general, es posible identificar tres
significados fundamentales del vocablo (que siempre interactúan): «fuerza», «constancia»
y «amor». Cualquier traducción del término que no expresa las tres acepciones
inevitablemente perderá algo de su riqueza. El «amor» de por sí se
sentimentaliza o universaliza si se desconecta del pacto. Al mismo tiempo, «fuerza»
o «constancia» solo comunican el cumplimiento de una obligación, legal o de
algún otro tipo.
El vocablo tiene que ver sobre todo con
los derechos y las responsabilidades recíprocas entre las partes de una relación
(en particular, de Yahveh e Israel). Pero jesed no es únicamente un asunto de obligación; también tiene que ver con generosidad.
No solo entra en juego la lealtad, sino también la misericordia. La parte más
débil busca la protección y bendición de su patrocinador o protector, pero no
puede exigir derechos absolutos. La parte más fuerte permanece comprometida con
cumplir su palabra, pero mantiene su libertad, sobre todo en relación de cómo
llevará a cabo sus promesas. Jesed indica involucramiento y compromiso personal en una relación que sobrepasa los
límites de la ley.
El amor conyugal a menudo se relaciona
con jesed. Por cierto, el matrimonio es
un compromiso legal y cuando este se infringe, la ley lo sanciona. Con todo, la
relación, cuando es sana y fuerte, va mucho más allá de un asunto legal. El
profeta Oseas aplica la analogía al jesed de Yahveh para con Israel dentro del pacto (p. ej. 2.21). No hay una sola
palabra en castellano que sea capaz de captar los matices del original. La frase
que tal vez más se aproxima es «amor constante». Los escritores hebreos a menudo
subrayaban el elemento de constancia (o fuerza) ligando a jesed con <emet («verdad, veracidad») y <emuÆnah («fidelidad»).
La Biblia se refiere a menudo a
personas que «hacen», «demuestran» o «guardan» jesed. En plural se entiende mejor el contenido concreto del vocablo.
Las «misericordias», «bondades» y «fidelidades» de Dios son sus hechos
específicos de redención en el cumplimiento de su promesa. Encontramos un
ejemplo en Is 55.3:«Y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a
David».
Los sujetos de jesed son Dios y los hombres. Cuando el
hombre es sujeto de jesed, el vocablo
generalmente describe la bondad o lealtad de una persona hacia otra; cf. 2 S
9.7: «No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor
de Jonatán tu padre». Contadas son las veces en que el término se refiere
explícitamente al afecto o fidelidad del hombre hacia Dios; el ejemplo más claro
de esto tal vez sea Jer 2.2 (rva): «Ve, proclama a los oídos de Jerusalén y
diles que así ha dicho Jehová: Me acuerdo de ti, de la lealtad de tu juventud,
del amor de tu noviazgo, cuando andabas en pos de mí en el desierto».
Como seres humanos, practicamos jesed con los varios componentes de la
sociedad hacia familia y parientes, así como con amistades, huéspedes, patrones
y sirvientes. A menudo se requiere jesed hacia los humildes y necesitados. La Biblia distingue el término jesed para resumir y caracterizar la
vida de santidad interior y en respuesta al pacto. Por eso, Os 6.6 declara que
Dios desea «misericordia [«amor constante»] y no sacrificios», es decir, lo que
Él quiere son vidas de fidelidad y no solo culto. En términos parecidos, Miq 6.8
destaca jesed en el resumen que el
profeta hace de la ética bíblica: «Él te ha declarado lo que es bueno …
solamente hacer justicia, y amar misericordia».
Sin embargo, por detrás de estos casos
del hombre como sujeto de jesed se
encuentran todas las ocasiones cuando se habla del jesed de Dios. Es una de sus características más destacadas. Dios
ofrece «misericordia» y «amor constante» a su pueblo tan necesitado de redención
del pecado y liberación de sus enemigos y sus tribulaciones. Una frase
recurrente que describe la naturaleza de Dios es «abundante [grande] en jesed» (Éx 34.6; Neh 9.17; Sal 103.8;
Jon 4.2). La totalidad de la historia de la relación de Dios con Israel en el
pacto puede resumirse en términos de jesed.
Este es el único dato permanente en todo el flujo de la historia del pacto. Aun
la creación es el resultado del jesed divino (Sal 136.5–9). Su amor dura hasta «mil generaciones» (Dt 7.9; cf. Dt 5.10
y Éx 20.6) o «para siempre» (véase particularmente los refranes de algunos
salmos, como Sal 136).
