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Hebreo Bíblico
Canaán, Cananeos
kena>an (÷['n"K]),
«Canaán»; kena>anéÆ (ynI[}n"K]), «cananeo; mercader». En 9 ocasiones
«Canaán» es el nombre de una persona y 80 tiene que ver con un lugar. A los
descendientes de «Canaán», habitantes de la tierra del mismo nombre, se les
llaman 72 veces «cananeos». La mayoría de los casos aparecen de Génesis a Jueces,
aunque también están diseminados por todo el Antiguo Testamento.
La primera vez que una persona lleva el nombre de «Canaán» es
en Gn 9.18: «Cam fue el padre de Canaán» (cf. Gn 10.6). Al final de una lista de
las naciones que descendieron de «Canaán», Gn 10.18–19 añade: «Después se
dispersaron los clanes de los cananeos. La frontera de los cananeos abarcaba
desde Sidón hasta Gaza» (rva). «Canaán» es la tierra al oeste del Jordán, como
lo indica Nm 33.51: «Cuando hayáis cruzado el Jordán a la tierra de Canaán» (cf.
Jos 22.9–11). Cuando Dios lo llamó, Abram partió «hacia la tierra de Canaán.
Después llegaron a la tierra de Canaán … Los cananeos estaban entonces en la
tierra» (Gn 12.5–6). Más adelante, Dios prometería a Abram: «A tus descendientes
daré esta tierra … [la tierra de los] cananeos» (Gn 15.18–20; cf. Éx 3.8, 17;
Jos 3.10).
«Cananeo» es un término general para todos los hijos de «Canaán»:
«Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual entrarás para
tomarla en posesión, y haya expulsado de delante de ti a muchas naciones … [de
los] cananeos» (Dt 7.1 rva). Uno de estos pueblos son los amorreos, cuya maldad,
le dice Dios a Abram, «no ha llegado al colmo» (Gn 15.16; cf. Jos 24.15, 18).
«Cananeo» tiene también especificidad como nombre de un
pueblo: «Los cananeos habitan junto al mar y en la ribera del Jordán» (Nm 13.29
rva; cf. Jos 5.1; 2 S 24.7). Puesto que eran comerciantes, «cananeo» llega a ser
símbolo de «mercader», en Pr 31.24 y Job 41.6. Es notable que Oseas, al
referirse a los pecados de Israel, dice: «Como mercader [cananeo] que tiene en
su mano balanza falsa, él ama la opresión» (Os 12.7 rva; cf. Sof 1.11).
Génesis 9.25–27 imprime desde el principio un significado
teológico sobre «Canaán»: «Maldito sea Canaán. Sea el siervo de los siervos de
sus hermanos … Bendito sea Jehová, el Dios de Sem, y sea Canaán su siervo.
Engrandezca Dios a Jafet … y sea Canaán su siervo». Proféticamente, Noé impuso
está maldición sobre «Canaán» porque su padre vio la desnudez de Noé y se lo
contó sin pudor a sus hermanos. El pecado de Cam, profundamente arraigado en su
hijo menor, se puede ver en la historia posterior de los cananeos. Con la
amonestación: «Tampoco haréis como hacen en la tierra de Canaán a la cual os
llevo», Lv 18.3ss enumera extensamente las perversiones que se les prohibió a
Israel. La lista concluye con otra amonestación: «No os contaminaréis con
ninguna de estas cosas, porque con todas estas cosas se han contaminado los
pueblos que yo echo de delante de vosotros» (Lv 18.24 rva).
Fue muy específica la orden de destruir a los «cananeos»: «Cuando
Jehová tu Dios las haya … derrotado, entonces destrúyelas por completo …
Derribaréis sus altares, romperéis sus piedras rituales … Porque tú eres un
pueblo santo para Jehová tu Dios» (Dt 7.2–6 rva). Sin embargo, demasiado a
menudo la casa de David y Judá «edificaron lugares altos, piedras rituales y
árboles de Asera, en toda colina alta y debajo de todo árbol frondoso. También
había en el país varones consagrados a la prostitución ritual, e hicieron
conforme a todas las prácticas abominables de las naciones que Jehovah había
echado de delante de los hijos de Israel» (1 R 14.23–24 rva; cf. 2 R 16.3–4;
21.1–15). Las naciones que se mencionan eran «cananeos»; en esta forma «cananeo»
llegó a ser sinónimo de toda suerte de perversión moral y religiosa.
Este hecho se refleja en Zac 14.21: «Y en aquel día no habrá
más mercaderes [«cananeos»] en la casa de Jehová de los Ejércitos». A un «cananeo»
no se le permitía entrar en el tabernáculo o templo; nunca más podría entrar en
la casa del Señor uno de su pueblo que practicase las abominaciones de los «cananeos».
Esta profecía habla de los últimos días y se cumplirá en la
Nueva Jerusalén, según Ap 21.27: «Jamás entrará en ella cosa impura o que hace
abominación y mentira» (cf. Ap 22.15).
Los dos vocablos, «Canaán» y «cananeo» se encuentran en el
Nuevo Testamento en Hechos 7.11 y 13.19.
Cantar
Verbo
ranan (÷n"r;),
«cantar, gritar, clamar». Este verbo se encuentra tanto en hebreo antiguo como
moderno, en el que tiene el sentido de «salmodiar, cantar». Aparece alrededor de
50 veces en el antiguo Testamento hebraico; cerca de la mitad de estos casos
están en los Salmos donde hay un énfasis particular sobre «cantar» y «gritar»
loores al Señor. Ranan aparece por
primera vez en Lv 9.24 al final de la consagración de Aarón y de sus hijos al
sacerdocio. Cuando el fuego cayó y consumió el sacrificio, el pueblo «gritó de
gozo, y se postraron sobre sus rostros [rva; «dio gritos de júbilo» bla, bj, «alabaron»
rvr]»
Ranan sirve a menudo
para expresar gozo, júbilo, según parece con canciones a viva voz
particularmente en alabanza a Dios: «Grita y canta, oh habitante de Sion, pues
el Santo de Israel es grande en medio de ti» (Is 12.6 rva). Cuando la Sabiduría
convoca, clama a viva voz a todos los que quieren escuchar (Pr 8.3). ¡Gritar de
júbilo (Sal 32.11 lbd) es permitir que nuestro gozo se exteriorice!
shéÆr (ryvi),
«cantar». Este vocablo aparece con frecuencia en el hebreo antiguo y moderno,
así como en el antiguo ugarítico. Aunque aparece casi 90 veces en el Antiguo
Testamento hebraico, no se comienza a usar sino hasta Éx 15.1: «Entonces Moisés
y los hijos de Israel cantaron este cántico a Jehová». ¡Tal vez fuera necesario
el milagro del éxodo de Egipto para que los israelitas tuvieran de qué «cantar»!
Más de veinticinco por ciento de los ejemplos de shéÆr se encuentran en los Salmos, a
menudo en forma imperativa, como convocatoria al pueblo a expresar su loor a
Dios en cánticos. Uno de estos ejemplos se puede encontrar en Sal 96.1: «¡Cantad
a Jehová un cántico nuevo! ¡Cantad a Jehová, toda la tierra!» (rva). A menudo shéÆr está en paralelismos con zamar, «cantar» (Sal 68.4, 32).
Participio
shéÆr (ryvi),
«cantantes». En los libros de Crónicas, shéÆr se usa unas 33 veces como participio con referencia los «cantores» levíticos (1
Cr 15.16). De vez en cuando se mencionan «cantoras» (2 S 19.35; 2 Cr 35.25; Ec
2.8).
Nombre
shéÆr (ryvi),
«canción». El nombre se halla unas 30 veces en el título de algunos salmos, así
como en otras partes del Antiguo Testamento. ShéÆr tiene la acepción de «canción» gozosa en Gn 31.27: «¿Por qué has huido a
escondidas, engañándome, sin avisarme? Yo te habría despedido con alegría y
cantares, con tamborín y con arpa». En Jue 5.12 el término se refiere a un «cántico»
triunfal y en Neh 12.46 el vocablo se usa con relación a una «canción» religiosa
de adoración.
El libro «Cantar de los Cantares» (como se conoce en hebreo)
es una «canción» de amor que sigue suscitando preguntas sobre si debería estar
incluido en el canon. Algún significado especial debe tener para ameritar un
título como este. En lugar de justificar su lugar en el canon afirmando que es
una alegoría sobre el amor entre Dios e Israel y por extensión, entre Cristo y
la Iglesia, quizás mejor sería reconocer solo que es, ni más ni menos, una «canción»
de amor, y que el amor tiene su lugar en el plan de Dios para hombres y mujeres
maduros.
Carga
massa< (aC;m'),
«carga; peso; tributo; deleite». Los 43 casos de este vocablo están diseminados
a través de la Biblia hebraica.
El término se refiere a lo que porta una persona, un asno,
una mula o un camello: «Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su
carga, ¿le dejarás sin ayuda?» (Éx 23.5: primera mención del término). Se puede
colgar la «carga» de un clavo (Is 22.25). El término se aplica metafóricamente a
las «cargas» espirituales: «Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi
cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí» (Sal 38.4).
