A B C D E F G
H I J L M N O P Q R S T U V
Hebreo Bíblico
Hablar
Verbo
dabar (rb'D;), «hablar, decir». Este verbo se encuentra
en todos los períodos del hebreo, en fenicio (a partir de ca. 900 a.C.) y en arameo imperial (a
partir de ca. 500 a.C.). En hebreo
veterotestamentario aparece unas 1.125 veces.
El verbo no solo se enfoca en el
contenido de la comunicación oral sino, y muy en particular, en el tiempo y las
circunstancias (el contexto) en las que se habla. A diferencia de <amar «decir», dabar a menudo aparece sin referencia al contenido de la
comunicación. Quienes «hablan» son mayormente personas (Dios y seres humanos) o
los órganos vocales. En Gn 8.15 (primer caso del verbo) Dios «habló» a Noé,
mientras que, en Gn 18.5, quien habló a Abraham fue uno de los tres varones.
Hay, sin embargo, excepciones a estas generalizaciones. Por ejemplo, en Job
32.7, donde Eliú observa que los «días» (es decir, la edad de una persona)
tienen derecho a «hablar» primero. En 2 S 23.2 David dice que el Espíritu del
Señor le «habló»; quizás esto se refiere al Espíritu Santo, aunque muchos
eruditos (sobre todo los de cuño liberal) no concuerdan.
Entre las acepciones especiales de este
verbo se encuentran «decir» (Dn 9.21), «ordenar» (2 R 1.9), «prometer» (Dt 6.3),
«comisionar» (Éx 1.17), «anunciar» (Jer 36.31), «ordenar o mandar» (Dt 1.14) y «entonar
un cántico» (Jue 5.12). Estos significados secundarios son, sin embargo, muy
poco frecuentes.
Nombre
dabar (rb;D;), «palabra; asunto; algo». El nombre
aparece 1.440 veces.
Se refiere primero dabar a lo dicho, a la «palabra» o
enunciado en sí, a diferencia de <emer que es en esencia el acto de comunicar oralmente, de «hablar». Antes de la
dispersión de la torre de Babel, todos los seres humanos hablaban las mismas «palabras»
o lengua (Gn 11.1). El nombre puede referirse también al contenido de «hablar».
Cuando Dios «hizo conforme a la palabra de Moisés» (Éx 8.13), le concedió lo que
pedía. El término puede indicar «asunto», como en Gn 12.17, donde se dice que
Dios azotó al faraón con plagas «por causa [por el asunto] de Sarai». Un uso más
especializado de este matiz son las «crónicas» (dabar)
de los acontecimientos en la historia de Israel (cf. 1 R 14.19) o «los hechos»
de un personaje en particular (1 R 11.41; cf. Gn 15.1). Dabar se puede usar como un término más
general con el sentido de «algo». Así en Gn 24.66 la expresión «todo» quiere
decir literalmente «todo acerca de algo». No se refiere a alguna cosa en
particular, sino que es una generalización que toca sobre «algo» indefinido. El
nombre también parece tener un estado casi técnico en los procedimientos
jurídicos de Israel. Tener «cualquier asunto» delante de Moisés implicaba
plantear un caso jurídico (Éx 18.16).
La frase «palabra de Dios» es muy
importante en la Biblia; se encuentra unas 242 veces. Tomando en cuenta lo dicho
en el párrafo anterior, es importante notar que aquí también «palabra» puede
referirse al contenido o significado de lo que se dice, aunque también implica
matices de las propias «palabras» en sí. Fue la «palabra del Señor» que vino a
Abraham en una visión después de su victoria sobre los reyes que capturaron a
Lot (Gn 15.1). En muchos casos, esta es una frase técnica que se refiere
expresamente a la revelación profética (unas 225 veces). Se ha sugerido que la
frase tiene matices jurídicos, aunque solo hay 7 pasajes donde esto es claro
(cf. Nm 15.31). El nombre se usa dos veces en relación a los «asuntos» de Dios,
en cuanto al cuidado del templo (1 Cr 26.32).
La «palabra» de Dios indica sus
pensamientos y voluntad, a diferencia de su nombre, que indica su persona y
presencia. Por tanto, solo una vez se dice que la «palabra» de Dios es «santa»
(cf. Sal 105.42), mientras que a menudo se dice que su nombre es «santo».
Se discute mucho sobre la «palabra»
como una hipóstasis de la realidad y atributos divinos, como por ejemplo en Jn
1.1: «En el principio era el Verbo». Este tema está enraizado en pasajes
veterotestamentarios como Is 9.8: «El Señor envió [una] palabra a Jacob» (rvr,
rva; cf. 55.10–11; Sal 107.20; 147.15). Algunos estudiosos argumentan que esto
no es más que un artificio poético de personificación y que no prefigura el uso
juanino. Como evidencia aducen que los atributos humanos a menudo se separan de
la persona y son objetivados como si tuvieran una existencia separada (cf. Sal
85.11–12).
La Septuaginta traduce el nombre dabar con dos palabras que expresan,
respectivamente, matices de (1) contenido: logos,
y (2) forma de hablar: rema.
Hay otros nombres relacionados con el
verbo dabar que son poco frecuentes. Dibrah, que aparece 5 veces, significa «causa,
manera» (Job 5.8). Dabberet significa «palabra»
una vez (Dt 33.3). DeboÆrah aparece 5 veces y se refiere a una «abeja» (Dt 1.44; Sal 118.12). Midbar una vez y quiere decir «hablar» (Cnt
4.3).
Hambruna
Nombre
ra>ab (b[;r;), «hambruna; hambre». El nombre se
encuentra unas 101 veces en todos los períodos del hebreo bíblico. Ra->ab significa «hambre» a diferencia
de «sed»: «Por tanto servirás a tus enemigos, los cuales el Señor enviará contra
ti, en hambre, en sed, en desnudez y en escasez de todas las cosas» (Dt 28.48
lba).
Otro significado del término es «hambruna»,
o sea, la falta de alimentos en toda una región geográfica: «Hubo hambre en la
tierra, y Abram descendió a Egipto» (Gn 12.10: primer caso del vocablo). Dios
usó la «hambruna» como un medio de juicio (Jer 5.12), de advertencia (1 R 17.1),
de corrección (2 S 21.1) o castigo (Jer 14.12); en todos estos casos, la «hambruna»
está bajo control divino, planificado y usado por Dios. Ra->ab también se usa para indicar «carencia
de la palabra de Dios» (Am 8.11; cf. Dt 8.3).
Verbo
ra>eb (b[er;), «tener hambre, sufrir hambruna». Este
verbo, que aparece en el Antiguo Testamento 14 veces, tiene cognados en
ugarítico (rgb), arábigo y etiópico.
Aparece por primera vez en Gn 41.55: «Cuando se sintió el hambre en toda la
tierra».