Hay palabras usadas en paralelismo
sinónimo con jesed que lo ayudan a
explicar. El vocablo que con más frecuencia se asocia con jesed es <emet («fidelidad; confiabilidad»): «Que tu misericordia y tu verdad me guarden
siempre» (Sal 40.11). Otro término, <emuÆnah,
que tiene un significado similar, es también común: «Se ha acordado de su
misericordia [jesed] y de su fidelidad [<emuÆnah]
para con la casa de Israel» (Sal 98.3 rva). Este énfasis es sobre todo
significativo cuando Dios es el sujeto porque el jesed divino es más constante que el del hombre. La investigación
etimológica sugiere que el significado primitivo de jesed puede haber sido «fuerza» o «constancia». Si es así, esto
explicaría un uso enigmático de jesed en
Is 40.6: «Toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo».
La asociación de jesed con «pacto» evita que se confunda
con una simple providencia o amor por toda criatura; se aplica en primer término
al amor especial y compromiso (pacto) de Dios hacia su pueblo escogido. El «pacto»
también enfatiza la reciprocidad de esta relación; sin embargo, puesto que a la
larga el jesed de Dios va más allá del
pacto, no se deja de lado, aun cuando el interlocutor humano le sea infiel y
tenga que disciplinarlo (Is 54.8; 10). Puesto que su triunfo y cumplimiento
final son escatológicos, jesed puede
expresar la meta y fin de la historia de la salvación (Sal 85.7, 10; 130.7; Miq
7.20).
El nombre propio Jasadías (1 Cr 3.20 bj) está relacionado
con jesed. El nombre del hijo de
Zorobabel quiere decir «Yahveh es fiel/misericordioso», un resumen apropiado del
mensaje profético.
Adjetivo
jaséÆd (dysij;), «piadoso; devoto; fiel; santo». El
adjetivo jasid, derivado de jesed, se usa a menudo para describir a
un israelita fiel. El jesed divino
ofrece el patrón, modelo y fuerza que debe orientar la vida del jasid. Encontramos una mención del
hombre «santo» en Sal 12.1 (rva): «Salva, oh Jehová, porque se han acabado los
piadosos. Han desaparecido los fieles de entre los hijos del hombre». Por lo
general un pronombre posesivo se prefija al vocablo para señalar la relación
especial que Él guarda con los que le tienen como patrón de sus vidas: «Amad a
Jehová, todos vosotros sus santos. A los fieles guarda Jehová, pero retribuye en
abundancia al que actúa con soberbia» (Sal 31.23 rva).
Siguiendo la terminología griega (hosios)
y latina (sanctus), la rv a menudo
traduce el término como «santos». Esto se debe entender en el contexto de la
santificación que es de gracia y no una cualidad innata ni una conducta
moralista.
Morar
Verbo
yashab (bv'y:), «morar, sentarse, permanecer, habitar,
quedar, esperar». El vocablo se encuentra más de 1.100 veces en todo el Antiguo
Testamento y su raíz está grandemente diseminada en otras lenguas semíticas.
Yashab está por primera vez en Gn 4.16, con su acepción más común, «morar»: «Partió
Caín … y habitó [«se estableció» lba, bj] en la tierra de Nod» (rva). El término
reaparece en Gn 18.1 (rva): «[Abraham] estaba sentado en la entrada de la tienda».
En Gn 22.5, yashab se traduce: «Esperad
[«quedaos» lba] aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos
y volveremos a vosotros» (rva). El vocablo tiene el sentido de «permanecer»: «Permanece
viuda en la casa de tu padre» (Gn 38.11 rva); se usa con casi el mismo sentido
al respecto de Dios: «Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre. Tu trono de
generación en generación» (Lm 5.19). La promesa de regreso del cautiverio reza
así: «Y edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el
fruto de ellas» (Is 65.21).
Yashab se combina a veces con otras palabras para formar expresiones idiomáticas de uso
común. Por ejemplo: «Cuando se siente sobre el trono de su reino» (Dt 17.18; cf. 1 R 1.13, 17, 24), tiene el
significado de «comenzar a reinar». «Sentarse a la puerta» significa «presidir
en audiencia pública» o «decidir un caso», como en Rt 4.1–2 y 1 R 22.10. «Siéntate
a mi diestra» (Sal 110.1) significa asumir el segundo puesto. «Allí me sentaré
para juzgar a todas las naciones» (Jl 3.12) fue una promesa acerca del juicio
escatológico. «Sentarse en el polvo» o «sentarse en la tierra» (Is 47.1 rvr, cf.
rva) era señal de humillación y pena.