Massa< significa «carga»
en el sentido de una responsabilidad pesada, difícil de sobrellevar. Moisés
pregunta a Dios: «¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado
gracia ante tus ojos, para que hayas puesto la carga de todo este pueblo sobre
mí?» (Nm 11.11 rva).
Una vez el término representa el «tributo» que se lleva («carga»)
a un señor: «Y traían de los filisteos presentes a Josafat, y tributos de plata»
(2 Cr 17.11).
En Ez 24.25 massa< tiene una acepción singular: «Y con respecto a ti, oh hijo de hombre, el día en
que yo quite de ellos su poderío, el gozo de su esplendor, la delicia de sus
ojos y el anhelo de sus almas [el deseo de su corazón], y también a sus hijos y
a sus hijas» (rva).
massa< (aC;m'),
«expresión; oráculo». Este nombre, que se relaciona muy de cerca con lo
anterior, se usa 21 veces. Massa< significa «expresión», «sentencia» u «oráculo»: «Acuérdate que cuando tú y yo
íbamos juntos cabalgando detrás de su padre Acab, Jehová pronunció contra él
esta sentencia» (2 R 9.25 rva). En Jer 23.33–38 el término pareciera connotar
una carga y también un oráculo.
Carne
basar (rc;B;)
«carne; pene». Hay cognados de este término en ugarítico, arábigo y arameo.
Aparece unas 270 veces durante todos los períodos del hebreo bíblico.
El vocablo significa la «parte carnosa del cuerpo humano con
la piel»: «Entonces Jehová Dios hizo que sobre el hombre cayera un sueño
profundo; y mientras dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su
lugar» (Gn 2.21: primer uso del término). El vocablo puede aplicarse también a
la «parte carnosa» de los animales (Dt 14.8). Génesis 41.2 habla de siete vacas
«hermosas a la vista, y muy gordas». En Nm 11.33 basar se refiere a la «carne» de las codornices que Israel aún
masticaba. De modo que «carne» se refiere tanto a los vivos como a los muertos.
Basar a menudo se refiere a la «parte comestible» de los
animales. Los hijos de Elí no conocían la Ley de Dios concerniente a la porción
de los sacerdotes, de modo que «mientras era cocida la carne, el criado del
sacerdote [Elí] iba con un tenedor de tres dientes en su mano» (1 S 2.13 rva).
Sin embargo, insistían «aun antes que quemaran el sebo … «Da al sacerdote carne
para asar, porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda»» (literalmente «viviente»,
1 S 2.15 rva). Basar representa entonces
la «carne» animal comestible, ya sea cocida (Dn 10.3) o cruda. A veces el
término tiene la acepción de «carne» vedada (cf. Éx 21.28).
El vocablo puede representar solo una parte del cuerpo. En
ciertos casos se considera que el cuerpo consiste de dos partes, «carne» y hueso:
«Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada Mujer,
porque fue tomada del hombre» (Gn 2.23 rva). Esa porción del elemento «carnal»,
el prepucio, debía removerse mediante circuncisión (Gn 17.11). En otro grupo de
pasajes se habla de tres elementos del cuerpo: «carne», «piel» y «huesos» (Lm
3.4). Números 19.5 menciona la «carne», el «cuero», la «sangre» y el «estiércol»
de una novilla. En Job 10.11 leemos: «De piel y de carne me vestiste, y me
entretejiste con huesos y tendones».
«Carne» a veces se refiere a «pariente consanguíneo»: «Labán
le dijo [a Jacob]: Ciertamente eres hueso mío y carne mía» (Gn 29.14). Por sí
solas, las frases «tu carne» o «nuestra carne» pueden tener la misma acepción: «Venid,
vendámoslo a los ismaelitas. No pongamos nuestra mano sobre él, porque es
nuestro hermano, nuestra carne» (Gn 37.27 rva). La frase see<r basar se traduce como
una parienta «consanguínea» (Lv 18.6 bj; «parienta próxima» rv-95, rvr; «parienta
cercana» nrv, rva; «pariente directa» bla).
Unas 50 veces «carne» se refiere al «aspecto físico» de seres
humanos o animales, en contraposición al espíritu, alma y, metafóricamente,
corazón. Refiriéndose a seres humanos, encontramos este uso en Nm 16.22 (rva):
«Oh Dios, Dios de los espíritus de todo ser humano [«toda carne» nrv]: Cuando un
solo hombre peca, ¿te has de enfurecer contra toda la congregación?» En pasajes
como este, basar resalta la «parte
visible y estructural» de una persona o de un animal.
En unos pocos pasajes el vocablo parece significar «piel» o
la parte visible del cuerpo: «Por la voz de mi gemido, mis huesos se han pegado
a mi carne» (Sal 102.5; 119.120). En un pasaje como Lv 13.2 se distingue
claramente entre los respectivos significados de «carne» y «piel»
A veces basar representa el «pene u órgano masculino»: «Hablad a los hijos de Israel y
decidles que cualquier hombre cuyo cuerpo [carne] tiene flujo seminal, quedará
impuro a causa de su flujo» (Lv 15.2).
El término «toda carne» tiene varios significados. En Dt 5.26
quiere decir «toda la humanidad»: «Porque, ¿quién es el ser humano para que oiga,
como nosotros, la voz del Dios vivo … ?» En otro lugar esta frase se refiere a «todo
ser viviente dentro del cosmos», es decir, a todas las personas y los animales (Gn
6.17).
Carnero
<ayil (lyIa'),
«carnero». Este vocablo, que tiene cognados en ugarítico, egipcio y cóptico,
aparece en el hebreo bíblico unas 164 veces durante todos los períodos.
<Ayil se refiere a un
bovino masculino o «carnero». El término aparece por vez primera en Gn 15.9
donde Dios dice a Abram: «Tráeme una vaquilla de tres años, una cabra de tres
años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón» (rva). Estos animales se
usaban a menudo para sacrificios (cf. Gn 22.13). Se comían (Gn 31.38) y la lana
se usaba para hacer ropa (cf. 2 R 3.4). De ahí que, por su gran valor, Jacob
escogiera «carneros» como parte de su ofrenda de paz a Esaú (Gn 32.14).
Muchos pasajes usan <ayil como metáfora para hombres déspotas o poderosos: «Los jefes de Edom se aterran;
los poderosos de Moab son presas del pánico» (Éx 15.15). El rey de Babilonia
deportó a los reyes de Judá, a sus príncipes y «a los poderosos del país» (Ez
17.13). En la primera cita, el término representa a jefes, en el sentido de
líderes políticos supremos, mientras que la segunda cita parece indicar
personajes de rango inferior. Un personaje más poderoso aparece en Ez 31.11,
donde <ayil representa a un ser humano
poderoso y de gran envergadura que destruiría a Asiria implacablemente: «Yo lo
entregaré en manos del poderoso de las naciones, que de cierto le tratará según
su maldad. Yo lo he desechado».
yoÆbel (lbe/y),
«carnero; cuerno de carnero, trompeta; año de jubileo». En arameo tardío,
fenicio y arábigo hay cognados de este vocablo. Los 27 casos del nombre aparecen
todos antes del libro de Jueces.
En primer término, este vocablo significa «cuerno de carnero»,
o corneta, como en Éx 19.13 (la primera vez que se usa): «Solo podrán subir al
monte cuando la corneta suene prolongadamente» (rva; «bocina» rvr; «cuerno» bj,
nbe, bla, nrv). En Jos 6.5, «cuerno de carnero» lo compone el término hebreo
para «cuerno» con yoÆbel como
modificador.
Segundo, el vocablo significa «año de jubileo». La ley
concerniente a esta institución se encuentra en Lv 25.8–15; 27.16–25. El
cincuentenario del Día de Expiación se declararía año del jubileo. Todas las
tierras debían devolverse a los propietarios originales de la heredad, ya sean
individuos o familias, aun cuando fuesen esclavos. El valor de un terreno con
miras a venderlo o dedicarlo a Dios se basaba en la productividad prevista antes
del año de jubileo. Entre jubileos la tierra se podía redimir según su valor
productivo. La propiedad urbana, sin embargo, se debía redimir dentro de un año
de su venta o pérdida. La propiedad levítica no estaba sujeta a estas reglas.
Los israelitas que cayeran en la esclavitud tendrían que liberarlos durante el
año de jubileo o bien redimirlos en el intervalo.
Casa
bayit (tyIB'),
«casa o edificio; hogar; familia; tierra». Este nombre tiene cognados en casi
todas las lenguas semíticas incluyendo el arameo bíblico. Hay 2.048 casos de bayit en hebreo bíblico (44 en arameo),
en todas las épocas.
En primer lugar, el nombre denota una estructura fija y
estable hecha de algún tipo de material. Por lo general, como «lugar permanente
de habitación», se hace una distinción entre una casa y una tienda (2 S 16.21;
cf. v. 22). El vocablo puede también denotar una casa de una sola habitación:
«[Lot] les dijo: He aquí, señores míos, venid, por favor, a la casa de vuestro
siervo» (Gn 19.2). Bayit se distingue
también de enramadas o chozas provisionales: «Entonces Jacob se dirigió a Sucot
y edificó allí una casa para sí. Hizo también cabañas para su ganado» (Gn
33.17). En Sal 132.3 el término significa «lugar de morada y vivienda» en
relación estrecha con «tienda» (literalmente «tienda de mi casa»): «No entraré
en mi morada [«la morada de mi casa» rvr; «el techo de mi casa» bj], ni subiré a
mi cama» (rva). Un caso semejante se encuentra en 1 Cr 9.23 (rva): «Así ellos y
sus hijos fueron porteros por turno en la casa de Jehová, es decir, en la casa
del tabernáculo» (literalmente «la casa tienda»).
