ZAQUEO. Zaqueo era un conocido recolector de impuestos de Jericó. Se le menciona solamente en Lucas 19. Cuando Jesús llegó a esa ciudad, Zaqueo, hombre de pequeña estatura, tuvo que subirse a un sicómoro para ver por encima del gentío. Al verlo, Jesús le dijo que bajara para ir con él a cenar. Dada la mala fama de los recolectores de impuestos, la gente se asombró ante la invitación de Jesús. Pero la presencia del Señor convirtió a Zaqueo en un hombre diferente. Para hacerle honor a su nombre, que en la lengua original significa "puro", Zaqueo prometió entregar a los pobres la mitad de sus bienes y restituir el cuádruplo a quienes injustamente hubiera despojado (Lucas 19:8). La salvación había llegado a la casa de Zaqueo, y más adelante se convirtió en discípulo.
ZACARÍAS. Zacarías era sacerdote de la clase de Abías, una de las veinticuatro órdenes sacerdotales desde el tiempo de las Crónicas. Dichas órdenes se turnaban en el servicio del templo. El día que le correspondió a Zacarías, fue éste al templo a cumplir con la ofrenda del incienso en el lugar santo. Estaba allí cuando se le apareció un ángel del Señor y le anunció que su esposa iba a dar a luz un hijo. Zacarías y su esposa ya eran bastante viejos; ella había sido estéril toda la vida; por las dudas, Zacarías pidió al ángel que le corroborara la noticia con alguna señal. Inmediatamente quedó mudo, y no recobró el habla sino después de haber dado al niño el nombre de Juan, en la circuncisión. Aquel niño fue Juan el Bautista, el que vino a preparar el ca mino para Jesucristo, el Mesías. Referencia: Lucas 1.
ZACARIAS EL PROFETA. Zacarías escribió el libro del Antiguo Testamento que lleva su nombre. Profetizó al mismo tiempo que Hageo. El gran propósito del ministerio de Zacarías fue alentar a quienes iban a reconstruir el templo; por eso sus mensajes son profundamente inspirativos. Zacarías dice que la edificación de la casa de Dios es esencialmente una obra espiritual, y que ha de realizarse "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos (Zacarías 4:6). En los capítulos 1‑6 bosqueja ocho visiones que recibió de noche, todas destinadas a dar ánimo al pueblo para que confiaran en que Dios estaba con ellos en su tarea de reedificar el templo. Hacia el final del libro tenemos notables profecías referentes al Mesías: Cristo traicionado por treinta monedas de plata (11:12‑13); el costado horadado (12:10); el derramamiento de su sangre por los pecados del mundo (13:1); las marcas de los clavos (13:6); el esparcimiento de los discípulos (13:7); la destrucción de Jerusalén en días del Nuevo Testamento (14:2) y la segunda venida de Nuestro Señor (14:4). En 9:9‑10 se profetiza la entrada triunfal con estas magníficas palabras: "Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra".
ZOROBABEL. Zorobabel se supone hijo de Salatiel, de la tribu de Judá de la línea de David. Junto con Jesúa, en 536 A.C. guió desde Babilonia la primera colonia de israelitas cautivos a Jerusalén. En Jerusalén restableció la observancia de las prácticas sagradas de los judíos, incluso el culto público y la Fiesta de los Tabernáculos. El libro de Esdras cuenta cómo Zorobabel rechazó el auxilio de los samaritanos para reconstruir el templo. Los samaritanos se disgustaron y dificultaron la construcción luego de dos años y dos meses de trabajo (Esdras 4). Después de siete años logró terminar el templo. Se ignora el fin de Zorobabel, pero se cree que llegó a ser rey de Judá y que fue derrotado por los persas.
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