Yashab se usa a menudo metafóricamente en relación a Dios. Las oraciones: «Yo vi a
Jehová sentado en su trono» (1 R 22.19); «El que se sienta en los cielos se ríe»
(Sal 2.4 lba); y «Dios se ha sentado sobre su santo trono» (Sal 47.8), describen
a Dios como gobernante supremo del universo. Este verbo también comunica la idea
de que Dios «mora» entre los hombres: «¿Me edificarás tú [David] una casa en la
que yo habite?» (2 S 7.5 rva; cf. Sal 132.14). El uso de yashab en la siguiente cita describe la
presencia de Dios sobre el arca del testimonio en el tabernáculo y el templo: «Jehová
de los ejércitos, que moraba entre los querubines» (1 S 4.4).
El vocablo también se usa para hablar
de «estar» en la presencia de Dios: «Una cosa he demandado a Jehová, esta
buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida» (Sal 27.4;
cf. Sal 23.6). «Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad,
en el lugar que has preparado como tu habitación, oh Jehovah, en el santuario
que establecieron tus manos, oh Señor» (Éx 15.17 rva).
shakan (÷k'v;), «morar, habitar, asentarse, permanecer,
quedar». Este vocablo se encuentra en muchas lenguas semíticas, incluyendo el
antiguo acádico y ugarítico; también está por todos los niveles de la historia
hebraica. Shakan aparece casi 130 veces
en hebreo veterotestamentario.
Shakan se usa por primera vez con en el significado de «habitar» en Gn 9.27: «Y habite
en las tiendas de Sem». Moisés recibe una orden: «Que me hagan un santuario, y
yo habitaré en medio de ellos» (Éx 25.8 rva).
Shakan proviene de la vida nómada y significa «morar en una tienda». Es así que Balaam
«vio a Israel acampado según sus tribus» (Nm 24.2 rva). En esta cita el término
quiere decir «morar provisionalmente» o «acampar», aunque también puede indicar
«permanencia» (Sal 102.28). Dios promete seguridad para Israel «para que habite
en su lugar, y nunca más sea removido» (2 S 7.10).
La versión Septuaginta del Antiguo
Testamento se vale de un gran número de términos griegos para traducir yashab y shakan. Con todo, el vocablo kaitoikein se usa más que cualquier otro. Esta palabra también expresa en el Nuevo
Testamento la «morada» del Espíritu Santo en la Iglesia (Ef 3.17). Comparte este
sentido con el término griego skenein («vivir
en una tienda»), que se usa como traducción más directa de shakan. Juan 1.14 dice acerca de Jesús:
«Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros». La epístola a los
Hebreos compara los sacrificios del tabernáculo de Israel en el desierto con el
sacrificio de Jesús como el verdadero tabernáculo. Y el mensaje de Dios a Juan
en Patmos es: «He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con
ellos; y Dios mismo estará con ellos como su Dios» (Ap 21.3).
Nombre
mishkan (÷K'v]mi), «morada; tienda». Este vocablo se
encuentra casi 140 veces y con frecuencia se refiere al «tabernáculo» en el
desierto (Éx 25.9). Más tarde mishkan se
usó para referirse al «templo». Esta acepción tal vez preparó el camino para el
conocido término shekéÆnah, de amplio
uso en el judaísmo tardío para referirse a la «presencia» de Dios.
Participio
yashab (bv'y:), «permaneciendo; habitante». Este
participio a veces se usa como frase adjetival: «Jacob … era hombre tranquilo y
solía permanecer en las tiendas» (Gn 25.27 rva). Sin embargo, Gn 19.25 (rva)
ilustra el uso más frecuente del término: «Todos los habitantes de las ciudades».
Muerte, Morir
Nombre
mawet (tw<,m;), «muerte». Este vocablo se encuentra 150
veces en el Antiguo Testamento. El término mawet aparece a menudo como antónimo de jayyéÆm («vida»): «Llamo hoy por testigos contra vosotros a los cielos y a la tierra, de
que he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la
maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes» (Dt
30.19 rva). Mawet se usa más en lenguaje
poético que en los libros históricos: de Job a Proverbios unas 60 veces, entre
Josué y Ester 40 veces; pero en los profetas mayores, unas 25 veces.