Segundo, en muchos pasajes (sobre todo cuando este término va
acompañado del vocablo Dios) bayit se
refiere a un lugar de adoración o «santuario»: «Traerás lo mejor de las
primicias de tu tierra a la casa de Jehová tu Dios» (Éx 23.19). En otros pasajes
este nombre tiene que ver con el templo de Dios en Jerusalén: «Contra el muro
del edificio construyó galerías alrededor de los muros del templo, es decir, del
lugar santo y del santuario interior» (1 R 6.5). A veces el término tiene esta
acepción aunque sin definirlo (cf. Ez 41.7).
Tercero, bayit puede
significar las habitaciones y/o alas de una casa: «Nombre el rey oficiales en
todas las provincias de su reino, para que reúnan en Susa, la capital, a todas
las jóvenes vírgenes de hermosa apariencia, en el harén» (literalmente «la casa
de las mujeres»; Est 2.3). De la misma manera, bayit puede referirse al interior, a diferencia del exterior, de una
casa u otra estructura: «Hazte un arca de madera de árbol conífero. Haz
compartimentos al arca, y cúbrela con brea por dentro y por fuera» (Gn 6.14: la
primera vez que aparece el término).
Cuarto, bayit a veces
señala el lugar en que algo o alguien mora o descansa. Es así como el submundo,
el Seol, se denomina «casa»: «Aunque espere, el Seol será mi casa; tenderé mi
cama en las tinieblas» (Job 17.13 rva). La «casa eterna» es la tumba: «El hombre
se va a su morada eterna, y los que hacen duelo rondan alrededor de la plaza» (Ec
12.5 rva). «Casa» puede también significar «lugar» cuando se usa con «tumba»,
como en Neh 2.3: «Viva el rey para siempre. ¿Cómo no estará triste mi rostro,
cuando la ciudad donde están los sepulcros de mis padres está destruida … ?» En
Is 3.20 bayit significa un receptáculo
[«frasquito» rva, nbe; «frasco» bla; «pomito» rvr, nrv]. En 1 R 18.32, «casas de
semilla» se traduce «medidas» (rvr, nrv, rva), «arrobas» (bj) o «fanegas» (nbe)
de «grano, semilla o sembrado». «Casas» se llama en hebreo donde se empotran los
travesaños de una construcción: «Recubrirás de oro los tablones. Harás también
de oro sus aros [«casas»] en los cuales se han de meter los travesaños. También
recubrirás de oro los travesaños» (Éx 26.29 rva). En sentido similar, ver «los
lugares [casas] de los dos caminos» o la encrucijada de dos caminos en Pr 8.2.
Una estepa o lugar desértico lleva el nombre de «casa de bestias»: «Yo puse el
Arabá como su casa, y las tierras saladas como su morada [casa de bestias]» (Job
39.6 rva).
Quinto, bayit a
menudo se refiere a quienes moran en una casa, toda la familia que vive junta: «Entra
en el arca tú, y toda tu familia» (Gn 7.1). En pasajes como Jos 7.14 el vocablo
significa «familia»: «Os acercaréis, pues, mañana, por vuestras tribus. La tribu
que Jehová tome se acercará por sus clanes. El clan que Jehová tome se acercará
por sus familias [literalmente, por casa o por los que viven bajo el mismo techo]»
(rva). Con un matiz similar el término significa «descendientes»: «Cierto hombre
de la tribu [familia, rv; casa, bj] de Leví tomó por esposa a una mujer levita»
(Éx 2.1 rva). El vocablo puede referirse a la familia extendida y aun a todos
los habitantes de una localidad en particular: «Vinieron los hombres de Judá y
ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá» (2 S 2.4). Por otro lado,
Gn 50.4 usa a bayit con el sentido de «corte
real», es decir, todos los cortesanos de un rey: «Y pasados los días de su duelo,
José habló a los de la casa del faraón». Se juntan las dos acepciones de «corte
real» y «descendencia» en 1 S 20.16: «Así Jonatán hizo un pacto con la casa de
David».
En un grupo de pasajes bayit significa «territorio» o «país»: «¡Lleva la corneta a tus labios! Viene como un
águila contra la casa de Jehová» (Os 8.1; 9.15; Jer 12.7; Zac 9.8).
Celar, Celo
Verbo
qana< (an:q;),
«tener celos, envidia; ser celoso, apasionado». Estos dos verbos se derivan del
nombre qin<ah, que aparece 34 veces en
el Antiguo Testamento. La raíz se encuentra en varias lenguas semíticas con el
significado de «ser celoso» (arameo y etiópico). La raíz se encuentra en
ugarítico o arábigo, es cuestionable si el radical tiene el significado de «ser
celoso»; en ugarítico el significado es incierto y el significado en arábigo, «enrojeció
intensamente», no se explica etimológicamente. El verbo qana< aparece en el hebreo rabínico.
A un nivel interhumano qana< tiene un sentido altamente competitivo. En su acepción más positiva el término
significa «estar lleno de celo de justicia». La ley permite que un marido que
sospecha de su esposa de adulterio puede llevarla a un sacerdote que le
administra una prueba de verificación. Fueran o no fundadas sus acusaciones, el
marido tendría un medio legítimo de asegurarse de la verdad. Se dice de él que
«un espíritu de celos» le ha sobrevenido porque se siente «celoso» de su mujer
(Nm 5.30). Sin embargo, aun en este contexto (Nm 5.12–31), los «celos» provienen
de un espíritu de rivalidad que no puede tolerarse en una relación conyugal. Los
celos deben aclararse mediante una vía establecida por la ley y administrarse
por sacerdotes. Por lo tanto, el significado esencial de qana< es la defensa de los derechos
propios en exclusión de los derechos de los demás: «Efraín no tendrá más celos
de Judá, ni Judá hostilizará a Efraín» (Is 11.13 rva). Saúl intentó asesinar el
enclave gabaonita «debido a su celo por los hijos de Israel y de Judá» (2 S
21.2). El término también significa una actitud de envidia de un rival. Raquel,
en su estado de esterilidad, «tuvo envidia de su hermana» (Gn 30.1) y bajo ese
estado se acercó a Jacob: «¡Dame hijos; o si no, me muero!» Los filisteos
envidiaron a Isaac por la multitud de sus rebaños y ganado (Gn 26.14).
Encontramos en la Biblia una severa advertencia en cuanto a
sentir envidia de los pecadores, que tal vez prosperen y sean fuertes, pero
desaparecerán mañana: «No envidies al hombre violento, ni escojas ninguno de sus
caminos» (Pr 3.31 rva; cf. Sal 37.1).
En cuanto a las relaciones de seres humanos con Dios, el celo
tiene un alcance más positivo; connota la promoción de Dios y de su gloria por
encima de cualquier sustituto. La tribu de Leví obtuvo el derecho de servir
porque «tuvo celo por su Dios» (Nm 25.13). Elías pensó que era el único siervo
fiel que quedaba en Israel: «He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los
Ejércitos, porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto» (1 R 19.10). No
obstante, el sentido de qana< es «poner
celoso» o «provocar a ira»: «Le provocaron a celos con dioses ajenos; le
enojaron con abominaciones» (Dt 32.16).
La connotación negativa del verbo no contamina a Dios. Su
santidad no tolera competencia ni a los que pecan contra Él. En ningún pasaje de
todo el Antiguo Testamento se dice que Dios siente envidia. Aun en los pasajes
donde el adjetivo «celoso» se usa, es más apropiado no entenderlo como envidia.
Cuando Dios es el sujeto del verbo qana<,
significa «ser celoso» en sentido positivo y la preposición le («a, por») precede al
objeto: su santo nombre (Ez 39.25); su tierra (Jl 2.18); y su heredad (Zac
1.14). Cf. Zac 8.2: «Así ha dicho Jehová de los Ejércitos: Yo tuve un gran celo
por Sion; con gran enojo tuve celo por ella».
En la Septuaginta, el término celos («celo, ardor, celos») revela las acepciones hebreas, así como
los términos en castellano (al contrario del inglés en que los términos se
confunden).
Nombre
qin<ah (Ha;nÒqi),
«ardor; celo; celos, envidia». El nombre aparece 43 veces en el hebreo de la
Biblia. Deuteronomio 29.20 es un ejemplo: «Jehová no estará dispuesto a
perdonarle, sino que subirán entonces cual humo el furor y el celo de Jehová
contra ese hombre» (rva).
Adjetivo
qanna< (aN:q'),
«celoso». Este adjetivo aparece 6 veces en el Antiguo Testamento. El término se
refiere directamente a los atributos divinos de justicia y santidad, puesto que
Él es el único objeto de la adoración humana y no tolera los pecados de la
humanidad. Encontramos un ejemplo en Éx 20.5: «Porque yo soy Jehová tu Dios, un
Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la
tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen».