Adjetivo
ra>eb (b[er;), «hambriento». El término se encuentra
como un adjetivo 19 veces. El primer caso es 1 S 2.5: «Los hambrientos dejaron
de tener hambre».
Hálito, Aliento
hebel (lb,h,), «hálito, aliento, suspiro; vanidad;
ídolo». Hay cognados de este nombre en siríaco, arameo tardío y arábigo. Con
excepción de 4, los 72 ejemplos están en poesía (37 en Eclesiastés).
Primero, el vocablo significa que el «aliento»
humano es pasajero: «Abomino de mi vida; no he de vivir para siempre; déjame
pues, porque mis días son vanidad [lit.: «solo un suspiro»]» (Job 7.16).
Segundo, hebel significa algo sin sentido ni propósito: «Vanidad de vanidades,
dijo el Predicador … todo es vanidad» (Ec 1.2).
Tercero, el término se refiere a un «ídolo»,
que no tiene sustancia ni valor; es vano: «Ellos me movieron a celos con lo que
no es Dios; me provocaron a ira con sus ídolos» (Dt 32.21 rvr: primer caso; «vanos
ídolos» bj).
Hechicería
<ob (b/a), «ánima; hechicería, nigromancia;
adivinación; hoyo». Este vocablo tiene cognados en sumerio, acádico y ugarítico,
donde se encuentran las acepciones «hoyo» y «espíritu de algún difunto». En los
casos más antiguos (en sumerio), <ob se
refiere a un «hoyo o fosa» del que pueden convocarse los espíritus de los
muertos. En textos asirios tardíos se usa el vocablo para referirse a un simple
agujero en la tierra. Los textos acádicos describen una divinidad que
personifica el «hoyo» y a quien se dirigía un rito particular de exorcismo. En
hebreo bíblico se constatan 16 ejemplos del vocablo.
El término generalmente se relaciona
con el espíritu (espíritu o fantasma) atribulado de un muerto. Este significado
se encuentra sin lugar a duda en Is 29.4: «Tu voz subirá de la tierra como la de
un fantasma; desde el polvo susurrará tu habla».
La segunda acepción, «hechicero» (o
adivino), se refiere a un profesional que dice poder convocar los espíritus
cuando se lo soliciten o le contraten para hacerlo: «No recurráis a los que
evocan a los muertos ni busquéis a los adivinos» (Lv 19.31 rva: primer ejemplo
del término). Estos «médium» llamaban a sus «guías» de un agujero en la tierra.
Saúl solicitó a la «médium» de Endor: «Te ruego que evoques por mí a un espíritu
[lit. «del hoyo»], y que hagas subir al que yo te diga» (1 S 28.8 lba).
Dios le prohibió a Israel buscar
información por este medio, común entre los paganos (Lv 19.31; Dt 18.11). Tal
vez la creencia pagana de manipular a los dioses para provecho personal explica
el relativo silencio del Antiguo Testamento acerca de la vida de ultratumba. No
obstante, desde los primeros tiempos, el pueblo de Dios creía en vida después de
la muerte (p. ej., Gn 37.35; Is 14.15ss).
La hechicería (o adivinación) era tan
contraria a la voluntad de Dios que quienes lo practicaban estaban bajo pena de
muerte (Dt 13). Las experiencias insólitas de los hechiceros o adivinos no
comprueban que ellos realmente tenían poder para convocar a los muertos. Por
ejemplo, la médium o pitonisa de Endor no pudo arrebatar a Samuel de las manos
de Dios en contra de la voluntad de Él. Aunque en este caso particular, parece
que Dios reprendió la apostasía de Saúl, ya sea con un Samuel revivido o
mediante una visión de él. Los médium no tienen la potestad de llamar a los
espíritus, ya que esto es reprobable ante Dios y contrario a su voluntad.
Heredar
Verbo
najal (lj'n:), «heredar, recibir por posesión, tomar
posesión». El término se encuentra en hebreo antiguo y también moderno, así como
en antiguo ugarítico. Hay unos 60 casos del verbo en el Antiguo Testamento
hebreo. El primer caso está en Éx 23.30: «tomar la tierra por heredad» (rv). Es
más exacta la traducción «poseer» (rvr, rva, nrv y lba) en este caso, puesto que
la tierra de Canaán no era literalmente una heredad, en el sentido extricto de
la palabra, sino una posesión que Israel recibiría por intervención directa de
Dios. A decir verdad, en la mayoría de los casos en que se usa najal en el Antiguo Testamento, el
vocablo tiene el significado básico de «poseer» más bien que «heredar» por
voluntad de un testamento. Uno de los pocos casos cuando es así está en Dt
21.16: «El día que hiciere heredar a sus hijos lo que tuviere». Más precisamente:
«El día que reparta lo que tiene entre sus hijos» (lba).
Cuando Moisés oró: «Señor … tómanos por
tu heredad» (Éx 34.9), no quiso decir que Dios les «heredaría» mediante un
testamento, sino que Él los «tomaría por posesión suya» (lba). La acepción «recibir
por posesión» tiene aquí un sentido figurado. Por ejemplo: «Los sabios poseerán
honra» (Pr 3.35 rva; «son dignos de honra» nvi); «los perfectos heredarán el
bien» (Pr 28.10); «mentira poseyeron nuestros padres» (Jer 16.19); «el que turba
su casa heredará viento» (Pr 11.29).
Nombre
najalah (hl;j}n"), «posesión; propiedad; herencia». Este
nombre es de uso frecuente (220 veces), aunque principalmente en el Pentateuco y
en Josué. Casi no se encuentra en los libros históricos. El nombre se usa por
primera vez en Gn 31.14: Raquel y Lea respondieron, y le dijeron: «¿Tenemos
todavía nosotras parte o herencia alguna en la casa de nuestro padre?» (lba).
La traducción básica de najalah es «herencia»: «Nabot
respondió a Acab: ¡Guárdeme Jehovah de darte la heredad de mis padres!» (1 R
21.3 rva). Con más precisión el vocablo se refiere a una «posesión» sobre la que
se tiene derecho. El uso de najalah en el Pentateuco y en Josué a menudo denota la «posesión» que Israel, una tribu
o un clan recibió como su porción de la tierra prometida. Dicha porción se
determinó por sorteo (Nm 26.56) poco antes de la muerte de Moisés y le tocó a
Josué ejecutar la distribución de la «posesión»: «Así tomó Josué toda la tierra,
conforme a todo lo que Jehovah había dicho a Moisés. Josué la entregó como
heredad a Israel, conforme a la distribución de sus tribus» (Jos 11.23 rva).