La «muerte» es el fin natural de la
vida humana sobre esta tierra; es una dimensión del castigo de Dios sobre los
hombres: «Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque
el día que comas de él, ciertamente morirás» (Gn 2.17 rva). Por tanto, todos los
seres humanos mueren: «Si estos mueren como mueren todos los hombres … entonces
Jehová no me ha enviado» (Nm 16.29 rva). El Antiguo Testamento usa «muerte» en
frases como «el día de mi muerte» (Gn 27.2) y «año de muerte» (Is 6.1); y
también usa el término en relación con algún acontecimiento previo (Gn 27.7, 10)
o posterior (Gn 26.18) a la defunción de alguna persona.
La «muerte» puede sobrevenir a
cualquiera violentamente o como ajusticiamiento: «Si un hombre ha cometido
pecado que merece la muerte, por lo cual se le ha dado la muerte, y le has
colgado de un árbol, no quedará su cuerpo en el árbol durante la noche» (Dt
21.22–23 rva). Saúl se refirió a David como «hijo de muerte» [«reo de muerte» bj]
porque tenía la intención de matarlo (1 S 20.31; cf. Pr 16.14). Reflexionando
sobre una de sus experiencias, David compone un salmo en el que relata su
cercanía con la muerte: «Ciertamente me rodearon las olas de la muerte, y los
torrentes de la perversidad me atemorizaron. Me rodearon las ligaduras del Seol;
me confrontaron los lazos de la muerte» (2 S 22.5–6 rva; cf. Sal 18.5–6). Isaías
predijo que el Siervo Sufriente tendría una muerte violenta: «Se dispuso con los
impíos su sepultura, y con los ricos estuvo en su muerte. Aunque nunca hizo
violencia, ni hubo engaño en su boca» (Is 53.9 rva).
Otra causa de «muerte» puede ser una
plaga. En una ciudad asediada, debilitada por pésimas condiciones sanitarias, la
población diezmaría. Jeremías se refiere a esta clase de muerte en Egipto y lo
atribuye al juicio de Dios (Jer 43.11); en este caso se trata de «muerte» por
causa de hambre y pestilencia. Lamentaciones describe la situación de Jerusalén
antes de su caída frente a los caldeos: «En la calle la espada priva de hijos;
en la casa es como la muerte» (Lm 1.20 rva; cf. también Jer 21.8–9).
Finalmente, el vocablo mawet denota el «reino de los muertos» o she>oÆl. Este lugar de muerte tiene
puertas (Sal 9.13; 107.18) y cámaras (Pr 7.27); el camino de los malos conduce a
esta morada (Pr 5.5).
Isaías esperaba el fin de la «muerte»
cuando se restableciera plenamente el reinado del Señor: «Destruirá a la muerte
para siempre; y enjugará el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará
la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho» (Is 25.8).
Sobre la base de la resurrección de Jesús, Pablo argumenta que el hecho arriba
predicho ya ocurrió (1 Co 15.54); por otro lado, Juan esperaba con ansias la
resurrección cuando Dios va a enjugar toda lágrima (Ap 21.4).
TemuÆtah significa «muerte». Encontramos un caso en Sal 79.11 (rva): «Llegue a tu
presencia el gemido de los presos. Conforme a la grandeza de tu brazo, preserva
a los sentenciados a muerte [lit. «hijos de muerte»]» (cf. Sal 102.20).
MamoÆt se refiere también a «muerte». El término aparece en Jer 16.4: «De enfermedades
dolorosas morirán» (cf. Ez 28.8).
Verbo
muÆt (tWm), «morir, matar». Este verbo se encuentra en
todas las lenguas semíticas (incluyendo en arameo bíblico) desde los tiempos más
tempranos y también en egipcio. Hay unos 850 casos del verbo en hebreo bíblico
durante todos los períodos.
En esencia, muÆt significa «perder la vida». El término se refiere a «muerte»
física, tanto de hombres como de animales. En Gn 5.5 se relata que Adán vivió «novecientos
treinta años, y murió». Jacob explica a Esaú que los más tiernos de su ganado
podrían «morir» si se les apuraban (Gn 33.13). En un caso este verbo se usa
también para referirse a la cepa de un árbol (Job 14.8). De vez en cuando, muÆt se aplica metafóricamente a la
tierra (Gn 47.19) o a la sabiduría (Job 12.2). Además, tenemos una expresión
única hiperbólica que dice que el corazón de Nabal había «muerto» dentro de él,
como una manera de decir que se sentía sobrecogido por un gran temor (1 S
25.37).