El adjetivo qannoÆ< también significa «celoso». El vocablo aparece solo dos veces con implicaciones
semejantes a qanna<. Josué 24.19 es un
ejemplo: «Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque Él
es un Dios santo y un Dios celoso. Él no soportará vuestras rebeliones ni
vuestros pecados» (rva). El otro ejemplo de qannoÆ< está en Nah 1.2.
Cielos
shamayim (µyIm'v;),
«cielos; cielo, bóveda celeste». Este vocablo semítico muy generalizado se
encuentra en lenguajes tales como ugarítico, acádico, arameo y arábigo. Se halla
420 veces durante todos los períodos del hebreo bíblico.
Primero, shamayim es
la palabra hebrea corriente para la «bóveda celeste» y el «ámbito celeste» donde
vuelan las aves. Dios prohíbe a Israel hacer «semejanza de cualquier figura … ni
en forma de cualquier animal que esté en la tierra, ni en forma de cualquier ave
alada que vuele en los cielos» (Dt 4.17 rva). Cuando los cabellos de Absalón se
enredaron en las ramas de un árbol, quedó suspendido entre «cielo» y tierra (2 S
18.9). Este ámbito, por encima de la tierra pero debajo de los cuerpos celestes,
es a menudo lugar de visiones: «David alzó sus ojos y vio al ángel de Jehová que
estaba entre el cielo y la tierra, con una espada desenvainada en su mano,
extendida sobre Jerusalén» (1 Cr 21.16).
Segundo, el término representa un ámbito aun más alejado de
la superficie terrestre. De aquí es de donde provienen fenómenos como la
escarcha (Job 38.29), la nieve (Is 55.10), el fuego (Gn 19.24), el polvo (Dt
28.24), el granizo (Jos 10.11) y la lluvia: «Fueron cerradas las fuentes del
océano y las ventanas de los cielos, y se detuvo la lluvia de los cielos» (Gn
8.2). Este es el depósito de Dios; Él es el que administra los recursos y es
Señor de este ámbito (Dt 28.12). Este significado de shamayim aparece en Gn 1.7–8: «E hizo Dios la bóveda, y separó las
aguas que están debajo de la bóveda, de las aguas que están sobre la bóveda. Y
fue así. Dios llamó a la bóveda Cielos» (rva).
Tercero, shamayim también representa el ámbito donde el sol, la luna y las estrellas se encuentran:
«Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la bóveda del cielo para distinguir el
día de la noche» (Gn 1.14). Estas imágenes se repiten a menudo en la narración
de la creación y en los pasajes poéticos. Es así que los «cielos» se extienden
como una cortina (Sal 104.2) o se plegan como un rollo de pergamino (Is 34.4 rva).
Cuarto, la frase «cielo y tierra» puede referirse a toda la
creación, como en el caso de Gn 1.1: «En el principio creó Dios los cielos y la
tierra».
Quinto, «el cielo» es la morada de Dios: «El que habita en
los cielos se reirá, el Señor se burlará de ellos» (Sal 2.4; cf. Dt. 4.39).
Nótelo de nuevo en Dt 26.15: «Mira desde tu santa morada, desde el cielo, y
bendice a tu pueblo Israel». Otra expresión que representa la morada de Dios es
«los cielos de los cielos», lo cual indica un absoluto, es decir, la morada de
Dios es un ámbito tan incomparable que no se puede identificar con la creación
física: «He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos,
la tierra y todo lo que en ella hay» (Dt 10.14).
Circuncidar
muÆl (lWm),
«circuncidar, cortar». Este verbo aparece más de 30 veces en el Antiguo
Testamento. Su uso continúa en el hebreo rabínico y moderno. Sin embargo, el
verbo «cortar» no se encuentra en otras lenguas semíticas.
La mayoría de los casos en el Antiguo Testamento están en el
Pentateuco (20 veces) y Josué (8). MuÆl aparece con mayor frecuencia en Génesis (17 veces, con 11 de estas solamente en
Génesis 17) y Josué (8 veces). MuÆl aparece en 3 de las 7 formas de verbos y en varias que son poco comunes. No
tiene derivados a no ser muÆlot en Éx
4.26: «Ella había dicho «esposo de sangre» a causa de la circuncisión» (rva).
Dios introdujo el acto físico de circuncisión como señal del
pacto abrahámico: «Este será mi pacto entre yo y vosotros … y tus descendientes
después de ti: Todo varón de entre vosotros será circuncidado. Circuncidaréis
vuestros prepucios, y esto será la señal del pacto entre yo y vosotros» (Gn
17.10–11 rva). El «corte» del prepucio del varón era permanente y, como tal,
serviría de recordatorio de la perpetuidad de la relación mediada por el pacto.
Se insta a Israel a «circuncidar» fielmente a todos los varones; todo varón
recién nacido debía «circuncidarse» en el octavo día (Gn 17.12; Lv 12.3). No
solamente se «circuncidaron» los descendientes sanguíneos de Abraham, sino
también sus siervos, esclavos y extranjeros que moraban dentro de la comunidad
del pacto (Gn 17.13–14).
Este acto especial de circuncisión era una señal de la
promesa gratuita de Dios. Con esta promesa y las relaciones del pacto, Dios
esperaba que su pueblo cumpliera, con gozo y de buena gana, sus expectativas, y
así demostrara el reinado divino sobre la tierra. Varios autores bíblicos usan
el verbo «circuncidar» para describir las actitudes del «corazón». La «circuncisión»
del cuerpo es una señal física del compromiso con Dios. Deuteronomio en
particular tiene una afinidad hacia el uso espiritual de «circuncidar»: «Circuncidad,
pues, el prepucio de vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz» (Dt
10.16; cf. 30.6). Jeremías adopta el mismo lenguaje: «Circuncidaos para Jehová;
quitad el prepucio de vuestro corazón, oh hombres de Judá … por la maldad de
vuestras obras» (Jer 4.4 rva).
Son pocas las veces en que el verbo se aparta de los usos
físico y espiritual de «circuncidar». MuÆl en el libro de Salmos significa «cortar, destruir; circuncidar»: «Todas las
naciones me rodearon; en el nombre de Jehová yo las destruiré» (Sal 118.10 rva;
«yo los romperé» rv; cf. vv. 11–12).
El verbo se traduce como peritemno en la Septuaginta. El verbo y el nombre peritome se usan para el sentido físico
y el espiritual. Además, es también una metáfora para el bautismo: «En él
también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha con manos …
mediante la circuncisión que viene de Cristo. Fuisteis sepultados juntamente con
Él en el bautismo, en el cual también fuisteis resucitados juntamente con Él,
por medio de la fe en el poder de Dios que lo levantó de entre los muertos» (Col
2.11–12 rva).
En las versiones en castellano, el verbo se representa como «circuncidar»,
«cortar», «cercenar», «destruir», «destrozar», «rechazar» (rv, bj, bla, nbe).
Clamar
sha>aq (q['x;),
«gritar, clamar, llamar». Este vocablo, que está presente tanto en el hebreo
bíblico como en el moderno, tiene el sentido de «gritar, vociferar». El término
es casi paralelo al vocablo de sonido muy similar, za>aq, que también se traduce como «clamar». El verbo sha>aq se encuentra unas 55 veces en el
Antiguo Testamento hebraico y aparece por primera vez en Gn 4.10: «La voz de la
sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra».
A menudo se usa este término con el sentido de «grito de
auxilio». A veces es el ser humano que «clama» a otro ser humano: «El pueblo
clamaba al faraón por alimentos» (Gn 41.55). Con mayor frecuencia es el ser
humano que «clama» a Dios por ayuda: «Entonces los hijos de Israel temieron
muchísimo y clamaron a Jehová» (Éx 14.10 rva). Los profetas siempre se refieren
con sarcasmo a los que adoran ídolos: «Aunque alguien le invoque, no responde»
(Is 46.7). El mismo término se usa a menudo para expresar «angustia» o «necesidad»:
«Esaú … profirió un grito fuerte y muy amargo» (Gn 27.34).
za>aq (q['zÉ),
«gritar, clamar, llamar». Este término está diseminado a lo largo de toda la
historia de la lengua hebrea, incluyendo el hebreo moderno. Se encuentra
alrededor de 70 veces en el Antiguo Testamento hebraico. Por primera vez aparece
en el relato del sufrimiento durante el cautiverio israelita en Egipto: «Los
hijos de Israel gemían a causa de la esclavitud y clamaron a Dios» (Éx 2.23).
Za>aq es tal vez el
vocablo más usado para indicar un «grito de auxilio» por una emergencia,
especialmente «clamar» por ayuda divina. Dios a menudo escuchó este «clamor» en
el tiempo de los jueces, cuando Israel se encontraba en problemas debido a su
desobediencia (Jue 3.9, 15; 6.7; 10.10). El vocablo también se usa en súplicas
encaminadas a dioses paganos (Jue 10.14; Jer 11.12; Jn 1.5). Que za>aq significa más que un volumen
normal de comunicación, lo indica la forma de apelar al rey (2 S 19.28).