Después de la conquista, el término «herencia» deja de referirse a territorio
conquistado en batalla. Una vez que se tomó «posesión» de la tierra, entró en
vigencia el proceso legal que pretendía mantener la propiedad hereditaria dentro
de la misma familia. Por esta razón, Nabot no podía traspasar sus derechos a
Acab (1 R 21.3–4). Siempre era posible redimir la propiedad, cuando hubiese
caído en otras manos, como lo hizo Booz con el fin de mantener el nombre del
difunto: «También adquiero, para que sea mi mujer, a Rut la moabita, que fuera
mujer de Majlón, para restaurar el nombre del difunto a su heredad, a fin de que
el nombre del difunto no se borre de entre sus hermanos ni de la puerta de su
ciudad» (Rt 4.10 rva).
Metafóricamente se dice que Israel es
la «posesión» de Dios: «Pero a vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno
de hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su heredad como en este día» (Dt
4.20 rvr, nrv).
Dentro de la relación especial del
pacto los hijos en Israel se consideraban un don especial del Señor (Sal 127.3).
Sin embargo, el Señor abandonó a Israel, su «posesión», a la merced de las
naciones (cf. Is 47.6), y permitió que un remanente de esta «posesión» regresara:
«¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de
su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia»
(Miq 7.18).
Por otro lado, se puede también decir
que el Señor es la «posesión» de su pueblo. A los sacerdotes y levitas, cuyas «posesiones»
terrenales estaban limitadas, se les asegura que su «posesión» es el Señor: «Por
esto Leví no ha tenido parte ni heredad entre sus hermanos: Jehová es su heredad,
como Jehová tu Dios se lo ha prometido» (Dt 10.9; cf. Nm 18.23).
En la Septuaginta encontramos las
siguientes traducciones del vocablo: kleronomia («heredad; posesión; propiedad») y kleros («suerte; posición; parte»).
Hermana
<ajot (t/ja;), «hermana». Al igual que los vocablos
para «hermano» y «padre», muchas lenguas semíticas comparten este nombre.
Mientras que «hermano» aparece 629 veces, «hermana» se encuentra solo 114 veces.
El uso es raro en la literatura poética, excepto Cantares (7 veces). La primera
vez que se usa el vocablo es en Gn 4.22: «Zila también dio a luz a Tubal-caín,
artífice de toda obra de bronce y de hierro; y la hermana de Tubal-caín fue
Naama».
La traducción de «hermana» por <ajot es solo al comienzo. Según la
costumbre hebraica, el vocablo era un término que se usaba para referirse a la
hija del padre y la madre de uno (Gn 4.22) o a la hermanastra (Gn 20.12). Puede
también referirse a la tía por parte de padre (Lv 18.12; 20.19) o de la madre (Lv
18.13; 20.19).
Por regla general, <ajot denota parientes del género
femenino: «Y bendijeron a Rebeca diciéndole: Tú eres nuestra hermana. Que seas
madre de millares de decenas de millares. Que tus descendientes posean las
ciudades de sus enemigos» (Gn 24.60). Esta acepción se extiende al uso
metafórico, donde dos divisiones de una nación (Judá e Israel; Jer 3.7) y dos
ciudades (Sodoma y Samaria; Ez 16.46) se describen como hermanas, ya que los
nombres geográficos en hebreo son femeninos.
El significado más especializado que
quiere decir «amada, amado» se encuentra únicamente en Cnt 4.9: «Has cautivado
mi corazón, hermana [o amada] mía, esposa mía; has cautivado mi corazón con una
sola mirada de tus ojos, con una sola hebra de tu collar» (lba). En este caso <ajot se usa como una expresión de
afecto en lugar de un término de relación sanguínea.
La Septuaginta traduce el vocablo como adelphe («hermana»).
Hermano
<aj (ja;), «hermano». Esta palabra tiene cognados en
ugarítico y en la mayoría de las demás lenguas semíticas. Se constata unas 629
veces en hebreo bíblico, en todos los períodos.
La acepción básica de <aj es de «hermano varón» y este es su
significado la primera vez que aparece en el texto: «Después dio a luz a su
hermano» (Gn 4.2). El vocablo puede aludir a un hermano consanguíneo o a un
hermanastro: «Anda, por favor, y mira cómo están tus hermanos» (Gn 37.14 rva).
Otro matiz de <aj es «pariente consanguíneo». El término «hermano» se aplica al
sobrino de Abraham: «Así recobró todos los bienes y también recobró a su sobrino
Lot, sus bienes, y también a las mujeres y a la gente» (Gn 14.16 rva; «hermano»
rv; «pariente» rvr, rv-95). Al mismo tiempo, este pasaje puede reflejar el
sentido de un pacto entre «aliados» (cf. Gn 13.8). En Gn 9.25, <aj claramente quiere decir «pariente»:
«Maldito sea Canaán; siervo de siervos será a sus hermanos». Labán trata a su
sobrino Jacob como <aj: «Entonces dijo
Labán a Jacob: «¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu
salario»» (Gn 29.15; cf. nrv; «sobrino» rva; «pariente» lba). Antes de esto,
Jacob se refiere a sí mismo como el <aj del padre de Raquel (Gn 29.12).
Las tribus tienen una relación de <ajéÆm: «Judá dijo a [la tribu de]
Simeón su hermano: Sube conmigo al territorio que se me ha adjudicado» (Jue
1.3). El término <aj puede usarse con
respecto a alguien de la misma tribu: «Aquel en cuyo poder hallares tus dioses,
no viva; delante de nuestros hermanos reconoce lo que yo tenga tuyo» (Gn 31 32;
cf. nrv; «parientes» rva, lba). En otros pasajes el vocablo se refiere a un
compatriota: «En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus
hermanos, y los vio en sus duras tareas» (Éx 2.11).
En varios pasajes, el vocablo <aj expresa «compañero» o «colega», o
sea, un hermano por opción. Un ejemplo aparece en 2 R 9.2: «Cuando llegues allá,
verás allí a Jehú hijo de Josafat hijo de Nimsi. Entra, haz que se levante de
entre sus hermanos, y llévalo a otra
habitación» (rv-95; «compañeros» rva; cf. Is 41.6; Nm 8.26). Más o menos en la
misma línea se encuentra otra vez la acepción de «aliados»: «Entonces Lot salió
a ellos a la puerta, cerró la puerta detrás de sí y dijo: ¡Por favor, hermanos
míos, no hagáis tal maldad!» (Gn 19.6–7 rva). Nótese este mismo uso en Nm 20.14
y 1 R 9.13.
<Aj puede ser un apelativo de cortesía, como es el caso en Gn 29.4: «Y les dijo
Jacob: Hermanos míos [cuya identidad desconocía], ¿de dónde sois vosotros?»
El vocablo <aj a veces se refiere simplemente a lo más próximo o al prójimo:
«Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de mano de todo
animal la demandaré, y de mano … del varón su hermano demandaré la vida del
hombre» (Gn 9.5–6).
Hombre
Nombre
<adam (µd;a;), «hombre; humanidad; gente; alguien».