En el radical intensivo del verbo, esta
raíz se refiere al golpe de gracia que se imparte a alguien que está a punto de
«morir». Abimelec, cuando una piedra de molino destrozo su cabeza, pidió a su
escudero que lo matara (Jue 9.54). Es más usual el radical causativo de este
verbo que puede significar «causar la muerte» o «matar». Dios «causa muerte» y
da vida (Dt 32.39). Por lo general, en estos casos el sujeto y el predicado de
las acciones son personas, aunque hay excepciones como cuando los filisteos
personifican el arca del testimonio; quieren deshacerse de él para que no los
«mate» (1 S 5.11). Otra excepción: los animales pueden ser causantes de «muerte»
(Éx 21.29). En fin, el término describe el acto de «matar» en su sentido más
amplio, incluso durante conflictos bélicos y al cumplir sentencias de ejecución
(Jos 10.26).
Dios sin duda es el árbitro final de la
vida y la muerte (cf. Dt 32.39). Esta idea se destaca con particular claridad en
el relato de la creación, donde Dios dice al hombre que de cierto morirá si come
de la fruta prohibida (Gn 2.17: primera mención del vocablo). Al parecer, la
muerte no existía antes de esto. En el diálogo entre la serpiente y Eva, esta
asocia la desobediencia con la muerte (Gn 3.3). La serpiente repitió las
palabras divinas, contradiciéndolas (Gn 3.4). Cuando Adán y Eva comieron la
fruta, les sobrevino, a ellos y a sus descendientes, la muerte espiritual y
física (cf. Ro 5.12). De inmediato experimentaron la muerte espiritual y como
consecuencia sintieron vergüenza e intentaron cubrir su desnudez (Gn 3.7). El
pecado y/o la presencia de muerte espiritual requiere que se cubra, pero la
provisión humana no es suficiente; por tanto, Dios ofrece su vestidura con la
promesa de redención (Gn 3.15) y en forma tipológica, les cubrió con pieles de
animales (Gn 3.21).
Mujer
<ishshah (hV;ai), «mujer; esposa; prometida; novia; cada
una». El vocablo tiene cognados en acádico, ugarítico, arameo, arábigo y etíope.
Aparece unas 781 veces en hebreo bíblico y en todos los períodos de la lengua.
El término señala a cualquier persona
del sexo femenino, sin tener en cuenta edad o si es virgen o no. De esta manera,
se correlaciona con «hombre» (<ish): «Esta
será llamada Mujer, porque fue tomada del hombre» (Gn 2.23 rva). Este es su
significado la primera ves que se usa: «Y de la costilla que Jehová Dios tomó
del hombre [<adam], hizo una mujer, y la
trajo al hombre» (Gn 2.22). Lo que se destaca aquí es «ser mujer» y no su papel
en la familia. El énfasis en el papel de una «mujer o esposa» en la familia se
encuentra en pasajes como Gn 8.16: «Sal del arca tú, tu mujer, y tus hijos y las
mujeres de tus hijos contigo».
Un matiz especial de «esposa» indica la
«mujer» bajo la autoridad y protección del hombre. Subraya las relaciones de la
familia como ente legal y social: «Abram tomó a Sarai su mujer, a Lot su sobrino
y todos los bienes que habían acumulado» (Gn 12.5).
En Lm 2.20 <ishshah es sinónimo de «madre»: «¿Han de comer las mujeres el
fruto de sus entrañas, los pequeñitos a su tierno cuidado?» En Gn 29.21 (cf. Dt
22.24) el significado parece ser «novia» o «prometida»: «Entonces Jacob dijo a
Labán: Entrégame mi mujer para que conviva con ella, porque mi plazo se ha
cumplido». En Ec 7.26 (rva) se usa el vocablo con el significado genérico de «mujer»
en términos generales o para referirse al sexo «femenino»: «Y yo he hallado más
amarga que la muerte a la mujer que es una trampa» (cf. Gn 31.35).
Son contadas las veces que el vocablo
se refiere a animales: «De todo animal limpio toma contigo siete parejas, el
macho y su hembra; pero de los animales que no son limpios solo una pareja, el
macho y su hembra» (Gn 7.2).