El término puede connotar un «grito» de angustia (1 S 4.13),
un «grito» de horror (1 S 5.10) o de tristeza (2 S 13.19). En sentido figurado,
se dice de una casa que se ha edificado con «injusta ganancia», que «la piedra
clamará desde el muro» (Hab 2.9–11).
Codo
<ammah (hM;a'),
«codo, medida lineal». El término tiene cognados en acádico, ugarítico y arameo.
Se encuentra unas 245 veces en todos los períodos del hebreo bíblico, pero en
particular en Éx 25—27; 37—38 (las medidas del tabernáculo); 1 R 6—7 (medidas
del templo y palacio de Salomón); y Ez 40—43 (medidas del templo de Ezequiel).
Hay un pasaje en que <ammah significa «pivote» (gozne): «Los quicios de las puertas se estremecieron con la
voz del que clamaba» (Is 6.4 rv-95).
En casi todos los demás casos, el vocablo significa «codo»,
la unidad primaria de medida lineal en el Antiguo Testamento. Algunos estudiosos
mantienen que el sistema israelita de medición lineal estaba fundamentalmente
basado en el egipcio. Tomando en cuenta la historia de Israel, esta es una
posición razonable. En términos generales, un «codo» era la distancia entre el
codo (del brazo humano) hasta la punta del dedo del medio. Puesto que esta
distancia variaba de individuo en individuo, el «codo» era una medida un tanto
imprecisa. Sin embargo, la primera vez que aparece <ammah (Gn 6.15) tiene que ver con las medidas del arca de Noé, lo
cual sugiere que el término se refiere a una medida más exacta que el «codo»
común y corriente.
En Egipto existía un «codo» oficial. Para ser exactos, había
tanto un «codo» más corto (45 cm) como uno más largo (53 cm). La inscripción de
Siloé declara que el acueducto de Siloé medía 1.200 codos. Si dividimos su
longitud en metros (533,45) por esta medida, podemos deducir que ya para la
época de Ezequías (cf. 2 Cr 32.4) el «codo» medía aproximadamente 44, 5 cm, a
saber el «codo» más corto. Ezequiel probablemente usó el «codo» babilónico en su
descripción del templo. El «codo» egipcio más corto medía apenas unos 8 cm menos
que el «codo» más largo, mientras que el «codo» babilónico corto medía más o
menos 80% (el ancho de una mano) del «codo» real u oficial: «He aquí que por
fuera y alrededor del templo había un muro. En la mano del hombre había una caña
para medir, la cual tenía 6 codos (de un codo regular más un palmo menor)» (Ez
40.5 rva). En otras palabras, su anchura era siete palmos en lugar de seis.
Compasión, Misericordia
Verbo
rajam (µj'r;),
«tener compasión, ser misericordioso, sentir lástima». Las palabras que se
derivan de esta raíz se encuentran 125 veces en todas partes del Antiguo
Testamento. El radical también se halla en asirio, acádico, etiópico y arameo.
Una vez el verbo se traduce «amor»: «Te amo, oh Jehová» (Sal
18.1). Rajam también se encuentra en la
promesa que Dios hace a Moisés de declararle su nombre: «Yo haré pasar todo mi
bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y
tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que
seré clemente» (Éx 33.19). Por eso oramos: «Acuérdate, oh Jehová, de tus
piedades y de tus misericordias, que son perpetuas» (Sal 25.6); y también Isaías
profetiza la restauración mesiánica: «Con gran compasión te recogeré … pero con
misericordia eterna me compadeceré de ti, dice tu Redentor Jehovah» (Is 54.7–8
rva). Este es el corazón de la salvación mediante el Mesías y Siervo Sufriente.
Nombre
rejem (µj,r,),
«entrañas; misericordia». El primer uso de rejem es con su significado principal de «vientre»: «Porque Jehová había cerrado por
completo toda matriz en la casa de Abimelec a causa de Sara, mujer de Abraham» (Gn
20.18). En otro sentido metafórico, 1 R 3.26 dice: «Sus entrañas se conmovieron
por su hijo» (rv). Una traducción más idiomática sería: la madre se sintió «conmovida
por la suerte que iba a correr su hijo» (bla). A decir verdad, la gran mayoría
de los casos son referencias metafóricas a un «tierno amor» como el que siente
una madre por el hijo que ha parido. rajaméÆm (µymij}r'), «entrañas; misericordia; compasión».
Este nombre, que siempre se usa en el plural intensivo, aparece en Gn 43.14: «Que
el Dios Todopoderoso os conceda hallar misericordia». En Gn 43.30 el término se
usa con referencia a los sentimientos de José hacia Benjamín: «Se conmovió
profundamente a causa de su hermano». RajaméÆm se usa con mayor frecuencia acerca de Dios, como lo hace David en 2 S 24.14: «Caigamos
en mano de Jehová, porque grande es su misericordia». Encontramos el término
arameo equivalente en la plegaria de Daniel para que sus amigos implorasen
misericordia del Dios de los cielos con respecto a este misterio (Dn 2.18).
La versión griega del rajam del Antiguo Testamento consiste principalmente de tres grupos de vocablos que se
ven en el Nuevo Testamento. Eleos, el
más importante, se usa para traducir varios términos hebraicos. La canción de
María nos recuerda la promesa de Sal 103.11, 17, donde se emplea eleos para traducir rejem y hesed como «misericordia»: «Su misericordia es de generación en
generación, para con los que le temen» (Lc 1.50). Rajam está quizás detrás de la plegaria a menudo oída: «¡Ten
misericordia de nosotros, hijo de David!» (Mt 9.27).
Adjetivo
rajuÆm (µWjr'),
«compasivo; misericordioso». Este adjetivo aparece en la importante proclamación
del nombre de Dios a Moisés: «Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento
para la ira y grande en misericordia y verdad» (Éx 34.6 rva).
Confesar
yadah (hd;y:)
«confesar, alabar, agradecer». Esta raíz, que muchas veces la rvr traduce «confesar»
o «confesión», a menudo tiene también la acepción de «alabar» o «dar gracias». A
primera vista, estos significados no parecen tener ninguna relación. Pero, si
ahondamos un poco más nos daremos cuenta de que estos significados se
interpretan mutuamente.
Los significados de yadah coinciden en parte con varios vocablos hebreos que significan «alabanza», como
es el caso con halal (del cual proviene aleluya). A veces, los objetos de yadah son seres humanos, pero es mucho
más común que el objeto sea Dios.
El contexto suele ser la adoración pública en la que los
adoradores afirman y renuevan su relación con Dios. El sujeto no es, en primera
instancia, el individuo aislado, sino la congregación. Particularmente en los
himnos y acciones de gracias de los Salmos es evidente que yadah es un recuento y consiguiente
acción de gracias a Jehová por sus grandes obras de salvación.
La afirmación o confesión de la inmerecida bondad de Dios
dramatiza la indignidad del ser humano. De ahí que una confesión de pecado puede
articularse con el mismo aliento que una confesión de fe o expresión de alabanza
y gratitud. Esta confesión no es un catálogo moralista y autobiográfico de
pecados cometidos (infracciones individuales de un código legal), sino más bien
una confesión de la pecaminosidad fundamental en que toda la humanidad está
sumergida, separándonos de un Dios santo. Aun por sus juicios, que despiertan en
nosotros arrepentimiento, Dios debe ser alabado (p. ej. Sal 51.4). Así que nadie
debe sorprenderse de encontrar alabanzas en contextos penitenciales y viceversa
(1 R 8.33ss; Neh 9.2ss; Dn 9.4ss). Si la alabanza inevitablemente trae consigo
la confesión de pecado, lo contrario también es cierto. La palabra segura de
perdón provoca la alabanza y acción de gracias del confesante. Estas expresiones
brotan casi automáticamente del nuevo ser de la persona arrepentida.
A menudo el objeto directo de yadah es el «nombre» de Jehová (p. ej., Sal 105.1; Is 12.4; 1 Cr
16.8). En un sentido, esta expresión sencillamente es sinónima de alabar a
Jehová. Sin embargo, hay otro sentido en que ello introduce toda la dimensión de
lo que el «nombre» evoca en el lenguaje bíblico. Nos hace recordar que una
humanidad pecaminosa no puede aproximarse a un Dios santo. Únicamente lo podrá
hacer por su «nombre», esto es su Palabra y reputación que es un anticipo de la
encarnación. Dios se revela solo en su «nombre» y particularmente en el
santuario que Él ha escogido para «poner en él su nombre» (una frase que es muy
frecuente, sobre todo en Deuteronomio).
El panorama de yadah se extiende tanto vertical como horizontal; verticalmente hasta abarcar a toda
la creación y extendiéndose horizontalmente en el tiempo hasta aquel día en que
la adoración y la acción de gracias serán eternas (p. ej. Sal 29; 95.10; 96.7–9;
103.19–22).
Congregación
>edah (jd;[e)
«congregación». Etimológicamente, este vocablo significaría una «congregación de
personas» reunidas con algún propósito. Se asemeja en esto a los términos
griegos synagoge y ekklesia, de los cuales provienen «sinagoga»
e «iglesia». En uso corriente, >edah se
refiere a un «grupo de personas». Aparece 140 veces en el Antiguo Testamento,
con mayor frecuencia en el libro de Números. Aparece por primera vez en Éx 12.3,
donde el término es un sinónimo de qahal,
«asamblea».