Este nombre se encuentra en ugarítico, fenicio y púnico. Un término con los
mismos radicales se encuentra en antiguo arábigo meridional con el significado
de «siervo». En arábigo tardío los mismos radicales significan tanto «la
humanidad» como «toda la creación». El término acádico admu significa «niño». El vocablo hebreo aparece unas 562 veces y
en todos los períodos del hebreo bíblico.
Este nombre está relacionado con el
nombre <adom, «estar rojo», que puede
ser una alusión a la tez rojiza o curtida de los hombres en la antigüedad. El
nombre expresa el «hombre» como creatura a la imagen de Dios, la corona de toda
la creación. En la primera vez que aparece «hombre» se refiere al género humano,
es decir, el «hombre» en sentido genérico: «Entonces dijo Dios: Hagamos al
hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Gn 1.26). En Gn 2.7 el
vocablo se refiere al primer «hombre», Adán: «Entonces Jehová Dios formó al
hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el
hombre un ser viviente».
Entre Gn 2.5 y 5.5 hay un constante
cambio e interrelación entre el uso genérico e individual. El «hombre» se
distingue del resto de la creación en que se creó por un acto especial e
inmediato de Dios: solo él fue creado a imagen de Dios (Gn 1.27). Estaba formado
por dos elementos, lo material y lo inmaterial (Gn 2.7). Desde el comienzo ocupó
una posición por encima del resto de la creación terrenal y se le prometió una
posición aun más exaltada (vida eterna) si obedecía a Dios: «Dios los bendijo y
les dijo: Sed fecundos y multiplicaos. Llenad la tierra; sojuzgadla y tened
dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se
desplazan sobre la tierra» (Gn 1.28 rva; cf. 2.16–17). En Gn 1 el «hombre» se
describe como meta y corona de la creación, mientras que en Gn 2 vemos que el
mundo se creó como la escena de la actividad humana. La imagen de Dios en el
«hombre» se refiere a su alma y/o espíritu. (Es esencialmente espiritual; tiene
una dimensión invisible e inmortal que es indivisible.) Otros elementos de esta
imagen son: (1) mente y voluntad, (2) integridad intelectual y moral (se creó
con verdadero conocimiento, justicia y santidad), (3) cuerpo (órgano considerado
apto para compartir la inmortalidad del ser humano; y también para actuar como
agente de Dios en la creación), así como (4) dominio sobre el resto de la
creación.
La «caída» afectó profundamente al
«hombre», sin embargo, no perdió la imagen de Dios (Gn 9.6). Después de la caída,
el «hombre» ocupa una nueva posición, inferior, delante de Dios: «Jehovah vio
que la maldad del hombre era mucha en la tierra, y que toda tendencia de los
pensamientos de su corazón era de continuo solo al mal» (Gn 6.5 rva; cf. 8.21).
El «hombre» deja de tener comunión perfecta con el Creador; está ahora bajo la
maldición del pecado y de la muerte. Se destruyeron el prístino conocimiento,
justicia y santidad. La restauración al lugar que le corresponde al «hombre» en
la creación y en su relación con el Creador proviene únicamente de la unión
espiritual con Cristo, el segundo Adán (Ro 5.12–21). En algunos de los pasajes
posteriores del Antiguo Testamento, es difícil distinguir entre <adam e <éÆsh,
el «hombre» como contraparte de la mujer y/o en su virilidad.
A veces <adam se refiere a un grupo limitado y particular de «hombres»: «He aquí, avanzan
aguas del norte, se convierten en torrente e inundan la tierra y su plenitud, la
ciudad y sus habitantes. Entonces los hombres gritan, y gime todo habitante de
la tierra» (Jer 47.2 rva). Cuando se refiere a un grupo en particular de
individuos («hombres»), el nombre se encuentra en la frase «hijos de los
hombres»: «Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los
hijos de los hombres» (Gn 11.5). La frase «hijo del hombre» generalmente señala
a un individuo en particular: «Dios no es hombre [<éÆs]
para que mienta, ni hijo de hombre [<adam]
para que se arrepienta» (Nm 23.19; cf. Ez 2.1). Hay una única y notable
excepción del uso de este término en Dn 7.13–14: «Estaba yo mirando en las
visiones de la noche, y he aquí que en las nubes del cielo venía alguien como un
Hijo del Hombre [<enoÆsh] …
su dominio es dominio eterno, que no se acabará; y su reino, uno que no será
destruido» (rva). En este caso, la frase se refiere a un ser divino.
<Adam se usa también para referirse a «cualquier hombre», a cualquier persona, varón o
hembra: «Cuando alguien [«un hombre» lba] tenga en la piel de su cuerpo
hinchazón, costra o mancha clara y se convierta en la piel de su cuerpo en llaga
de lepra, será traído al sacerdote Aarón» (Lv 13.2 rva). El nombre <odem quiere decir «rubí», vocablo que
se encuentra 3 veces y solo en hebreo. En Éx 28.17 encontramos a esta piedra
preciosa de color rojo vivo, un «rubí»: «La primera hilera tendrá un rubí [<odem],
un topacio y un berilo» (rva).
geber (rb,G²,), «hombre, varón». Este vocablo se
encuentra 60 veces en el Antiguo Testamento hebreo; más de la mitad de los casos
(32 veces) están en los libros poéticos. La primera vez que se usa es en Éx
10.11: «¡No será así! Id vosotros los varones y servid a Jehovah, pues esto es
lo que vosotros habéis pedido» (rva).
El significado de la raíz «ser fuerte»
ya no es evidente en el uso de geber,
puesto que es un sinónimo de <éÆsh: «Así
ha dicho Jehovah: Inscribid a este hombre [<éÆsh]
como uno privado de descendencia. Será un hombre [geber]
que no prosperará en los días de su vida. Porque ningún hombre [<éÆsh]
de su descendencia logrará sentarse en el trono de David ni gobernar de nuevo en
Judá» (Jer 22.30 rva). Otros sinónimos son zakar,
«varón» (Jer 30.6); <enoÆsh,
«hombre» (Job 4.17); y <adam, «hombre»
(Job 14.10). Un geber denota un «varón», como antónimo de «hembra» o «mujer»;
cf. «La mujer [<ishshah] no se vestirá
con ropa de hombre [geber], ni el hombre
[geber] se pondrá vestido de mujer [<ishshah];
porque cualquiera que hace esto es una abominación a Jehová tu Dios» (Dt 22.5
rva).
En expresiones generalizadas de
maldición y bendición, geber también
actúa como sinónimo de <éÆsh, «hombre».
La expresión puede comenzar con «maldito el hombre» (geber;
Jer 17.5) o «bienaventurado el hombre» (geber;
Sal 34.8). Sin embargo, estas mismas expresiones también aparecen con <éÆsh (Sal 1.1; Dt 27.15).