El término también se puede usar en
sentido figurado, según una antigua costumbre semita; «mujeres», con sentido
peyorativo, es una forma de burlarse de guerreros y héroes extranjeros,
insinuando que son débiles, afeminados y cobardes: «En aquel día los egipcios
serán como mujeres, pues temblarán y temerán ante el movimiento de la mano de
Jehová de los Ejércitos» (Is 19.16).
En algunos pasajes <ishshah significa «cada una» o «todas»:
«Cada mujer pedirá a su vecina y a la que habita en su casa» (Éx 3.22 rva; cf.
Am 4.3). Este matiz tiene un uso especial en pasajes como Jer 9.20, donde,
conjuntamente con reuÆt («vecino»),
quiere decir «una» mujer: «Escuchad, oh mujeres, la palabra de Jehová; reciba
vuestro oído la palabra de su boca. Enseñad lamentos a vuestras hijas; cantos
fúnebres, cada una a su compañera».
Multiplicar, Crecer
Verbo
rabah (hb;r;), «multiplicar, ser numeroso, engrandecer».
Este verbo también se halla en acádico, arábigo, amorreo y arameo bíblico. En la
Biblia hebraica se constatan unos 220 casos durante todas las épocas. El término
debe compararse con gadal y rabab.
Básicamente, el vocablo expresa
crecimiento numérico, como hecho y como proceso. Dios dice a las bestias del mar
y del aire: «Fructificad y multiplicad» (Gn 1.22: el primer caso). En Gn 38.12
el término indica la consumación de algo que fue numeroso (en este caso, años y
días): «Pasados muchos años [lit. «y los días se multiplicaron»], murió Bat-súa,
la mujer de Judá» (rva). Cuando se usa con «días», el vocablo también puede
significar «larga vida»: «Y como arena multiplicaré mis días» (Job 29.18; cf. Pr
4.10). A veces rabah se refiere a
aumentar riquezas y, en casos como este, el aspecto concreto siempre se
especifica con claridad (cf. Dt 8.13 rva: «Cuando se multipliquen la plata y el
oro»).
El verbo puede expresar «grande» en
sentido cuantitativo. En Gn 7.17 (rva) se dice que «las aguas crecieron y
levantaron el arca, y se elevó sobre la tierra». Aquí su significado es «aumento
cuantitativo». Una acepción semejante aparece en Gn 15.1, donde Dios dice a
Abram: «Yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande». El primer
ejemplo denota el proceso de aumentar y el segundo su producto final (algo más
grande).
Como matiz especial, el verbo apunta al
proceso de crecimiento: «Sus hijos se fortalecen y crecen en campo abierto;
luego se van y no vuelven más a ellas» (Job 39.4 rva). Rabah también puede referirse al producto final: «Te hice crecer
como la hierba del campo. Creciste, te desarrollaste y llegaste a la flor de la
juventud. Tus pechos se afirmaron, y tu cabello creció; pero estabas desnuda y
descubierta» (Ez 16.7 rva). Un matiz algo diferente aparece en Ez 19.2, donde el
verbo habla del cuidado de una madre por su cría: «Tendida entre los leoncillos
criaba sus cachorros».
Rabah a veces se usa con otro verbo para indicar un incremento en el uso o frecuencia
de este. En algunos pasajes designa un proceso que continúa: «El pueblo trae
mucho más de lo necesario para llevar a cabo la obra» (Éx 36.5 rva);
literalmente, «el pueblo continúa trayendo». El término puede también aludir a
un gran número de veces, o sea, «repetidamente». Se insta al pecador a que
regrese a Dios, «el cual será amplio en perdonar» (Is 55.7). El mismo sentido se
explica en Am 4.4: «Id a Bet-el, y prevaricad; aumentad en Gilgal la rebelión».
Nombre
<arbeh (hB,r]a'), «langosta». Este nombre, que aparece
24 veces, tiene que ver con enjambres de langostas voladoras: «Extiende tu mano
sobre la tierra de Egipto, para traer la langosta, a fin de que suba sobre la
tierra de Egipto y devore toda planta de la tierra» (Éx 10.12 lba).
Son poco frecuentes los casos de otros
términos derivados del mismo verbo. Marbeh,
que aparece solo una vez, significa «abundancia» (Is 33.23). MarbéÆt, que se halla 5 veces, tiene la
acepción de «un mayor número» (1 S 2.33) o la «mitad más grande» (2 Cr 9.6). El
único ejemplo de tarbuÆt significa «aumento»
(Nm 32.14). TarbéÆt, que aparece 6 veces,
puede significar «interés, incremento, usura» (Lv 25.36).
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