La acepción más generalizada de >edah es «grupo», ya sea de animales (un enjambre de abejas [Jue
14.8], una manada de toros [Sal 68.30], una bandada de aves [Os 7.12]) o de
personas, por ejemplo de justos (Sal 1.5), malhechores (Sal 22.16) y de naciones
(Sal 7.7).
Las menciones más frecuentes son de la «congregación de
Israel» (9 veces), «la congregación de los hijos de Israel» (26 veces), «la
congregación» (24 veces) o «toda la congregación» (30 veces). Moisés colocó a
ancianos (Lv 4.15), cabezas de familia (Nm 31.26) y príncipes (Nm 16.2; 31.13;
32.2) sobre la «congregación» con el fin de ayudarle con un gobierno justo. La
Septuaginta traduce el término como synagoge («lugar de asamblea»). La rv, en sus varias revisiones, lo traduce como «concurso»
y «congregación»; otras versiones usan los términos «asamblea» (bj, nbe), «comunidad»
(bla) y «pueblo» (lvp).
moÆ>ed (d[e/m),
«lugar acordado de reunión, reunión». El nombre moÆ>ed se encuentra 223 veces en el Antiguo Testamento y en el Pentateuco 160. En orden
de frecuencia, aparece 27 veces en los libros históricos.
La palabra moÆ>ed conserva su significado básico señalado, pero varía en lo acordado según el
contexto: tiempo y lugar o bien la propia reunión. El uso del término en Amós
3.3 es revelador: «¿Andarán dos juntos, a menos que se pongan de acuerdo?» El
contexto es ambiguo. No está claro si hay acuerdo sobre tiempo y lugar de
reunión, ni si aun se va a realizar.
El significado de moÆ>ed se encuadra dentro del contexto de la religión de Israel. En primer término, las
fiestas llegaron a conocerse como «fiestas señaladas» o prefijadas. Estas
fiestas se establecieron claramente en el Pentateuco. El término se refiere a
cualquier «fiesta» o peregrinaje festivo, como la Pascua o la Fiesta de las
Primicias (Lv 23.15ss), la Fiesta de los Tabernáculos (Lv 23.33ss) o el Día de
Expiación (Lv 23.27). Al mismo tiempo, Dios condena a las personas que observan
el moÆ>ed con excesivo ritualismo: «Vuestras
lunas nuevas y vuestras fiestas señaladas las aborrece mi alma; se han vuelto
una carga para mí, estoy cansado de soportarlas» (Is 1.14 lba).
El vocablo moÆ>ed también significa un «lugar determinado». Este uso es menos frecuente: «Tú has
dicho en tu corazón: Subiré al cielo en lo alto; hasta las estrellas de Dios
levantaré mi trono y me sentaré en el monte de la asamblea [moÆ>ed],
en las regiones más distantes del norte» (Is 14.13 rva). «Porque yo sé que me
conduces a la muerte, y a la casa determinada a todo viviente» (Job 30.23).
En ambas acepciones de moÆ>ed «tiempo fijado» y «lugar fijado», el denominador común es la «reunión» de dos o
más personas en determinado lugar y tiempo; de ahí el uso de moÆ>ed como simple «reunión». Sin
embargo, la similitud entre los significados de «tiempo fijo», «lugar fijo» y «reunión»
causa verdaderos problemas de traducción en cada contexto. Por ejemplo, «contra
mí convocó una asamblea» (Lm 1.15 rva), podría leerse: «Ha convocado contra mí
un tiempo determinado» (lba) o «Llamó contra mí compañía» (rv).
La frase «tabernáculo de testimonio» (rv) es una traducción
del hebreo <ohel moÆ>ed («tabernáculo de
reunión» rva; «tienda de reunión» lba). La frase aparece 139 veces, sobre todo
en Éxodo, Levítico y Números, pocas veces en Deuteronomio. Significa que el
Señor tiene un «lugar designado» que representa su presencia y por medio del
cual Israel tiene la certeza de que su Dios está con ellos. El hecho de que el
espacio se denominó «tienda de reunión» significa que el Dios de Israel estaría
entre su pueblo y que el pueblo se aproximaría a Él en un tiempo y espacio «fijado»
(ya>ad) en el Pentateuco. Cuando los
traductores se dieron cuenta de que el nombre >edah («congregación» o «reunión») procede de la misma raíz que moÆ>ed, escogieron la frase «tabernáculo
de reunión» (Éx 28.43). Los traductores de la Septuaginta enfrentaron una
dificultad similar. Notaron la relación de moÆ>ed con la raíz >uÆd («testificar»), por lo
que tradujeron la frase <ohel hamoÆ>ed como «tabernáculo del testimonio». Esta frase se acogió en el Nuevo Testamento:
«Después de esto miré, y el santuario del tabernáculo del testimonio fue abierto
en el cielo» (Ap 15.5).
De los tres significados, el más fundamental es «tiempo
determinado». Porque la frase «tienda de reunión» enfatiza el «lugar de reunión».
La «reunión» en sí generalmente se asocia con «tiempo» y «lugar».
La Septuaginta contiene las siguientes traducciones de moÆ>ed: kairos («tiempo»), eorte («fiesta; festival»). Las traducciones católicas usan: «tienda del encuentro» (nbe,
cf. lvp), «tienda de reunión» (bj), «tienda de las citas divinas» (bla).
Conocer, Saber
nakar (rk'n:),
«conocer, considerar, reconocer, atender». Este verbo, que se encuentra tanto en
hebreo moderno como antiguo, aparece aproximadamente 50 veces en el Antiguo
Testamento hebraico. La primera vez es en Gn 27.23: «No lo reconoció» (lba).
El significado básico del término tiene que ver con
percepción mediante la vista, el tacto o el oído. A veces la oscuridad hace
imposible el reconocimiento (Rt 3.14). A menudo se reconocen a las personas por
sus voces (Jue 18.3). Nakar a veces
tiene la acepción de «prestar atención a»; es una forma especial de
reconocimiento: «¡Bendito sea el que se haya fijado en ti!» (Rt 2.19 rva).
El verbo puede significar «reconocer» una especie de
percepción intelectual: «Ni su lugar lo volverá a reconocer» (Job 7.10 rva; cf.
Sal 103.16). El sentido «distinguir» se encuentra en Esd 3.13: «Y por causa del
griterío, el pueblo no podía distinguir la voz de los gritos de alegría de la
voz del llanto del pueblo» (rva).
yada> ([d'y:),
«saber, entender, comprender, conocer». Este verbo aparece en ugarítico, acádico,
fenicio, arábigo (infrecuentemente) y en hebreo en todos los períodos. En la
Biblia, el vocablo aparece unas 1.040 veces (995 en hebreo y 47 en arameo).
En esencia, yada> significa: (1) saber por observación y reflexión, y (2) saber por experiencia.
Un ejemplo de la primera acepción sería Gn 8.11, donde Noé «comprendió» que las
aguas habían disminuido después de ver la hoja de olivo en el pico de la paloma;
lo «supo» después de observar y reflexionar sobre lo que había visto. En efecto,
no vio ni experimentó personalmente que las aguas habían menguado. En contraste
con este «saber» que es fruto de la reflexión, encontramos el «saber» que viene
de la experiencia con los cinco sentidos, de examinar y demostrar, de
reflexionar y considerar (saber de primera mano). Por tanto yada> se usa como un paralelismo
sinónimo de «oír» (Éx 3.7), «ver» (Gn 18.21), «percibir» y «ver» (Job 28.7).
José informó a sus hermanos que uno de ellos tendría que permanecer en Egipto
para que él pudiera «saber» si ellos eran o no hombres honrados (Gn 42.33). En
el huerto de Edén, a Adán y Eva se les prohibió comer del árbol cuyo fruto les
daría la experiencia del mal y, por ende, el conocimiento del bien y del mal.
Por lo general, el corazón juega un papel importante en «saber» (comprender).
Debido a que experimentaron la presencia sustentadora de Dios durante su
peregrinaje en el desierto, los israelitas «comprendieron» en sus corazones que
Dios les estaba disciplinando y cuidando como un padre vela por un hijo (Dt
8.5). Un corazón desviado puede estorbar esta comprensión (Sal 95.10).
Hay un tercer significado que apunta al tipo de «saber» que
uno aprende y puede expresar. Por ejemplo, Caín dijo que no «sabía» que era
guarda de su hermano (Gn 4.9) y Abram le dijo a Sarai que «reconocía» que ella
era una mujer hermosa (Gn 12.11 rva). Uno puede llegar a «saber» cuando se lo
cuentan, en Lv 5.1 un testigo ve o de alguna manera «sabe» (porque se lo
contaron). En esta acepción «saber» tiene un sentido paralelo a «reconocer» (Dt
33.9) y «aprender» (Dt 31 12–13). De ahí que los niños pequeños que aún no saben
hablar no «distinguen» (rva; «conocen» lba; «saben» rv) el bien y el mal (Dt
1.39), porque no lo han aprendido de modo que lo puedan comunicar a otros. En
otras palabras, su conocimiento no es tal como para distinguir entre el bien y
el mal.