La Septuaginta ofrece las siguientes
traducciones: aner («hombre»); anthropos («ser humano; hombre»); y dunatos («los poderosos o fuertes»).
<éÆsh (vyai), «hombre; marido; pareja; ser humano;
humano; alguien; cada uno; todos». Hay cognados de esta palabra en fenicio,
púnico, arameo antiguo y arábigo meridional antiguo. El nombre aparece unas
2.183 veces y en todos los períodos del hebreo bíblico. El plural de este nombre
usualmente es <anashéÆm,
aunque 3 veces es <éÆshéÆm (Sal 53.3).
Básicamente el término significa el
«hombre» en su relación con la mujer; o sea, el «hombre» es una criatura que se
distingue por su virilidad. Este es el énfasis en Gn 2.24 (primer caso): «Por
tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer». Algunas
veces la frase «hombre y mujer» puede significar individuos de cualquier edad,
incluyendo niños: «Cuando un buey acornee a un hombre o a una mujer, y como
consecuencia muera, el buey morirá apedreado» (Éx 21.28 rva). Puede también
expresar un grupo inclusivo, con niños: «Destruyeron a filo de espada todo lo
que en la ciudad había; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes,
las ovejas, y los asnos» (Jos 6.21). A veces esta misma idea se expresa más
explícitamente mediante la serie de vocablos «hombres, mujeres y niños»: «Harás
congregar al pueblo, los hombres, las mujeres, los niños y los forasteros que
estén en tus ciudades» (Dt 31.12 rva).
<Iïsh se usa a menudo en contextos conyugales (cf. Gn 2.24) con el sentido de «marido»
o «compañero»: «Tomad mujeres y engendrad hijos e hijas, tomad mujeres para
vuestros hijos y dad vuestras hijas a maridos para que den a luz hijos e hijas»
(Jer 29.6 lba). Una virgen se describe como una joven que no ha conocido «varón»
(«marido»): «Y ella fue con sus compañeras, y lloró su virginidad por los montes.
Pasados los dos meses volvió a su padre, quien hizo de ella conforme al voto que
había hecho. Y ella nunca conoció varón» (Jue 11.38–39). La acepción «pareja»
aparece en Gn 7.2, donde el vocablo se refiere a animales masculinos: «De todo
animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra».
Un matiz especial de <éÆsh aparece en pasajes como Gn 3.6,
donde significa «marido» un «hombre» que tiene la responsabilidad de una esposa
o mujer y esta le venera: «Y dio también a su marido, cual comió así como ella».
Este énfasis se encuentra también en Os 2.16 donde se refiere a Dios (cf. el
vocablo hebreo ba>al).
A veces el término indica que alguna
persona en particular es un «verdadero hombre». Como tal, es fuerte, influyente
y diestro en batalla: «Esforzaos, oh filisteos, y sed hombres, para que no
sirváis a los hebreos como ellos os han servido a vosotros. ¡Sed hombres y
combatid!» (1 S 4.9 rva).
En unos pocos casos <éÆsh se usa como sinónimo de «padre»: «Todos
nosotros somos hijos de un mismo hombre» (Gn 42.11 rva). En otros pasajes, el
término quiere decir «hijo» (cf. Gn 2.24).
En plural el vocablo puede referirse a
grupos de hombres que sirven u obedecen a un superior. Los hombres del faraón
escoltaron a Abram: «Y el faraón ordenó a su gente que escoltara a Abram y a su
mujer, con todo lo que tenía» (Gn 12.20 rv-95). En un sentido similar, pero más
general, el vocablo puede referirse a personas que pertenecen a otro o a algo: «Porque
todas estas abominaciones hicieron los hombres de aquella tierra, que fueron
antes de vosotros, y la tierra fue contaminada» (Lv 18.27).
En muy pocos casos (y en la literatura
histórica tardía), este vocablo se usa como un nombre colectivo que se refiere a
todo un grupo: «Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien
hombres?» (2 R 4.43).
Muchos pasajes usan <éÆsh en el sentido genérico más general
de «hombre» (<adam), un ser humano: «El
que hiriere a alguno [<éÆsh], haciéndole
así morir, él morirá» (Éx 21.12). Aunque alguien golpeara o matara a una mujer o
a un niño, el culpable debía morir. Véase Dt 27.15: «Maldito el hombre que
hiciere escultura o imagen de fundición». Se usa el término cuando se quiere
establecer un contraste entre personas y animales: «Pero entre todos los hijos
de Israel, ni un perro les ladrará, ni a los hombres ni a los animales» (Éx 11.7
rva). El mismo matiz sirve para contrastar entre Dios y el ser humano: «Dios no
es hombre, para que mienta» (Nm 23.19).
A veces <éÆsh es indefinido, con el significado de «alguno» o «alguien» («ellos»): «Yo haré
que tu descendencia sea como el polvo de la tierra. Si alguien puede contar el polvo de la tierra, también tu
descendencia podrá ser contada» (Gn 13.16 rva; «alguno» rvr). En otros pasajes
el término tiene el significado de «cada uno» (Gn 40.5) o «cada cual» (Jer
23.35).
El vocablo <ishoÆn significa «hombre pequeño». Este diminutivo del nombre,
que aparece 3 veces, tiene un cognado en arábigo. Aunque literalmente significa
«hombre pequeño», se refiere a la pupila del ojo y es así como se traduce (cf.
Dt 32.10; «la niña de sus ojos»).
<enoÆsh (v/naÔ), «hombre». Esta palabra semítica común es
la que se usa en el arameo bíblico como el genérico para «hombre» (equivalente
hebreo de <adam). Aparece 25 veces en el
arameo bíblico y 42 en el hebreo bíblico. El hebreo utiliza <enoÆsh exclusivamente en
textos poéticos. La única excepción aparente está en 2 Cr 14.11. Sin embargo,
ese versículo es parte de una oración, por lo cual utiliza lenguaje poético.
El término <enoÆsh nunca aparece con el artículo definido y
siempre, salvo una excepción (Sal 144.3), presenta una idea colectiva del
«hombre». En la mayoría de los casos en que aparece en Job y en los Salmos, el
vocablo sugiere, a diferencia de Dios, la fragilidad, vulnerabilidad y
limitación del «hombre» en el tiempo y el espacio: «El hombre, como la hierba
son sus días. Florece como la flor del campo» (Sal 103.15). Por tanto, el
«hombre» no puede ser justo ni santo delante de Dios: «¿Será el mortal [<enoÆsh]
más justo que Dios? ¿Será el hombre [geber]
más puro que el que lo hizo?» (Job 4.17 rv-95). En los Salmos la palabra se usa
para indicar un enemigo: «¡Levántate, oh Jehovah! ¡Que no prevalezca el hombre!
Sean juzgadas las naciones delante de ti» (Sal 9.19 rva). Aquí el paralelismo
muestra que <enoÆsh es
sinónimo de «naciones» o del enemigo. Por tanto, se representa a estas naciones
como débiles, vulnerables y finitas: «Pon, oh Jehová, temor en ellos; conozcan
las naciones que no son sino hombres» (Sal 9.20).
La acepción <enoÆsh puede ser «hombres» débiles, pero no
necesariamente débiles en cuanto a moral: «Bienaventurado el hombre [<enoÆsh]
que hace esto, y el hijo de hombre [<adam]
que persevera en ello» (Is 56.2 rva). En este pasaje el <enoÆsh recibe bendición
porque ha sido moralmente fuerte.
En algunos lugares el término no
implica matices éticos ni se refiere al «hombre» en un sentido paralelo a <adam. Es finito a diferencia de un Dios
infinito: «Los haré pedazos, borraré la memoria de ellos de entre los hombres» (Dt
32.26 lba: primer caso bíblico del vocablo).
bajuÆr (rWjB;), «joven». Los 44 casos de este vocablo
están esparcidos por todos los períodos del hebreo bíblico.
El término significa un hombre
completamente desarrollado, vigoroso y soltero. La primera vez que se encuentra bajuÆr se contrapone a betuÆlah, «doncella» o «virgen»:
«Afuera desolará la espada, y adentro el espanto, tanto a los jóvenes como a las
vírgenes, al que mama y al hombre con canas» (Dt 32.25 rva). La fuerza de un «joven»
se contrapone a las canas (corona de honra) del anciano (Pr 20.29).
Hay dos nombres bejuréÆm y bejuroÆt; aparecen una sola vez para
describir el período cuando el «joven» está en la flor de la vida (¿tal vez
durante el período en que es elegible para el servicio militar, es decir, entre
los 20 y los 50 años?). BejuréÆm se encuentra en Nm 11.28.
Verbo
bajar (rj'B;), «examinar, escoger, seleccionar, elegir,
preferir». Este verbo, que aparece 146 veces en hebreo bíblico, tiene cognados
en arameo tardío y cóptico. El nombre poético bajir,
«los escogidos», también se deriva de este verbo. No todos los estudiosos están
de acuerdo en que estos vocablos tienen relación con el nombre bajuÆr. Prefieren relacionarlos con el
primer sentido de la raíz bhr, cuyo
cognado en acádico se refiere a hombres de guerra. El término significa «escoger
o seleccionar» en Gn 6.2: «Tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas».
Honrar
Verbo
kabed (dbeK;), «honrar». Este verbo aparece unas 114
veces en todos los períodos del hebreo bíblico. Sus cognados están en las mismas
lenguas que el nombre kaboÆd. Un ejemplo
de kabed aparece en Dt 5.16: «Honra a tu
padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado».
hadar (rd'h;), «honrar, preferir, enaltecerse,
comportarse arrogantemente». Este vocablo, que se halla 8 veces en el hebreo de
la Biblia, tiene cognados solo en arameo, aunque algunos estudiosos creen haber
hallado cognados en egipcio y siríaco.
El término significa «honrar» o «preferir»
en Éx 23.3: «Tampoco harás favoritismo al pobre en su pleito» (rva). En Pr 25.6 hadar quiere decir «enaltecerse» o «comportarse
con arrogancia».
Nombre
kaboÆd (d/bK;), «honor; honra, gloria; gran cantidad;
multitud; riqueza; reputación [majestad]; esplendor». Hay cognados de este
vocablo en ugarítico, fenicio, arábigo, etiópico y acádico. Se encuentra 200
veces en todos los períodos del hebreo bíblico.
KaboÆd se refiere al gran peso físico de algún objeto. Nahum 2.9 debe leerse así: «No
hay límite a los tesoros; [una gran cantidad] de toda clase de objetos
codiciables» (cf. lba). Isaías 22.24 (rva) dice que Eliaquim se asemeja a una «estaca
en lugar firme» del que colgarán «toda la gloria [las cosas de peso] de la casa de su padre». Oseas 9.11 exige una acepción
similar; kaboÆd se refiere a una gran
multitud de personas («muchedumbre»): «La gloria [muchedumbre] de Efraín volará
cual ave». El término no quiere decir simplemente «pesado», sino también una
cantidad de cosas (personas, objetos, conceptos) imponentes o «de peso».
A menudo, kaboÆd se refiere tanto a «riqueza» como (en sentido concreto) a una
«reputación» significativa y positiva. Como ejemplo del primer énfasis, los
hijos de Labán se quejan que «Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre,
y de lo que era de nuestro padre ha adquirido toda esta riqueza» (Gn 31.1:
primer caso). El segundo énfasis se encuentra en Gn 45.13 donde José ordenó a
sus hermanos que informasen a su padre «acerca de toda mi gloria [«honra»] en
Egipto». Aquí el mensaje de José incluye un informe sobre su posición y la
promesa de que en Egipto estaría en condiciones de suplir sus necesidades. Los
árboles y los bosques son imponentes, ricos y «esplendorosos». Dios va a
castigar al rey de Asiria con la destrucción de la mayoría de los árboles en sus
bosques. «La gloria de su bosque y de su campo fértil consumirá … los árboles
que queden en su bosque serán en número que un niño los pueda contar» (Is
10.18–19). En Sal 85.9 predomina la idea de riqueza o abundancia: «Ciertamente
cercana está su salvación para los que le temen, para que habite la gloria [abundancia]
en nuestra tierra». El Sal 85.12 comunica la misma idea en otros términos: «Jehová
dará también el bien; y nuestra tierra dará su fruto».
KaboÆd puede también portar un énfasis abstracto de «gloria» (u «honra») en el sentido
de imponer presencia o posición. La mujer de Finees llamó a su hijo Icabod,
diciendo: «¡Traspasada es la gloria de Israel! Por haber sido tomada el arca de
Dios, y por la muerte de su suegro y de su marido» (1 S 4.21). En Is 17.3 kaboÆd contiene la idea más concreta de
plenitud de cosas como ciudades fortificadas, soberanía y pueblo. Entre estas
cualidades se hallan el «honor» o respeto a rango y posición. En Is 5.13 kaboÆd contiene la idea de «honor» u «honra»:
«Sus nobles [los hombres «honorables»] están muertos de hambre, y su multitud
reseca de sed» (rva). Aquí, el vocablo kaboÆd y su término paralelo (multitud) representan a todo el pueblo de Israel, las
clases altas y la gente común. En muchos pasajes el vocablo presenta una
realidad futura más bien que presente: «En aquel tiempo el renuevo de Jehová
será para hermosura y gloria» (Is 4.2).
Hay dos matices de la palabra que
expresan «honra» o «importancia» (cf. Gn 45.13). En primer lugar, kaboÆd puede destacar la posición de un
individuo dentro de la esfera en que vive (Pr 11.16). La «honra» puede perderse
debido a obras y actitudes erróneas (Pr 26.1, 8), o bien demostrarse mediante
buenas acciones (Pr 20.3; 25.2). El énfasis, entonces, es sobre las relaciones
interpersonales. Segundo, muchos usos del término sugieren nobleza, como por
ejemplo en 1 R 3.13 que destaca la «honra» que le corresponde a la familia real.