Además del «saber» esencialmente cognoscitivo ya discutido,
el verbo tiene un lado que es puramente empírico. El que «sabe» se involucra con
(o en) el objeto de este «saber». Este es el caso de Potifar que «no se
preocupaba de nada» (lba) (literalmente no «sabía de nada» (rv) acerca de lo que
había en su casa (Gn 39.6), no tenía contacto personal con ello. En Gn 4.1,
cuando Adán «conoce» [yada>] a Eva, es
porque también ha tenido un contacto directo o relación sexual con ella. En Gn
18.19 Dios dice que «conoce» (rv) a Abraham; se preocupa por él en el sentido de
haberle escogido de entre otros hombres y se aseguró de que ciertas cosas le
sucedieran. Lo que se subraya es que Dios le «conoce» íntima y personalmente.
Por cierto, este es un concepto paralelo a «santificar» (cf. Jer 1.5). De modo
similar, el término se usa para connotar la relación de Dios con Israel como
nación escogida o elegida (Am 3.2 rva).
Yada>, en su radical
intensivo y causativo, se usa para expresar un concepto particular de revelación.
Dios no se dio a conocer por su nombre Jehová a Abraham,
Isaac y Jacob, aunque sí les reveló [el contenido de] este nombre mostrándoles
que era el Dios del pacto. No obstante, el pacto no se cumplió (no poseyeron la
tierra prometida) sino hasta el tiempo de Moisés. La declaración en Éx 6.3
sugiere que desde ahora Él se revelaría por «su nombre»; los guiaría hasta
poseer la tierra. Dios se da a conocer mediante hechos de revelación, por
ejemplo, ejecutando juicio contra los impíos (Sal 9.16) y liberando a su pueblo
(Is 66.14). También se revela a través de la palabra hablada, por ejemplo, los
mandamientos que dio a través de Moisés (Ez 20.11) por las promesas como las que
dio a David (2 S 7.21). Dios así revela su persona por la ley y la promesa.
«Conocer a Dios» es tener un íntimo conocimiento práctico de
Él. Es así que Faraón niega conocer a Jehová (Éx 5.2) y rehúsa reconocer su
autoridad sobre él. En sentido positivo, «conocer» a Dios es lo mismo que temer
(1 R 8.43), servir (1 Cr 28.9) y confiar (Is 43.10).
Nombre
da>at (t['D'),
«conocimiento». Varios nombres se derivan de yada> y el más frecuente es da<at, que aparece
90 veces en el Antiguo Testamento. Un ejemplo está en Gn 2.9: «El árbol del
conocimiento del bien y del mal» (rva). El vocablo también aparece en Éx 31.3.
Participio
madduÆa> (['WDm'),
«por qué». Este término, que aparece 72 veces, está relacionado con el verbo yada>. Éxodo 1.18 es un ejemplo: «¿Por
qué habéis hecho esto de dejar con vida a los niños varones?»
Corazón
Nombre
leb (ble),
«corazón; mente; en medio de». Leb y su
sinónimo lebab aparecen 860 veces en el
Antiguo Testamento. La ley, los profetas y los salmos hablan a menudo acerca del
«corazón». La raíz aparece también en acádico, asirio, egipcio, ugarítico,
arameo, arábigo y en el hebraico posbíblico. Los nombres arameos
correspondientes aparecen siete veces en el libro de Daniel.
La primera vez que aparece «corazón» es en relación con seres
humanos, en Gn 6.5: «Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la
tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón era de ellos era de
continuo solamente el mal». En Gn 6.6 leb se usa en relación con Dios: «Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la
tierra, y le dolió en su corazón».
«Corazón» puede referirse al órgano del cuerpo: «Y llevará
Aarón los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su
corazón» (Éx 28.29); «Joab … tomando tres dardos en su mano, los clavó en el
corazón de Absalón» (2 S 18.14); «Mi corazón está acongojado» (Sal 38.10).
Leb también puede
referirse al interior («en medio») de algo: «Se cuajaron los abismos en el
corazón del mar» (Éx 15.8 lba); «El monte ardía con fuego hasta el corazón de
los cielos» (Dt 4.11 rva); «Serás como el que yace en medio del mar» (Pr 23.34).
Lebab puede señalar el fuero interno, en contraste con lo
externo, como en Dt 30.14: «Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y
en tu corazón, para que la cumplas» (cf. Jl 2.13); «El hombre mira lo que está
delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 S 16.7). A menudo lebab y «alma» se usan juntos para mayor
énfasis, como en 2 Cr 15.12: «E hicieron pacto para buscar al Señor, Dios de sus
padres, con todo su corazón y con toda su alma» (lba; cf. 2 Cr 15.15). Nepesh («alma»; vida; ser) se traduce
varias veces como «corazón» en la rv. En cada caso, connota el «fuero interno»
(«hombre interior»): «Porque cual es su pensamiento en su corazón [nepesh]),
tal es él» (Pr 23.7; «en su alma» rv; «en su mente» rva; «íntimos» rv-95; «dentro
de sí» lba; «en sí mismo» LBL).
Leb puede referirse a
la persona o a su personalidad: «Entonces Abraham se postró sobre su rostro y se
rió diciendo en su corazón» (Gn 17.17 rva); también, «mi corazón ha percibido
mucha sabiduría y ciencia» (Ec 1.16). Leb se usa además en este sentido en cuanto a Dios: «Os daré pastores según mi
corazón» (Jer 3.15).
«Corazón» puede connotar la fuente de deseo, inclinación o
voluntad: «El corazón de Faraón es terco» (Éx 7.14 lba); «todo aquel que sea de
corazón generoso, traiga … ofrenda al Señor» (Éx 35.5 lba; cf. vv. 21, 29); «Te
alabaré, oh Jehová, Dios mío, con todo mi corazón» (Sal 86.12). Leb se usa también cuando Dios se
expresa: «Ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo mi corazón y con
toda mi alma» (Jer 32.41 lba). Cuando dos personas están de acuerdo se dice que
sus «corazones» están bien el uno con el otro: «¿Es recto tu corazón, como mi
corazón es recto con tu corazón?» (2 R 10.15 rva). En 2 Cr 24.4 (rv), «Joas tuvo
voluntad de reparar la casa de Jehová» (en heb.: «tuvo en su corazón»).
El «corazón» se tiene como el centro de las emociones: «Amarás
a Jehová tu Dios de todo tu corazón» (Dt 6.5); «Al verte, [Aarón] se alegrará en
su corazón» (Éx 4.14; cf. 1 S 2.1). De la misma suerte hay corazones «alegres» (Jue
16.25), corazones «temerosos» (Is 35.4) y corazones que «tiemblan» (1 S 4.13).
El «corazón» se tiene como el centro del conocimiento y de la
sabiduría y como sinónimo de «mente». Esta acepción aparece a menudo cuando los
verbos «conocer» y «saber» acompañan a «corazón»: «Reconoce asimismo en tu
corazón» (Dt 8.5); y «Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender»
(Dt 29.4). Salomón oró: «Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a
tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo» (1 R 3.9; cf. 4.29). La
memoria es una actividad del «corazón», como en Job 22.22: «Pon sus palabras en
tu corazón».
El «corazón» se tiene como el centro de la conciencia y del
carácter moral. ¿Cómo responde uno a la revelación de Dios y del mundo que nos
rodea? Job responde: «No me reprochará mi corazón en todos mis días» (27.6). Lo
contrario aparece con David al que «le pesó en su corazón» (2 S 24.10 lba). El «corazón»
es la fuente de las acciones del ser humano: «En la integridad de mi corazón y
con manos inocentes yo he hecho esto» (Gn 20.5 lba; cf. v. 6). David anduvo «con
rectitud de corazón» (1 R 3.6); y Ezequías «con corazón íntegro» delante de Dios
(Is 38.3). Únicamente la persona «de manos limpias y corazón puro» (Sal 24.4 lba)
puede estar en la presencia de Dios.
Leb puede referirse al
centro de la rebelión y del orgullo. Dijo Dios: «Porque la intención del corazón
del hombre es mala desde su juventud» (Gn 8.21 lba). Tiro es como todo ser
humano: «Por cuanto tu corazón se enalteció, y porque, a pesar de ser hombre y
no Dios, dijiste: «Yo soy un dios … »» (Ez 28.2 rva). Todos llegan a ser como
Judá cuyo pecado «está grabado en la tabla de su corazón» (Jer 17.1).
Dios controla el «corazón». Por su «corazón» natural, la
única esperanza del ser humano está en la promesa de Dios: «Os daré corazón
nuevo … y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de
carne» (Ez 36.26). Por esto el pecador ora: «Crea en mí, oh Dios, un corazón
puro» (Sal 51.10); y «Afirma mi corazón para que tema tu nombre» (Sal 86.11).
También, como dice David: «Yo sé, oh Dios mío, que tú pruebas el corazón y que
te agrada la rectitud» (1 Cr 29.17). Por tanto, el pueblo de Dios busca su
aprobación: «Escudriña mi mente y mi corazón» (Sal 26.2). El «corazón» simboliza
el fuero interno del ser humano, su propia persona. Como tal, es la fuente de
todo lo que hace (Pr 4.4). Todos sus pensamientos, deseos, palabras y acciones
fluyen desde lo más profundo de su ser. Con todo, ninguna persona logra entender
su propio «corazón» (Jer 17.9). Al seguir el ser humano su propio camino, su «corazón»
se endurece cada vez más. Pero Dios circuncidará (recortará la inmundicia) del «corazón»
de su pueblo, para que le amen y obedezcan con todo su ser (Dt 30.6).