O sea, kaboÆd puede resaltar la posición
de respeto y distinción social del que goza la nobleza.
En lo que a Dios se refiere, el vocablo
denota una cualidad suya por la que se le reconoce. Josué ordenó a Acán dar
gloria a Dios en reconocimiento de su importancia, valor y de lo que Él
significa (Jos 7.19). En este y otros ejemplos semejantes, «honrar» quiere decir
hacer algo; lo que Acán tuvo que hacer fue decir la verdad. En otros pasajes, «honrar»
a Dios es un reconocimiento cúltico y la confesión de que Dios es Dios (Sal
29.1). Algunos sugieren que en estas y otras citas, cuando el cultuante ve la «gloria»
de Dios y lo confiesa en adoración, se alaba su soberanía sobre la naturaleza.
En otros pasajes, el término señala la soberanía de Dios sobre la historia y
específicamente apunta hacia una futura manifestación de su «gloria» (Is 40.5).
En fin, encontramos también casos que relacionan la revelación de la «gloria»
divina a las manifestaciones de antaño de su soberanía en la historia y sobre
los pueblos (Éx 16.7; 24.16).
hadar (rd;h;), «honra, honor, esplendor». Hay cognados
de esta palabra únicamente en arameo. Los 31 casos en la Biblia están solo en
pasajes poéticos en todos los períodos.
Primero, hadar se refiere al «esplendor» de la naturaleza: «Y tomaréis el
primer día ramas con fruto de árbol hermoso [lit., árboles de esplendor o
belleza]» (Lv 23.40: primer caso). Segundo, el término es el equivalente de
vocablos hebreos como «gloria» y «dignidad». Así, hadar no significa una combinación de atractivo físico y posición
social más que una hermosura sobrecogedora. Se dice del Mesías que «no hay
parecer en Él, ni hermosura: verlo hemos, mas sin atractivo para que le deseemos»
(Is 53.2 rv). La humanidad está coronada de «gloria y honra», en las prioridades
divinas y en rango (Sal 8.5). En Pr 20.29 hadar enfoca la misma idea (las señales de rango y privilegio de un anciano son sus
canas). Estos casos reflejan un tema que está presente en toda la Biblia: una
larga vida es signo de bendición divina y que resulta (a menudo) de ser fiel a
Dios; en cambio, la muerte prematura es juicio divino. Cuando se aplica a la
naturaleza de Dios, hadar comunica las
ideas de brillo esplendoroso, preeminencia y señorío: «Alabanza y magnificencia
delante de Él; poder y alegría en su morada» (1 Cr 16.27). Estas son las
características de su santuario (Sal 96.6) y también Dios se reviste de ellas
(Sal 104.1). Este uso de hadar tiene su
origen en el concepto que se tenía de un rey o una ciudad real. Todas las cosas
buenas de David, Dios se las dio: corona de oro en su cabeza, larga vida y
gloria («esplendor»; Sal 21.3–5). La belleza y el fulgor de los reyes de la
tierra proviene, generalmente, de su medio. Así, Dios dice al respecto de Tiro:
«Persas, lidios y libios estaban en tu ejército como tus hombres de guerra.
Escudos y cascos colgaban en ti; ellos te daban tu esplendor. Los hijos de Arvad
estaban con tu ejército sobre tus muros en derredor, y los gamadeos estaban en
tus torreones. Colgaban sus escudos sobre tus muros en derredor; ellos hacían
completa tu hermosura» (Ez 27.10–11 rva). Por el contrario, la «gloria» y el «esplendor»
de Dios procede de Dios mismo.
El nombre hadarah significa «majestad; esplendor, exaltación; adorno».
Este nombre aparece 5 veces en la Biblia. El vocablo quiere decir «majestad» o «exaltación»
en Pr 14.28 (lba): «En la multitud del pueblo está la gloria del rey, pero en la
falta de pueblo está la ruina del príncipe» («el pánico del funcionario» rva;
«un príncipe sin súbditos está arruinado» nvi). Hadarah significa «adorno» en Sal 29.2.
Adjetivo
kabed (dbeK;), «pesado; numeroso; severo; rico». El
adjetivo kabed aparece unas 40 veces.
Básicamente este vocablo expresa la idea de «pesado». En Éx 17.12 el término se
refiere a peso físico: «Y las manos de Moisés se cansaban [«estaban pesadas» (rv)];
por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella;
y Aarón y Hur sostenían sus manos» (rvr). Esta pesadez puede ser perenne: una
cualidad duradera, siempre presente. Cuando el vocablo se usa en un sentido
negativo y extensivo, puede describir al pecado, por ejemplo, como un yugo
siempre agobiante: «Porque mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza; como carga
pesada me agobian» (Sal 38.4 rva; «me abruman» nvi). Las tareas y
responsabilidades suelen ser «pesadas» (Éx 18.18). Moisés argumentó su
incapacidad de conducir al pueblo de Dios al salir de Egipto porque era «tardo
en el habla y torpe de lengua» (rvr, nrv); o sea, no había fluidez en su hablar
ni en su lengua; era vacilante («pesado»; Éx 4.10). Esta acepción de kabed se encuentra, con una aclaración,
en Ez 3.6 cuando Dios describe al pueblo a quien el profeta va a ministrar: «No
a muchos pueblos de habla misteriosa [«incomprensible» lba] y de lengua difícil,
cuyas palabras no entiendes» (rva; cf. nrv). Otro matiz del vocablo se halla en
Éx 7.14, refiriéndose al corazón del faraón: «Se ha endurecido, y rehúsa dejar
ir al pueblo» (rva). En todos estos contextos kabed describe la carga que pesa sobre el cuerpo (o sobre una de sus partes) de modo
que uno queda incapacitado o sin poder actuar adecuadamente.
En una segunda serie de pasajes, la
palabra se refiere a lo que cae sobre uno y le vence. Así, Dios envió un «granizo
muy pesado» sobre Egipto (Éx 9.18 lba), un gran enjambre de insectos (8.24), una gravísima pestilencia (9.3) y
numerosísimas langostas (10.14). El primer ejemplo de este matiz del vocablo se
encuentra en Gn 12.10: «Era grande el hambre en la tierra» («severa» lba).
Con connotación positiva, kabed puede describir la cantidad de «riquezas»
que se posee: «Abram era riquísimo en ganado, en plata y oro» (Gn 13.2). En Gn
50.9, el término se usa como calificativo de un grupo de personas: «un numeroso
cortejo» (rva). En el siguiente versículo tiene el sentido de «imponente» o «pesado»:
«Hicieron grande y muy triste
lamentación» (nrv; «grande y solemne» bj; «solemne y magnífico» nbe).
El adjetivo nunca se usa acerca de Dios.
Humildad, Aflicción
Verbo
kana> ([n"K;), «ser humilde, humillar, sojuzgar,
someter». Este vocablo bíblico también se encuentra en hebreo moderno. El
término puede significar «humillar, someter (sojuzgar), al mismo tiempo que en
los modos pasivo o reflexivo tienen las acepciones de «ser humilde» o «humillarse».
Aunque kana> aparece unas 35 veces en el
Antiguo Testamento hebreo, no lo encontramos sino hasta Dt 9.3: «Jehová tu Dios
… los destruirá y humillará» (rvr, nrv; «someterá» rva). Kana> se usa con frecuencia en este
sentido de «someter, humillar» a enemigos (2 S 8.1; 1 Cr 17.10; Sal 81.14). «Humillarse
a sí mismo» ante Dios en arrepentimiento es un tema común en el antiguo Israel (Lv
26.41; 2 Cr 7.14; 12.6–7, 12).
shapel (lpev;), «ser humilde, derribar, rebajar, abatir».
Esta raíz se encuentra en la mayoría de las lenguas semíticas (excepto en
etiópico) con el significado básico de «rebajar» o «rebajarse». Shapel aparece unas 25 veces en el
Antiguo Testamento. Es un término poético.
Como era de esperarse con términos
poéticos, este se usa generalmente en sentido metafórico. Pocas veces shapel denota literalmente «bajeza».Y
aun en pasajes donde el vocablo puede interpretarse de manera textual, el
profeta está comunicando una verdad espiritual: «He aquí el Señor, Jehová de los
ejércitos, desgajará el ramaje con violencia: y los árboles de gran altura serán
cortados, y los altos serán humillados» (Is 10.33; «abatidos» rva; «derribados»
nrv). O bien: «¡Todo valle será rellenado, y todo monte y colina rebajados!» (Is
40.4). Isaías en particular presenta el pecado de Judá como rebelión, altivez y
orgullo (2.17; 3.16–17). En su segundo capítulo reitera el enjuiciamiento divino
a la soberbia humana. Cuando el Señor venga en gloria no tolerará el orgullo:
«La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres
será humillada» (Is 2.11); entonces «día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre
todo soberbio [«arrogante» rva] y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido
[«humillado» rva]» (2.12 rvr). Isaías está aplicando a Judá el principio que se
encuentra en Proverbios: «El altivo será humillado, pero el humilde será
enaltecido» (29.23 nvi).
El orgullo y la altivez no tienen lugar
alguno en la vida de los justos, puesto que el Señor «abate» a personas,
ciudades y naciones: «Jehová empobrece, y Él enriquece; abate, y enaltece» (1 S
2.7).
Los profetas llaman al pueblo a
arrepentirse y a demostrar su conversión a Dios humillándose. En general, no se
hizo caso al llamado. Finalmente llegó el cautiverio y los babilonios humillaron
a Israel. Todo esto, no obstante, les hizo llegar la promesa que, sin importar
las circunstancias, Dios iniciaría la redención de su pueblo. Isaías expresó la
magnitud de esta redención de la siguiente manera: «Preparad el camino de
Jehovah … ¡Todo valle será rellenado, y todo monte y colina rebajados! …
Entonces se manifestará la gloria de Jehovah» (Is 40.3–5 rva).
En la Septuaginta shapel se traduce tapeino («nivelar, ser humilde, humillar»).
En las diferentes versiones en castellano se traduce como «abatir, bajar,
derribar, humillar, rebajar, etc.».
>anah (hn:[;), «estar afligido, doblegarse, ser
humillado, ser manso». Este vocablo, que es común tanto en el hebreo moderno
como en el antiguo, es la fuente de varios términos importantes en la historia y
experiencia del judaísmo: «humilde, manso, pobre y aflicción». >Anah aparece aproximadamente 80 veces
en el Antiguo Testamento hebraico. Se encuentra por primera vez en Gn 15.13: «Será
oprimida cuatrocientos años».
A menudo >anah expresa un tratamiento duro y penoso. Sarai «trató duramente» a Agar (Gn 16.6).
Cuando vendieron a José como esclavo, los grillos le lastimaron sus pies (Sal
105.18). Con frecuencia el verbo expresa la idea de que Dios envía aflicción con
propósitos disciplinarios: «El Señor tu Dios te ha traído por el desierto
durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que
había en tu corazón» (lba; véanse también 1 R 11.39; Sal 90.15). «Humillar» (bj)
o «deshonrar» (rvr, nrv) a una mujer significa violarla (Gn 34.2 rva). Al
guardar del Día de Expiación, la «humillación propia» quizás se relacione con el
requerimiento del ayuno del día (Lv 23.28–29 rva).
Nombre
>anéÆ (ynI[;), «pobre; humilde; manso». Sobre todo
durante la historia tardía de Israel, inmediatamente antes y después del
cautiverio, este nombre llegó a relacionarse de manera especial con los fieles
de quienes los ricos abusaban y se aprovechaban (Is 29.19; 32.7; Am 2.7). La
referencia del profeta Sofonías a los «mansos de la tierra» (Sof 2.3) anticipó
el ministerio solidario de Jesús con los «pobres» y «mansos» (Mt 5.3, 5; Lc
4.18; cf. Is 61.1). Ya para los tiempos del Nuevo Testamento, a «los pobres de
la tierra» por lo general se les conocía como >am
ha>rets, «los pueblos de la tierra».
Algunos nombres relacionados con el
verbo shapel son poco frecuentes. Shepel quiere decir «abatimiento, estado
inferior». Aparece solo dos veces (Sal 126.23; Ec 10.6). El nombre shiplah significa un «estado de
humillación». El nombre aparece una vez: «Aunque caiga granizo cuando el bosque
caiga, y la ciudad sea derribada por
completo» (Is 39.19 lba). Shepelah quiere decir «bajura». Más que nada, este vocablo designa técnicamente la franja
de valles semifértiles y de montes de poca elevación que separa la costa de
Judea de la región de cerros escarpados que bordea la ribera occidental del
Jordán y Mar Muerto (cf. Dt 1.7; Jos 9.1). ShipluÆt expresa «hundimiento». El único caso en la Biblia está en Ec 10.18: «Por la
pereza se hunde el techo, y por la flojedad de manos tiene goteras la casa». El
término sugiere negligencia, o sea, un «decaimiento» de manos.
Adjetivo
shapal (lp;v;), significa «bajo; humilde». En Ez 17.24,
esta palabra quiere decir «bajo»: «Y sabrán todos los árboles del campo que yo
Jehová abatí el árbol sublime, levanté el árbol bajo». En Is 57.15 shapal se traduce «humilde»: »Yo habito
en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu».
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