Adverbio
leb (ble),
«tiernamente; amistosamente; confortablemente». Leb se usa como adverbio en Gn 34.3: «Pero se sintió ligado a Dina … se enamoró de
la joven y habló al corazón de ella» (rva; «le habló tiernamente lba»). En Rt
2.13, «al corazón» (rv, rva, nrv) significa «amistosamente» o «bondadosamente»:
«Has hablado con bondad a tu sierva». El vocablo significa «confortablemente» en
2 Cr 30.22 y en Is 40.2.
Cordero
kebes (cb,K,),
«cordero; cabrito; chivito». El cognado acádico de este nombre significa «cordero»,
mientras que el cognado arábigo quiere decir «carnero joven». El término aparece
107 veces en el hebreo veterotestamentario y sobre todo en el Pentateuco.
El kebes es un «corderito»
que casi siempre sirve para fines sacrificiales. La primera vez que se usa en
Éxodo tiene que ver con la Pascua: «El cordero será sin defecto, macho de un año;
tomaréis un cordero o un cabrito» (Éx 12.5 rva). El vocablo gedéÆ, «chivito», es un
sinónimo de kebes: «Entonces el lobo
habitará con el cordero [kebes], y el
leopardo se recostará con el cabrito [gedéÆ].
El ternero y el cachorro del león crecerán juntos, y un niño pequeño los
conducirá» (Is 11.6 rva). La traducción tradicional de «cordero» no deja en
claro su género. En hebreo el término kebes es maculino, mientras que el femenino es kibsah,
«cordera»; véase Gn 21.28: «Entonces puso Abraham siete corderas del rebaño
aparte».
En la Septuaginta encontramos las siguientes traducciones: amnos («cordero»), probaton («oveja») y arnos («cordero»). Las diferentes
versiones de la rv se valen de los dos sentidos: «cordero; oveja».
Crear
bara< (ar;B;),
«crear, hacer». Este verbo tiene un significado teológico muy profundo, puesto
que su único sujeto es Dios. Solo Él puede «crear» en el sentido que está
implícito en bara<. El verbo expresa
creación de la nada (ex nihilo), una
idea que se percibe con claridad en los pasajes relacionados con la creación en
escala cósmica: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn 1.1; cf.
Gn 2.3; Is 40.26; 42.5). Todos los demás verbos que significan «creación»
permiten una gama de significados mucho más amplia; tienen sujetos divinos y
humanos y se usan en contextos que no tienen que ver con la creación de la vida.
Bara' se usa a menudo paralelamente con los siguientes verbos: >asah, «hacer» (Is 41.20; 43.7; 45.7,
12; Am 4.13); yatsar, «formar» (Is 43.1,
7; 45.7; Am 4.13); y kuÆn, «establecer».
Isaías 45.18 contiene todos estos vocablos: «Porque así ha dicho Jehovah –el que
ha creado [bara<] los cielos, Él es Dios;
el que formó [yatsar] la tierra y la
hizo [>asah], Él la estableció [kuÆn];
no la creó [bara<] para que estuviera
vacía, sino que la formó [yatsar] para
que fuera habitada–: «Yo soy Jehovah, y no hay otro … »» (rva). Tal vez no se
haya mantenido en este pasaje el significado técnico de bara< («crear de la nada»); quizás el
uso aquí sea una connotación popularizada en forma de sinónimo poético.
Los complementos directos de este verbo son los cielos y la
tierra (Gn 1.1; Is 40.26; 42.5; 45.18; 65.17); el hombre (Gn 1.27; 5.2; 6.7; Dt
4.32; Sal 89.47; Is 43.7; 45.12); Israel (Is 43.1; Mal 2.10); «cosa nueva» (Jer
31.22); nube y humo (Is 4.5); norte y sur (Sal 89.12); salvación y justicia (Is
45.8); hablar (Is 57.19); tinieblas (Is 45.7); viento (Am 4.13); y un corazón
nuevo (Sal 51.10). Un estudio cuidadoso de los pasajes donde bara< figura muestra que en las pocas
veces que el término se usa en forma no poética (principalmente en Génesis), el
escritor usa un lenguaje científicamente preciso para demostrar que Dios creó el
objeto o concepto de materia que antes no había existido.
Llama poderosamente la atención el uso de bara< en Is 40–65. De las 49 veces que
aparece el vocablo en el Antiguo Testamento, 20 se hallan en estos capítulos.
Cuando Isaías escribe proféticamente a los judíos en el cautiverio, habla
palabras de consuelo basadas en los beneficios y bendiciones del pasado para el
pueblo de Dios. Isaías desea recalcar que, puesto que Yahveh es el Creador, Él
puede liberar a su pueblo del cautiverio. El Dios de Israel ha creado todas las
cosas: «Yo hice [>asah] la tierra y creé
[bara<] al hombre sobre ella. Son mis
propias manos las que han desplegado los cielos, y soy yo quien ha dado órdenes
a todo su ejército» (Is 45.12 rva). Los dioses de Babilonia son nulidades
impotentes (44.12–20; 46.1–7) y por tanto, Israel puede esperar que Dios va a
triunfar realizando una nueva creación (43.16–21; 65.17–25).
Aunque bara< es un
tecnicismo correcto y preciso que sugiere una creación cósmica y material ex nihilo, el término es también un
vehículo teológico rico en su comunicación del poder soberano de Dios, quien
origina y regula todas las cosas para su gloria.
qanah (hn:q;),
«conseguir, adquirir, ganar». Son los significados básicos que predominan en el
Antiguo Testamento, pero ciertos pasajes poéticos hace tiempo vienen sugiriendo
que el significado del verbo es «crear». En Gn 14.19, Melquisedec, al bendecir a
Abram, dice: «Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador [«poseedor», rv] de
los cielos y de la tierra» (rva). Génesis 14.22 repite este epíteto divino.
Deuteronomio 32.6 confirma el significado de «crear» cuando qanah se usa como paralelo de >asah, «hacer»: «¿Acaso no es Él tu
Padre, tu Creador (qanah) quien te hizo
(>asah) y te estableció (kuÆn)?»
(rva). Salmos 78.54; 139.13 y Pr 8.22–23 también sugieren la idea de creación.
Las lenguas cognadas en general mantienen el mismo
significado de «conseguir, adquirir» que en hebreo. Es más, qny es el término ugarítico principal
para expresar creación. La estrecha relación de hebreo con ugarítico y el
significado contextual de qanah como «crear»
en los pasajes veterotestamentarios arriba citados argumentan el uso de qanah como sinónimo de «crear», que
comparte con barah<, >asah y yatsar.
>asah (hc;[;),
«crear, hacer, fabricar». Este verbo, que aparece más de 2600 veces en el
Antiguo Testamento, se usa como sinónimo de «crear» alrededor de 60 veces. No
hay nada inherente en el vocablo que indique a qué tipo de creación se refiere;
es solo cuando está acompañado de bara< que podemos estar seguros de que significa creación.
Es lamentable, pero el término no lo apoyan lenguas cognadas
contemporáneas al Antiguo Testamento y su etimología no es muy clara. Puesto que >asah describe las actividades humanas
(y divinas) más comunes, no se presta para significados teológicos, excepto
cuando acompaña a bara< o a otros
términos cuyos significados técnicos están bien establecidos.
Los casos más instructivos de >asah aparecen en los primeros capítulos de Génesis. En Gn 1.1 se usa el vocablo bara< para presentar el relato de la
creación, y Gn 1.7 señala los detalles de su ejecución: «E hizo Dios un
firmamento» (rv-95; «expansión», rv). Si la «bóveda» (rva) se hizo o no de
material exis- tente, no puede determinarse porque solo se usa >asah. Sin embargo, está claro que el
verbo expresa creación por su uso en este contexto y está acompañado por el
tecnicismo bara<. Lo mismo se puede
decir de otros versículos en Génesis: 1.16 (las lumbreras en el cielo); 1.25;
3.1 (los animales); 1.31; 2.2 (toda su obra); y 6.6 (el hombre). Sin embargo, en
Gn 1.26–27, >asah tiene que significar
creación ex nihilo, ya que se usa como
sinónimo de bara<. El texto reza así: «Hagamos
[>asah] al hombre a nuestra imagen,
conforme a nuestra semejanza … Creó [bara<],
pues, Dios al hombre a su imagen» (rva). De manera similar Gn 2.4 declara: «Estos
son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados [bara<],el
día que Jehová Dios hizo [>asah] la
tierra y los cielos» (Gn 2.4). Finalmente, Gn 5.1 coloca los dos términos en un
mismo plano: «El día que Dios creó [bara<]
al hombre, a semejanza de Dios lo hizo [«>asah»].
La yuxtaposición insólita de bara< y >asah en Gn 2.3 se refiere a toda la la
creación que Dios «creó» «haciéndolo».
En conclusión, no hay base para refinar demasiado el
significado de >asah diciendo que quiere
decir creación desde algo, a diferencia de creación de la nada.
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